Fotografía de Toledo tomada el 14 de junio de 1917 en un vuelo de los capitanes Vallespin (piloto)y Peñuelas como fotógrafo. Centro Cartográfico y Fotográfico del Ejército del Aire
Fueron muchas las maniobras
aéreas en esa zona de la ciudad de Toledo con desiguales suertes
Por Rafael Del Cerro Malagón
En un artículo anterior
recogíamos el primer vuelo de un aeroplano en Toledo, el 5 junio de 1912, en el
Polígono de Tiro de la Vega Baja, por el aviador Pierre Lacombe, contratado por
el Ayuntamiento para las fiestas del Corpus Christi. En 1913, allí mismo, hubo
más despliegues de pilotos franceses que recorrían las ciudades españolas ante
un numeroso público. El estallido de la Gran Guerra (1914) hizo que los
aviadores galos tornasen a su país, siendo varios los que murieron en aquel
conflicto. Los programas del Corpus toledano de 1915 y 1916 incluyeron,
respectivamente, alardes de Salvador Hedilla y Manuel Menéndez. En la Feria de
agosto de 1925, el día 20, un diminuto Farman, guiado por Jerónimo Martos
Rodríguez, voló con el parachutista Felipe Fernández Moreno que también hacía
exhibiciones itinerantes. La rotura de la hélice frustró los deseos del
público, repartido por la Vega, el Miradero y la Granja, al no ver en acción al
paracaidista. Los escasos fondos municipales impedirían sostener aquellas «fiestas
aéreas», a la vez que crecía la presencia de la aviación militar en Toledo.
El biplano del teniente Antonio Espin volcado en un lateral del Polígono deTiro de Toledo, el 20 de mayo de 1913. El Mundo Militar (31 de mayo de 1913)
Desde 1904, el Ejército disponía
del Parque de Aerostación de Guadalajara para globos y dirigibles. En 1910
compraba en Francia los primeros aeroplanos Henri Farman que se recibirían en
1911. Cuando, en 1912, se celebró en Toledo la citada “fiesta de la aviación”,
asistieron el Coronel Pedro Vives y el Capitán Alfredo Kindelán, ya facultados
para articular la futura aviación castrense. En febrero de 1913, un Real
Decreto creaba el Servicio de Aeronáutica Militar con dos ramas: la Aerostación
y la Aviación. Esta última se llevó al madrileño paraje de Cuatro Vientos con
una escuela de pilotos. Pronto, desde allí, partirían varios vuelos en
prácticas hasta el Polígono de Tiro de Toledo, lugar conocido por los
aeronautas y ya estrenado como aeródromo en 1912. La Academia de Infantería
justificaba además ser una meta idónea para interactuar con los cadetes.
El 20 de mayo de 1913 salían de
Cuatro Vientos hacia Toledo dos biplanos Doutre pilotados por los oficiales
Alfonso Bayo y Antonio Espin. Este último volcaría al aterrizar en un terraplén
lateral del Polígono de Tiro, lo que obligó a desmontar el aparato para ser
trasladado a su base. Siete días después, se posaría un biplano con el Capitán
Ventós y el Teniente de Infantería Ríos, formado en la Academia de Toledo. El
Eco Toledano recordaba que, “después del infortunado Bayo” (se refería al Capitán
Celestino Bayo Lucía, fallecido en un accidente aéreo en 1912), era el primer
oficial de aquel Arma con el título de piloto. El diario reconocía que “los dos
casi toledanos aviadores exponían sus vidas (…) sin cobrar grandes primas ni
llevar apellidos extranjeros”. Una clara alusión a los pilotos que se
contrataban por tres mil pesetas la jornada.
Reseña del accidente mortal de Juan Vallespín (21 de agosto) en Mundo Gráfico (29 de agosto de 1917
Siempre que se sabía de la
presencia de aviones en la Vega Baja, el gentío acudía para verlos de cerca. El
1 de febrero de 1914, desde Cuatro Vientos, llegaban dos biplanos Farman,
pilotados por dos Tenientes (Zubia de Infantería y White de Caballería)
acompañados de otros dos Tenientes de Infantería: Valencia y Matanzas. Tras el
almuerzo en el Hotel Castilla con oficiales de la Academia y el Coronel Pedro
Vives (el primer militar español que voló en un aparato, en 1909), prepararon
el regreso ante una nutrida multitud. White, con el Teniente López Bravo como
invitado, evolucionó sobre el Polígono, pero, al descender a motor parado,
algunas personas se cruzaron cuando el avión rozaba el suelo, arrollando a un
hombre con un niño en brazos y una mujer. Aquello desequilibró el aeroplano que
quedó dañado, teniendo que ser desmontado para trasladarlo a Madrid. Zubia pudo
regresar sin novedad a su base.
Felipe Fernández Moreno, paracaidista que visitó Toledo el 20 de agosto de 1925. Fotografía publicada en el diario El Progreso (Santa Cruz de Tenerife, 2 de mayo de 1928)
Fueron muchas las maniobras
aéreas en la Vega Baja con desiguales suertes. En abril de 1916 un avión rompía
una rueda al aterrizar lo que requirió el habitual apoyo reclamado a Cuatro
Vientos. A modo de inciso, en 1920, un comerciante toledano de caucho y
neumáticos (Araque, en Sinagoga, 7) vendía toda clase de ruedas de automóvil,
incluso para aeroplanos. En octubre de 1916, un biplano de prácticas pilotado
por el Teniente Prats con un oficial de Caballería como alumno, maniobró sobre
Toledo, sin embargo, al despegar se produjo un choque con un árbol causando
daños que pudieron solventarse. Y es que, además de los fallos mecánicos, el
desconocimiento de la situación atmosférica y del terreno eran factores que
motivaban no pocos accidentes.
Aviones Avro de la Escuela de Alcalá de Henares en el Polígono de Tiro de Toledo el 25 de octubre de 1924. Fotografía de Rodríguez. Archivo Histórico Provincial de Toledo
El 14 de junio de 1917 arribó
desde Cuatro Vientos un Farman con el Capitán Juan Vallespin y un fotógrafo de
dicha base, el Capitán Peñuelas. Al regresar, en el despegue, una avería hizo
caer el aparato, aunque, según El Día de Toledo (23 de junio), los tripulantes
resultaron ilesos. Parece que en aquel vuelo se tomaron las primeras fotos
aéreas de Toledo, conservadas hoy en el Centro Cartográfico y Fotográfico del
Ejército del Aire, donadas por la familia Vallespin. El Capitán Juan Vallespin
fallecería el 21 de agosto siguiente en un accidente aéreo en Cuatro Vientos.
Marzo de 1911. Militares ante los primeros aviones Henri Farman llegados al aeródromo de Carabanchel. La Ilustración Española y Americana (15 de abril de 1911)
Entre otras noticias, citemos
que, con motivo de un gran acto militar en la Academia, el 18 de noviembre de
1919, al que asistió Alfonso XIII, arribaron a Toledo cuatro aparatos. Al
regresar a Madrid, dos de ellos tuvieron que tomar tierra de manera urgente,
cerca de Illescas, sin vivirse finalmente ninguna desgracia. En octubre de
1922, un biplano procedente de Getafe, de nuevo, al intentar tomar tierra en el
Polígono, el viento le derivó hacia la Peraleda y San Bernardo. Una vez
reparado allí, el avión pudo elevarse y sobrevolar Zocodover, siendo
ovacionados los «intrépidos aviadores». Especial sensación causaron el 25 de
octubre de 1924 el aterrizaje de tres aeroplanos Avro, de la Escuela de
Aviación de Alcalá de Henares con sus profesores y alumnos en vuelo de
prácticas que atrajeron "centenares de personas" a la llanura del Polígono.
Vista aérea del centro de la ciudad publicada en Toledo. Revista de Arte, 1928, núm. 10.
Meses atrás, el 12 marzo, concluida ya la hazaña del hidroavión Plus Ultra que había cruzado el Atlántico, el periodista toledano Santiago Camarasa echaba a volar sus siempre apasionados sueños toledanistas. Subrayaba en ABC que el Comandante Ramón Franco se había formado como oficial de Infantería en Toledo y lo unía a que la Fábrica de Armas debería rendir un “homenaje a la Aviación española”, produciendo motores e, incluso, sus propios aparatos, dada la “situación estratégica envidiable” de la factoría. La “abundante fuerza motriz hidráulica, terrenos amplísimos y excelentes” eran factores suficientes para que el Estado acometiese aquí tan “magna empresa”.
Fuente: https://www.abc.es