Por Carlos
Marcelo Shäferstein
Los
pilotos y las tripulaciones de las aeronaves aliadas derribadas eran internados
en Luftlager, esto es campos de internación, donde se respetaban las
convenciones de Ginebra y se los alojaba por jerarquía. A los Oficiales
comisionados separados de los Suboficiales (u Oficiales no Comisionados). Los
primeros no tenían la obligación de trabajar pero los suboficiales y tropa sí.
Este
título me viene al dedillo para relatar una historia muy poco conocida.
Un
interrogador de la Luftwaffe, (Fuerza Aérea Alemana), se destacó por usar la
persuasión en lugar del castigo para lograr la colaboración de pilotos aliados
prisioneros en la Segunda Guerra Mundial.
Según
el historiador Julián Putwoski, fue el primero que sistematizó la amabilidad
como método para obtener información, una técnica todavía vigente para
interrogadores del FBI.
Durante
la guerra, muchos pilotos aliados –o terrorfliegers, como los llamaban los
nazis– capturados en territorio alemán fueron llevados a Dulag Luft, un campo
de detención de prisioneros de guerra y unidad de interrogatorios de la
Luftwaffe cerca de la ciudad de Oberursel.
Allí
eran confinados en celdas de aislamiento. A pesar de las recomendaciones de la
Convención de Ginebra, ellos, “que habían lanzado miles de bombas incendiarias
sobre la población civil alemana”, temían que les esperase un trato duro.
Podían enfrentarse a que les arrancaran las uñas.
Pero
los pilotos se sorprendían al encontrarse al Obergefreiter (rango del ejército
alemán) Hanns Scharff, que hablaba un inglés fluido gracias a su experiencia
como empresario en Sudáfrica antes de la guerra.
Interrogador
autodidacta, Scharff usaba la conversación amable en lugar del castigo físico
para lograr que los prisioneros aliados revelaran algo más que los habituales
nombre, rango y número de serie.
Comenzaba
siempre haciendo sus deberes meticulosamente: antes de empezar una sesión de
interrogatorio, revisaba toda la información disponible, y se familiarizaba con
las circunstancias personales y de servicio del piloto en cuestión.
"Una
araña que espera en la tela"
El
método Scharff, si puede llamarse así, se basaba en la premisa inicial de que
era mejor cooperar con la Luftwaffe en lugar de ser tratado como espía y
entregado a la Gestapo, la policía secreta.
Aunque
algunos prisioneros mantuvieron la boca cerrada, Scharff se rehusó con firmeza
a la coerción física.
En
lugar de tenazas para arrancar información, Scharff obtenía lo que él y sus
superiores querían jugando con la sensación de aislamiento del cautivo y con su
inseguridad psicológica.
Cuidadosamente,
iba desplegando los pequeños fragmentos de información que había aprendido
previamente, y así creaba la ilusión de que ya lo sabía todo sobre las
actividades del piloto.
Así, el
prisionero podía revelar secretos militares incluso sin darse cuenta.
"Yo
era como la araña sentada en su tela, con todo los elementos que podía utilizar
a la mano, excepto la brutalidad", decía Hanns Scharff, como recoge el
documental radiofónico "Interrogadores sin tenazas" realizado por Julián
Putwoski y emitido en BBC Radio 4.
Según
el relato de quienes fueron interrogados por Scharff, el oficial alemán le daba
la vuelta a la relación normalmente hostil entre interrogador e interrogado, y
conducía sus sesiones con paciencia y suavidad.
Paseos
al zoológico
Incluso
aparentaba ser el mejor amigo de sus interrogados y organizaba actividades
especiales fuera del campo de prisioneros.
Una
vez, permitió a uno de los aliados pilotar un caza alemán.
También
se aseguraba de que los retenidos compartieran las abundantes comidas de los
pilotos alemanes, que recibieran tratamiento médico y que visitaran el
zoológico local.
Después
de comprometerse a no hacer ningún intento de escapar, los prisioneros podían
realizar paseos por los bosques de Oberursel, con Scharff como acompañante y
guía.
Deambulando
entre esos senderos al aire libre, conversaban sobre la flora y la fauna, o
sobre otros temas ligeros, como por ejemplo, las costumbres sociales de
estadounidenses y británicos.
El
libro de visitas del buen interrogador
Los
ex-prisioneros no recuerdan haber discutido nada que tuviera alguna relevancia
militar con Scharff, pero en realidad, el alemán estaba todo el tiempo
dirigiendo un informal pero sistemático interrogatorio y recolectando
información útil de inteligencia.
Los
interrogados llegaban incluso a revelar sin darse cuenta detalles sobre
regímenes de entrenamiento, planes de operaciones, datos sobre armas, bombas,
capacidad aérea, maniobras tácticas, indicativos y frecuencias de
radiocomunicaciones.
Y antes
de partir con destino a otros campos de prisioneros, además, firmaban
voluntariamente el libro de visitas del interrogador.
Allí
expresaban que se habían sentido tratados de manera profesional y hospitalaria,
ya que Scharff hasta les había invitado a cenar a su casa y a conocer su
familia.
Scharff,
por su parte, afirmaba que haciéndose amigo de los prisioneros de guerra podía
obtener información de 90% de ellos.
Esta
era una afirmación audaz, pero lo cierto es que Scharff era un muy buen
interrogador.
Clases
de "buenas prácticas" de interrogatorio
Después
de la guerra, se instaló en Nueva York y pronto comenzó a asesorar al
Pentágono.
En la década de 1950, apareció en diarios y revistas como "maestro interrogador", sus antiguos enemigos se volvieron sus amigos y los ex-prisioneros de guerra comenzaron a recibirlo de buen agrado en sus reuniones.
Con una
infinidad de amigos cosechados durante la guerra, las actividades de Scharff en
los Estados Unidos también incluyeron informes para la Fuerza Aérea de los Estados
Unidos, y clases de técnicas no coercitivas de interrogatorio para agencias de
seguridad e inteligencia.
El
"amable interrogador" murió en California hace 26 años, pero su
legado sigue vigente.
Su
nombre no fue citado en el debate público sobre la moralidad de las llamadas
"técnicas mejoradas de interrogatorio" autorizadas por el presidente
estadounidense George W. Bush e infligidas a los supuestos terroristas
detenidos en la cárcel de Abu Ghraib, en Guantánamo y en los centros secretos
de detención de la CIA.
Sin
embargo, en la actualidad algunos interrogadores estadounidenses como Ali
Soufan “que critican la eficacia de las técnicas utilizadas en la guerra contra
el terrorismo” han revivido el interés en la experiencia de Scharff en la Segunda
Guerra Mundial.
Fuente:
https://es.quora.com