5 de diciembre de 2019
AMY JOHNSON, LA PIONERA DE LA AVIACIÓN BRITÁNICA
Por
Laura Chaparro
Nada
parecía indicar que la joven Amy Johnson, tras licenciarse en Económicas por la
Universidad de Sheffield (Reino Unido) y trabajar con un rutinario horario de
oficina, fuera a encontrar su vocación a miles de metros de altura. Algo debió
de sentir en su primer vuelo como pasajera en 1926 que le hizo cambiar de rumbo
por completo y convertirse en una de las pioneras de la aviación. A los mandos
de su avión realizó una hazaña en solitario mayor incluso que la de Amelia
Earhart. Y como ella, también murió surcando los aires por causas que aún se
desconocen.
Con
solo veintiséis años, Amy Johnson (1 de julio de 1903, East Yorkshire – 5 de
enero de 1941, estuario del Támesis) se convirtió en la primera mujer en volar
sola de Gran Bretaña a Australia. Esta fue la primera de sus hazañas en un
mundo como el de la aviación, dominado por los hombres, que la convirtió en un
icono mediático.
Amy
Johnson en su Black Hawk Moth saliendo de Australia para Newcastle, el 14 de
junio de 1930. Fuente: Wikimedia
Su
idilio con el aire fue un amor a primera vista. En una carta a un novio de
entonces, la joven describió así su primera experiencia en avión: “Mollie y yo
subimos en aeroplano. Las dos lo disfrutamos, pero me habría gustado haber
hecho algunas acrobacias”. Y mientras trabajaba como secretaria en Londres se
apuntó al London Airplane Club para recibir clases de aviación, lo que
cambiaría su vida.
Tras
conseguir la licencia de piloto, decidió dejar su trabajo de secretaria para
dedicarse a tiempo completo a ser mecánica en el aeródromo Stag Lane y así
prepararse para el examen de ingeniero de tierra. En 1929 hizo historia al ser
la primera mujer en superar esta prueba y recibir la licencia del Ministerio
del Aire.
Los
medios se hicieron eco de este hito y también de su deseo de batir el récord de
vuelo en solitario de Gran Bretaña a Australia, que entonces poseía el
australiano Bert Hinkler. El 5 de mayo de 1930 se lanzó a la aventura con un
avión biplaza y, aunque no consiguió batir el récord, se convirtió en la
primera mujer en recorrer esa distancia (alrededor de 18.000 kilómetros)
volando sola.
Amy
Johnson aclamada por el público en Sídney en 1930. Crédito: Sam Hood – State Library of New South Wales.
No
tenía conexión por radio ni datos meteorológicos fiables y sus mapas eran muy
básicos. Además, para poder llegar a los puntos de repostaje de combustible,
voló con la cabina abierta unas ocho horas al día y tuvo que lidiar incluso con
alguna tormenta de arena en el desierto. Tardó casi veinte días en llegar,
mientras que Hinkler lo hizo en dieciséis.
Una
vida de récord
La
hazaña le valió numerosos reconocimientos, entre ellos la Orden del Imperio
Británico, y marcó el inicio de una larga lista de hitos: el récord de
velocidad en la ruta Londres-Tokio, otro récord en solitario en un vuelo de
Inglaterra a Ciudad del Cabo o ser la primera persona en volar sola de Londres
a Moscú en un día.
Amy
Johnson y su marido, Jim Mollison. Crédito: British government
Dentro
de esta vida de velocidad y altos vuelos, en 1932 su noviazgo exprés con el
también piloto Jim Mollison, con el que se casó a los pocos días de conocerlo,
hizo las delicias de los periodistas de sociedad.
La
pareja batió un récord entre el Reino Unido y los Estados Unidos que a punto
estuvo de costarles la vida porque, a solo unos 90 kilómetros de su destino, el
avión se quedó sin combustible y ambos terminaron hospitalizados tras el
aterrizaje forzoso. Años después la pareja se separó y ella siguió con su
carrera en solitario. Pero más allá de sus gestas, lo que la piloto ansiaba era
tener una vida normal llevando aviones comerciales.
El
estallido de la Segunda Guerra Mundial le dio la oportunidad de trabajar como
piloto en el Air Transport Auxiliary, transportando maquinaria y soldados. Y
ese sería su último logro. El 5 de enero de 1941, el avión que pilotaba se
estrelló en el estuario del Támesis. Parece que el mal tiempo dificultó las
maniobras, pero su muerte está rodeada de misterio, pues nunca se encontró el
cadáver.
Tres
teorías sobre su muerte
Hasta
el momento se barajan tres posibles causas de su muerte y ninguna está
confirmada. La primera sostiene que los tripulantes de un barco de la Royal
Navy, el HMS Haslemere, la vieron descender en paracaídas y caer viva al agua.
El comandante se tiró a por ella, pero no la encontró y murió a los pocos días
en el hospital como consecuencia de las gélidas aguas.
Una
foto de Amy Johnson con su avión Jason. Fuente: Wikimedia
La
segunda versión es la del historiador Alec Gill, quien apunta a que el cuerpo
de Amy Johnson podría haber ido a parar entre las hélices de ese mismo barco y
por eso nunca se llegó a encontrar. En declaraciones a The Daily Telegraph Gill
afirmó: “La Royal Navy no quería admitir ante una nación en medio de la guerra
que había matado a Amy Johnson, la famosa piloto”.
Y
la tercera explicación es que su avión se desplomara por los proyectiles de
fuego amigo. Un fallo de comunicación entre la piloto y los artilleros que
estaban apostados en el estuario del Támesis vigilando el cielo pudo provocar
que estos dispararan al aparato pensando que era de tropas enemigas. Nada ha
sido confirmado, lo que aumenta el misterio en torno a esta leyenda de la
aviación.
Fuente:
https://www.bbvaopenmind.com