27 de diciembre de 2019
PIRUETAS EN EL AIRE, PASIÓN POR VOLAR Y FINAL TRÁGICO: LA SORPRENDENTE VIDA DE CAROLA LORENZINI, LA GRAN PIONERA DE LA AVIACIÓN ARGENTINA
Hace
120 años nacía un auténtico mito del deporte argentino. Sus días como
trabajadora en la Unión Telefónica, sus grandes proezas y el sacrificio para
poder dedicarse a su gran amor: los aviones
Por
Agustina Larrea
Carola
Lorenzini, la gran pionera de la aviación deportiva civil argentina, nació el
15 de agosto de 1899
"Era
como una justificación, como si el vuelo no pudiera existir sin esa paloma
gaucha que acaba de plegar sus alas para siempre. Ella vencía todas las
distancias, todos los peligros. Más: no había peligros para Carola",
escribió el periodista deportivo Ricardo Lorenzo Rodríguez, más conocido como
Borocotó, en la edición del 28 de noviembre de 1941 de El Gráfico. Pocos días
antes, Carola Lorenzini, una de las pioneras de la aviación deportiva en la Argentina
y una mujer tan célebre en sus días que alcanzó, entre otros lugares
destacados, a estar en la portada de aquella mítica revista, moría mientras
realizaba maniobras aéreas durante una exhibición en el aeródromo de la
localidad bonaerense de Morón.
Destacada
por su destreza para hacer piruetas con los pequeños aviones que piloteaba, entre
las que se destacaba el llamado looping invertido: ella se quedaba en su
máquina totalmente dada vuelta con los pies para arriba, para deleitar al
público que celebraba y sufría al mismo tiempo, fue una mujer única en su
época.
Tal
como la definió la periodista Liliana Morelli en su libro Mujeres deportistas,
Lorenzini fue un personaje muy especial, "tan popular y simpático"
que sobre ella "arreciaban los pedidos de ayuda". Le llegaban
invitaciones para que arrojara desde las alturas "volantes sobre alguna
población o caramelos sobre algún parque infantil", para que participara
de algún tipo de homenaje o para que realizara vuelos de escolta. Se propuso, y
lo logró, unir todas las provincias argentinas volando.
A
todo el mundo le llamaban la atención la cordialidad y la valentía de una
pionera que recibió su carnet de aviadora civil en 1933 (casi una década y
media antes de que existiera en el país el voto femenino), que se convertiría
en la primera mujer en obtener el título de instructora de vuelo en América del
Sur en 1941 y también en la primera en cruzar el Río de la Plata en un vuelo en
solitario. Un auténtico espíritu libre que, después de días llenos de hazañas y
récords deportivos de todo tipo, terminó su vida de manera trágica.
Los
comienzos de la paloma gaucha
Carolina
Elena Lorenzini nació el 15 de agosto de 1899 en el Gran Buenos Aires, en la
localidad que hoy se conoce como Alejandro Korn. "Era la séptima de ocho
hermanos y cursó la escuela hasta cuarto grado. Ya por entonces, a los 11 años,
le dijo a su madre: 'Si los pájaros vuelan, ¿por qué no voy a poder volar
yo?'", reconstruyó Morelli en su trabajo sobre los primeros años de vida
de la aviadora.
Según
las crónicas de la época, Lorenzini era una verdadera aventurera, que amaba
todo tipo de actividad física: disfrutaba de ir a cazar con sus hermanos,
cabalgaba de manera extraordinaria y se destacaba en todos los deportes que se
animaba a practicar, desde atletismo hasta pelota a paleta, pasando por básquet
y tenis.
Carola
Lorenzini en 1935 (Archivo General de la Nación)
Por
pertenecer a una familia numerosa, de muy joven Carola sabía que debía ayudar
con la economía hogareña. Cerca de cumplir los 20 años, se anotó en la Escuela
Underwood, donde aprendió mecanografía y taquigrafía. Durante el día trabajaba
en una empresa de productos químicos y de noche iba a la academia para formarse
en aquel oficio.
Como
era una alumna aplicada, una docente la recomendó para que entrara a trabajar
en la Unión Telefónica y de esa manera Lorenzini obtuvo aquel puesto muy
codiciado para la época. A diario viajaba desde el Conurbano hasta el centro
porteño para trabajar, mientras seguía participando, en el tiempo que le
quedaba, de distintas competencias deportivas, en las que ganaba trofeos sin
parar.
En
1930, todo cambió en la vida de Carola. Ocurrió que por primera vez en su vida
pudo subirse a un avión. "En el aeródromo de Morón tuvo su primer vuelo de
bautismo", según señala Mujeres deportistas. "Una amiga que conocía a
varios pilotos la conectó con Victoriano Pauna, en cuyo avioncito sobrevolaron
la zona por pocos minutos. Los suficientes para dilucidar que por ese andarivel
encaminaría su vida", detalla el libro.
Según
describió Borocotó en su texto de despedida a la pionera, Lorenzini tuvo un
curioso diálogo aquel día con su instructor.
–¿Se
asustó?, le preguntó Pauna.
–En
absoluto, respondió la deportista.
Entonces
fueron por más e intentaron hacer una acrobacia. Al descender, el hombre volvió
a con su pregunta.
–¿Se
asustó?
–Nada.
Desde
aquel momento iniciático, la rutina de Carola cambió de manera rotunda. La
joven iba todos los días a realizar las prácticas matinales al aeroclub y luego
viajaba a su trabajo.
Por
su popularidad, la aviadora llegó a la tapa de la revista “El gráfico” en la
década del ’30
"El
aprendizaje le costó muchos madrugones; se levantaba a las tres y media de la
mañana para alcanzar el tren de las cuatro y dos minutos y a las 5 ya estaba en
Morón para volar con el primer instructor de turno", destaca Morelli en su
libro, quien asegura también que, por la difícil situación económica que
atravesaba, la práctica le resultó muy costosa.
"Vendió
su bicicleta; hizo lo propio con un diccionario enciclopédico compuesto de
varios volúmenes; redujo sus pequeños lujos y así fue juntando los 600 pesos
que demandaría el aprendizaje", describió El Gráfico en su edición de
noviembre de 1941.
Todos
los días, con gran entusiasmo, Lorenzini llegaba al aeroclub, se ponía a las
órdenes de un instructor y aprendía a gran velocidad. A los tres meses de práctica
obtuvo el carnet de piloto civil internacional, con casi 20 horas de vuelo. Ese
fue uno de los hitos de su vida. "Aplicándome efectué el primer vuelo
importante, el 4 de noviembre de 1933, desposándome con el aire. Soy la esposa
del aire, de los espacios", contó la aviadora en una entrevista con el
periódico Ahora.
Con
la pasión por volar ocupando cada vez más tiempo en su vida, los días como
empleada en las oficinas de la empresa telefónica eran cada vez más
complicados. Sus jefes la regañaban porque Carola llegaba tarde algunos días
después de sus prácticas y hasta le prohibieron participar de un vuelo de
homenaje por la llegada al país del Graf Zeppelin, en 1934. Ella, con sus botas
y sus bombachas campestres que le hicieron ganar el apodo de "la paloma
gaucha", seguía sumando horas de vuelo en sus tiempos libres.
La
pionera argentina, poco antes de su último vuelo, junto a las aviadoras
uruguayas Blanca Modernell y Laura Machado Bores. Fue su última foto (Gentileza
archivo Tea y Deportea)
De
a poco, empezó a aparecer en diarios y revistas, que reflejaban las aventuras
de este personaje único. A mediados de la década del '30 llegó a pedir
públicamente "un avión propio" que le sirviera para dar cuenta del
valor de la aviación femenina en el país. "Para demostrar que las mujeres
argentinas sabemos también, llegado el caso, volar y emular las hazañas de las
aviadoras europeas y americanas".
En
1935 Lorenzini concretaría su primera gran hazaña: en noviembre, a bordo de un
Fleet 51 que pertenecía al aeroclub de La Plata, se convirtió en la primera
mujer en cruzar el Río de la Plata sola con un avión. No faltaron los
inconvenientes en aquel momento: la nave no tenía brújula y cuando comenzó a
descender le falló el altímetro. A pura intuición, la aviadora pudo de todas
maneras completar la maniobra.
Después
llegarían los días en los que cumplió su sueño de recorrer el país por el aire:
en 1938 llegó a pedir un avión Focke Wulf al entonces comandante de Aviación
del Ejército y lo consiguió. Así, visitó las 14 provincias y 10 gobernaciones
de entonces: la esperaban multitudes para verla hacer sus acrobacias y
aplaudirla al aterrizar. También visitó países vecinos.
Su
éxito crecía al mismo ritmo que el enojo de las autoridades de la empresa
telefónica. Según reconstruyó el periodista Borocotó, su jefe de entonces le
dijo que debía elegir entre su empleo o la aviación. "Las dos cosas me son
igualmente necesarias, respondió la aviadora, una, para comer; la otra para
vivir". Así, después de 16 años de trabajo, decidieron cesantearla.
El
final
La
carrera de Carola parecía imparable y los agasajos que le realizaban se
multiplicaban por todo el país. En más de una ocasión llegó a decir, casi en
broma: "¡Qué jodido debe ser morir en una cama!". Es que no faltaron
sustos y momentos de zozobra cuando volaba, ya entrada la década del '40.
Tampoco dificultades económicas: llegó a escribirle al entonces presidente
Roberto M. Ortiz para pedirle un empleo. Ya había conseguido su habilitación
como instructora de vuelo, fue la primera sudamericana en obtenerla, pero
seguía sin un trabajo estable.
Una
vez un accidente casi le cuesta la vida. "Cuando cayó cerca de Posadas,
demostró una vez más su temple. Bajó del aparato, el cual, en el golpe, había
perdido las alas y el tren de aterrizaje. No pensó en que tenía la nariz y un
ojo lastimados. Estaba en una inmensa soledad. Comenzó a caminar por entre los
bañados", recordó Borocotó.
Una
de las aviadoras uruguayas agasajadas por Lorenzini en su último vuelo
"Con
mi ojo tuerto y mi nariz abollada, le contó al periodista, con los pies que me
hervían porque llevaba medias gruesas, caminé seis horas hasta encontrar una
choza. Después, una jornada igual a caballo para hallar un sitio de donde poder
comunicar mi caída".
En
1941 llegaría al país un grupo de aviadoras uruguayas. Lorenzini, enfrentada
con las autoridades del aeroclub de Morón donde las visitantes serían
agasajadas, decidió brindarles una despedida con acrobacias el domingo 23 de
noviembre. "Yo les voy a demostrar a las uruguayas quiénes somos las
argentinas", dijo Carola a sus familiares.
La
tragedia reflejada en la revista “El Gráfico” (Gentileza Archivo Tea y
Deportea)
Algo
enojada por aquellas peleas y porque le costó conseguir el permiso oficial para
participar de aquella jornada de homenaje a sus colegas, se subió a un
Focke-Wulf Fw44, pero no se trató esa vez del avión que solía volar
habitualmente.
"Se
mostraba nerviosa, impaciente. No era la Carola aquella para quien el volar
significaba una broma, una cosa inherente a ella misma", describió El
Gráfico. Pese a todo, la aviadora se sacó una fotografía con las agasajadas, se
calzó las antiparras y se dirigió a la pista.
El
avión de Lorenzini tras la caída (Revista “El Gráfico” – Gentileza Archivo Tea
y Deportea)
El
avión, entonces, toma altura. Como hacía siempre, Lorenzini sorprendió al
público con su célebre looping y una pasada rasante que los obligó a agacharse.
La aplaudieron por su audacia. Poco después intentó realizar una nueva maniobra,
pero algo falló: el motor rugió, el avión cayó y se perdió detrás de unos
árboles.
Carola
murió en el acto. Los medios de entonces, la despidieron con grandes honores.
"La paloma gaucha plegó sus alas", escribieron algunos para anunciar
la triste noticia.
Fuente:
https://www.infobae.com