3 de diciembre de 2019
CÓMO NACIERON LOS COMBATES EN EL AIRE
Por Stephen Dowling
El
Fokker Eindecker revolucionó la guerra aérea en 1915.
La
guerra siempre ha incentivado los avances tecnológicos, pero durante los
primeros meses de la Primera Guerra Mundial surgió toda una nueva forma de
combate: desde el aire.
Lo
que pasó en espacio de seis meses, hace ya cien años, cambió la aviación para
siempre.
Estos
son algunos de los hitos que marcaron aquella época.
5
de octubre de 1914: el primer avión derribado desde el aire
En
un campo de aviación cerca de Lhéry, en Francia, dos franceses se subieron a un
avión para espiar (y bombardear) posiciones alemanas en el Frente Occidental.
Era
el 5 de octubre de 1914. El Sargento Joseph Frantz y el Cabo Louis Quenault
estaban a punto de hacer historia.
Poco
después de que empezaron a lanzar sus bombas (a mano), se encontraron con un
Aviatic, un biplaza de reconocimiento alemán. Decidieron acercarse con su
Voisin III, un biplano hecho de madera y lona que alcanzaba una velocidad
máxima de 100 kilómetros por hora.
Los
zepelines eran difíciles de interceptar por aeronaves de poca potencia en los
primeros años de la guerra.
El
Voisin estaba armado con una sola ametralladora, pero sus dos tripulantes
también llevaban armas en la cabina, para poder dispararle al enemigo cada vez
que lo tenían a su alcance.
Y
es que los duelos aéreos ocurrían tan de cerca, que se podía ver el miedo en la
cara del oponente.
Frantz
maniobró y se acercó a 10 metros del avión alemán. La ametralladora de Quenault
pronto se atascó.
Los
alemanes aprovecharon para atacarlos con un rifle. Quenault respondió con una
pistola.
El
aeroplano alemán se precipitó al vacío y explotó.
Frantz
y Quenault se conviertieron, así, en los primeros aviadores en derribar otra
aeronave.
Tras
aquel episodio se disparó un frenesí de invención e ingenio, en la competencia
entre los enemigos por la dominación aérea.
Y
las lecciones aprendidas entonces siguen vigentes hoy.
10
de diciembre de 1914: el nacimiento del portaaviones
En
vísperas de la Primera Guerra Mundial, el poder naval reinaba en forma suprema.
La
carrera armamentística entre Alemania y Reino Unido se basaba en la
construcción de enormes buques de guerra, blindados y lentos.
La
nueva amenaza aérea obligaría a repensarlos.
HMS
Ark Royal fue el primer barco diseñado para cargar aeronaves internamente, lo
que le abrió el camino a los portaaviones.
El
6 de septiembre de 1914, aviones militares japoneses atacaron barcos
austrohúngaros y alemanes en el puerto de Tsingtao, en China.
Fue
la primera ofensiva aérea contra navíos de guerra.
Y
otras naciones tomaron nota de la nueva estrategia.
Para
llevarla a cabo, sin embargo, los aeroplanos debían ser lanzados desde el
océano.
El
10 de diciembre se terminó de construir el HMS Ark Royal, el primer buque con
un espacio interior para transportar aviones.
Esto
cambiaría la forma de hacer la guerra por mar.
La
potencia naval era vulnerable a los ataques aéreos.
"Este
hecho marcó el inicio de una evolución que llevó al portaaviones a sustituir al
acorazado como nave principal", dice Ross Mahoney, historiador del Royal
Air Force Museum y secretario de la Royal Aeronautical Society, ambos del Reino
Unido.
21
de diciembre de 1914: la primera noche de bombardeos
En
1914 la mayoría de los aviones militares tenían como función observar
posiciones enemigas y sólo algunos llevaban un modesto cargamento de
explosivos.
Los
Avro 504 poco antes de su histórico ataque de largo alcance en el Lago
Constance.
Pero
en diciembre unos aviadores británicos decidieron probar una nueva táctica:
bombardear de noche.
El
Comandante Charles R. Samson ya había hecho historia en 1912, al convertirse en
el primer piloto británico en hacer volar un avión desde un barco. Ahora se
proponía bombardear objetivos alemanes en la Bélgica ocupada, en la oscuridad.
"Debió
ser difícil. Hasta entonces se le había prestado poca atención a la navegación
nocturna", señala Mahoney.
"Llevaba
una linterna de bolsillo para ver los diales y el manómetro", contó Samson
en un artículo periodístico publicado varios años después de la guerra.
"Piloté
con calma sobre los tejados y en cierto momento uno de sus reflectores iluminó
una batería de artillería pesada. ¡Era el objetivo perfecto!".
Lanzó
las bombas y evadió el fuego alemán de regreso a su base.
El
cielo nocturno se volvió un arma en sí mismo, un manto de oscuridad para
ocultar los aviones.
1
de abril de 1915: la primera victoria de un avión de combate
Mientras
tanto, el combate aéreo a la luz del día era casi una cuestión de azar.
Los
pilotos debían maniobrar para que los observadores pudieran disparar.
También
podían utilizar la ametralladora colocada en el arco de la hélice.
Era
difícil y peligroso: las aspas de los aviones eran de madera y quedaban
expuestas a un resultado desastroso.
El
deflector que inventó Rolan Garros allanó el camino para el desarrollo de los
aviones de combate.
Fue
al aviador francés Roland Garros a quien se le ocurrió la primera solución
práctica.
Forró
el interior de las hélices con cuñas metálicas, de tal forma que las balas no
las destrozaran cuando eran disparadas.
Con
su avión de combate Morane Saulnier, Garros derribó un Albatros, un aeroplano
de vigilancia alemán, el 1 de abril de 1915.
"Fue
una solución tosca, pero un gran avance conceptual en términos del combate
aire-aire", asegura Peter Jakab, curador jefe del National Air and Space
Museum de Washington, EE.UU.
Pero
no acabaron aquí los avances.
En
junio de 1915 los pilotos alemanes empezaron a utilizar un nuevo tipo de avión.
Éste
seguía disparando a través de las hélices, pero unos engranajes de sincronización
aseguraban que las balas pasaran entre las aspas, sin dañarlas. Un método mucho
más efectivo que el del francés.
El
aparato en cuestión, el monoplano Fokker Eindecker, supuso un salto tecnológico
tal que su periodo de supremacía sobre las trincheras del Frente Occidental se
conoce como "el látigo de Fokker".
Cerrando
brechas
Otras
aeronaves comenzaron a utilizarse -muchas de ellas diseñadas para trabajos
específicos-, cada vez más rápidas y más fuertes, con más potencia y mejores
motores.
En
este sentido, la Primera Guerra Mundial fue un laboratorio de pruebas.
No
hay duda de que los combates por aire abrieron un espeluznante capítulo en la
historia del conflicto armado; pero, sin ellos, muchos de los aspectos de la
aviación en los que nos apoyamos no hubieran avanzado tan rápido.
La
guerra siempre parece tomar tecnologías benignas y transformarlas en máquinas
de muerte. Sin embargo, al mismo tiempo, acelera el paso de la innovación,
permitiendo sacarle más provecho cuando se reinstaura la paz.
La
guerra llevó a crear aeronaves más rápidas y más robustas que pudieran volar
por períodos más prolongados, lo que eventualmente permitiría transportar
pasajeros y toda clase de mercancías por todo el mundo.
En
otras palabras, las innovaciones de cuando el mundo estaba tan separado
terminaron acercándonos.
Fuente:
https://www.bbc.com