Retrato de Leonardo Torres Quevedo, realizado por Franzen, en la revista La Ilustración Española y Americana del 15 de marzo de 1916.
Nació: El 28 de diciembre de 1852 en Santa Cruz (Molledo) (Cantabria, España) o Santander (España)
Murió: El 18 de
diciembre de 1936 a los 83 años en Madrid (España)
Residencia: Madrid
Nacionalidad: Española
Educado en: Escuela
Oficial del Cuerpo de Ingenieros de Caminos
Ocupación:
Inventor
Esperantista
Informático teórico
Ingeniero
Político
Área: Aeronáutica,
automatización, ingeniería y matemáticas
Cargos ocupados:
Vocal de la Junta
para Ampliación de Estudios e Investigaciones científicas (desde 1907)
Miembro de la
Asamblea Nacional Consultiva (1927-1930)
Presidente de la Real
Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (1928-1934) Empleador:
Junta para Ampliación
de Estudios e Investigaciones Científicas
Academia de Ciencias
de París
Conflictos: Tercera
Guerra Carlista
Miembro de:
Sociedad de Amigos de
Portugal
Real Sociedad
Matemática Española
Ateneo de Madrid
Real Academia de
Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (1901-1936)
Sociedad Científica
Argentina (desde 1910)
Real Academia
Española (desde 1920)
Academia de Ciencias
de Francia (desde 1920)
Academia de Ciencias
de Francia (desde 1927)
Distinciones:
Banda de la orden de
la República
Gran Cruz de la Orden
Civil de Alfonso XII (1906)
Medalla Echegaray
(1916)
Gran Cruz de la Orden
de Carlos III (1921)
Comendador de la
Legión de Honor (1922)
Leonardo Torres
Quevedo fue un ingeniero de caminos, matemático e inventor español de finales
del Siglo XIX y principios del XX.
Prolífico innovador y
genio de la mecánica de su tiempo. Gozó en vida de un gran prestigio técnico y
científico, gracias a sus patentes internacionales en multitud de áreas, como
los transbordadores, los dirigibles o el radiocontrol. Su labor en el campo de
la Automática, verdaderamente pionero, alcanzó resonancia internacional: sus
aparatos son citados como precursores de la cibernética, del cálculo analógico
y de la informática.
Biografía
Su padre, Luis Torres
Vildósola y Urquijo, era ingeniero de caminos en Bilbao, donde ejercía de
ingeniero de ferrocarriles. La familia residía normalmente allí, aunque también
pasaban largas temporadas en el solar materno en La Montaña cántabra, sobre
todo cuando el padre dirigió la construcción del puente del ferrocarril de
Santander a Alar del Rey. Su madre fue Valentina de Quevedo y Maza y sus
abuelos maternos, José Manuel de Quevedo y Apolinaria de la Maza y Escalera.
Los abuelos paternos fueron José Luis Torres Vildósola y Cayetana María de
Urquijo, a pesar de lo afirmado por algunos de sus biógrafos, ya que aparece
reflejado en la partida de bautismo. Durante su infancia, pasó largas
temporadas separado de sus padres debido a los viajes de trabajo. Por ello, fue
cuidado por las señoritas de Barrenechea, parientes de su padre, que lo
declararon heredero de sus bienes, lo que le facilitó su independencia futura.
Estudió el
bachillerato en el Instituto de Enseñanza Media de Bilbao y más tarde fue a
París, al Colegio de los Hermanos de la Doctrina Cristiana, a completar
estudios durante dos años (1868 y 1869). Por traslado del padre, se instaló la
familia en Madrid en 1870 y al año siguiente inició sus estudios superiores en
la Escuela Oficial del Cuerpo de Ingenieros de Caminos. Suspendió temporalmente
sus estudios en 1873 para acudir como voluntario a la defensa de Bilbao, que
había sido sitiada por las tropas carlistas durante la Tercera Guerra Carlista.
Una vez se levantó el sitio de Bilbao, el 2 de mayo de 1874, volvió junto a su
hermano a Madrid, donde finalizó sus estudios en 1876, siendo el cuarto de su
promoción.
Comenzó a ejercer su
carrera en la misma empresa de ferrocarriles en la que trabajaba su padre, pero
emprendió enseguida un largo viaje por Europa para conocer de primera mano los
avances científicos y técnicos, sobre todo en la incipiente área de la
electricidad. De regreso a España, se instaló en Santander, donde él mismo
sufragó sus trabajos e inició una actividad de estudio e investigación que no
abandonaría. Fruto de las investigaciones en estos años, aparecería su primer
trabajo científico en 1893. El 16 de abril de 1885 contrajo matrimonio en
Portolín con Luz Polanco y Navarro, con quien tuvo ocho hijos (Leonardo y
Julia, que murieron jóvenes, Luz, Valentina, Luisa, Gonzalo, Leonardo y
Fernando). Trabajó en sus primeros transbordadores en 1887, y los presentó en
1890 en Suiza, aunque no fueron aceptados.
En 1889, se instaló
en Madrid, participando de su vida social, literaria y científica. Presentó su
Memoria sobre las máquinas algébricas a la Real Academia de Ciencias Exactas,
Físicas y Naturales. En 1895, presentó la memoria Sur les machines algébriques
en un congreso en Burdeos, y en 1900, Machines a calculer en la Academia de
Ciencias de París.
De las labores que en
estos años llevaba a cabo el Ateneo se creará en 1901 el Laboratorio de
Mecánica Aplicada, más tarde de Automática, del que fue nombrado director; el
laboratorio se dedicó a la fabricación de instrumentación científica. Ese
mismo año ingresó en la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales
de Madrid, con discurso sobre máquinas algebraicas. Años más tarde, acabaría
siendo presidente de esta Real Academia, en 1910. Entre los trabajos del
laboratorio caben destacar el magnetógrafo de Gonzalo Brañas, el espectrógrafo
de rayos X de Cabrera y Costa, y el micrótomo y panmicrótomo de Santiago Ramón
y Cajal.
En 1902 presentó una
memoria con anteproyecto de globo dirigible a las Academias de Ciencias de
Madrid y París, y en 1903, la patente del telekino. En 1910 viajó a la Argentina
con la infanta Isabel para proponer, en el Congreso Internacional Americano, la
constitución de la Unión Hispanoamericana de Biografía y Tecnología Científicas.
En 1926 apareció el primer fascículo de un Diccionario Tecnológico Hispano-Americano.
En 1912, creó su primer autómata ajedrecista y en 1914, los Ensayos sobre
automática.
En 1916 se inauguró
su transbordador sobre el río Niágara y el rey Alfonso XIII le impone la
Medalla Echegaray; en 1918 rechaza el cargo de ministro de Fomento que le
ofrece el marqués de Alhucemas. En 1920 ingresó en la Real Academia Española,
en el sillón que había ocupado Benito Pérez Galdós, y pasó a ser miembro de
la sección de Mecánica de la Academia de Ciencias de París. Fue también elegido
presidente de la Sociedad Matemática Española, cargo que ocupó hasta 1924.
Además, en ese año creó su segundo autómata ajedrecista. En 1922, La Sorbona le
nombró doctor honoris causa, y en 1927 se le nombró uno de los doce miembros
asociados de la Academia de Ciencias de París.
Fue un decidido
partidario del idioma internacional esperanto, que apoyó, entre otros lugares,
en el Comité de Cooperación Cultural de la Sociedad de Naciones. Murió en su
casa de la calle de Válgame Dios, en Madrid, en el inicio de la Guerra Civil el
18 de diciembre de 1936, cuando le faltaban 10 días para cumplir 84 años.
Obra
Aeronáutica
En 1902, Leonardo
Torres Quevedo presentó en las Academias de Ciencias de España y París el
proyecto de un nuevo tipo de dirigible que solucionaba el grave problema de
suspensión de la barquilla al incluir un armazón interior de cables flexibles
que dotaban de rigidez al dirigible por efecto de la presión interior. Este
trabajo mereció un informe muy favorable tanto por parte de José Echegaray como
por Appel.
En 1904, es nombrado
director del Centro de Ensayos de Aeronáutica, "destinado al estudio
técnico y experimental del problema de la navegación aérea y de la dirección de
la maniobra de motores a distancia".
Dirigible españa 1909
Torres junto a un
modelo de su dirigible, en 1913.
En 1905, con ayuda
del Capitán Alfredo Kindelán, Torres Quevedo dirigió la construcción del primer
dirigible español en el Servicio de Aerostación Militar del Ejército situado en
Guadalajara. En 1909 finalizan con gran éxito, y el nuevo dirigible, el España,
realiza numerosos vuelos de exposición y prueba. Quizá la innovación más
importante en este dirigible fue la de hacer el globo trilobulado, de modo que
aumentaba la seguridad. A raíz de este hecho empieza la colaboración entre
Torres Quevedo y la empresa francesa Astra, que llegó a comprarle la patente
con una cesión de derechos extendida a todos los países, excepto a España, para
posibilitar la construcción del dirigible en el país. Así, en 1911, se inicia
la fabricación de los dirigibles conocidos como Astra-Torres. Algunos
ejemplares fueron adquiridos por los ejércitos francés e inglés a partir de
1913, y utilizados durante la I Guerra Mundial, en muy diversas tareas, fundamentalmente
de protección e inspección naval.
En 1918, Torres
Quevedo diseñó, en colaboración con el ingeniero Emilio Herrera Linares, un
dirigible trasatlántico, al que llamaron Hispania, que llegó a alcanzar el
estado de patente, con objeto de realizar desde España la primera travesía
aérea del Atlántico. Por problemas de financiación el proyecto se fue
retrasando y fueron los británicos John William Alcock y Arthur Whitten Brown
los que atravesaron el Atlántico sin escalas desde Terranova hasta Irlanda en un
bimotor biplano Vickers Vimy en 16 horas y 13 minutos.
En la actualidad, los
dirigibles que se siguen construyendo heredan concepciones del sistema
trilobular patentado por Torres Quevedo.
Transbordadores
El Spanish Aerocar,
que atraviesa las Cataratas del Niágara. Concebido por Torres Quevedo, se
inauguró en 1916 y aún hoy en día presta servicio.
Estatua a Torres
Quevedo, en el Museo de Aeronáutica y Astronáutica de España (2010).
La experimentación de
Torres Quevedo en el área de transbordadores, funiculares o teleféricos comenzó
muy pronto durante su residencia en su pueblo natal, Molledo. Allí, en 1887,
construyó en su casa el primer transbordador, al que llamó "transbordador
de Portolín", para salvar un desnivel de unos 40 metros: de unos 200
metros de longitud y tracción animal, una pareja de vacas y una silla a modo de
barquilla. Este experimento fue la base para la solicitud de su primera
patente, que solicitaría ese mismo año, el 17 de septiembre: un funicular aéreo
de múltiples cables, con el que lograba un coeficiente de seguridad apto para
el transporte de personas y no solo de cosas. Posteriormente construyó el
denominado transbordador del río León, de mayor envergadura, ya con motor, pero
que siguió siendo utilizado exclusivamente para transporte de materiales, no de
personas.
Entre 1887 y 1889,
solicitó el privilegio de la patente en otros países como Alemania, Francia,
Reino Unido o Suiza. En 1890 presentó su transbordador en Suiza, país muy
interesado en ese transporte debido a su orografía y que ya venía utilizando
funiculares para el transporte de bultos, pero su proyecto fue rechazado,
permitiéndose la prensa suiza ciertos comentarios irónicos. Este fue el primer
estudio que se realizó para la construcción de un teleférico de montaña en el
mundo, en la línea Klimsenhorn-Pilatus Kulm. Tras dicho fracaso, decidió
dedicarse a las máquinas algebraicas y en 1903 retomó sus proyectos, ya que el
15 de febrero de 1904 caducaba la patente. Preparó varios proyectos en San Sebastián
y Zaragoza, y en 1907 construyó el primer transbordador apto para el transporte
público de personas, en el Monte Ulía en San Sebastián. El problema de la
seguridad se había solucionado mediante un ingenioso sistema múltiple de
cables-soporte, liberando los anclajes de un extremo que sustituye por
contrapesos. El diseño resultante era de gran robustez y resistía perfectamente
la ruptura de uno de los cables de soporte. La ejecución del proyecto corrió a
cargo de la Sociedad de Estudios y Obras de Ingeniería de Bilbao, que construyó
con éxito otros transbordadores en Chamonix, Bolzano, Grindelwald, Río de
Janeiro y otros lugares.
Pero es sin duda el
Spanish Aerocar en las cataratas del Niágara, en Canadá, el que le ha dado la
mayor fama en esta área de actividad, aunque desde un punto de vista científico
no sea la más importante. El transbordador de 550 metros de luz es un funicular
aéreo casi horizontal (la diferencia de cota entre los dos extremos es de un
metro) que une dos puntos diferentes de la orilla canadiense en un recodo del
río Niágara conocido como El Remolino (The Whirpool). Se desplaza a unos 7.2
km/h (120m/min). La carga por cable vía es de nueve toneladas, con un
coeficiente de seguridad de los cables de 4.6.27 Se construyó entre 1914 y 1916,
siendo un proyecto español de principio a final: ideado por un español,
construido por una empresa española con capital español (The Niagara Spanish
Aerocar Co. Limited); una placa de bronce, situada sobre un monolito a la
entrada de la estación de acceso, recuerda este hecho: “Transbordador aéreo
español del Niágara. Leonardo Torres Quevedo (1852–1936)”. Se inauguró en
pruebas el 15 de febrero de 1916 y se inauguró oficialmente el 8 de agosto de
1916, abriéndose al público al día siguiente; el transbordador, con pequeñas
modificaciones, sigue en activo hoy día, sin ningún accidente digno de mención
en un siglo de servicio, constituyendo un atractivo turístico y cinematográfico
de gran popularidad.
Radiocontrol: el
Telekino
En 1903, Torres
Quevedo presentó el Telekino en la Academia de Ciencias de París, acompañado de
una memoria y haciendo una demostración experimental. En ese mismo año obtuvo
la patente en Francia, España, Gran Bretaña y Estados Unidos.
Telekino receptor
El telekino consistía
en un autómata que ejecutaba órdenes transmitidas mediante ondas hertzianas.
Con el telekino, Torres Quevedo estableció los principios operacionales del
moderno sistema de control remoto inalámbrico y fue un pionero en el campo del
mando a distancia.
En marzo de 1905
ensayó las primeras pruebas del telekino, manejando el primer vehículo
terrestre del mundo en el frontón Beti Jai de Madrid.
En 7 de noviembre de
1906, en presencia de Alfonso XIII y ante una gran multitud, demostró con éxito
el invento en el puerto de Bilbao al guiar un bote desde la orilla; más tarde
intentaría aplicar el telekino a proyectiles y torpedos, pero tuvo que abandonar
el proyecto por falta de financiación.
En el año 2006, el
telekino fue reconocido por la IEEE como “milestone”, un hito para la historia
de la ingeniería a escala mundial.
Máquinas analógicas
de cálculo
Vista frontal de El
Ajedrecista
Las máquinas
analógicas de cálculo buscan la solución de ecuaciones matemáticas mediante su
traslado a fenómenos físicos. Los números se representan por magnitudes
físicas, que pueden ser rotaciones de determinados ejes, potenciales, estados
eléctricos o electromagnéticos, etcétera.
Un proceso matemático
se transforma, en estas máquinas, en un proceso operativo de ciertas magnitudes
físicas que conduce a un resultado físico que se corresponde con la solución
matemática buscada. El problema matemático se resuelve pues mediante un modelo
físico del mismo. Desde mediados del Siglo XIX se conocían diversos artilugios
de índole mecánica, como integradores, multiplicadores, etcétera, por no hablar
de la máquina analítica de Charles Babbage; en esta tradición se enmarca la
obra de Torres Quevedo en esta materia, que se inicia en 1893 con la
presentación en la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la
Memoria sobre las máquinas algebraicas. En su tiempo, esto fue considerado como
un suceso extraordinario en el curso de la producción científica española.
En 1895, presentó la Memoria Sur les machines algébraiques en un Congreso en Burdeos de la Asociation pour l’Avancement des Sciences. Posteriormente, en 1900, presentará la Memoria Machines á calculer, en la Academia de Ciencias de Francia. En ellas, examina las analogías matemáticas y físicas que son base del cálculo analógico o de cantidades continuas, y cómo establecer mecánicamente las relaciones entre ellas, expresadas en fórmulas matemáticas. Su estudio incluye variables complejas, y utiliza la escala logarítmica. Desde el punto de vista práctico, muestra que es preciso emplear mecanismos sin fin, tales como discos giratorios, para que las variaciones de las variables sean ilimitadas en ambos sentidos.
En el terreno
práctico, Torres Quevedo construyó toda una serie de máquinas analógicas de
cálculo, todas ellas de tipo mecánico. Una de ellas es El Ajedrecista,
presentado en la feria de París de 1914 y considerado el primer videojuego de
la historia. En estas máquinas existen ciertos elementos, denominados
aritmóforos, que están constituidos por un móvil y un índice que permite leer
la cantidad representada para cada posición del mismo. El móvil es un disco o
un tambor graduado que gira en torno a su eje. Los desplazamientos angulares
son proporcionales a los logaritmos de las magnitudes a representar.
Husillo sinfin
Utilizando una
diversidad de elementos de este tipo, pone a punto una máquina para resolver
ecuaciones algebraicas: resolución de una ecuación de ocho términos, obteniendo
sus raíces, incluso las complejas, con una precisión de milésimas. Un
componente de dicha máquina era el denominado «husillo sin fin», de gran
complejidad mecánica, que permitía expresar mecánicamente la relación
y=log(10^x+1), con el objetivo de obtener el logaritmo de una suma como suma de
logaritmos. Como se trataba de una máquina analógica, la variable puede
recorrer cualquier valor (no sólo valores discretos prefijados). Ante una
ecuación polinómica, al girar todas las ruedas representativas de la incógnita,
el resultado final va dando los valores de la suma de los términos variables,
cuando esta suma coincida con el valor del segundo miembro, la rueda de la
incógnita marca una raíz.
Con propósitos de
demostración, Torres Quevedo también construyó una máquina para resolver una
ecuación de segundo grado con coeficientes complejos, y un integrador. En la
actualidad, la máquina Torres Quevedo se conserva en el museo de la ETS de
Ingenieros de Caminos de la Universidad Politécnica de Madrid.
Un nuevo enfoque: las
máquinas electromecánicas de cálculo
Una nueva teoría, la
automática
En sus Ensayos sobre
automática publicados por primera vez en 1914, Torres Quevedo formula lo que
será en adelante una nueva rama de la ingeniería, la automática.
Se encuentran en las
descripciones de máquinas ejemplos muy numerosos de estas intervenciones
bruscas; pero es evidente que el estudio de esta forma de la automatización no
pertenece a la cinemática. Así es que nunca se ha estudiado sistemáticamente,
que yo sepa. Esa deficiencia debería corregirse agregando a la teoría de las
máquinas una sección especial, la automática, que examinara los procedimientos
que pueden aplicarse a la construcción de autómatas dotados de una vida de
relación más o menos complicada.
Con el desarrollo del
Telekino, Torres Quevedo llegó a la conclusión de que con él no sólo había
fabricado el primer control remoto de la historia, sino que esta máquina, era
en sí un autómata, es decir, una máquina que podía funcionar de forma autónoma
ejecutando acciones respondiendo a órdenes y en función de ciertas
circunstancias de su entorno.
El estudio del
telekino, fue el que me encaminó en esta nueva dirección. El telekino es, en
suma, un autómata que ejecuta las órdenes que le son enviadas por medio de la
telegrafía sin hilos. Además, para interpretar las órdenes y obrar en cada
momento en la forma que se desea, debe tener en consideración varias
circunstancias. Su vida de relación es, pues, bastante complicada.
Es esta nueva teoría
es la que aplicó en la creación de su Ajedrecista.
El aritmómetro
electromecánico, el primer computador
Partiendo de esta
conclusión, Torres explotó las posibilidades que le brindaba esta nueva rama de
la teoría de las máquinas y la aplicó al desarrollo de máquinas de cálculo.
Gracias a ello, pudo salvar las numerosas dificultades que hasta entonces había
planteado la creación de estas máquinas por métodos exclusivamente mecánicos, y
donde Charles Babbage había fracasado, no por falta de medios o talento, él
logró resultados satisfactorios.
Fue necesario el
genio mecánico de Babbage para afrontarlo, y, sin embargo, aunque durante
largos años de ímprobo trabajo le dedicó por entero su gran inteligencia,
aunque gastó a manos llenas en estos estudios su dinero y el de su país, no
obtuvo ningún resultado satisfactorio.
[...]
Pero a pesar de sus
grandes méritos, indiscutibles e indiscutidos; a pesar de su inteligencia, su
entusiasmo y su constancia, fracasó. Sus dibujos y sus modelos se conservan en
el museo de Kensington; pero es de temer que jamás sean útiles para nadie.
En estos Ensayos
sobre automática, Torres desarrolla la teoría de lo que posteriormente será su
aritmómetro: una máquina electromecánica capaz de realizar cálculos de forma
autónoma con un dispositivo de entrada de comandos (una máquina de escribir),
una unidad de procesamiento y registros de valores (un sistema de listones,
poleas, agujas, escobillas, electroimanes y conmutadores), y un dispositivo de
salida (de nuevo una máquina de escribir). Es en definitiva lo que “debería
consagrar internacionalmente a nuestro ingeniero como el inventor del primer
ordenador en el sentido actual de la historia”.
Ya en este texto,
Torres Quevedo describe no sólo la idea de una máquina de funcionamiento
secuencial para realizar los cálculos, sino la aritmética en coma flotante,
gracias a la cual se pueden manejar en los cálculos números muy grandes, en lo
que constituye la primera aparición de la idea de la aritmética en coma
flotante de la historia.
El enfoque
filosófico: ¿pueden las máquinas desempeñar tareas propias de los humanos?
Leonardo Torres
Quevedo en 1917.
Con la obra
mencionada, Leonardo Torres Quevedo sienta las bases de lo que más adelante se
daría en llamar inteligencia artificial y describe cómo las máquinas pueden ser
construidas para desempeñar más tareas que únicamente aquellas para las que no
es necesario pensar.
[...] se cree que
[...] las operaciones que exigen la intervención de las facultades mentales
nunca se podrán ejecutar mecánicamente.
[...] Intentaré
demostrar en esta nota -desde un punto de vista puramente teórico- que siempre
es posible construir un autómata cuyos actos, todos, dependan de ciertas
circunstancias más o menos numerosas, obedeciendo a reglas que se pueden
imponer arbitrariamente en el momento de la construcción.
Evidentemente, estas
reglas deberán ser tales que basten para determinar en cualquier momento, sin
ninguna incertidumbre, la conducta del autómata.
En una entrevista a
Torres Quevedo realizada por la revista Scientific American en 1915, Torres
Quevedo afirma que al menos en teoría casi todas las operaciones de una vasta
gama podrían ser realizadas por una máquina, incluso aquellas de las que se
supone que precisan la intervención de una considerable capacidad intelectual.
El texto de Ensayos
sobre automática por otra parte se adelanta a la formulación del experimento de
la 'habitación china' de John Searle. La afirmación de Descartes de que un
autómata jamás sería capaz de mantener un diálogo razonable, nunca mencionada por
Alan Turing, es ya discutida por Torres Quevedo al afirmar que:
No hay entre los dos
casos la diferencia que veía Descartes. Pensó sin duda que el autómata, para
responder razonablemente, tendría necesidad de hacer él mismo un razonamiento,
mientras que, en este caso, como en todos los otros, sería su constructor quien
pensara por él de antemano. Creo haber mostrado, con todo lo que precede, que
se puede concebir fácilmente para un autómata la posibilidad teórica de
determinar su acción en un momento dado, pesando todas las circunstancias que
debe tomar en consideración para realizar el trabajo que se le ha encomendado.
Con todo ello, Torres
Quevedo se adelanta varias décadas a los teóricos de las Ciencias de la
Computación del siglo xx como Alan Turing o Konrad Zuse entre otros.
Inventos pedagógicos
En los últimos años
de su vida Torres Quevedo dirigió su atención al campo de la pedagogía, a
investigar aquellos elementos o máquinas que podrían ayudar a los educadores en
su tarea. Patentes sobre las máquinas de escribir (patentes N° 8012147,
8236948, 8615549 y 8742850), paginación marginal de los manuales (patentes N°
9917651 y 9917752) y las del puntero proyectable (patente N° 116770)53y el
proyector didáctico (patente N° 117853).54
El puntero
proyectable, también conocido como puntero láser se basa en la sombra producida
por un cuerpo opaco que se mueve cerca de la placa proyectada, esta sombra es
la que utilizaría como puntero. Para ello diseñó un sistema articulado que
permitía desplazar, a voluntad del ponente, un punto o puntos al lado de la
placa de proyección, lo que permitía señalar las zonas de interés en la
transparencia. Torres Quevedo expresa así la necesidad de este invento: “Bien
conocidas son las dificultades con las que tropieza un profesor para ilustrar
su discurso, valiéndose de proyecciones luminosas. Necesita colocarse frente a
la pantalla cuidando de no ocultar la figura proyectada para llamar la atención
de sus alumnos sobre los detalles que más les interesan y enseñárselos con un
puntero”.
También construyó un
proyector didáctico que mejoraba la forma en la que las diapositivas se
colocaban sobre las placas de vidrio para proyectarlas.
Principales patentes
Un procedimiento mecánico
de señales para orientarse en las poblaciones, que denominó Indicadores
Coordenados. N° 27042. 06-02-1901
Un sistema de camino
funicular aéreo de alambres múltiples. N° 7348. 17/09/1887
Un sistema denominado
"Telekine" para gobernar a distancia un movimiento mecánico. N° 31918. 10/06/1903
Un sistema denominado
"Telekine" para gobernar a distancia un movimiento mecánico. N° 33041. 21/12/1903
Un nuevo sistema de
globos fusiformes. N° 38692. 11/07/1906
Un nuevo
procedimiento destinado a copiar sin necesidad de acudir a la taquigrafía un
discurso cualquiera a medida que se pronuncia. N° 39798. 03/01/1907
Un nuevo sistema de
globos fusiformes. N° 44956. 20/02/1909
Un nuevo tipo de
buque denominado "buque-campamento". N° 56139. 31/07/1913
Globos fusiformes
deformables. N° 57622. 02/03/1914
Enganche y freno
automáticos para transbordadores aéreos. N° 59627. 22/01/1915
Un proyector
didáctico. N° 117853. 25/04/1930
Puntero
proyectable. N°116770. 06/02/1930
Un nuevo
procedimiento de paginación marginal de libros. N° 99176. 16/08/1926
Una máquina
especialmente construida para disponer la paginación marginal de toda clase de
libros. N° 99177. 16/08/1926
Un perfeccionamiento
de las máquinas de escribir. N° 87428. 22/11/1923
Perfeccionamientos en
las máquinas de escribir. N° 86155. 13/07/1923
Perfeccionamientos en
las máquinas de escribir. N° 82369. 26/07/1922
Perfeccionamientos en
las máquinas de escribir. N° 80121. 02/12/1921
Premios
Gran Cruz de la Orden
de Carlos III
Gran Cruz de la Orden
Civil de Alfonso XII
Medalla Echegaray
Comendador de la
Legión de Honor
Banda de la orden de
la República
Doctor honoris causa
por la Universidad de París
Medalla Echegaray
Fuente: https://es.wikipedia.org