9 de julio de 2020

LOS HÉROES DEL MADRID-MANILA



Un Breguet 19 como el que emplearon Gallarza y Loriga para llegar a Manila.
Un Breguet 19 como el que emplearon Gallarza y Loriga para llegar a Manila.

El hijo de Eduardo Gallarza reedita la crónica de su viaje en avión en 1926

Por Eric San Juan

Una nueva edición del libro “Vuelo Madrid-Manila” rescata la epopeya de los dos militares españoles que en 1926 realizaron una de las mayores hazañas de la aviación mundial al recorrer en avión 18.000 kilómetros desde España a Filipinas.

El relato, traducido al inglés para acercarlo al público filipino, y editado por personal de la Embajada española, fue escrito un año después del viaje por los protagonistas: los Capitanes Eduardo González-Gallarza y Joaquín Loriga.

El 5 de abril de 1926, Gallarza y Lóriga, junto al también Capitán Rafael Martínez Esteve y tres mecánicos, partieron del aeródromo madrileño de Cuatro Vientos a bordo de tres aeroplanos del modelo Breguet 19 con destino a Argel.

En Jordania se quedó uno de los aviones de la expedición; en China, la segunda. Y la tercera estuvo a punto de quedar destrozada en Macao

Era la primera etapa de una fantástica peripecia que había de llevarles hasta la capital de Filipinas, una ruta nunca antes explorada por la aviación española en una época en que el inicio de los vuelos comerciales a Extremo Oriente todavía estaba lejano.

Después de 39 días de viaje el avión de Loriga y Gallarza llegó a destino, mientras que una nave tuvo que abandonar la aventura por problemas mecánicos en el desierto norteafricano y la otra en la costa china por percances similares.

El hijo de Gallarza, que se llama Eduardo como su padre fallecido en 1986 y de quien heredó la vocación militar, recordó en Manila que "recorrer 18.000 kilómetros con la ayuda de un piloto y un mecánico era una hazaña de titanes, pero tenían valor y decisión, se lanzaron y lo consiguieron".

El General Gallarza, que a sus 73 años viajó esta semana a Filipinas para presentar el libro, recuerda cómo la misión casi se fue al traste cuando su padre, que pilotaba el último avión que funcionaba, hizo un aterrizaje de emergencia en la entonces colonia portuguesa de Macao, desde donde tenían previsto volar a Filipinas.

"Tuvo que aterrizar en un campo de fútbol que no tenía suficiente superficie para frenar el avión. El campo estaba rodeado de unos árboles enormes, chocó contra uno de ellos y el avión se estropeó. Suerte que el mecánico, Joaquín Arozamena, con ayuda de los portugueses, lo reparó y pudieron llegar Loriga y él en el mismo avión", relató a Efe.

Los Breguet 19 eran aviones de dos plazas con un depósito de combustible con capacidad para 900 litros, lo cual proporcionaba al aparato una autonomía de unos 1.500 kilómetros, y podían transportar una carga de hasta 220 kilos, entre la que se incluían las herramientas, víveres y armas.

Al margen de los requerimientos físicos y de la pericia requerida para pilotar, una de las mayores dificultades de la aventura fue el mantenimiento de los motores, que obligó a los mecánicos a trabajar durante horas al término de cada etapa.

El primer aparato que quedó inutilizado para proseguir el viaje fue el del Capitán Esteve y su mecánico, que se vieron forzados aterrizar en el desierto cuando volaban hacia Ammán, la capital de Jordania, y en cuyas dunas pasaron cinco días a la espera de que les rescataran.

El 1 de mayo fue el aeroplano tripulado por Loriga y su mecánico el que se averió en Tien Pack, al sur de China, un contratiempo que creó gran inquietud entre sus compañeros de expedición, ya que no supieron de ellos durante cinco días.

Tras múltiples vicisitudes, el 13 de mayo de 1926, el Breguet 19 con el número 30, de los Capitanes Loriga y González-Gallarza recorrió la última etapa entre la localidad de Aparri, al norte de la isla de Luzón y Manila.

Cuando la nave se aproximaba a la capital de la antigua colonia española, una escuadrilla de la fuerza aérea de los Estados Unidos, que ocupaba Filipinas, escoltó al Breguet 19 hasta su destino final, donde fue recibido con todos los honores por una entusiasta multitud.

La hazaña de Gallarza y Loriga tuvo tal repercusión en Filipinas que fue emulada una década después en sentido inverso por los aviadores filipinos Juan Calvo y Antonio Arnaiz, que llegaron a Madrid desde Manila tras una aventura que duró 44 días.

Fuente: https://www.elmundo.es