2 de agosto de 2021

HISTORIAS DE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA - EL PRIMER ALEMÁN CAYÓ EN VITORIA


 

Un rocambolesco accidente en la plaza de España fue una prueba más de la participación de la Alemania nazi en la Guerra Civil

 

Por Francisco Góngora 

 

Vitoria tiene un aeropuerto moribundo pero su historia aérea es pródiga en acontecimientos. Sus viejos aeródromos han sido lugares donde han ocurrido cosas "por primera vez" y en su memorial de pilotos autóctonos hay que recordar a Heraclio Alfaro Fournier, pionero de la construcción de aviones.

 

El 22 de junio de 1914 realizó en Vitoria, ante 25.000 personas, el vuelo del primer avión construido en España: el Alfaro I, un monoplano tipo torpedo, con un motor de 7 cilindros, que superaba los 100 km/hora.

 

A Hidalgo de Cisneros, jefe de la Fuerza Aérea Republicana y el primer piloto que lanzó desde el aire gas mostaza contra posiciones y aldeas marroquíes -hoy Estados Unidos nos declararía la guerra por eso-.

 

O a José Martínez de Aragón, que dio nombre a la pista vieja de Salburua durante la República y que murió en un accidente mientras hacía las gestiones para construirla. Fue un gran acróbata.

 

Pero la historia que traigo aquí tiene más bien que ver con la mala suerte, el accidente fortuito, que marcó completamente las primeras décadas de la revolución aeronáutica. Desconocemos lo que sentían los hombres que se echaron a la mar vaciando un árbol o descubriendo la primera vela, pero hemos podido leer la emoción de los pioneros en la aviación. En su autobiografía “Cambio de Rumbo”, Hidalgo de Cisneros cuenta ese proceso, el descubrimiento de las nuevas tecnologías de los aviones y sus posibilidades. El que era militar, especialmente en el campo de batalla.

 

Un despiste, un descuido, algo raro le debió pasar a un joven oficial alemán, Segundo Teniente piloto de la Luftwaffe, para que un día se estrellara con su, para entonces ya vetusto, Heinkel He 51 contra una esquina de la neoclásica plaza de España. Todo ocurrió muy deprisa y el accidente se llevó la vida del aviador y las de otros dos civiles vitorianos que pasaban por allí. El suceso tuvo lugar poco más tarde de las 8 de la mañana del 28 de septiembre de 1936, cuando el aviador iba a realizar una maniobra de agradecimiento a las autoridades vitorianas que habían agasajado a la escuadrilla de 6 pilotos alemanes que llegaron esos días al aeropuerto “Martínez de Aragón” para reforzar a las tropas nacionales que como se sabe habían “conquistado” Vitoria para su causa desde el inicio de la Guerra Civil.

 

Según un magnífico reportaje de Oscar Bruña Royo, los biplanos en formación se dirigieron desde el aeródromo hasta la ciudad y a la altura de la plaza de España Hefter rompió la formación y sobrevoló la vertical del Ayuntamiento. No se sabe si iba a lanzar flores o una gran bandera, pero el tren de aterrizaje del Heinkel chocó contra una chimenea de las casas de la plaza de España. El golpe hizo perder el control y se precipitó contra el suelo rozando en su caída la cubierta del kiosco de la música que se alzaba en el centro de la plaza. Finalmente colisionó contra la esquina noroeste y empezó a arder. El infortunio hizo que por allí pasasen en esos momentos dos paisanos. Uno se llamaba Antonio Peral, era lechero y tenía 29 años. Natural de Arredondo (Cantabria), vivía en la calle Correría. Murió al instante. Vicente López de Lacalle era herrero, natural de Maestu. Tenía 20 años y vivía en la Herrería. Llevado a Santiago, murió a las cuatro horas.

 

Lo primero, ocultar la cruz gamada

 

La noticia corrió como la pólvora por una ciudad pequeña, de unos 40.000 habitantes. Muchos oyeron el estruendo de las explosiones. Félix Pangua contó:

 

"Llegué de los primeros. Conseguí acercarme metiéndome entre la gente dando codazos y empujando. El avión estaba roto por la mitad; las alas y la parte delantera eran como una gran bola de fuego, ni siquiera la gente se asustaba del ruido de las pequeñas explosiones porque el avión estaba cargado de balas y sonaban como esos petardos gordos de las fiestas. La cola se quedó apoyada encima de la barandilla que tienen los bancos de piedra".

 

Este detalle que cuenta Pangua es muy interesante:

 

"Unos funcionarios municipales salieron por la puerta del Ayuntamiento con una lata de pintura y unas brochas. Cubrieron precipitadamente de color rojo una cruz gamada que tenía pintada el avión en el fuselaje, dentro de un círculo negro, pero lo hicieron tan deprisa y tan mal que se traslucía la cruz debajo del rojo. Supongo que pretendían hacerlo pasar por un avión rojo o republicano. Los militares nos decían que nos marchásemos a nuestras casas porque los rojos volverían para bombardear".

 

Hay curiosidades sobre las que hay que insistir porque se trata de un suceso que las autoridades franquistas trataron de ocultar torpemente a pesar de las evidencias. Principalmente, para que no transcendiera a la prensa internacional. El Alférez alemán era el primero de los voluntarios que moría desde que empezó la guerra, a pesar de que ya había habido combates aéreos y una participación activa desde agosto. De hecho, Hefter había derribado un Breguet XIX republicano en el frente de Aragón antes de recalar en Vitoria. La primera es que la esquela necrológica que se confeccionó no salió en los dos periódicos del momento 'El Pensamiento Alavés' y 'Libertad'. Las autoridades secuestraron la tirada. Vitoria no tuvo conocimiento de lo que verdaderamente había pasado hasta después de muchos años. ¿Por qué?

 

El Ejército rebelde había tenido desde el comienzo el apoyo logístico de Alemania e Italia, pero no estaba dispuesto a que esto se conociera públicamente. Todo se hacía clandestinamente, tanto por motivos de seguridad como de propaganda. Por ejemplo, los seis pilotos alemanes que llegaron el 26 de septiembre durmieron en el Gran Hotel Frontón de la calle San Prudencio, pero nunca fueron inscritos como clientes. Tampoco hay constancia en los registros del Círculo Vitoriano de la comida con la que fueron agasajados. Otra curiosidad es que el piloto alemán había recibido del entonces alcalde, Rafael Santaolalla una medalla de plata que contenía una imagen de la Virgen Blanca.

 

Sin embargo, sí se hace un funeral en condiciones y se expatria el cuerpo del Segundo Teniente alemán.

 

Ekkehard Hefter fue el primer piloto en abrir y encabezar la lista de los muchos aviadores alemanes que encuadrados en la Legión Cóndor murieron en España.

 

Existe una historiografía en la que se dice que murió abatido o derribado por disparos desde el cielo. Mentiras que animaron a crear bulos como que el piloto pretendía impresionar a una dama vitoriana que vivía en la plaza de España regalándole unas flores.

 

Los restos del biplano permanecieron mucho tiempo en los hangares del viejo aeródromo. Desaparecieron con su desmantelamiento. Un buen objeto museístico.

 

Fuente: https://www.elcorreo.com