Un
rocambolesco accidente en la plaza de España fue una prueba más de la
participación de la Alemania nazi en la Guerra Civil
Por Francisco Góngora
Vitoria
tiene un aeropuerto moribundo pero su historia aérea es pródiga en
acontecimientos. Sus viejos aeródromos han sido lugares donde han ocurrido
cosas "por primera vez" y en su memorial de pilotos autóctonos hay
que recordar a Heraclio Alfaro Fournier, pionero de la construcción de aviones.
El
22 de junio de 1914 realizó en Vitoria, ante 25.000 personas, el vuelo del
primer avión construido en España: el Alfaro I, un monoplano tipo torpedo, con
un motor de 7 cilindros, que superaba los 100 km/hora.
A
Hidalgo de Cisneros, jefe de la Fuerza Aérea Republicana y el primer piloto que
lanzó desde el aire gas mostaza contra posiciones y aldeas marroquíes -hoy
Estados Unidos nos declararía la guerra por eso-.
O
a José Martínez de Aragón, que dio nombre a la pista vieja de Salburua durante
la República y que murió en un accidente mientras hacía las gestiones para
construirla. Fue un gran acróbata.
Pero
la historia que traigo aquí tiene más bien que ver con la mala suerte, el
accidente fortuito, que marcó completamente las primeras décadas de la
revolución aeronáutica. Desconocemos lo que sentían los hombres que se echaron
a la mar vaciando un árbol o descubriendo la primera vela, pero hemos podido
leer la emoción de los pioneros en la aviación. En su autobiografía “Cambio de
Rumbo”, Hidalgo de Cisneros cuenta ese proceso, el descubrimiento de las nuevas
tecnologías de los aviones y sus posibilidades. El que era militar,
especialmente en el campo de batalla.
Un
despiste, un descuido, algo raro le debió pasar a un joven oficial alemán, Segundo
Teniente piloto de la Luftwaffe, para que un día se estrellara con su, para
entonces ya vetusto, Heinkel He 51 contra una esquina de la neoclásica plaza de
España. Todo ocurrió muy deprisa y el accidente se llevó la vida del aviador y
las de otros dos civiles vitorianos que pasaban por allí. El suceso tuvo lugar
poco más tarde de las 8 de la mañana del 28 de septiembre de 1936, cuando el
aviador iba a realizar una maniobra de agradecimiento a las autoridades
vitorianas que habían agasajado a la escuadrilla de 6 pilotos alemanes que
llegaron esos días al aeropuerto “Martínez de Aragón” para reforzar a las
tropas nacionales que como se sabe habían “conquistado” Vitoria para su causa
desde el inicio de la Guerra Civil.
Según
un magnífico reportaje de Oscar Bruña Royo, los biplanos en formación se
dirigieron desde el aeródromo hasta la ciudad y a la altura de la plaza de
España Hefter rompió la formación y sobrevoló la vertical del Ayuntamiento. No
se sabe si iba a lanzar flores o una gran bandera, pero el tren de aterrizaje
del Heinkel chocó contra una chimenea de las casas de la plaza de España. El
golpe hizo perder el control y se precipitó contra el suelo rozando en su caída
la cubierta del kiosco de la música que se alzaba en el centro de la plaza.
Finalmente colisionó contra la esquina noroeste y empezó a arder. El infortunio
hizo que por allí pasasen en esos momentos dos paisanos. Uno se llamaba Antonio
Peral, era lechero y tenía 29 años. Natural de Arredondo (Cantabria), vivía en
la calle Correría. Murió al instante. Vicente López de Lacalle era herrero,
natural de Maestu. Tenía 20 años y vivía en la Herrería. Llevado a Santiago,
murió a las cuatro horas.
Lo
primero, ocultar la cruz gamada
La
noticia corrió como la pólvora por una ciudad pequeña, de unos 40.000
habitantes. Muchos oyeron el estruendo de las explosiones. Félix Pangua contó:
"Llegué
de los primeros. Conseguí acercarme metiéndome entre la gente dando codazos y
empujando. El avión estaba roto por la mitad; las alas y la parte delantera
eran como una gran bola de fuego, ni siquiera la gente se asustaba del ruido de
las pequeñas explosiones porque el avión estaba cargado de balas y sonaban como
esos petardos gordos de las fiestas. La cola se quedó apoyada encima de la
barandilla que tienen los bancos de piedra".
Este
detalle que cuenta Pangua es muy interesante:
"Unos
funcionarios municipales salieron por la puerta del Ayuntamiento con una lata
de pintura y unas brochas. Cubrieron precipitadamente de color rojo una cruz
gamada que tenía pintada el avión en el fuselaje, dentro de un círculo negro,
pero lo hicieron tan deprisa y tan mal que se traslucía la cruz debajo del
rojo. Supongo que pretendían hacerlo pasar por un avión rojo o republicano. Los
militares nos decían que nos marchásemos a nuestras casas porque los rojos
volverían para bombardear".
Hay
curiosidades sobre las que hay que insistir porque se trata de un suceso que
las autoridades franquistas trataron de ocultar torpemente a pesar de las
evidencias. Principalmente, para que no transcendiera a la prensa
internacional. El Alférez alemán era el primero de los voluntarios que moría
desde que empezó la guerra, a pesar de que ya había habido combates aéreos y
una participación activa desde agosto. De hecho, Hefter había derribado un
Breguet XIX republicano en el frente de Aragón antes de recalar en Vitoria. La
primera es que la esquela necrológica que se confeccionó no salió en los dos
periódicos del momento 'El Pensamiento Alavés' y 'Libertad'. Las autoridades
secuestraron la tirada. Vitoria no tuvo conocimiento de lo que verdaderamente
había pasado hasta después de muchos años. ¿Por qué?
El
Ejército rebelde había tenido desde el comienzo el apoyo logístico de Alemania
e Italia, pero no estaba dispuesto a que esto se conociera públicamente. Todo
se hacía clandestinamente, tanto por motivos de seguridad como de propaganda.
Por ejemplo, los seis pilotos alemanes que llegaron el 26 de septiembre
durmieron en el Gran Hotel Frontón de la calle San Prudencio, pero nunca fueron
inscritos como clientes. Tampoco hay constancia en los registros del Círculo
Vitoriano de la comida con la que fueron agasajados. Otra curiosidad es que el
piloto alemán había recibido del entonces alcalde, Rafael Santaolalla una
medalla de plata que contenía una imagen de la Virgen Blanca.
Sin
embargo, sí se hace un funeral en condiciones y se expatria el cuerpo del Segundo
Teniente alemán.
Ekkehard
Hefter fue el primer piloto en abrir y encabezar la lista de los muchos
aviadores alemanes que encuadrados en la Legión Cóndor murieron en España.
Existe
una historiografía en la que se dice que murió abatido o derribado por disparos
desde el cielo. Mentiras que animaron a crear bulos como que el piloto pretendía
impresionar a una dama vitoriana que vivía en la plaza de España regalándole
unas flores.
Los
restos del biplano permanecieron mucho tiempo en los hangares del viejo
aeródromo. Desaparecieron con su desmantelamiento. Un buen objeto museístico.
Fuente: https://www.elcorreo.com