25 de agosto de 2021

LAS BOMBAS Y ESPOLETAS DE MALVINAS - VERDADES Y FALSEDADES. (PARTE I)

 


 

Por Comodoro (R) VGM Luis Ricardo Dávila *

 

El presente trabajo se realizó tratando de hacer abstracción (en lo posible) al coraje y los nombres de nuestros valientes pilotos, describiendo el material disponible y los preparativos previos de ambos contendientes y analizando con objetividad los testimonios, fotografías o videos disponibles relacionados principalmente con las bombas y sus espoletas pero también con los misiles de la Armada, su empleo sobre los diferentes blancos, las soluciones encaradas y los resultados alcanzados en cada caso y de lo cual tenemos información veraz o que deducimos aplicando los datos, la lógica y la experiencia.


El propósito no es realizar un estudio historiográfico sino aclarar el tema para nuestras propias Fuerzas y ciudadanía y para rebatir las especulaciones erróneas, falsas o tendenciosas sobre las bombas empleadas por la Fuerza Aérea Argentina en Malvinas, sin rencor contra el combatiente adversario al que respetamos y nos respeta, pero procurando distinguir entre lo verdaderamente ocurrido y lo que es producto de la continuada acción de contra-inteligencia desarrollada aún hoy – año 2020 - por los servicios ingleses y apoyada a veces por intereses espurios criollos movidos por prejuicios ideológicos, que no buscan la verdad y que nada tienen que ver con las motivaciones de nuestros héroes, caídos o no en combate en cumplimiento del deber asumido para con la Patria.

 

INTRODUCCIÓN

 

En Junio de 2014 el Centro de Estudios Históricos (CEH) de la Fuerza Aérea Argentina (FAA) me convocó para efectuar una presentación en el IIIer. Congreso Internacional de Historia Aeronáutica Militar Argentina que se celebraría en el auditorio del Comando de la Fuerza Argentina. Habían transcurrido 32 años desde el fin del Conflicto de Malvinas y continuaban circulando y difundiéndose opiniones y diferentes versiones incompletas, erróneas o mal intencionadas sobre las bombas empleadas por la FAA y se mantenía el concepto general de que “nuestras bombas no habían explotado”.

 

Quizás por nuestro espíritu militar, más afín a encontrar soluciones y a hacer antes que a explicar o tratar de que otros comprendan los motivos de nuestras acciones, ninguno de los que conocíamos en detalle el tema, o que habíamos estado a cargo de lo realizado habían expresado por escrito lo realmente ocurrido. Para entonces habían fallecido el Comodoro Marcantoni, Subdirector de Armamentos y Jefe del Departamento Material de la Fuerza Aérea Sur (FAS) durante el Conflicto y el entonces Mayor Alfonso Ruggiero, fallecido, en el año 1991, en un accidente aéreo. El equipo conformado por el ya Brigadier Arturo Pereyra, Ruggiero y quien escribe habíamos continuado desarrollando y poniendo a punto versiones cada vez más sofisticadas y eficientes de diferentes bombas, espoletas y otros armamentos aéreos.

 

Ante la invitación del CEH decidí abocarme a reunir toda la información disponible en todos los medios posibles, analizando en detalle cada caso procurando encontrar la verdad de lo ocurrido y, ante la falta de certeza en algunos casos, analizando las posibles eventualidades que pudieron ocurrir. 


El resultado de este trabajo es lo que a continuación les presento.

 

ESPECULACIONES FALSAS Y ERRÓNEAS SOBRE LAS BOMBAS EMPLEADAS POR LA FAA EN MALVINAS

 

En la profusa literatura escrita o difundida en internet sobre las posibles causas de las fallas de las bombas argentinas empleadas en el Conflicto Malvinas, encontramos las siguientes especulaciones:


  • “Eran bombas viejas y vencidas en su vida útil”.

Voy a demostrar que es falso. Eran las mismas bombas que usaron los británicos e incluso otras más modernas aún y con espoletas nuevas e inéditas… y que funcionaron.


  • “Los argentinos no las sabían usar o las usaron mal y no las supieron calibrar”.

Voy a demostrar que es falso. Al aplicar procedimientos de ataque inéditos para la guerra aeronaval, la Fuerza Aérea debió emplearlas en una forma diferente a la prevista en el diseño original… y supimos hacerlas funcionar.

 

  • “Las lanzaban a demasiada baja altura o demasiado cerca del blanco. Por eso las espoletas no se armaban y los proyectiles traspasaban a los buques y no explotaban en ellos”.

Voy a demostrar que esto es solo parcialmente cierto. Y que supimos encontrar, en tiempo récord, soluciones inéditas para que las bombas explotaran sobre los buques, que estuvieron operativas desde el 20 de mayo y que pudimos comprobar su eficacia, los argentinos y los británicos, a partir del 25 de mayo de 1982.

 

Estas especulaciones fueron realizadas y divulgadas, tanto por la misma propaganda británica como también por algunos medios nacionales, con la intención de desprestigiar a nuestras Fuerzas Armadas y como parte de la campaña desmalvinizadora que siguió al Conflicto.

 

Movidos quizás por la necesidad impuesta por el Gobierno de Londres de mantener el secreto sobre sus fallas y sus verdaderas pérdidas, y por conveniencia de la industria y del comercio de armas británico, en la literatura publicada en posguerra y en particular en la acción de la contrainteligencia de aquel país, se siguió una estrategia de desinformación que se ocupó de:


  • Menoscabar los resultados obtenidos con el material bélico empleado por los argentinos, fuera éste de origen nacional o extranjero, y
  • Magnificar el funcionamiento y la eficacia del material de origen británico, deformando, ocultando y minimizando sus propios errores y los daños y las pérdidas que realmente sufrieron, así como las vulnerabilidades de sus buques y las falencias de sus Sistemas de Armas.

 

Lamentablemente, mucha gente, en nuestro país, creyeron y siguen creyendo y repitiendo los argumentos falaces, ya sea por ignorancia o por cuestiones ideológicas.

 

A fin de demostrar las falacias de la información divulgada y lo que realmente ocurrió, a continuación, expondré:


  • Cuál fue el armamento aéreo que emplearon los británicos y sus resultados.
  • Cuál fue la verdadera razón del empleo de nuestras bombas y espoletas.
  • Cuáles fueron los cambios introducidos, el proceso seguido y los resultados  obtenidos en cada caso.
  • Los desarrollos posteriores de la FAA basados en la experiencia de esta gue-rra.

 

ARMAMENTO AÉREO EMPLEADO POR LOS BRITÁNICOS. RESULTADOS OBTENIDOS.

 

Armamento Aire-Aire (A/A)

 

Para el combate aire-aire a bajas alturas los británicos gozaron de amplias ventajas en todo sentido:


  • Estaban relativamente cerca de sus bases aéreas, los portaviones, permitiéndoles así contar con un prolongado tiempo de vuelo a la espera de la aproximación de los aviones argentinos.
  • Sus aviones disponían de todos y los más modernos sistemas de detección y de defensa electrónica e infrarroja (IFF, RWS, ECM, IRCM, etc.).
  • Disponían de aviones con despegue vertical y la gran maniobrabilidad que le proporcionaba el empuje orientable de sus toberas, sumado al sistema de pre-posicionado radar de los auto-directores de sus misiles aire-aire, lo cual les permitía aprovechar al máximo sus características operativas. 
  • Al inicio del conflicto, para el combate a corta distancia solo habrían contado con misiles de guiado infrarrojo Sidewinder AIM-9G, de segunda generación, razón por la cual en general en la primera etapa rehusaron el combate A/A, salvo cuando tenían una considerable ventaja posicional. Pero a partir de mediados de mayo dispusieron de misiles de tercera generación Sidewinder AIM-9L provistos por los EEUU, posibilitándoles con ellos el lanzamiento desde los 360° del blanco, incluso hacia aviones o helicópteros que se encontraran por debajo de sus niveles de vuelo. El AIM-9L poseía atributos como el Modo de Adquisición Expandido que permitía esclavizar el sensor infrarrojo del misil al modo ACM/Vertical Scan del radar a través del sistema de puntería del piloto (HUD) y pre-posicionarlo en el blanco, asegurando que estuviese apuntando en la dirección correcta y que continuara enganchado en el mismo posibilitando el tiro ya fuera de la línea de vuelo del avión portador, además de una serie de mejoras sobre la versión 9G gracias a su ángulo de visión instantánea expandido (de mayor sensibilidad, discriminación de "ruido" de fondo y resistencia ante el empleo de señuelos por el adversario), electrónica más moderna de estado sólido, espoleta láser, cabeza de guerra más potente y mejores cualidades cinemáticas, ofreciendo así una serie de ventajas en términos de envolvente de vuelo, aceleraciones y distancias máximas de lanzamiento.
  • Sabían que los aviones Mirage III argentinos, especiales para el combate aire-aire, no podían descender para entrar en combate porque de lo contrario no tendrían combustible suficiente para regresar a sus bases, y también sabían que para el combate a corta distancia el resto de los aviones argentinos solo disponían de misiles de guiado infrarrojo de segunda generación, razón por la que solo tendrían cierta seguridad en ataque si se lanzaban hasta 60° desde la cola del blanco.
  • Los Harrier tenían cañones de 30 mm, con los cuales – probabilísticamente - solo es necesario un impacto para asegurar un derribo, mientras que con proyectiles de 20 mm son necesarios al menos cuatro impactos para lograr lo mismo. Solo los Mirage y Dagger contaban con cañones de 30 mm, y los británicos sabían que los de 20 mm norteamericanos que equipaban a los A-4B y A-4C, ya desde su origen padecían de frecuentes interrupciones.
  • También sabían que cuando nuestros aviones llegasen a la zona de combate equipados solo con armamentos para el ataque contra blancos de superficie bien defendidos, debido a la lejanía de sus bases y a las limitaciones que les imponía el combustible para el regreso, para poder defenderse o combatir contra otros aviones los pilotos argentinos no dispondrían de misiles aire-aire por lo que solo podrían usar sus cañones; y sabían que los cañones de 20 mm de los A-4B y C normalmente no funcionaban, que los aviones no disponían de miras predictoras aptas para el combate A/A, que en general no tenían sistemas de identificación amigo-enemigo (IFF), ni tampoco tenían sistemas de alerta radar (RWS) que les posibilitaran enterarse si habían sido detectados o si estaban siendo apuntados por un radar enemigo, que carecían de sistemas o equipos de Contramedidas Electrónicas (ECM) o Infrarrojas (IRCM) aptas para desviar o neutralizar a los misiles enemigos, que solo dispondrían de escasos 3 (tres) minutos de vuelo en la zona del blanco y que por lo tanto llegarían absortos buscando blancos de oportunidad, mientras ellos podían permanecer durante horas en la zona, esperando en patrullas de combate (PAC) de 2 aviones, bien equipados para el combate A/A, guiados por sus radares y con sus bases móviles cercanas.

 

Su principal limitación era para el combate en altura y a media distancia contra los Mirage III, pero se cuidaron de evitarlo.


Misil Sidewinder AIM-9L en un Harrier.

 

Armamento Aire-Superficie (A/S).

 

  • Contra objetivos navales:

 

Los británicos no se vieron obligados a atacar a buques de guerra que dispusieran de la capacidad de detección y de defensa antiaérea similar a la que poseían sus propios buques, por entonces una de las armadas más modernas y poderosas que existía en Occidente.

 

Solo atacaron a pequeños navíos casi desarmados como el aviso ARA “Alférez Sobral” y el guardacostas PNA “Río Iguazú”, o sin armamento como el pesquero “Narwal”. En estos casos lo hicieron con misiles guiados A/S y con cañones y siempre desde distancia de seguridad y, cuando lanzaron sus bombas MK-17 de 454 kg. sobre el indefenso “Narwal” fallaron, errando algunas y quedando otras en el interior del buque sin estallar por haber sido lanzadas sin respetar el tiempo de vuelo necesario para el armado de las espoletas, a pesar de que era un buque desarmado y sin defensas antiaéreas que los acosaran. Y eran las mismas bombas MK-17 inglesas que usaron los argentinos al inicio de la batalla.

 

  • Contra objetivos terrestres:

 

1.    Con los bombarderos Vulcan, atacaron:

 

  • A la pista de Puerto Argentino, con el propósito de destruirla o al menos cortarla para evitar su empleo operacional. Así, de noche y por sorpresa, el 1° de mayo descargaron diecisiete bombas MK-17 de 1.000 libras (454 kg) de cola lisa, lanzadas en reguero desde 300 metros de altura, sin que actuaran las defensas antiaéreas debido a una falla de coordinación producto de la sorpresa. Dieciséis bombas explotaron… pero no le pegaron a la pista y esta siguió operativa para todos los aviones destacados en la isla e incluso para nuestros transportes Hércules C-130 hasta la última noche de la guerra. Este ataque lo repitieron a los pocos días, en dos oportunidades más, desde mucha mayor altura (4.500 metros) porque ya habían experimentado que las defensas antiaéreas argentinas funcionaban y que eran eficaces, pero con los mismos magros resultados. Por otra parte, sus efectos explosivos eran notablemente amortiguados al enterrarse las bombas profundamente en la blanda turba que cubría el suelo malvinense. Por su parte, diariamente, los defensores de la isla procedieron a simular con tierra y escombros un supuesto cráter en mitad de la pista de modo de engañar al enemigo y hacerle suponer que la pista estaba inoperativa mientras, durante las noches, continuó el valeroso aterrizaje y despegue de los Hércules hasta el último día de la contienda.

 

Bombardero Vulcan operando desde la isla de “Ascensión”


Las bombas MK-17 del Vulcan. 


Vulcan con portabombas central abierto.


Los regueros de bombas “sobre” la pista. Un cráter de MK-17, de 12 a 18 metros de diámetro.

 

(Como referencia de las dimensiones, en la foto izquierda, los puntos blancos al costado derecho de la pista son nuestros aviones y en la de la derecha se marcaron en amarillo a 2 soldados argentinos a fin de dar una idea de las proporciones del cráter de una bomba).

 

  • A los radares de Puerto Argentino, y para ello utilizaron los misiles anti-radar estadounidenses AGM-45 Shrike, lanzados en siete ataques con cierta eficiencia en el inicio de su empleo pero que luego pudieron ser parcialmente neutralizados por los argentinos. Solo el día 31 de mayo lograron impactar al radar del Ejército Argentino, pero el radar de la Fuerza Aérea en Malvinas se mantuvo operativo hasta el fin del conflicto, guiando y protegiendo día y noche a la operación de nuestros aviones y posibilitando la ubicación del portaviones “Invincible” y el consiguiente ataque de los aviones de la FAA y de la ARA.

 

2.     Con los Harrier emplearon:

 

  • Las mismas bombas MK-17 pero en versión frenadas por paracaídas, a razón de tres bombas por avión, también el día 1° de mayo, lanzadas en pasaje horizontal a baja altura para evitar a la artillería antiaérea. La mayoría de ellas no explotaron por haber sido lanzadas desde altura inferior a la mínima. En su libro “La batalla por las Malvinas” los autores británicos consignan que: “…a baja altura sus bombas eran tan remisas en estallar como lo fueron más tarde las de los argentinos”. Y ante la reacción de nuestra artillería antiaérea no volvieron a repetir este ataque. Y fallaron totalmente incluso cuando las lanzaron sobre el indefenso pesquero “Narwal”.


Esquema de ataque en pasaje rasante con lanzamiento “en reguero” de bombas frenadas.


Algunas de las bombas MK-17, de 1000 libras (454 kg), frenadas con paracaídas que fueron lanzadas por los Harrier sobre Malvinas, sin explotar.


  • Bombas MK-17, con cola lisa y con espoleta de proximidad (algunas de las cuales explotaban demasiado alto, sin causar daños) o con retardos a la explosión de hasta 26 horas después de su lanzamiento, arrojadas desde altura o en ascenso con la técnica conocida como TOSS Bombing (sistema de bombardeo “sobre el hombro”) consistente en una aproximación rasante del avión, con un brusco ascenso a 30º y el lanzamiento de la bomba, seguido de una inversión del rumbo de la aeronave para alejarse del alcance de la explosión y también de las defensas antiaéreas. Atacaban de noche y tirando desde distancia de seguridad sobre “blancos zona”, o sea, con mínima precisión. Al inicio de sus operaciones las lanzaron desde 4.500 metros y el segundo día pasaron a lanzarlas desde 6.000 metros, buscando mantenerse más allá del alcance máximo de los misiles S/A Roland de la defensa argentina, cuya efectividad ya habían podido verificar.

 

Bombas MK-17 en el portaviones “Hermes”.

 

Esquema de ataques aéreos desde fuera del alcance de las defensas antiaéreas.


Esquema del ataque tipo TOSS Bombing. 


Explosión aérea por espoleta de proximidad sobre Puerto Argentino.

 

  • Para el ataque contra embarcaciones civiles, tal como el pesquero “Narwal”, de bandera argentina y que estimaron que operaba en funciones de inteligencia, fueron enviados dos Sea Harrier armados con bombas MK-17 de 454 kg y cañones de 30 mm. A pesar de que el “Narwal” carecía de armas que representaran amenaza para los atacantes, dos bombas cayeron a los costados del barco y una tercera impactó sobre la cubierta de popa, sin estallar, pero hiriendo gravemente a uno de los marineros y provocando el abandono y hundimiento de la nave. A continuación, hicieron varias pasadas sobre éste buque disparándole, cada avión, 200 proyectiles de 30 mm.

 

Buque pesquero “Narwal”

 

  • Bombas de sub-municiones BL-755, de 1.000 libras (454 kg), portando 3 bombas por avión, cargadas cada una con 147 sub-municiones AT-AP (anti tanque, anti personal), lanzadas en pasaje horizontal a baja altura. Varias fallaron al ser lanzadas por debajo de la altura mínima a fin de evitar ser alcanzados por nuestras defensas antiaéreas y, así, cientos de sub-municiones quedaron inertes, esparcidas en el suelo. Las sub-municiones sin estallar eran recogidas por nuestro personal mediante una motoniveladora con pala frontal, para amontonarlas y luego hacerlas estallar con seguridad. Al final, los Harrier usaron a estas bombas en lanzamiento “sobre el hombro”, tipo TOSS Bombing, desde distancia de seguridad y de noche.

 


Apertura de la carcasa previa a la expulsión de las sub-municiones


Bombas de sub-municiones BL-755…. y una de las múltiples sub-municiones sin estallar en suelo malvinense, por lanzamiento de las bombas por debajo de la altura mínima.

 

  • Bombas GBU-123/B Paveway II, de 230 kg, de guiado lasérico lanzadas de noche, desde distancia de seguridad, con guiado final por un apuntador láser ubicado en tierra en cercanía de los blancos a los cuales iluminaba. Estas bombas solo podían ser empleadas con la versión Harrier GR-3 de la RAF, no así por los Sea Harrier de la Armada británica. El GR-3 disponía de un telémetro láser y un designador infrarrojo de los blancos ubicado en el característico y alargado morro delantero del avión, asociado a una computadora y a la mira de tiro tipo Head-Up Display (HUD) que le posibilita la puntería al piloto desde una posición más cómoda. Adicionalmente puede detectar y seguir la designación del blanco realizada por un apuntador terrestre. Después de dos intentos fallidos previos, las pudieron usar con éxito solo en una oportunidad, recién en la última noche de la guerra. Junto con ellas, otro avión lanzaba 3 bombas BL-755 para batir la zona con las más de 400 sub-municiones del tamaño de granadas de mano.

 

Bombas de 230 kg con guiado lasérico GBU-123/B, PAVEWAY II y apuntador láser desde tierra.


Aviones Harrier GR-3 operando sobre la cubierta de un portaviones, cargados con dichas bombas.

 

  • Para el ataque sobre posiciones de artillería y de defensa terrestre en las montañas, también utilizaron cohetes FFAR de 2,75 pulgadas, similares a los empleados desde los Pucará.

 

En síntesis, en el combate Aire-Aire su tarea fue como un juego de “cazar al pichón”, sin mayores riesgos para ellos. Disponían del avión apropiado para el combate a bajas alturas y estaban relativamente cerca de su base de operación y equipados con los más modernos sistemas de auto-defensa, con el misil de corto alcance más moderno del arsenal occidental, con un avión con gran maniobrabilidad como para aprovechar todas las ventajas que el mismo les ofrecía, con el equipamiento de abordo y el adiestramiento adecuado como para hacerlo con precisión y en condiciones ventajosas sobre el oponente, el cual se vería sometido a mil amenazas adicionales y que no disponía ni de armamento adecuado ni de tiempo y tampoco de combustible suficiente para enfrentarlos.


Un Harrier lanza su misil SW contra un A-4, el que solo puede desprenderse de sus cargas de bombas y tanques de combustible adicionales a fin de obtener mayor velocidad y maniobrabilidad para poder escapar.

 

Para el ataque Aire-Tierra, en la primera noche utilizaron aviones bombarderos Vulcan, actuando de sorpresa sin que las defensas reaccionaran. Y en el primer día atacaron también con 12 aviones Harrier a baja altura, pero se encontraron con una eficiente y mortal defensa antiaérea. Por eso, a partir del día siguiente, bombardearon desde muy gran altura con los Vulcan y, después de perder a dos Harrier en ataques a baja altura en los dos primeros días, solo lanzaron bombas desde altura o en ascenso y siempre desde distancia de seguridad y con baja o ninguna precisión. Y cuando atacaron a baja altura tuvieron los mismos problemas que los argentinos con sus bombas… salvo que no le encontraron la solución que nosotros sí pudimos encontrar y que, sumado al valor de nuestros pilotos, casi nos dio la posibilidad de derrotar a la Task Force.

 

Sobre Puerto Argentino y su aeropuerto, con Vulcan y con Harrier y con artillería naval lanzaron 237 bombas de guerra y proyectiles, convirtiéndolo casi en un campo lunar, pero que en general cayeron lejos de los blancos y nos causaron, en total, solo cinco bajas mortales.


Croquis de los 237 impactos de bombas aéreas y proyectiles de artillería naval lanzados sobre la Base Aérea Militar Malvinas, en la zona del aeropuerto y sus proximidades.

(Se han remarcado en rojo los tres regueros de bombas lanzados infructuosamente sobre la pista de aterrizaje)


Cuando vinieron, los británicos eran conscientes de que ellos disponían de los buques y submarinos más modernos y mejor equipados para la guerra naval y aeronaval. Sabían que la probabilidad de detección y de derribo de un atacante aproximándose por encima de los 50 metros de altura era elevadísima y creían que eso disuadiría cualquier intento de la aviación argentina, la cual a su vez estaría operando casi al límite de su alcance operativo, lo que limitaría en extremo la posibilidad de presentarles combate a su moderna flota aeronaval.

 

Sabían que la Fuerza Aérea Argentina solo disponía de bombas convencionales y estimaban que solo podríamos llegar a las islas con cañones de 30 mm y de 20 mm (que por fallas de fábrica con frecuencia no funcionaban) y solo con bombas convencionales.

 

Pero desde la Segunda Guerra Mundial no se usaban bombas convencionales contra buques. NADIE había previsto ningún tipo de armamento aéreo convencional que permitiese atacar a buques de guerra modernos a casi 1.000 km/h volando por debajo de los 40/50 metros de altura y que las bombas explotasen sin dañar al propio avión atacante.

 

Es más, en enero de 1982 la FAA colocó a la firma Matra, de Francia, una orden de compra secreta por una cantidad limitada de bombas rompe-pistas Durandal y de bombas de sub-municiones Beluga para ser evaluadas, las que nos debían ser entregadas en marzo. A mediados de febrero, Matra nos informó que, supuestamente “por problemas de producción”, las entregas se verían demoradas, sin especificar el plazo, a pesar de que se trataba de un lote tan pequeño que, indudablemente, no estaba previsto que justificara iniciar una producción, sino que saldrían directamente del material ya entregado a la Fuerza Aérea francesa o del mantenido en sus depósitos por el fabricante. Y nos las entregaron recién después de terminada la guerra de Malvinas. Indudablemente, esto fue un efecto más de la gestión del gobierno inglés antes del inicio de la invasión a las islas, en la visita de febrero de su primera-ministro Thatcher a Francia, lo que evidencia que ellos, los ingleses, conocían perfectamente lo que iba a suceder un mes y medio después… y dejaron que ocurriera.


Por lo tanto, los británicos vinieron con la certeza de que si intentábamos atacarlos pagaríamos un costo inadmisible y sin resultados aceptables. Lo único que les preocupaba eran los escasos cinco misiles Exocet A/M 39 que tenía nuestra Armada, pero ya se había encargado también la primera-ministro británica, Margaret Thatcher, en febrero de 1982, de presionar personalmente al presidente de Francia, François Mitterrand, para asegurarse de que no los pudiésemos emplear. Por ello el fabricante francés ordenó en febrero el regreso inmediato a Francia de los asesores que habían destacado como parte del contrato de compra del Sistema de Armas SUE-A/M 39 con la Armada argentina.


La “casual” visita de febrero de 1982 de la primera-ministro británica a Francia.

 

Por eso, sus políticos quedaron tranquilos y enviaron seguros a su flota y a sus fuerzas para hacerse “un picnic” en Malvinas. Supuesto “picnic” que casi no pudieron pagar.


* El Comodoro (R) VGM Luis Ricardo Dávila es ingeniero aeronáutico del Cuerpo de Comando de la Fuerza Aérea Argentina. A comienzos de 1981 egresó de la Escuela Superior de Guerra Aérea, ascendió a Mayor y, aunque no era especialista en armamentos, fue designado jefe del Departamento Ingeniería de la Subdirección de Armamentos de la Dirección General del Material. El subdirector era el Comodoro José Marcantoni. Al mismo tiempo, Dávila se desempeñaba como auxiliar del Departamento Material del Estado Mayor del Comando de Operaciones Aéreas junto con su compañero, el Mayor Alfonso Ruggiero, y cuyo jefe era el Vicecomodoro Arturo Pereyra. Estos dos oficiales eran experimentados pilotos de Skyhawk A-4B. Al iniciarse el Conflicto Malvinas Marcantoni fue designado Jefe del Departamento Material de la Fuerza Aérea Sur (FAS) y los restantes oficiales pasaron a formar parte inicialmente del Comando Aéreo Estratégico (CAE) cuando comenzó su actividad y luego tuvieron a su cargo la concepción, desarrollo, diseño, producción y distribución de las bombas y espoletas empleadas por la Fuerza Aérea Argentina en la batalla aérea por las islas.