“Mientras
cruce este cielo un avión y un piloto argentino lo guíe, no habrá nadie en el
mundo que arríe nuestro blanco y azul pabellón.”
Por
Oscar Filippi
Hoy
se conmemoran 109 años de la creación de la Escuela Militar de Aviación, cuna
de la Fuerza Aérea Argentina y de la aeronáutica militar argentina.
Aquel
año de 1912, mostrando clara convicción y confianza en su propio sueño y esfuerzo,
el Ingeniero Jorge Newbery expresó: “…- De la aeronáutica puede decirse que es
una ciencia y un arte de ayer. Mañana ha de ser el medio de locomoción más
rápido y menos costoso, como que no requiere vías ni caminos; tiene los del
espacio y es también tan seguro como el terrestre y el fluvial. Es mi íntima
convicción…”
Hombres
visionarios, de temple y coraje que no dudaron en poner a disposición del país
su prestigio, capacidad y fortuna. Mucho antes que el avión irrumpiera en el
escenario bélico de la Primera Guerra Mundial y apenas nueve años después del
primer vuelo de los hermanos Orville y Wilbur Wright, ya habían comprendido la
importancia que la aviación tenía para el desarrollo y defensa de nuestro país.
Una
Nación que, sujetado a un mástil tiene un trozo de cielo por bandera,
inspiración Belgraniana para indicarnos que, nuestra libertad no tiene límites
físicos ni temporales. Una Nación que guiada por el majestuoso “Cóndor” del
Ande, llevó al Ejército del General San Martín en su camino hacia Chile y Perú,
en un vuelo de libertad que, por su generosidad y grandeza, la historia del
mundo, reconoce como único.
Con
tan grande inspiración, los hombres de aquella generación aceptarían el desafío
de ponerle “Alas a la Patria” y fue así como el cielo mismo se convirtió en
bandera.
Hombres
honestos, leales, dignos y capaces que entendieron que sólo en unidad y con la
aprobación de todo el pueblo argentino, podía acometerse tamaña empresa.
Juntos, civiles y militares, pueblo y gobernantes, convirtieron el sueño en
realidad.
El
Ingeniero Jorge Alejandro Newbery, el Mayor Arturo P. Luisoni, el Barón Antonio
De Marchi, el General Gregorio Vélez (Ministro de Guerra), el Dr. Adolfo J.
Horma, los Ingenieros Jorge Duclout y Eduardo Hunter, el Contralmirante Manuel
Domecq García, el Capitán de Navío Julián Irizar, los Sres. Félix Alzaga Unzué,
Jorge M. Lubary y otros, crearon la “Comisión Central Recolectora de Fondos pro
Flotilla Aero-Militar Argentina”.
Con
el impulso de las instituciones a las que pertenecían, Automóvil Club
Argentino, Jockey Club Lomas de Zamora, Sociedad Sportiva Argentina y desde el
mismo embrión civil, que se convertiría en la entidad “madre” de la Aviación
Civil y Militar Argentina, el Aero Club Argentino, lograron el aporte de empresas
y de la población toda, que mediante la compra de tarjetas postales llamadas
“Pro-Patria” contribuyeron a la adquisición de los primeros aeroplanos.
El
10 de Agosto de 1912, el entonces Presidente de la Nación Argentina, Dr. Roque Sáenz
Peña, Decreta: “…Créase la Escuela Militar de Aviación con los elementos que
han sido donados para ese objeto y con los que el Aero Club Argentino ha puesto
a disposición de los Ministerios de Guerra y Marina.”
En
la localidad de Caseros, en los campos que habían pertenecido a la Compañía
Aérea Argentina, el aeródromo de “El Palomar” fue el nido donde nació, creció y
nos llenó de orgullo, la entonces Aeronáutica Argentina, que a partir del 4 de
Enero de 1945 se convertiría en nuestra Fuerza Aérea Argentina.
Desafiar
la gravedad con aquellas frágiles aeronaves, era una empresa que pocos podían
afrontar. Se necesitaba vocación, valor y coraje. Sabían que el cielo cobraría
tributo a tanto arrojo y aun así, aceptaron el desafío.
El
Subteniente Manuel Félix Origone sería el primer mártir de nuestra aviación
(19/01/1913), el mismo Jorge Newbery caería en Los Tamarindos, Mendoza (1° de
Marzo de 1914), el Teniente Alfredo Agneta, el Cabo Primero Abraham Jalil, el
Sargento Ángel Albornoz, el Teniente Benjamín Matienzo y tantos otros que
luego, con la historia grande de la Fuerza Aérea Argentina, en la turba o en
los cielos Malvineros, junto a 55 héroes de guerra, sellarían con sangre el
compromiso asumido con la Patria.
A todos ellos, a los pioneros y a los héroes, rendimos hoy nuestro tributo. A Dios y a nuestra guía, la Virgen de Loreto, agradecemos como aviadores, por seguir volando en este cielo, en los pliegues mismos de nuestro pabellón.
Una
Prehistoria de solo 33 años de antigüedad:
Desde
sus comienzos, en los primeros años del Siglo XX, la actividad aeronáutica
transitó al mismo tiempo rutas civiles y militares.
Las
ascensiones en globo, las competencias deportivas con aeroplanos que debían
volar, sobre na raya trazada por el jurado, a una altura “no inferior a cinco
metros”, apasionaban a los porteños. Sus protagonistas vestían trajes de calle
o uniforme, eso era secundario, pero iban afianzando, entre récords y
tragedias, la incipiente conciencia aeronáutica nacional.
El
diplomático Aarón de Anchorena introduce el primer globo en el país, en 1907.
El Cabo Teodoro Fels cruza en 1912 el Río de la Plata, en el más extenso vuelo
conocido sobre el agua. El Ingeniero Jorge Newbery bate, en 1914, el récord
mundial de altura, elevándose a más de 6.000 metros. El Capitán Ángel María Zuluaga
y Don Eduardo Bradley superan en globo la Cordillera de los Andes en 1916. El
Teniente Luis Candelaria es el primero en cruzarla en avión en 1918.
Los
Capitanes Antonio Parodi y Pedro Zanni, realizan el doble cruce de la
Cordillera sin escalas, en 1920. El mismo año, el Capitán Vicente Almandos
Almonacid, es el primer hombre en la historia que navegó de noche en un avión,
durante la Primera Guerra Mundial y sortea las cumbres andinas en plena
obscuridad.
Los
pioneros advirtieron rápidamente la importancia estratégica del vuelo, que
revolucionaría las concepciones vigentes sobre la guerra. En 1912, el Mayor
Arturo Luisoni encabezó un movimiento de opinión para recaudar fondos con los
cuales dotar al Ejército de sus primeros materiales de vuelo. El mismo año, un
10 de agosto, precisamente, se creó la Escuela de Aviación Militar, dirigida
por el Teniente Coronel Arenales Uriburu. Dos años más tarde, unidades aéreas
argentinas apoyaban maniobras terrestres realizadas en la Provincia de Entre
Ríos.
El
crecimiento de las actividades aéreas, impulsado por el papel que el avión
cumplió en la Primera Guerra Mundial, llevó en 1919 a la creación del Servicio
Aeronáutico del Ejército, en el que aquellas se centralizaron orgánicamente y
en 1922, al nacimiento del “Grupo 1 de Aviación” primera unidad bélica de las
“Alas Argentinas”.
El
Coronel Enrique Mosconi, visionario del petróleo argentino, dirigía el Servicio
Aeronáutico. Cuenta en sus escritos cómo, observando la evolución de aquellas
primitivas máquinas aéreas, supo que, sin producción propia de combustible, la
Defensa Nacional quedaría supeditada a la voluntad de los países vendedores. La
obra que Mosconi desarrolló (YPF) siguiendo este pensamiento, es el aporte inicial
de la aviación al bienestar y a la seguridad de la Nación.
El
país tuvo petróleo y nafta porque quiso estar seguro que, sus aviones podrían
volar.
Para
que también esas máquinas fueran argentinas, se inauguró en 1927 (10 de
octubre) la Fábrica Militar de Aviones, dirigida por el Mayor Ingeniero,
Francisco de Arteaga.
Con
obreros contratados en distintas ciudades del país, a los que se tomaba examen
en tornos y fresas alquilados a las industrias privadas, obligada a producir
hasta sus herramientas, la Fábrica llegó a ser el germen de la mecánica
nacional, la palanca de cambio que convirtió a la Provincia de Córdoba en un
polo de desarrollo industrial.
Capacitó
mano de obra especializada, introdujo y produjo tecnología, sustituyó
importaciones, alteró la estructura social y productiva argentina. En 1928 ya
volaba el primer avión construido en el país.
En
1922, al concluir para pilotos y aviadores militares, el Grupo 1 de Aviación,
llevó a cabo una empresa que anticipaba la preocupación permanente de la Fuerza
Aérea por la integración de nuestro territorio. Cuatro Escuadrillas (de caza,
observación y bombardeo) partieron en procura de los cielos argentinos, hacia
Misiones, Jujuy, Mendoza y la Patagonia.
Nunca
antes los pobladores del sur argentino habían visto un avión. Las máquinas
aterrizaban en potreros de 600 metros apenas preparados.
Hasta
1935 la Dirección General de Aeronáutica era integrada por personal de las
cuatro armas del Ejército Argentino que, en cualquier momento podían volver a
ellas.
Ese
año, edificada sobre el prestigio de las principales figuras de la época
heroica, Zanni, Zuluaga, Parodi y el General Jorge J. Manni, se creó el Arma de
Aviación con su propio escalafón, medida que aseguró mayor continuidad y
especialización en las tareas.
Un
año más tarde, en 1936, la creación de la Dirección General de Material
Aeronáutico, significó un reconocimiento a la jerarquía del material de vuelo
de la nueva arma.
En
1937, se inauguró en Córdoba el nuevo edificio de la Escuela de Aviación
Militar, construida para reemplazar a las antiguas instalaciones de El Palomar.
En
1938 y 1939 se normalizaron los cursos de vuelo instrumental y nocturno de
todos los integrantes de la aviación, un paso decisivo hacia el profesionalismo
y la tecnificación.
Paralelamente,
se habían ido desarrollando las actividades civiles. En 1928, capitales
franceses comenzaron a operar la primera línea de transporte aerocomercial, la
Compagnie Générale Aéropostale que, llevaba y traía carga y correspondencia
entre la Patagonia y Touluse (Francia).
Dirigida
por Alamdos Almonazid y Didier Daurat, tenía entre sus pilotos a Jean Mermoz,
Henri Gillaumet, Próspero Palazzo, Rufino Luro Cambaceres y Antoine de
Saint-Exupery, quién glorificó esa epopeya, en su apasionante libro, “Vuelo
Nocturno”.
Más
tarde, la Corporación Sudamericana de Servicios Aéreos, de capitales italianos
y la Pan American Grace Airways, norteamericana, establecieron líneas de
transporte aerocomercial al litoral, al norte y al oeste del país, como
prolongación de sus servicios internacionales.
En
1940, el Estado comenzó a operar un servicio regular a Santa Rosa, Neuquén, San
Carlos de Bariloche y Esquel. En 1943, otro a las Cataratas del Iguazú, con escalas
en Colonia Yeruá (Concordia), Monte Caseros y Posadas, servicio que, se
extendió después hasta Asunción del Paraguay.
Así
nació LADE, Líneas Aéreas del Estado, que aún hoy sigue cumpliendo su misión de
fomento, intercomunicando las zonas más aisladas del país, aquellas donde la
escasa demanda no atrae a las empresas comerciales, pero que necesitan del
avión para integrarse a la Nación y afirmar su prosperidad.
En
1944, la dimensión e importancia de los factores del Poder Aéreo y la
conciencia que existía de ellos y de su indivisibilidad, avalaban el deseo de
los aviadores de contar con un organismo independientes de conducción. Si la
Primera Guerra Mundial hizo notar el fenómeno nuevo del avión, la Segunda
Guerra, mostró su papel decisivo. Fue ese un año germinal, en el que la
Aviación se desprendió de la Inspección General del Ejército y con su propio
Comando en Jefe de Aeronáutica, al mando del entonces Coronel, Bartolomé de la
Colina, aviador militar e ingeniero aeronáutico, pasó a depender del Ministro
de Guerra.
Se
crearon en su transcurso una veintena de organismos específicamente
aeronáuticos y se redactó el Decreto Ley Orgánica del Personal de la
Aeronáutica Militar. Algunos de sus conceptos reflejan la labor docente
realizada, entre otros, por el Mayor Juan Rawson Bustamante, doctrinario del
Poder Aéreo y formador de varias generaciones de aviadores.
Finalmente,
el 4 de enero de 1945 se creó la Secretaría de Aeronáutica, cuyo titular fue el
ya Comodoro de la Fuerza Aérea Argentina Bartolomé de la Colina, principal
propulsor de la independencia.
La
naciente Fuera Aérea Argentina se constituyó, durante todo el año 1945, con el
aporte masivo del personal, el material y la infraestructura de la Aviación del
Ejército, completándose con la incorporación de aviadores, ingenieros
aeronáuticos y médicos especialistas de la Aviación Naval y de Oficiales del
Ejército que pasaron a integrar el Cuerpo de Tierra. El primer Comandante en
Jefe de la nueva Fuerza Aérea Argentina fue el Comodoro Edmundo Sustaita.
Fuente:
https://prensaohf.com