Por
Silvio Fernández Panadero
En
este artículo vamos a aproximarnos con brevedad, sólo arañando la superficie, a
un tema extraordinariamente complejo que requiere de un estudio en profundidad:
la defensa aérea del Reich. Se ha alabado con justicia la defensa del espacio
aéreo de gran Bretaña durante la Batalla de Inglaterra por parte de la RAF, que
en este 2018 celebra su centenario. Pero para el gran público, a nuestro
juicio, es casi desconocida la apresurada organización que tuvo que levantar la
Luftwaffe para proteger al Reich, un ámbito cuya inmensidad aturde: ¡Alemania y
los países y territorios ocupados o aliados; casi la totalidad de Europa!
Si las dimensiones del teatro de operaciones aéreo eran casi inconcebibles, la amenaza que dicho teatro había de afrontar no tenía parangón. La mayor talasocracia del mundo, el imperio británico, y la primera potencia industrial, los Estados Unidos, habían creado las fuerzas aéreas mayores del mundo sin posible rival, con la excepción de la Unión Soviética. Pero en el caso de los soviéticos, su aviación era básicamente una fuerza táctica de corto alcance. La evolución de las fuerzas aéreas británica y norteamericana siguió por otros derroteros.
La
amenaza
En
el seno de cada una de ellas había nacido, fruto del pensamiento de los
tratadistas y creadores de la doctrina aeronáutica de entreguerras, unido al
desarrollo de la aviación en la Gran Guerra y al acelerado avance tecnológico e
industrial de la época, una fuerza aérea estratégica que además gozaba de
prioridad absoluta para los respectivos altos mandos, frente a otras ramas del
servicio como la aviación de caza. Éstas fuerzas de carácter estratégico eran
el Comando de Bombaderos de la RAF, creado en fecha tan temprana como 1936, y
la Octava Fuerza Aérea de los EEUU; ambas fuerzas operarían principalmente
desde Gran Bretaña. En 1944, las unidades de Bombarderos norteamericanas que
actuaban desde el Sur de Europa y el norte de África, ya agrupadas como
Decimoquinta Fuerza Aérea de los EEUU, junto con la Octava Fuerza Aérea,
quedaron subordinadas a una nueva estructura de mando: las Fuerzas Aéreas
Estratégicas de los EEUU.
Nada parecido existía en ninguna parte del mundo. La Fuerza de Largo Alcance de la VVS soviética estaba en pañales desde cualquier faceta que queramos contemplar, sea el mero número, la técnica, la orgánica o la doctrina. Ni la Luftwaffe ni otras fuerzas aéreas habían desarrollado siquiera algo parecido. Cada una de estas fuerzas suponía más de una cincuentena de escuadrones operativos -el Bombarderos Comando pasó de los 54 escuadrones en Febrero de 1942 a 68 en plena “Batalla de Berlín”, esfuerzo continuado de seis meses contra el corazón del Reich que se saldó con una sangrienta derrota frente a la defensa aérea germana y la pérdida de más de 500 bombarderos, llegando a 95 escuadrones casi al final de la guerra, en Enero de 1945. Las cifras norteamericanas eran del mismo orden ¡Esto suponía una fuerza combinada de más de 4.000 bombarderos pesados!
Las
derrotas sufridas al comienzo de la guerra a manos de los agresivos Jagdflieger
de la Luftwaffe, que diezmaron a varias fuerzas atacantes de pocos bombarderos
bimotores mal armados y sin escolta lanzadas contra la “Bahía alemana” llevaron
al Bombarderos Comando a atacar al Reich exclusivamente de noche. Los
norteamericanos al llegar a Gran Bretaña en 1942 adoptaron una táctica
radicalmente distinta. Despreciaron la experiencia británica, confiando en el
armamento defensivo y en la resistencia estructural de sus bombarderos
cuatrimotores, el B 17 “Fortalezas Volantes” y el B 24 “Liberator” para sacar
partido de su entrenamiento en el Bombarderos de precisión y en la mira de Bombarderos
“Norden” atacando a plena luz del día. Aprenderían por el camino más duro que
no era buena idea en absoluto subestimar a la Luftwaffe, cosechando una terrible
derrota en las incursiones contra el corazón industrial alemán, especialmente
en Schweinfurt y Regensburg, lo que obligó a una parada en las operaciones.
Ambas
tácticas combinadas, sin embargo, fueron aprobadas por el alto mando aliado, lo
que condujo en la práctica a una estrategia que no había sido prevista de forma
teórica. La práctica fue la que llevó al llamado Bombarderos “alrededor del
reloj”: el Reich sería atacado sin descanso las 24 horas del día. De día por
los norteamericanos; de noche por los británicos.
La
defensa
Como
en el limitado ámbito de este artículo no podemos siquiera aproximarnos al
estudio de la compleja batalla aérea sobre Alemania, vamos a tratar con una
serie de breves pinceladas algunos de los principales elementos de la defensa
aérea del Reich en su vertiente tecnológicamente más avanzada, la nocturna,
centrándonos en la lucha contra el Comando de Bombarderos británico.
Para
la alerta aérea temprana, a los elementos clásicos como la red de puestos de
observación terrestres y los anticuados fonolocalizadores, que detectaban las
fuerzas de bombarderos en aproximación buscando la procedencia del sonido de
los motores, se unieron los radares, cuyo desarrollo, muy poco conocido en
general, había corrido parejo al de los británicos. El radar “Freya”, con un
alcance de 180 millas, tenía una precisión de 1º a 60 nm, lo que equivalía a 1
nm de error, a lo que se sumaba un error de 1000 yardas (914 m) en alcance.
Radares como el “Mammut” tenían alcances de 187 millas para objetivos a 26.000
pies. Si éstos volaban a una altura mayor el alcance de detección se ampliaría
a su vez hasta 250 millas.
Para
la interceptación bajo control desde tierra, conocida en sus siglas inglesas
como GCI (Ground Controlled Interception) se empleaban otro tipo de radares. El
más conocido de ellos, el “Giant Würzburg”, conseguía la asombrosa precisión de
1/10 de grado a 25 millas, e información de altura hasta 200 m. Pero las
misiones de estos radares no se limitaban a la de GCI; también dirigían la
acción de las baterías de la Flak (artillería antiaérea) y de reflectores.
Las
baterías de reflectores tenían la misión de convertir la noche en día para las
direcciones ópticas de tiro de la Flak. Eran de diferentes tamaños (60, 150 y
250 mm eran los más comunes; usándose los dos últimos en las baterías pesadas).
El dedo de luz de un primer reflector tanteaba la oscuridad (guiado por radar
conforme estos medios técnicos se fueron sumando a la defensa aérea). Cuando
encontraba un blanco su luz era reforzada por un segundo reflector y
súbitamente todos los focos de las proximidades se encendían y hacían converger
sobre el bombardero sus haces de luz, formando cegadores conos de donde la
infortunada tripulación atrapada, completamente cegada, tenía muy difícil la
fuga hacia la protectora oscuridad.
Para
salir de allí antes de que el fuego antiaéreo se cebara sobre ellos no quedaba
otro remedio que ejecutar violentísimas maniobras combinadas con trepadas y
picados, lo que ya es difícil para un bombardero, especialmente si éste porta
aún su carga de bombas, intentando desasirse del mortal abrazo de la luz al
tiempo que se dificultaba la puntería a los directores de tiro de la Flak.
La
temida Flak se convirtió en el azote de las fuerzas aéreas aliadas. Durante la
segunda guerra mundial las diferentes unidades antiaéreas de las fuerzas
armadas alemanas se cobraron más de 36.000 aviones enemigos, a los que habría
que sumar unos 50.000 derribos más a manos de las unidades de caza, 5.000 de
los cuales pueden anotarse a la caza nocturna ¡Una carnicería pavorosa!
La
artillería antiaérea pesada, de calibres de 88 mm o superior, de 105 mm o hasta
128 mm, se organizaba en baterías de cuatro piezas, aunque en las zonas más
sensibles para la defensa del Reich las baterías podían convertirse en baterías
reforzadas, Grossbatterien, de seis y hasta ocho piezas. Los cañones ligeros
protegían a los pesados, y también a los posibles objetivos susceptibles de ser
atacados por aviones a baja altura, así como las rutas de aproximación a éstos.
Esas piezas, de 20 mm, 37 mm y a veces de 40 mm, se agrupaban en baterías a
razón de 9 o 12 piezas por batería. Las baterías pesadas podían realizar fuego
de precisión mediante sus direcciones de tiro, o bien efectuar fuego de barrera
que las formaciones atacantes deberían atravesar. En las baterías ligeras desde
cada pieza se efectuaba la puntería óptica.
A
finales de 1943, para la defensa de la capital del Reich, tomada por objetivo
principal por el Bombarderos Comando en plena pugna de la llamada “batalla de
Berlín”, se habían concentrado unos 350 cañones de 88 mm o calibres superiores
y 250 piezas ligeras, a los que habría que añadir 200 reflectores. Poco
después, en Enero de 1944, sólo en territorio alemán se concentraban 6716
cañones pesados y 8484 piezas ligeras.
Al comienzo de la guerra la caza nocturna alemana era casi inexistente. Se limitaba a aviones muchas veces ya desfasados, que normalmente formaban el décimo escuadrón -Staffel- independiente en el seno de cada escuadra -Geschwader- de caza, ya que éstas se organizaban normalmente en tres Gruppen, compuestos a su vez por tres Staffeln, que se numeraban consecutivamente.
Cuando
la guerra se endureció y la ominosa amenaza aérea se convirtió en un peligro
muy real, se encomendó al General Kammhuber la organización de la defensa
aérea. Kammhuber integró sus diferentes elementos de una forma tan eficaz que los
cielos de Europa se convirtieron en una lotería de la muerte. Para las
tripulaciones aliadas era muy difícil llegar al final de su turno de servicio,
normalmente de 30 misiones, o 25 para los norteamericanos, sin haber perecido o
acabado tras las alambradas de un campo de prisioneros. El coste para el Bombarderos
Comando fue aterrador. 8.325 bombarderos perdidos, 47.268 tripulantes muertos
en combate y otros 8.090 muertos en vuelos de entrenamiento o en vuelos que no
eran frente al enemigo. A los que se añadieron unos 12.000 prisioneros.
Kammhuber fue puesto al frente de una gran unidad de nueva creación que sería la base de la defensa aérea del Reich: el XII Fliegerkorps. Esta unidad con el tiempo se transformó en la aún más poderosa Luftwaffe Befehlshaber Mitte, que acabaría alcanzando el status superior, cambiando de nuevo su nombre a Luftflotte Reich. Las unidades aéreas pasaron de ser Nachtstaffeln a Nachtgruppen, y después a Nachtgeschwadern, equipadas con aviones de primera línea y apropiadamente equipados para la caza nocturna. El Messerschmitt 110 alcanzó la gloria como cazador nocturno, como también lo hicieron variantes de bombarderos como el Ju 88 y hubo modelos concebidos específicamente para dicho cometido, como el excelente He 219 Uhu, el mejor de todos ellos.
La
técnica de la caza nocturna era una tarea extraordinariamente compleja y difícil.
El cielo nocturno era escenario de un mortífero juego del escondite, en el que
pilotos y artilleros de ambos bandos trataban de encontrar a los aviones
enemigos al ver su silueta delatada por la luz de la luna o por los diferentes
contrastes de visibilidad, a veces causados por incendios o reflectores desde tierra
con fantasmagóricos efectos al ser la luz reflejada o tamizada por las nubes.
No menos peligrosa era la delatora visión de los tubos de escape incandescentes
con las llamas brotando de ellos.
El
radar se sumó a la cacería y permitió la interceptación controlada desde
tierra. Comenzó a organizarse la defensa en “cajas” dispuestas como barrera
defensiva en lo que iba a ser conocido como “línea Kammhuber”. Cada caja tenía
asignada un caza o un puñado de cazas, junto con radares para el GCI. Se
aprovechaban así los alemanes de la forma de actuar del Bombarderos Comando en
la primera época de la guerra, con la llegada de bombarderos sobre el objetivo
de forma dispersa durante la mayor parte de la noche. Pocos cazas podían
realizar varias interceptaciones durante la noche. El GCI conducía al
interceptor, que había estado orbitando previamente sobre un radiofaro en
posición de espera, hacia las inmediaciones del objetivo. A partir de ahí la
tripulación del caza buscaba al bombardero con la vista, y, cuando estuvieron
disponibles, con su propio radar aerotransportado, para volver a su posición de
espera una vez acabada la interceptación.
El
ataque se ejecutaba con una potente batería de cañones de 20 mm o 30 mm. Aunque
la disposición era normalmente la convencional, con las armas en el morro o
bajo la panza del avión apuntando al frente, pronto empezaron a situarse
también parejas de cañones tras la cabina del avión que apuntaban hacia arriba
y con una inclinación de unos 30º hacia delante, configuración conocida como “Schräge
Musik”, término coloquial en alemán para la música de jazz. Dicha configuración
permitía aproximarse al bombardero sin ser visto, por debajo y desde atrás,
fuera del alcance de su torreta caudal con montaje de ametralladoras doble o
cuádruple, para destrozarlo impunemente volando “en formación” con él.
La
tarea se volvió más ardua al adoptar los británicos la táctica del “Bombarderos
stream”, o corriente de bombarderos. Los bombarderos pasaban ahora sobre el
objetivo concentrados, en muy poco tiempo, y llegaban hacia el objetivo de
forma concentrada también. Esto suponía que muchas cajas del sistema defensivo
quedaban ociosas mientras que las que quedaban en el camino de la formación
atacante -ya no llegaban aviones sueltos desde muchas direcciones diferentes-
se veían saturadas por los múltiples objetivos que aparecían súbitamente.
Los
radares aerotransportados como el Lichtenstein fueron complementados por otros
como el SN 2 (FuG 220). Aunque ¿no será mejor que el propio enemigo te guíe
hasta él, en lugar de molestarte en buscarlo? Los bombarderos habían comenzado
también a llevar radares: el H2S para navegación y bombardeo y el “Mónica”, que
exploraba hacia atrás, para detectar la aproximación de cazas enemigos. Los
alemanes, tras un concienzudo trabajo de inteligencia sobre los restos de los
aviones enemigos derribados desarrollaron el “Flensburg”, localizador concebido
para guiarse por medio de las emisiones del “Mónica”, y el “Naxos”, que hacía
lo propio con el H2S. Los propios radares aliados se habían convertido de
pronto para ellos en una trampa mortal.
Esperamos
que con este pequeño trabajo se haya despertado el interés del lector por la
batalla aérea desarrollada a través de todo un continente durante el sombrío
periodo de la segunda guerra mundial. Debemos incidir de nuevo en la magnitud
de los combates y en que abarcaron todo un continente, frente al ámbito mucho
más reducido, si bien más conocido, de la Batalla de Inglaterra, que ya
tratamos en un artículo anterior.
Fuente:
https://www.hispaviacion.es