Por
Juan Boris Ruiz Núñez
Introducción
El
origen de esta comunicación se encuentra en una investigación que estoy
realizando sobre los bombardeos realizados por los republicanos en la
retaguardia de Castilla la Vieja y el Reino de León durante la guerra civil
española. En las siguientes páginas intentaré mostrar las líneas que estoy
siguiendo en este proyecto, evitando profundizar para ajustarme a la extensión
previamente establecida.
El
ámbito geográfico en el que me voy a centrar va a ser el ya mencionado
territorio de Castilla la Vieja y antiguo reino de León. La razón de escoger
esta zona es la lejanía con el frente, relativamente como luego veremos, lo que
permite estudiar mejor el fenómeno de los bombardeos sobre ciudades abiertas.
La
sublevación de este territorio se produjo de una manera fluida en comparación
con otras zonas peninsulares. Generalmente, unos días antes del golpe se
acuartelaba a las tropas y durante los días 18 por la tarde y 19 por la mañana
los conspiradores tomaban el control del cuartel, deteniendo rápidamente a
todos aquellos que no apoyaban la rebelión. En el momento en que consideraban
oportuno, los militares a cargo de la insurrección lanzaban la tropa a la calle
y proclamaban el bando de declaración del estado de guerra, tomando a
continuación los lugares estratégicos de sus respectivas ciudades. Normalmente,
los militares iniciaban tiroteos con grupos de obreros armados, pero los
enfrentamientos siempre terminaban con estos últimos vencidos.
Tras
haber tomado el control, los insurgentes nombraban nuevas autoridades y
comenzaban a preparar la ofensiva sobre Madrid, punto vital en el diseño del
golpe de estado. No obstante, tras iniciar la ofensiva, estas tropas serán
frenadas a la altura de las sierras de Gredos, Guadarrama y Somosierra, donde
los republicanos se habían hecho fuertes. Durante todo el mes de julio, las
columnas móviles de ambos bandos combatieron en estos puntos, situados al sur
de la provincia de Ávila y al este de la de Segovia, llegando a producirse
avances tan importantes como el de la columna republicana Mangada que llegó
hasta las inmediaciones de Ávila pero se retiró sin realizar ningún ataque
sobre la ciudad[1].
No
obstante, los frentes de batalla ocuparán poco territorio del área tratada, lo
que daba suficiente espacio a los sublevados para establecer gran parte de sus
instituciones y órganos de mando provisionales, que desparecerían cuando cayera
Madrid. Con este objetivo se asentó en Burgos la Junta de Defensa Nacional el
24 de julio de 1936, presidida por Cabanellas, y que dirigió las distintas
operaciones del bando sublevado en los primeros meses de la guerra. La decisión
más importante de la Junta será la proclamación del General Franco como jefe de
Gobierno del Estado y Generalísimo de todos los ejércitos el 29 de septiembre
del mismo año, lo que provocó la desaparición de la Junta de Defensa Nacional y
la concentración de todos los poderes en la figura de Franco. De este modo, se
produce una ruptura con el sistema republicano y se comienza a construir una
estructura administrativa que se aplicará en todos los territorios controlados
por los sublevados[2].
En
otra capital de provincia, Valladolid, se establecerá el cargo de gobernador
general que se encargaba de inspeccionar las administraciones de las distintas
provincias ocupadas y de coordinar a los gobernadores civiles con las
autoridades competentes de cada región ocupada al Gobierno republicano. Por
otro lado, Valladolid se convirtió en la capital política del nuevo régimen,
concentrándose en ella las nuevas fuerzas políticas, sobre todo Falange, que
luego darán lugar a FET de las JONS en abril de 1937.
Por
otro lado, en Salamanca se instaló el cuartel general del Generalísimo, que
cumplía las funciones de Gobierno militar-político de la zona franquista, hasta
que el jefe de Estado decidió trasladar su residencia a Burgos en octubre de
1937. En ella también se instalaron las distintas delegaciones internacionales
y los mandos militares alemanes e italianos[3].
Todas
estas instituciones se convertirán en objetivo de bombardeo para los
republicanos, aunque no serán el único fin que busque el Gobierno de Madrid al
atacar estas ciudades.
Apuntes
técnicos
Esta
comunicación se va a centrar en los bombardeos realizados sobre poblaciones,
por lo que se han descartado todos aquellos que tuvieron como objetivo los
frentes y los aeródromos. Dentro de este tipo de ataques, el estudio irá
dirigido tanto a los bombardeos que especificaban que atacaban objetivos
militares como a aquellos que disponían ataques contra las ciudades de forma
global, para intentar dilucidar los distintos aspectos que caracterizaban a
estos bombardeos.
En
primer lugar, señalar que la mayoría de aviones de bombardeo republicanos se
dedicaron al apoyo del Ejército de Tierra en los frentes, sin olvidar la
defensa que proferían a la Marina, sobre todo con el objetivo de que los
suministros que provenían del extranjero llegaran a algún puerto leal y
dirigirlos a los extenuados frentes y ciudades de retaguardia.
Sin
embargo, nada más producirse el golpe de Estado, los republicanos utilizaron su
contingente de bombarderos para atacar aquellas ciudades que se habían
sublevado contra la República. Son el caso de Zaragoza, Huesca, Melilla o
Albacete, bombardeadas para infundir miedo a los insurgentes y que de esta
manera se rindieran al Gobierno de Madrid.
En
este sentido, desde el principio los bombarderos republicanos van a realizar
ataques sobre distintas poblaciones de la retaguardia de Castilla la Vieja y
León[4] que serán objetivos de los ataques aéreos republicanos durante toda la guerra,
aunque a medida que avance la contienda estos irán disminuyendo. Estos
bombardeos eran dirigidos normalmente por el Estado Mayor del Aire, que
probablemente gozaba de suficiente autonomía como para organizar sus propias
misiones en la retaguardia enemiga. De este asunto se quejaba el General Rojo
en un informe sobre la situación de la guerra durante septiembre de 1937, donde
increpa a la Aviación por su independencia, poca puntualidad y su poca
visibilidad ante la Infantería[5].
Otra certificación de este hecho lo corrobora el testimonio del aviador Luís
Romero Basart, que establece que él y el Coronel Douglas, máximo responsable de
aviación enviado por la URSS, rompieron una orden del ministro de Marina y Aire
y decidieron realizar la acción que ellos creían conveniente[6].
La cuestión de la independencia del Arma del Aire supuso un fuerte debate en los ejércitos modernos a partir de la Primera Guerra Mundial. En el caso de los ingleses, los bombardeos alemanes sobre Londres provocaron la creación de la RAF[7]. La irrupción de la aviación como elemento esencial en el conflicto bélico, va a tener como consecuencia su disposición como un arma más del ejército nacional en sus respectivos países. La importancia era tal que se pensaba que solo con la actuación de la aviación se podría llegar a la victoria frente al enemigo.
Estas teorías, promovidas entre otros por Douhet, llegaron al bando republicano, donde se enseñaba en la Escuela Popular del Estado Mayor la importancia de esta arma que “puede por sí sola obtener la decisión de una victoria”[8]8. En este sentido, la creación de la Subsecretaría del Aire el 6 de septiembre de 1936 por el Gobierno de la República española se introduce dentro de este contexto. El siguiente paso consistió en la creación del Arma del Aire el 14 de mayo de 1937 que gozaría de más autonomía de la que había tenido la estructura anterior[9].
Antes
de la llegada de los aviones Tupolev SB-Katiuska entre el 15 y el 21 de octubre
de 1936, el Gobierno de Madrid, a través de la Subsecretaría de Aviación, contaba
con dos escuadrillas de bombardeo, la Escuadrilla España, dirigida por André
Malraux, y la Internacional, encabezada por el Capitán Antonio Martín-Luna,
para llevar a cabo sus acciones estratégicas en la zona centro. Ambas unidades
tenían a los Potez Po-54 como aparatos de bombardero, caracterizados por su
lentitud, su mal equipamiento y por ser erróneamente utilizados[10]10,
aunque lograron realizar importantes misiones durante el periodo crítico antes
de la llegada de los aviones de la Unión Soviética.
También
poseían cada una de ellas de un avión Marcel Bloch 210, avión de origen francés
y que fueron sustituidos en sus cometidos de bombardeo tras la llegada de los
Katiuska. Ambos bombarderos polimotores fueron utilizados escasamente en
misiones estratégicas, puede que, por la penuria de las bombas necesarias, pero
también por la escasa caza que podía escoltarles, lo que los hacía muy
vulnerables si se adentraban demasiado en territorio enemigo.
Con
estos efectivos se mantuvo la superioridad aérea republicana entre agosto y
principios de septiembre en el frente del centro, momento en el que los
sublevados empezaron a recibir material aéreo de alemanes e italianos. Sin
embargo, el dominio lealista se caracterizaba por poner en el aire pocos
efectivos aéreos, como señala Hidalgo de Cisneros[11],
que eran suficientes para evitar que fuesen atacadas las tropas y las ciudades
leales. No obstante, no se consiguió un predominio aéreo caracterizado por la
capacidad de llevar a cabo ofensivas aéreas allí donde se quería, no se tenía
material ni personal para ello. En palabras de Saiz Cidoncha “Y en tanto que el
primer predominio aéreo republicano (…) se traducía principalmente en ataques a
las fuerzas alzadas con Breguet que lanzaban bombas de 12 kilos, la superioridad
actual [a partir de septiembre de 1936] del enemigo implicaba (…) proyectiles
de hasta 250 y 500 kilos”[12].
Durante
el principio de la guerra, la pérdida de aviones y efectivos humanos era
alarmante por parte de los republicanos, lo que provocaba que el panorama fuera
cada vez más trágico para este bando. Sin embargo, los aviones continuaron
despegando continuamente y el poco personal disponible estaba extenuado, lo que
provocó un alto índice de accidentes, sobre todo en los aterrizajes, y su consecuente
desastre humano y material[13].
Todo
cambió a partir de octubre de 1936, cuando llegaron a España 31 bombarderos
soviéticos del modelo Tupolev SB-Katiuska. Con ellos se creó el 12° Grupo,
aunque inicialmente estaba previsto que se incluyeran en este todos los
aparatos provenientes de la URSS, comandado por un Coronel ruso, Arkadi
Zlatotstieto “Gold” y por un Comandante español, Carlos Núñez Mata. En un
principio, la mayoría de tripulantes procedían de la Unión Soviética, aunque
las autoridades españolas iniciaron rápidamente un plan de formación de
españoles para que sustituyeran progresivamente a los soviéticos. El 28 de
octubre se formará la 1ª Escuadrilla de Katiuska, llamada Konsomol, formada por
una tripulación mixta de soviéticos y españoles, aunque con predominio de los
primeros, y situada en el aeródromo de Los Llanos (Albacete), aunque
rápidamente fue trasladada al aeródromo del Tomelloso (Ciudad Real) que tenía
un carácter secreto.
Pronto
se formaron otras dos escuadrillas, de componente mixto, que se instalaron una
en La Torrecica y la otra en Los Llanos[14].
Este
modelo de avión intentaba cumplir la utopía de construir un bombardero más
rápido que los cazas y que, por tanto, no necesitara de escolta para realizar
sus misiones. En este sentido, los bombarderos Katiuska alcanzaban velocidades
que superaban a los primeros cazas de los sublevados, aunque no con los
modernos aviones que traerán los alemanes (nos referimos a los Messerschmitt Bf
109). No obstante, los insurgentes desarrollaron tácticas para combatir a estos
aparatos de bombardero rápido: conseguían los objetivos de los bombarderos a
partir de los sistema de inteligencia y/o los esperaban en la línea del frente,
en aquel lugar por el que habían calculado que iban a retornar a territorio
leal después del bombardeo, atacándoles cuando la tripulación ya estaba
relajada después del extenuante ataque[15].
Asimismo, descubrieron su punto débil: los depósitos de combustible estaban mal
protegidos y estallaban rápidamente con pocos impactos.
Aclarar
que en julio de 1937 se procederá a una reestructuración de los grupos de
bombardero por la llegada de más aviones Katiuska en el barco Aldecoa. A partir
de este momento, se forma la 5ª Escuadra de Bombardeo, donde se incluye el 24º
Grupo, en el que estarán encuadrados los bombarderos rápidos soviéticos
formando parte de cuatro escuadrillas, desapareciendo el 12º Grupo.
Aunque
antes ya se habían realizado, la llegada de estos aviones permitió al bando
republicano aumentar sus misiones estratégicas, es decir, aquellas dirigidas
contra la retaguardia franquista. Su alcance, 1446 km o cinco horas de vuelo, y
su velocidad, más de cuatrocientos km/h de máxima y alrededor de doscientos
cincuenta km/h de crucero, los hacían los aparatos más aptos para los objetivos
estratégicos situados a cientos de kilómetros del frente. La idoneidad de estos
aviones se vio truncada por la mala utilización que hicieron de ellos los
mandos republicanos, ya que fueron dirigidos contra objetivos muy dispersos en
vez de juntar todos sus esfuerzos en objetivos concretos.
Una
de las razones de la dispersión era que de este modo la respuesta de los cazas
sublevados era más difícil, lo que reducía la pérdida de personal y material.
Sin embargo, esto provocó que los bombarderos se utilizaran en cientos de
misiones peligrosas para alcanzar objetivos secundarios o terciarios, lo que
muchas veces provocaba las críticas de distintas autoridades. En teoría,
establecida en documentos como las conferencias sobre clase de aviación en
táctica realizadas en la Escuela Popular del Estado Mayor o en las misiones
generales establecidas para el 24° Grupo, se determinaba que el objetivo era
llevar a cabo misiones masivas sobre pocos objetivos para obtener un mayor
resultado[16].
El debate sobre la estrategia se extenderá a las altas esferas de la aviación
republicana, produciéndose una interesante discusión entre Ignacio Hidalgo de
Cisneros e Indalecio Prieto sobre la cuestión de atacar objetivos principales
de forma masiva y evitar así dispersar las fuerzas. Señala Prieto que esa sería
la estrategia a seguir, a lo que Cisneros le contesta que sí es la directriz a
alcanzar, pero que otro de los objetivos a alcanzar es evitar que el enemigo se
acostumbre a los bombardeos, lo que haría desaparecer el efecto moral de estos,
por lo que no siempre habría que bombardear el mismo objetivo. Asimismo, aduce
a la falta de medios, por lo que hay que evitar misiones arriesgadas que pongan
en peligro parte de la flota, y a las pocas ocasiones en los que los republicanos
han tenido la ofensiva en el aire.
La
ayuda soviética permitió al bando republicano plantar cara a los aviones
italianos y alemanes que amenazaban con conseguir la superioridad aérea en toda
la península. Sin embargo, la gran cantidad de personal y material enviados por
la URSS provocó que los soviéticos poseyeran un gran poder dentro de las
Fuerzas Aéreas de la República española. En el campo que nos ocupa, el de los
bombarderos, ocuparon los puestos más importantes de las escuadrillas, gracias
a sus conocimientos sobre los aparatos suministrados. Este hecho lo relatan
algunos documentos, como un artículo escrito por el Coronel Luís Romero Basart
en el que señala que, en una conversación con Ignacio Hidalgo de Cisneros, este
le comenta que él no “pinta nada” en las operaciones de la batalla de Brunete y
que es el Coronel Montenegro, militar soviético, el que dirige las mismas[17].
El predominio de los soviéticos en muchas de las batallas y en los altos cargos
de las Fuerzas Aéreas de la República española provoca que no sepamos con
exactitud quién dirigía en muchas ocasiones a la aviación republicana.
Como ya han demostrado numerosos estudios, la ayuda de la URSS a la República no fue ni mucho menos gratuita, lo que desmonta el mito de la ayuda desinteresada que habrían hecho los soviéticos durante la guerra civil. A esto se le añaden los intereses que tenía la Unión Soviética en probar su nuevo material de guerra y entrenar a su personal mediante acciones de guerra reales. En este sentido, la URSS había comenzado un plan de rearmamento que le había llevado, en los años treinta, a la construcción de la flota de bombarderos estratégicos más grande del mundo, con entre trescientos y cuatrocientos aparatos TB-30. Esto, unido a la importancia teórica que daban los expertos rusos a los bombardeos estratégicos, que también abogaban por la concentración de todas las fuerzas aéreas en un mismo punto y al mismo, hace sospechar que en España debieron de probar la eficacia de esta estrategia. No sabemos hasta qué grado los bombardeos estratégicos realizados por los republicanos durante la guerra civil fueron dirigidos y decididos por los soviéticos, con o sin la aprobación de los españoles, pero sí que su influencia en la Aviación se lo hubiera permitido.
Por
ello resulta poco comprensible que Stalin decidiera realizar una purga entre
todos aquellos oficiales y pilotos que habían participado en el conflicto
bélico español justo antes y durante el estallido de la Segunda Guerra Mundial.
Esto dejó a su aviación sin cuadros inmediatos que pudieran hacer frente a los
aparatos alemanes e inutilizó la experiencia que se había adquirido durante la
guerra civil en el combate contra las potencias del Eje[18].
Comienzan
los bombardeos
Antes
del lanzamiento de bombas, la aviación leal al Gobierno de Madrid será
utilizada para misiones de reconocimiento en la zona de Castilla la Vieja y
León. Es muy interesante analizar cómo la utilización de los distintivos y
banderas va a ser también una acción muy importante durante el conflicto
bélico. En un reconocimiento realizado el 21 de julio de 1936, una patrulla
republicana divisó en Ávila seis camiones y una compañía que, en una primera
pasada, corrieron a esconderse, y cuando el avión volvió a pasar a su altura
por segunda vez, sacaron la bandera republicana.
Posteriormente, parece que los republicanos también utilizaron la bandera de la aviación franquista para bombardear posiciones sublevadas, apareciendo este hecho en varios informes del bando insurgente.
El
primer objetivo reseñable al que tenemos que referirnos es Aranda de Duero
(Burgos). Esta ciudad se convirtió en el centro principal para las milicias y
tropas insurgentes que venían tanto de Navarra como del centro de Castilla, con
el objetivo de dirigirse hacia Madrid. Dada su importancia como centro de
comunicaciones entre los territorios sublevados, los republicanos van a
bombardearla entre ocho y nueve veces durante los meses de julio y agosto de
1936. Normalmente, se establece en los partes republicanos que los objetivos se
centraban en la vía férrea y la estación para intentar destruir vagones que
transportaran tropas o material bélico[19].
Alrededor de la ciudad de Aranda, también fueron bombardeados algunos de sus pueblos. Destacar el bombardeo de Fuentespina (Burgos) el 19 de diciembre, donde se arrojaron cuatro bombas, cayendo tres en el campo antes del pueblo y una en el mismo, siendo todas ellas de gran potencia. El ataque provocó la muerte de tres niños y varios heridos entre la población civil, algo que contrasta con las pocas consecuencias personales que habían tenido los bombardeos en Aranda de Duero. El pueblo se encuentra al lado de la carretera de Burgos-Madrid, lo que le confiere un carácter estratégico, pero no posee ninguna estación de ferrocarril. De la ruta realizada por el avión deriva que otro de sus objetivos era realizar un reconocimiento de las comunicaciones terrestres en la retaguardia sublevada, entre Madrid-Burgos-Soria.
Probablemente,
el avión vería alguna concentración de personas en el pueblo, decidiendo
atacarlas con las bombas que poseía, pasando luego a realizar su misión de
reconocimiento. El otro pueblo bombardeado en las cercanías de Aranda fue
Vadacondes, atacado el 12 de agosto de 1936, sin ocasionar ninguna víctima.
Las
capitales de provincia de la zona no se librarán de los ataques y serán
bombardeadas en numerosas ocasiones. En primer lugar, nos referiremos a
Valladolid.
El primer bombardeo del que tenemos constancia se realizó el 3 de agosto de 1936, teniendo como objetivo la estación de ferrocarril. El ataque lo realizó un solo avión que lanzó tres bombas, dos de ellas en la calle de la Estación y una en la del Ferrocarril. El total de víctimas fue de siete muertos, entre ellos varios niños, y varios heridos. Cabe destacar que el avión hizo varias pasadas, cayendo la segunda bomba en el mismo lugar que la primera, provocando grandes perjuicios a la gente que había ido a socorrer a los heridos de la primera pasada. Este acto denota la inexperiencia del pueblo vallisoletano ante los bombardeos, ya que lo prudente hubiera sido quedarse a resguardo hasta que el bombardeo hubiera finalizado. El 23 de septiembre se realizó otro ataque contra la estación y las fábricas aledañas a ella, provocando la muerte de una mujer y una niña.
El bombardeo se realizó a las 12:30, para que los obreros no estuvieran en la fábrica y no sufrieran ningún percance. Sin embargo, la población civil sufrió las consecuencias del bombardeo y dentro del sentimiento de rabia que producen este tipo de ataques, se formó una manifestación espontánea en protesta por la muerte de las dos civiles, la cual fue presidida por el General Mola[20].
En este sentido, este ataque aéreo sería un ejemplo de cómo los bombardeos no siempre producen una desmoralización del enemigo, sino que muchas veces provocan que la población civil se acerque a sus autoridades. Este fenómeno ya se vio en algunos bombardeos sobre poblaciones civiles de la Primera Guerra Mundial, cuando la población británica reaccionó con más deseos de mantenerse en la guerra tras sufrir los ataques aéreos alemanes[21]. No obstante, tampoco era la primera vez que se producía en la guerra civil, ya que nada más estallar el golpe, los republicanos bombardearon las posiciones sublevadas en el norte de África, entre ellas Tetuán, donde se produjo una protesta de la población, en un primer momento contra los insurgentes, pero que luego fue aprovechada por las autoridades para aglutinar a los marroquíes contra los republicanos[22].
Vamos
viendo cómo los objetivos militares van a estar muy relacionados con la
población civil, siendo esta una de las principales perjudicadas por los
bombardeos, sean o no el objetivo principal del ataque.
En cuanto a Ávila, su situación a cuarenta kilómetros del frente la hizo muy vulnerable al ataque de los aviones enemigos, siendo bombardeada dos veces durante el mes de agosto. La primera vez, el 8 de agosto, se reconocerán los alrededores de Ávila y luego se bombardeará “un edificio grande” en la ciudad, mientras que en la segunda ocasión, el 31 de agosto, se bombardeará la “población de Ávila eficazmente”[23]. Como vemos, ambos ataques se dirigen contra la ciudad, sin establecer ningún objetivo militar en concreto. El hecho de que en este último caso se refieran en el boletín de información a la “población” incide aún más en el objetivo de atacar a los civiles, bombardeando Ávila con objeto de desmoralizarlos a ellos y a la tropa situada en la ciudad. Esto se une al hecho de que solo fuera un avión el que llevó a cabo el ataque, por lo que es menos probable que se buscaran efectos materiales y sí mantener el miedo en la población ante la posibilidad del enemigo de llevar a cabo ataques desde el aire.
La
ciudad de Segovia va a estar en una situación parecida a la de Ávila, con poco
más de diez kilómetros de distancia del frente que también se encontraba en
parte de su provincia. El primer bombardeo que sufrirá será el 3 de agosto de
1936, provocando numerosas bajas y grandes explosiones, según la prensa
republicana[24].
Los destrozos serán captados por una cámara fotográfica cinco días después del
bombardeo, pudiendo ver en ellas los distintos destrozos y consecuencias
materiales provocadas por las bombas y la metralla[25].
Si
volvemos de nuevo a las ciudades más pequeñas, nos encontramos con que Miranda
de Ebro sufrirá la ofensiva aérea republicana durante buena parte de 1936.
Ciudad situada en el camino entre Burgos y Vitoria, suponía un importante nudo
de comunicaciones y fue lugar de reunión de tropas provenientes de Castilla,
Navarra, el País Vasco y la Rioja. Por ello, los ataques se dirigieron
normalmente a la estación ferroviaria, donde buscaban interrumpir la
circulación con Burgos, Logroño y Vitoria.
Durante 1936, se producen tres bombardeos en esta ciudad, contabilizándose seis heridos, entre ellos tres mujeres y dos niños, y un muerto. La destrucción no se redujo solo a objetivos militares, sino que afectó a viviendas civiles, incluso afectando también al cementerio[26]. No obstante, por lo que se estipula en los informes del bando insurgente, las bombas cayeron en objetivos militares, destrozando partes de la estación del ferrocarril, líneas telefónicas, vagones y vías férreas.
Otra
de las ciudades agredidas será Salamanca, siendo atacada en tres ocasiones, dos
en noviembre y una en diciembre. Los ataques comienzan a tener una mayor
potencia de fuego gracias a la intervención de los bombarderos Tupolev
SB-Katiuska, aunque en el primer ataque, del 16 de noviembre, solo se
utilizaran dos de estos aparatos. Al igual que los posteriores, el objetivo de
este bombardeo fue la estación de ferrocarril y los almacenes de guerra
situados en sus proximidades. Según la prensa franquista, las consecuencias de
este primer bombardeo fueron mínimas gracias “a la poca habilidad de los
pilotos, produjeron escasos perjuicios y ningún muerto que lamentar”[27].
Queipo de Llano se vanagloria de que el bombardeo fue escasamente efectivo por
la excesiva altura a la que se realizó el ataque, cuatro mil metros, provocando
solo daños en materiales y personas afectas al Gobierno de Madrid[28].
Es interesante resaltar cómo la prensa y autoridades sublevadas se burlan
cuando los republicanos no aciertan en sus objetivos, pero se lamentan y
condenan cuando los mismos ataques producen graves consecuencias en las
ciudades de retaguardia. El 30 de noviembre se realizará el segundo ataque con
tres escuadrillas, una de seis aparatos que atacará los dos aeródromos de los
alrededores de Salamanca y otra de cuatro que atacará la estación y los depósitos
próximos. Progresivamente, vemos cómo los republicanos van a lanzar más aviones
en misiones estratégicas, algo que está muy relacionado con los nuevos
suministros de materiales y personal soviéticos. El tercer bombardeo, el 18 de
diciembre, se llevará a cabo por tres aparatos del Grupo N° 12, el mismo que
había bombardeado en las anteriores ocasiones, teniendo de nuevo como objetivo
la estación de ferrocarril.
Cidoncha
señala que el 30 de octubre los primeros aviones Katiuska realizarán un
bombardeo sobre el cuartel general de Franco, aunque no se ha podido contrastar
con otra fuente[29].
Debemos resaltar que durante años posteriores estas instalaciones serán un
objetivo a batir por los republicanos. Destacar que a finales de 1936 el
cuartel, las Embajadas y los talleres ya estaban defendidos por una pieza
antiaérea Flak de 88 mm, es decir, por uno de los mejores antiaéreos que se
utilizó durante la contienda. Esto provocará que los aviones tengan que volar a
una gran altura para evitar ser derribados por los antiaéreos, algo que vemos
en el primer bombardeo de noviembre, lo que le restaba mucha precisión a la
hora de alcanzar sus objetivos.
A
los ataques a poblaciones civiles y nudos de comunicación se añadirán también
los objetivos industriales. Indalecio Prieto, ministro de Marina y Aire,
instará al jefe de las Fuerzas Aéreas a que lleve a cabo réplicas contra
importantes puntos industriales en la retaguardia insurgente por los diversos
ataques que estaban sufriendo en puntos similares de su territorio. Reconoce
que la defensa de sus zonas industriales es muy difícil por la falta de
materiales para este menester, por ello pide ataques que intenten frenar la
industria sublevada de la misma forma que la suya estaba siendo paralizada[30].
La ciudad de Burgos, en cuya provincia se hallaba parte del frente en su zona septentrional, fue atacada en una ocasión durante 1936. El 31 de agosto un avión sobrevuela la ciudad de sur a norte arrojando cuatro bombas. Las dos primeras caerán en el Cuartel de Caballería y en sus alrededores, la tercera en el Hospital de San Juan y la cuarta en el Hospital Provincial. Todas causarán daños materiales, pero serán solo las dos últimas las que produzcan consecuencias personales. En un primer momento, se contabilizarán ocho heridos y tres muertos, aunque poco tiempo después la cifra de heridos sobrepasará la decena y la de víctimas mortales llegará a los seis individuos, entre ellos un soldado, dos enfermeros del Hospital Provincial y tres civiles. El bombardeo de los hospitales provocará aireadas protestas de las autoridades sublevadas, llevando el asunto hasta algún periódico británico[31]. El ataque pudo ser deliberado o se buscaban otros objetivos, lo que está claro es que los bombardeos de hospitales, que tienen poco de objetivo militar, no van a acabar en Burgos. Según Cidoncha, hubo otro bombardeo el 4 de septiembre perpetrado por la Escuadrilla España de Malraux, aunque no se han encontrado más fuentes al respecto[32].
En cuanto a los objetivos, muchos de ellos se establecían a partir de informes de evadidos. Estos conocían, aproximadamente, los lugares de importancia de las ciudades de la retaguardia sublevada, incluyendo los aeródromos, desde donde se hacían muchos de los raids que atacaban territorio republicano.
Destacar
que el bando franquista hará frente a esta primera ofensiva aérea republicana
mediante disposiciones que buscaban la protección de la población civil propia[33].
La construcción de refugios, la disposición de piezas antiaéreas y el dictado
de normas en caso de bombardeo serán promovidas por las distintas instituciones
rebeldes, intentando asegurar de este modo la seguridad de sus civiles[34].
Al
igual que los republicanos, los insurgentes no solo se preocuparán de las vidas
humanas sino también del patrimonio material amenazado por los ataques aéreos.
En
este sentido, el jefe de las fuerzas aéreas franquistas, Kindelán, enviará un
informe realizado por varios arquitectos leoneses al Generalísimo para la
protección de las vidrieras de la catedral de León. El informe realizado expone
el gran valor de estas piezas y propone que se desmonten y guarden en un lugar
seguro, ya que dispuestas en su sitio no se puede asegurar su conservación[35].
Propaganda
Estos
bombardeos se alternarán con proclamas de la prensa republicana estableciendo
que sus aviones no bombardeaban poblaciones abiertas, mientras los insurgentes
sí que lo hacían. No obstante, no será esta la única opinión que encontramos en
la zona republicana, sino que hubo otros periódicos que pidieron al Gobierno
que se ejercieran represalias mediante el bombardeo de los barrios burgueses y
edificios oficiales de ciudades de retaguardia como Burgos, Valladolid o
Salamanca. La justificación es simplemente que la guerra es la guerra, es
decir, los bombardeos sobre población civil se ven explícitamente como parte de
los actos bélicos[36].
Esto se completa con la justificación de la venganza para llevar a cabo este
tipo de acciones, como se observa perfectamente en el titular del periódico
Solidaridad Obrera: “Ojo por ojo, diente por diente. Como represalia al
bombardeo fascista (se refiere al bombardeo del 5 de noviembre de Alicante),
nuestra Aviación ha bombardeado, con gran eficacia, a Palma de Mallorca”[37].
Por
otro lado, los bombardeos republicanos serán condenados por los insurgentes
como ataques contra la población civil indefensa. Es interesante la campaña que
realiza el General Queipo de Llano desde sus locuciones por la radio instalada
en la Comandancia Militar de Sevilla. El 8 de agosto critica el bombardeo de
ciudades como Aranda de Duero y Burgo de Osma, estableciendo que la aviación
republicana “no hace(n) más que cometer disparates” y señalando “¡Qué valientes
son los marxistas!”[38].
Ironiza
en otra de sus locuciones sobre las protestas de los republicanos sobre los
bombardeos de Madrid, mientras que se vanagloriaban poco después de ataques a
poblaciones civiles sublevadas[39].
En relación con la disposición del concepto de “población” en algunos partes republicanos, hay que destacar que la cuestión del lenguaje va a ser una de las tareas más importantes que se van a exponer a la hora de informar sobre los bombardeos. La utilización del término “eficaz”, por ejemplo, va a ser muy frecuente para referirse a que el objetivo de las bombas se ha cumplido, llevando implícito el significado de que con este bombardeo no se quería atacar a la población civil sino solo a un objetivo militar dentro de ella.
Otro
de los conceptos utilizados va a ser el de “humanidad” o “humano”, promoviendo
los sublevados ser baluartes de lo humano y procurando que al enemigo se le
establezca como lo contrario, es decir, lo inhumano. Esta acción pretendía
obtener la superioridad moral que significaba que el enemigo realizase acciones
inhumanas o bárbaras, como los bombardeos aéreos sobre poblaciones abiertas e
indefensas, mientras que la aviación propia respetaba a los civiles y solo
atacaba objetivos militares. Por ello, la prensa sublevada hablará de algunos
bombardeos contra sus ciudades como “salvaje atentado (…) que vulnera los más
elementales deberes de humanidad y del derecho de gentes”[40],
realizados por “la barbarie marxista — para la que no existen ni derechos
humanos (…)”[41] o por “sicarios sin nociones (…) de humanidad”[42].
Por otro lado, el concepto de población abierta va a ser extensamente utilizado por ambos bandos, creándose muchas veces confusión en su empleo. En origen una población abierta es aquella que el otro bando ha dejado de defender y, por lo tanto, se la entrega al enemigo con el acuerdo implícito de que este deje de atacar la ciudad.
Asimismo, posteriormente se le dará una acepción nueva que se refiere a que una población abierta sería aquella que no posee defensas para protegerse de los ataques del adversario, es decir, aquella que no participa (entiéndase esto como algo teórico y que no se puede aplicar para ninguna ciudad en el periodo de la guerra total) en el conflicto bélico. Con el anterior significado este concepto ya será utilizado dentro de la Conferencia de Bruselas del 27 de agosto de 1874, donde se especifica que las ciudades abiertas no pueden ser atacadas ni bombardeadas, al igual que las ciudades que no estén defendidas, afirmación que nos llevaría al segundo significado del concepto[43].
Posteriormente, otras declaraciones y reglamentos de la guerra condenarán y prohibirán estos ataques, poniendo cada vez más énfasis en los bombardeos aéreos a medida que nos acerquemos a la Primera Guerra Mundial.
Conclusiones
Durante
1936, los republicanos realizaron una ofensiva aérea sobre la retaguardia
castellana y leonesa gracias a que gozó, primero, de una pequeña superioridad
aérea en el frente centro y, después, de aparatos que podían operar de forma
casi autónoma y con menor riesgo de ser derribados. A lo largo de los primeros
meses de la guerra, parece que los republicanos no tuvieron un plan estratégico
que contemplara el ataque de las posiciones rebeldes alejadas del frente, sino
que la desorganización reinante provocaría que establecieran objetivos a corto
plazo para aplastar el golpe cuanto antes.
La
llegada de los aviones alemanes e italianos al frente centro frenó esta
tendencia, que se unió al descenso de personal y material de las fuerzas aéreas
republicanas y que no se resolvió hasta la llegada del material soviético en
octubre de 1936.
Como ya hemos visto a lo largo de todo el texto, la existencia de objetivos militares en las posiciones de retaguardia provocaba que fuesen bombardeadas por los aviones republicanos que intentaban de este modo interrumpir la normal fluidez de la sociedad del territorio insurgente. Sin embargo, es evidente que los republicanos no buscaban solo objetivos militares, sino que intentaban mostrar a la población el riesgo de adherirse al golpe. De este modo, la presencia de aviones republicanos en las posiciones de retaguardia recordaba a los individuos que la superioridad militar del Gobierno de Madrid provocaría la derrota de los sublevados y la consiguiente vuelta a la normalidad institucional instaurada hacía seis años. En este sentido, los bombardeos proponían la desmoralización del enemigo a base del terror que significaba poder ser atacados en cualquier momento y sin que ello pudiera evitarse de una manera eficaz. Veamos lo que señala el periódico republicano El bien público sobre un bombardeo en Valladolid:
“El pánico se apoderó de la población civil, fue enorme. Nuestros aparatos causaron destrozos en los citados edificios (el cuartel general y despachos de mando sublevados) y al cabo de poco tiempo se captaron desesperadas llamadas de socorro dirigidas a Burgos. Las llamadas eran lanzadas debido al atolondramiento, en lenguaje corriente y no en clave, razón por la cual, fueron captadas por todo el mundo”[44].
Leyendo
este texto nos damos cuenta de que el pánico creado tras un bombardeo en la
población y las autoridades son un objetivo y, por tanto, es considerado como
un éxito cuando se cumple. Este efecto no se producía solamente cuando el avión
se encontraba en la ciudad, sino que el miedo se extendía durante mucho más tiempo,
acrecentado en las numerosas ocasiones en las que sonaba la alarma de aviso,
pero no se producía ningún bombardeo.
La
guerra total iniciada durante la Primera Guerra Mundial implicará la total
mimetización de las estructuras sociales y económicas con el conflicto bélico.
Esto otorgará al Estado una gran capacidad militar y de producción que
implicará la creación de un poder destructivo nunca visto hasta entonces. Esta
implicación de la población civil no será en balde, y tendrá como principal
consecuencia su transformación en objetivo militar permanente para el enemigo.
Los civiles no serán respetados como tales, sino que se convertirán en piezas
de un engranaje que permite al enemigo continuar con la guerra. Por tanto, los
bandos contendientes procurarán crear una fuerza aérea que les permita atacar
una y otra vez a la retaguardia enemiga, aunque normalmente se establezca que
solo se tienen objetivos militares. Este hecho es el que vamos a observar en
los dos contendientes durante la guerra civil española.
Fuente:
https://www.academia.edu
[1] Severiano DELGADO, Mari Luz DE PRADO y Santiago M. LÓPEZ: “La Guerra Civil en Castilla y León: ensayo general para la dictadura franquista”, en Pasado y Memoria, 8 (2009), pp. 117-119.
[2] Presidencia de la Junta de Defensa Nacional, “Decreto número 138 – Nombrando jefe del Gobierno del Estado Español al Excelentísimo Sr. General de División don Francisco Franco Bahamonde, quien asumirá todos los poderes del nuevo Estado” (Burgos, 29 de septiembre de 1936), Boletín Oficial del Estado del 30 de septiembre de 1936.
[3] Severiano DELGADO, Mari Luz DE PRADO y Santiago M. LÓPEZ: “La Guerra Civil en Castilla…”, p. 122-123. Utilizaré a partir de este momento esta denominación de la época para referirme a la zona sublevada que incluye las provincias de Salamanca, León y Zamora —la región de León— y Ávila, Burgos, Logroño, Palencia, Santander, Segovia, Soria y Valladolid —la región de Castilla la Vieja—.
[4] Utilizaré a partir de este momento esta denominación de la época para referirme a la zona sublevada que incluye las provincias de Salamanca, León y Zamora —la región de León— y Ávila, Burgos, Logroño, Palencia, Santander, Segovia, Soria y Valladolid —la región de Castilla la Vieja—.
[5] General Vicente ROJO
LLUCH (10 de mayo de 1937), Archivo Fundación Indalecio Prieto (AFIP), Carpeta
15, Legajo 1504.
[6] Luís ROMERO BASART:
La Guerra en España o Asesinato de los Españoles: 1936 a 1939, Valencia (Venezuela),
s.n., 1958, pp. 22-23.
[7]
Tami Davis BIDDLE: Rethoric and reality in air warfare. The
evolution of british and american ideas about strategic bombing, 1914-1945,
Princeton, Princeton University Press, 2004, pp. 35- 40.
[8] Escuela Popular del
Estado Mayor, “Aviación 2ª Conferencia. Tema: Necesidad de la independencia
orgánica de la Aviación” (27 de junio de 1937), Archivo General Militar de
Ávila (AGMAV), C. 277, 4, 10 / 132.
[9] AGMAV, Carpeta 2216,
1, 2/ 1 (Barcelona, 13 de noviembre de 1937) y AFIP, C. 15, L. 1506.
[10] Eran utilizados a una altura de mil metros, cuando sus condiciones óptimas de vuelo y combate se encontraba a cuatro mil metros. En Carlos Saiz CIDONCHA: Aviación republicana. Historia de las fuerzas aéreas de la República Española (1931-1939), Tomo 1, Madrid, Almena Ediciones, 2006, p. 250.
[11] “Hasta que llegaron
al frente de Madrid los cazas italianos Fiat, tuvimos el dominio del aire. Este
dominio era tan absoluto que el servicio de vigilancia en la sierra lo hacíamos
con un solo caza, que era suficiente para impedir a los fascistas las
incursiones (…)”. En Ignacio HIDALGO DE CISNEROS: Cambio de rumbo, Volumen 2,
Barcelona, Editorial Laia, 1977, p. 197.
[12]
Carlos SAIZ
CIDONCHA: Aviación republicana…, p. 274.
[13]
Esto no era
culpa solo del cansancio de los pilotos, sino también de la poca preparación de
estos e, incluso, del poco mantenimiento de los aeródromos. En Michael ALPERT: The Republican Army in the Spanish Civil War,
1936-1939, Cambridge, Cambridge University Press, 2013, p. 236.
[14] Carlos SAIZ CIDONCHA: Aviación republicana…, p. 305.
[15]
Justo MIRANDA y Paula de MERCADO: World Aviation in Spain (The
Civil War) 1936-1939: American and soviet airplanes, Madrid, Sílex Ediciones,
1988, pp. 255-258.
[16]Escuela Popular del
Estado Mayor, “Clase de Aviación. Táctica. 7ª y 8ª Conferencia» (27 de junio de
1937), AGMAV, C. 277, 4, 10 / 124 y Jefe de las Fuerzas Aéreas, “Misiones
generales de la Aviación”, (27 de septiembre de 1937), AGMAV, C. 255, 5, 2 /2.
[17] Luís Romero BASART:
La Guerra en España…, pp. 30-31.
[18]
James S. CORUM: “The Spanish Civil War: Lessons Learned and
Not Learned by the Great Powers”, en The Journal of Military History, 62
(1998), pp. 329-331.
[19]Coronel jefe del
Estado Mayor del IV Cuerpo de Ejército, “Relación de las localidades de este
cuerpo de ejército que han sufrido bombardeos aéreos con expresión de la fecha
de los mismos” (26 de junio de 1937), AGMAV, C. 1463, 29 / 19 y 20 y Oficina de
Información de la Jefatura de la Aviación Militar (2 y 3 de agosto de 1936),
AGMAV, C. 2218, 3, 2 / 3 y 12.
[20]Josep Maria SOLÉ I
SABATÉ y Joan VILLARROYA: España en llamas. La Guerra Civil desde el aire,
Madrid, Ediciones Temas de Hoy, 2003, pp. 31-32.
[21]
Tami Davis BIDDLE: Rethoric and reality…, p. 78.
[22] Josep Maria SOLÉ I
SABATÉ y Joan VILLARROYA: España en llamas…, p. 25.
[23] Jefatura Aviación
Militar, “Boletín de información Nº 40”, AGMAV, C. 2218, 3, 2 / 24 y Jefatura Aviación
Militar, “Boletín de información Nº 88”, AGMAV, C. 2218, 3, 2 / 85.
[24] Hoja Oficial de la
Provincia de Barcelona, 3 de agosto de 1936.
[25] En las fotografías
aparece afectado por una bomba el Instituto de Segunda Enseñanza y por metralla
el acueducto romano. “Destrozos en edificios de Segovia por bombardeos
republicanos” (8 de agosto de 1936), Biblioteca Nacional, GC-CAJA/104/3/2 y 3.
[26] “Telegramas Miranda de Ebro – Burgos y Valladolid” (18, 20 y 21 de septiembre de 1936), AGMAV, 1463, C. 8 / 4, 6 y 7 Comandancia Militar de Miranda de Ebro, “Relación de las localidades de esta Comandancia Militar que han sido bombardeados por la aviación roja, con expresión de la fecha y víctimas y daños causados” (13 de junio de 1937), AGMAV, C. 1463, 29 / 6.
[27] “Los partes
oficiales”, La Falange: Órgano en Extremadura de Falange Española de las
J.O.N.S., 16 de noviembre de 1936.
[28] “La charla radiada anoche por el General Queipo de Llano”, Diario de Córdoba, 16 de noviembre de 1936.
[29] Carlos Saiz CIDONCHA:
Aviación republicana…, p. 304.
[30] Indalecio PRIETO, “Telegrama oficial del Ministro de Marina y Aire al Jefe Fuerzas Aéreas” (22 de diciembre de 1936), AFIP, C. 15, L. 1506.
[31] “The rebel capital
raided” (septiembre de 1936), AGMAV, 2150.
[32] Carlos Saiz CIDONCHA:
Aviación republicana…, p. 240.
[33] General FRANCO, “General
Franco a Queipo”, AGMAV, C. 2543, 329, 3.
[34] Un ejemplo de ello
son las disposiciones que acuerda el Gobierno civil de Burgos para la capital
de su demarcación, después del bombardeo de un avión republicano. En Gobierno
civil de Burgos, “Instrucciones para prevenirse de posibles ataques aéreos” (4
de agosto de 1936), Archivo Municipal de Burgos, 15-1477.
[35] KINDELÁN (31 de mayo
de 1937), AGMAV, C. 2320, 40, 1 / 1 y Junta Técnica (mayo de 1937), AGMAV, C.
2320, 40, 1 / 2, 3 y 4.
[36] Editorial de La
Batalla cit. en Solidaridad Obrera, 12 de diciembre de 1936.
[37] “Ojo por ojo, diente
por diente”, Solidaridad Obrera, 12 de noviembre de 1936.
[38] “Hay que acabar con
la aviación marxista”, Guión, 8 de agosto de 1936.
[39] “Habla Queipo de
Llano”, El Defensor de Córdoba, 2 de diciembre de 1936.
[40] “Valladolid, la
ciudad mártir”, El Diario Palentino, 4 de agosto de 1936.
[41] Ibíd.
[42] “Telegrama de Logroño a Burgos” (1 de septiembre de 1936), Archivo Municipal de Burgos, 15-1477.
[43]
International Committee of the Red Cross, “Project of an
International Declaration concerning the Laws and Customs of War, Sieges and
bombardments - Art. 15” (27 de agosto de 1874). Disponible en: http://www.icrc.org/applic/ihl/ihl.nsf/ART/135-70015?OpenDocument
[44] “Bombardeo de
Valladolid”, El bien público, 31 de octubre de 1936