20 de agosto de 2021

LOS BOMBARDEOS DEL BANDO GUBERNAMENTAL EN CASTILLA LA VIEJA Y EL REINO DE LEÓN DURANTE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA: EL TERROR EN LA RETAGUARDIA INSURGENTE DURANTE EL AÑO 1936

 


 

Por Juan Boris Ruiz Núñez

 

Introducción

 

El origen de esta comunicación se encuentra en una investigación que estoy realizando sobre los bombardeos realizados por los republicanos en la retaguardia de Castilla la Vieja y el Reino de León durante la guerra civil española. En las siguientes páginas intentaré mostrar las líneas que estoy siguiendo en este proyecto, evitando profundizar para ajustarme a la extensión previamente establecida.

 

El ámbito geográfico en el que me voy a centrar va a ser el ya mencionado territorio de Castilla la Vieja y antiguo reino de León. La razón de escoger esta zona es la lejanía con el frente, relativamente como luego veremos, lo que permite estudiar mejor el fenómeno de los bombardeos sobre ciudades abiertas.

 

La sublevación de este territorio se produjo de una manera fluida en comparación con otras zonas peninsulares. Generalmente, unos días antes del golpe se acuartelaba a las tropas y durante los días 18 por la tarde y 19 por la mañana los conspiradores tomaban el control del cuartel, deteniendo rápidamente a todos aquellos que no apoyaban la rebelión. En el momento en que consideraban oportuno, los militares a cargo de la insurrección lanzaban la tropa a la calle y proclamaban el bando de declaración del estado de guerra, tomando a continuación los lugares estratégicos de sus respectivas ciudades. Normalmente, los militares iniciaban tiroteos con grupos de obreros armados, pero los enfrentamientos siempre terminaban con estos últimos vencidos.

 

Tras haber tomado el control, los insurgentes nombraban nuevas autoridades y comenzaban a preparar la ofensiva sobre Madrid, punto vital en el diseño del golpe de estado. No obstante, tras iniciar la ofensiva, estas tropas serán frenadas a la altura de las sierras de Gredos, Guadarrama y Somosierra, donde los republicanos se habían hecho fuertes. Durante todo el mes de julio, las columnas móviles de ambos bandos combatieron en estos puntos, situados al sur de la provincia de Ávila y al este de la de Segovia, llegando a producirse avances tan importantes como el de la columna republicana Mangada que llegó hasta las inmediaciones de Ávila pero se retiró sin realizar ningún ataque sobre la ciudad[1].

 

No obstante, los frentes de batalla ocuparán poco territorio del área tratada, lo que daba suficiente espacio a los sublevados para establecer gran parte de sus instituciones y órganos de mando provisionales, que desparecerían cuando cayera Madrid. Con este objetivo se asentó en Burgos la Junta de Defensa Nacional el 24 de julio de 1936, presidida por Cabanellas, y que dirigió las distintas operaciones del bando sublevado en los primeros meses de la guerra. La decisión más importante de la Junta será la proclamación del General Franco como jefe de Gobierno del Estado y Generalísimo de todos los ejércitos el 29 de septiembre del mismo año, lo que provocó la desaparición de la Junta de Defensa Nacional y la concentración de todos los poderes en la figura de Franco. De este modo, se produce una ruptura con el sistema republicano y se comienza a construir una estructura administrativa que se aplicará en todos los territorios controlados por los sublevados[2].

 

En otra capital de provincia, Valladolid, se establecerá el cargo de gobernador general que se encargaba de inspeccionar las administraciones de las distintas provincias ocupadas y de coordinar a los gobernadores civiles con las autoridades competentes de cada región ocupada al Gobierno republicano. Por otro lado, Valladolid se convirtió en la capital política del nuevo régimen, concentrándose en ella las nuevas fuerzas políticas, sobre todo Falange, que luego darán lugar a FET de las JONS en abril de 1937.

 

Por otro lado, en Salamanca se instaló el cuartel general del Generalísimo, que cumplía las funciones de Gobierno militar-político de la zona franquista, hasta que el jefe de Estado decidió trasladar su residencia a Burgos en octubre de 1937. En ella también se instalaron las distintas delegaciones internacionales y los mandos militares alemanes e italianos[3].

 

Todas estas instituciones se convertirán en objetivo de bombardeo para los republicanos, aunque no serán el único fin que busque el Gobierno de Madrid al atacar estas ciudades.

 

Apuntes técnicos

 

Esta comunicación se va a centrar en los bombardeos realizados sobre poblaciones, por lo que se han descartado todos aquellos que tuvieron como objetivo los frentes y los aeródromos. Dentro de este tipo de ataques, el estudio irá dirigido tanto a los bombardeos que especificaban que atacaban objetivos militares como a aquellos que disponían ataques contra las ciudades de forma global, para intentar dilucidar los distintos aspectos que caracterizaban a estos bombardeos.

 

En primer lugar, señalar que la mayoría de aviones de bombardeo republicanos se dedicaron al apoyo del Ejército de Tierra en los frentes, sin olvidar la defensa que proferían a la Marina, sobre todo con el objetivo de que los suministros que provenían del extranjero llegaran a algún puerto leal y dirigirlos a los extenuados frentes y ciudades de retaguardia.

 

Sin embargo, nada más producirse el golpe de Estado, los republicanos utilizaron su contingente de bombarderos para atacar aquellas ciudades que se habían sublevado contra la República. Son el caso de Zaragoza, Huesca, Melilla o Albacete, bombardeadas para infundir miedo a los insurgentes y que de esta manera se rindieran al Gobierno de Madrid.

 

En este sentido, desde el principio los bombarderos republicanos van a realizar ataques sobre distintas poblaciones de la retaguardia de Castilla la Vieja y León[4] que serán objetivos de los ataques aéreos republicanos durante toda la guerra, aunque a medida que avance la contienda estos irán disminuyendo. Estos bombardeos eran dirigidos normalmente por el Estado Mayor del Aire, que probablemente gozaba de suficiente autonomía como para organizar sus propias misiones en la retaguardia enemiga. De este asunto se quejaba el General Rojo en un informe sobre la situación de la guerra durante septiembre de 1937, donde increpa a la Aviación por su independencia, poca puntualidad y su poca visibilidad ante la Infantería[5]. Otra certificación de este hecho lo corrobora el testimonio del aviador Luís Romero Basart, que establece que él y el Coronel Douglas, máximo responsable de aviación enviado por la URSS, rompieron una orden del ministro de Marina y Aire y decidieron realizar la acción que ellos creían conveniente[6].

 

La cuestión de la independencia del Arma del Aire supuso un fuerte debate en los ejércitos modernos a partir de la Primera Guerra Mundial. En el caso de los ingleses, los bombardeos alemanes sobre Londres provocaron la creación de la RAF[7]. La irrupción de la aviación como elemento esencial en el conflicto bélico, va a tener como consecuencia su disposición como un arma más del ejército nacional en sus respectivos países. La importancia era tal que se pensaba que solo con la actuación de la aviación se podría llegar a la victoria frente al enemigo.

 

Estas teorías, promovidas entre otros por Douhet, llegaron al bando republicano, donde se enseñaba en la Escuela Popular del Estado Mayor la importancia de esta arma que “puede por sí sola obtener la decisión de una victoria”[8]8. En este sentido, la creación de la Subsecretaría del Aire el 6 de septiembre de 1936 por el Gobierno de la República española se introduce dentro de este contexto. El siguiente paso consistió en la creación del Arma del Aire el 14 de mayo de 1937 que gozaría de más autonomía de la que había tenido la estructura anterior[9].

 

Antes de la llegada de los aviones Tupolev SB-Katiuska entre el 15 y el 21 de octubre de 1936, el Gobierno de Madrid, a través de la Subsecretaría de Aviación, contaba con dos escuadrillas de bombardeo, la Escuadrilla España, dirigida por André Malraux, y la Internacional, encabezada por el Capitán Antonio Martín-Luna, para llevar a cabo sus acciones estratégicas en la zona centro. Ambas unidades tenían a los Potez Po-54 como aparatos de bombardero, caracterizados por su lentitud, su mal equipamiento y por ser erróneamente utilizados[10]10, aunque lograron realizar importantes misiones durante el periodo crítico antes de la llegada de los aviones de la Unión Soviética.

 

También poseían cada una de ellas de un avión Marcel Bloch 210, avión de origen francés y que fueron sustituidos en sus cometidos de bombardeo tras la llegada de los Katiuska. Ambos bombarderos polimotores fueron utilizados escasamente en misiones estratégicas, puede que, por la penuria de las bombas necesarias, pero también por la escasa caza que podía escoltarles, lo que los hacía muy vulnerables si se adentraban demasiado en territorio enemigo.

 

Con estos efectivos se mantuvo la superioridad aérea republicana entre agosto y principios de septiembre en el frente del centro, momento en el que los sublevados empezaron a recibir material aéreo de alemanes e italianos. Sin embargo, el dominio lealista se caracterizaba por poner en el aire pocos efectivos aéreos, como señala Hidalgo de Cisneros[11], que eran suficientes para evitar que fuesen atacadas las tropas y las ciudades leales. No obstante, no se consiguió un predominio aéreo caracterizado por la capacidad de llevar a cabo ofensivas aéreas allí donde se quería, no se tenía material ni personal para ello. En palabras de Saiz Cidoncha “Y en tanto que el primer predominio aéreo republicano (…) se traducía principalmente en ataques a las fuerzas alzadas con Breguet que lanzaban bombas de 12 kilos, la superioridad actual [a partir de septiembre de 1936] del enemigo implicaba (…) proyectiles de hasta 250 y 500 kilos”[12].

 

Durante el principio de la guerra, la pérdida de aviones y efectivos humanos era alarmante por parte de los republicanos, lo que provocaba que el panorama fuera cada vez más trágico para este bando. Sin embargo, los aviones continuaron despegando continuamente y el poco personal disponible estaba extenuado, lo que provocó un alto índice de accidentes, sobre todo en los aterrizajes, y su consecuente desastre humano y material[13].

 

Todo cambió a partir de octubre de 1936, cuando llegaron a España 31 bombarderos soviéticos del modelo Tupolev SB-Katiuska. Con ellos se creó el 12° Grupo, aunque inicialmente estaba previsto que se incluyeran en este todos los aparatos provenientes de la URSS, comandado por un Coronel ruso, Arkadi Zlatotstieto “Gold” y por un Comandante español, Carlos Núñez Mata. En un principio, la mayoría de tripulantes procedían de la Unión Soviética, aunque las autoridades españolas iniciaron rápidamente un plan de formación de españoles para que sustituyeran progresivamente a los soviéticos. El 28 de octubre se formará la 1ª Escuadrilla de Katiuska, llamada Konsomol, formada por una tripulación mixta de soviéticos y españoles, aunque con predominio de los primeros, y situada en el aeródromo de Los Llanos (Albacete), aunque rápidamente fue trasladada al aeródromo del Tomelloso (Ciudad Real) que tenía un carácter secreto.

 

Pronto se formaron otras dos escuadrillas, de componente mixto, que se instalaron una en La Torrecica y la otra en Los Llanos[14].

 

Este modelo de avión intentaba cumplir la utopía de construir un bombardero más rápido que los cazas y que, por tanto, no necesitara de escolta para realizar sus misiones. En este sentido, los bombarderos Katiuska alcanzaban velocidades que superaban a los primeros cazas de los sublevados, aunque no con los modernos aviones que traerán los alemanes (nos referimos a los Messerschmitt Bf 109). No obstante, los insurgentes desarrollaron tácticas para combatir a estos aparatos de bombardero rápido: conseguían los objetivos de los bombarderos a partir de los sistema de inteligencia y/o los esperaban en la línea del frente, en aquel lugar por el que habían calculado que iban a retornar a territorio leal después del bombardeo, atacándoles cuando la tripulación ya estaba relajada después del extenuante ataque[15]. Asimismo, descubrieron su punto débil: los depósitos de combustible estaban mal protegidos y estallaban rápidamente con pocos impactos.

 

Aclarar que en julio de 1937 se procederá a una reestructuración de los grupos de bombardero por la llegada de más aviones Katiuska en el barco Aldecoa. A partir de este momento, se forma la 5ª Escuadra de Bombardeo, donde se incluye el 24º Grupo, en el que estarán encuadrados los bombarderos rápidos soviéticos formando parte de cuatro escuadrillas, desapareciendo el 12º Grupo.

 

Aunque antes ya se habían realizado, la llegada de estos aviones permitió al bando republicano aumentar sus misiones estratégicas, es decir, aquellas dirigidas contra la retaguardia franquista. Su alcance, 1446 km o cinco horas de vuelo, y su velocidad, más de cuatrocientos km/h de máxima y alrededor de doscientos cincuenta km/h de crucero, los hacían los aparatos más aptos para los objetivos estratégicos situados a cientos de kilómetros del frente. La idoneidad de estos aviones se vio truncada por la mala utilización que hicieron de ellos los mandos republicanos, ya que fueron dirigidos contra objetivos muy dispersos en vez de juntar todos sus esfuerzos en objetivos concretos.

 

Una de las razones de la dispersión era que de este modo la respuesta de los cazas sublevados era más difícil, lo que reducía la pérdida de personal y material. Sin embargo, esto provocó que los bombarderos se utilizaran en cientos de misiones peligrosas para alcanzar objetivos secundarios o terciarios, lo que muchas veces provocaba las críticas de distintas autoridades. En teoría, establecida en documentos como las conferencias sobre clase de aviación en táctica realizadas en la Escuela Popular del Estado Mayor o en las misiones generales establecidas para el 24° Grupo, se determinaba que el objetivo era llevar a cabo misiones masivas sobre pocos objetivos para obtener un mayor resultado[16]. El debate sobre la estrategia se extenderá a las altas esferas de la aviación republicana, produciéndose una interesante discusión entre Ignacio Hidalgo de Cisneros e Indalecio Prieto sobre la cuestión de atacar objetivos principales de forma masiva y evitar así dispersar las fuerzas. Señala Prieto que esa sería la estrategia a seguir, a lo que Cisneros le contesta que sí es la directriz a alcanzar, pero que otro de los objetivos a alcanzar es evitar que el enemigo se acostumbre a los bombardeos, lo que haría desaparecer el efecto moral de estos, por lo que no siempre habría que bombardear el mismo objetivo. Asimismo, aduce a la falta de medios, por lo que hay que evitar misiones arriesgadas que pongan en peligro parte de la flota, y a las pocas ocasiones en los que los republicanos han tenido la ofensiva en el aire.

 

La ayuda soviética permitió al bando republicano plantar cara a los aviones italianos y alemanes que amenazaban con conseguir la superioridad aérea en toda la península. Sin embargo, la gran cantidad de personal y material enviados por la URSS provocó que los soviéticos poseyeran un gran poder dentro de las Fuerzas Aéreas de la República española. En el campo que nos ocupa, el de los bombarderos, ocuparon los puestos más importantes de las escuadrillas, gracias a sus conocimientos sobre los aparatos suministrados. Este hecho lo relatan algunos documentos, como un artículo escrito por el Coronel Luís Romero Basart en el que señala que, en una conversación con Ignacio Hidalgo de Cisneros, este le comenta que él no “pinta nada” en las operaciones de la batalla de Brunete y que es el Coronel Montenegro, militar soviético, el que dirige las mismas[17]. El predominio de los soviéticos en muchas de las batallas y en los altos cargos de las Fuerzas Aéreas de la República española provoca que no sepamos con exactitud quién dirigía en muchas ocasiones a la aviación republicana.

 

Como ya han demostrado numerosos estudios, la ayuda de la URSS a la República no fue ni mucho menos gratuita, lo que desmonta el mito de la ayuda desinteresada que habrían hecho los soviéticos durante la guerra civil. A esto se le añaden los intereses que tenía la Unión Soviética en probar su nuevo material de guerra y entrenar a su personal mediante acciones de guerra reales. En este sentido, la URSS había comenzado un plan de rearmamento que le había llevado, en los años treinta, a la construcción de la flota de bombarderos estratégicos más grande del mundo, con entre trescientos y cuatrocientos aparatos TB-30. Esto, unido a la importancia teórica que daban los expertos rusos a los bombardeos estratégicos, que también abogaban por la concentración de todas las fuerzas aéreas en un mismo punto y al mismo, hace sospechar que en España debieron de probar la eficacia de esta estrategia. No sabemos hasta qué grado los bombardeos estratégicos realizados por los republicanos durante la guerra civil fueron dirigidos y decididos por los soviéticos, con o sin la aprobación de los españoles, pero sí que su influencia en la Aviación se lo hubiera permitido.

 

Por ello resulta poco comprensible que Stalin decidiera realizar una purga entre todos aquellos oficiales y pilotos que habían participado en el conflicto bélico español justo antes y durante el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Esto dejó a su aviación sin cuadros inmediatos que pudieran hacer frente a los aparatos alemanes e inutilizó la experiencia que se había adquirido durante la guerra civil en el combate contra las potencias del Eje[18].

 

Comienzan los bombardeos

 

Antes del lanzamiento de bombas, la aviación leal al Gobierno de Madrid será utilizada para misiones de reconocimiento en la zona de Castilla la Vieja y León. Es muy interesante analizar cómo la utilización de los distintivos y banderas va a ser también una acción muy importante durante el conflicto bélico. En un reconocimiento realizado el 21 de julio de 1936, una patrulla republicana divisó en Ávila seis camiones y una compañía que, en una primera pasada, corrieron a esconderse, y cuando el avión volvió a pasar a su altura por segunda vez, sacaron la bandera republicana.

 

Posteriormente, parece que los republicanos también utilizaron la bandera de la aviación franquista para bombardear posiciones sublevadas, apareciendo este hecho en varios informes del bando insurgente.

 

El primer objetivo reseñable al que tenemos que referirnos es Aranda de Duero (Burgos). Esta ciudad se convirtió en el centro principal para las milicias y tropas insurgentes que venían tanto de Navarra como del centro de Castilla, con el objetivo de dirigirse hacia Madrid. Dada su importancia como centro de comunicaciones entre los territorios sublevados, los republicanos van a bombardearla entre ocho y nueve veces durante los meses de julio y agosto de 1936. Normalmente, se establece en los partes republicanos que los objetivos se centraban en la vía férrea y la estación para intentar destruir vagones que transportaran tropas o material bélico[19].

 

Alrededor de la ciudad de Aranda, también fueron bombardeados algunos de sus pueblos. Destacar el bombardeo de Fuentespina (Burgos) el 19 de diciembre, donde se arrojaron cuatro bombas, cayendo tres en el campo antes del pueblo y una en el mismo, siendo todas ellas de gran potencia. El ataque provocó la muerte de tres niños y varios heridos entre la población civil, algo que contrasta con las pocas consecuencias personales que habían tenido los bombardeos en Aranda de Duero. El pueblo se encuentra al lado de la carretera de Burgos-Madrid, lo que le confiere un carácter estratégico, pero no posee ninguna estación de ferrocarril. De la ruta realizada por el avión deriva que otro de sus objetivos era realizar un reconocimiento de las comunicaciones terrestres en la retaguardia sublevada, entre Madrid-Burgos-Soria.

 

Probablemente, el avión vería alguna concentración de personas en el pueblo, decidiendo atacarlas con las bombas que poseía, pasando luego a realizar su misión de reconocimiento. El otro pueblo bombardeado en las cercanías de Aranda fue Vadacondes, atacado el 12 de agosto de 1936, sin ocasionar ninguna víctima.

 

Las capitales de provincia de la zona no se librarán de los ataques y serán bombardeadas en numerosas ocasiones. En primer lugar, nos referiremos a Valladolid.

 

El primer bombardeo del que tenemos constancia se realizó el 3 de agosto de 1936, teniendo como objetivo la estación de ferrocarril. El ataque lo realizó un solo avión que lanzó tres bombas, dos de ellas en la calle de la Estación y una en la del Ferrocarril. El total de víctimas fue de siete muertos, entre ellos varios niños, y varios heridos. Cabe destacar que el avión hizo varias pasadas, cayendo la segunda bomba en el mismo lugar que la primera, provocando grandes perjuicios a la gente que había ido a socorrer a los heridos de la primera pasada. Este acto denota la inexperiencia del pueblo vallisoletano ante los bombardeos, ya que lo prudente hubiera sido quedarse a resguardo hasta que el bombardeo hubiera finalizado. El 23 de septiembre se realizó otro ataque contra la estación y las fábricas aledañas a ella, provocando la muerte de una mujer y una niña.

 

El bombardeo se realizó a las 12:30, para que los obreros no estuvieran en la fábrica y no sufrieran ningún percance. Sin embargo, la población civil sufrió las consecuencias del bombardeo y dentro del sentimiento de rabia que producen este tipo de ataques, se formó una manifestación espontánea en protesta por la muerte de las dos civiles, la cual fue presidida por el General Mola[20].

 

En este sentido, este ataque aéreo sería un ejemplo de cómo los bombardeos no siempre producen una desmoralización del enemigo, sino que muchas veces provocan que la población civil se acerque a sus autoridades. Este fenómeno ya se vio en algunos bombardeos sobre poblaciones civiles de la Primera Guerra Mundial, cuando la población británica reaccionó con más deseos de mantenerse en la guerra tras sufrir los ataques aéreos alemanes[21]. No obstante, tampoco era la primera vez que se producía en la guerra civil, ya que nada más estallar el golpe, los republicanos bombardearon las posiciones sublevadas en el norte de África, entre ellas Tetuán, donde se produjo una protesta de la población, en un primer momento contra los insurgentes, pero que luego fue aprovechada por las autoridades para aglutinar a los marroquíes contra los republicanos[22].

 

Vamos viendo cómo los objetivos militares van a estar muy relacionados con la población civil, siendo esta una de las principales perjudicadas por los bombardeos, sean o no el objetivo principal del ataque.

 

En cuanto a Ávila, su situación a cuarenta kilómetros del frente la hizo muy vulnerable al ataque de los aviones enemigos, siendo bombardeada dos veces durante el mes de agosto. La primera vez, el 8 de agosto, se reconocerán los alrededores de Ávila y luego se bombardeará “un edificio grande” en la ciudad, mientras que en la segunda ocasión, el 31 de agosto, se bombardeará la “población de Ávila eficazmente”[23]. Como vemos, ambos ataques se dirigen contra la ciudad, sin establecer ningún objetivo militar en concreto. El hecho de que en este último caso se refieran en el boletín de información a la “población” incide aún más en el objetivo de atacar a los civiles, bombardeando Ávila con objeto de desmoralizarlos a ellos y a la tropa situada en la ciudad. Esto se une al hecho de que solo fuera un avión el que llevó a cabo el ataque, por lo que es menos probable que se buscaran efectos materiales y sí mantener el miedo en la población ante la posibilidad del enemigo de llevar a cabo ataques desde el aire.


La ciudad de Segovia va a estar en una situación parecida a la de Ávila, con poco más de diez kilómetros de distancia del frente que también se encontraba en parte de su provincia. El primer bombardeo que sufrirá será el 3 de agosto de 1936, provocando numerosas bajas y grandes explosiones, según la prensa republicana[24]. Los destrozos serán captados por una cámara fotográfica cinco días después del bombardeo, pudiendo ver en ellas los distintos destrozos y consecuencias materiales provocadas por las bombas y la metralla[25].

 

Si volvemos de nuevo a las ciudades más pequeñas, nos encontramos con que Miranda de Ebro sufrirá la ofensiva aérea republicana durante buena parte de 1936. Ciudad situada en el camino entre Burgos y Vitoria, suponía un importante nudo de comunicaciones y fue lugar de reunión de tropas provenientes de Castilla, Navarra, el País Vasco y la Rioja. Por ello, los ataques se dirigieron normalmente a la estación ferroviaria, donde buscaban interrumpir la circulación con Burgos, Logroño y Vitoria.

 

Durante 1936, se producen tres bombardeos en esta ciudad, contabilizándose seis heridos, entre ellos tres mujeres y dos niños, y un muerto. La destrucción no se redujo solo a objetivos militares, sino que afectó a viviendas civiles, incluso afectando también al cementerio[26]. No obstante, por lo que se estipula en los informes del bando insurgente, las bombas cayeron en objetivos militares, destrozando partes de la estación del ferrocarril, líneas telefónicas, vagones y vías férreas.

 

Otra de las ciudades agredidas será Salamanca, siendo atacada en tres ocasiones, dos en noviembre y una en diciembre. Los ataques comienzan a tener una mayor potencia de fuego gracias a la intervención de los bombarderos Tupolev SB-Katiuska, aunque en el primer ataque, del 16 de noviembre, solo se utilizaran dos de estos aparatos. Al igual que los posteriores, el objetivo de este bombardeo fue la estación de ferrocarril y los almacenes de guerra situados en sus proximidades. Según la prensa franquista, las consecuencias de este primer bombardeo fueron mínimas gracias “a la poca habilidad de los pilotos, produjeron escasos perjuicios y ningún muerto que lamentar”[27]. Queipo de Llano se vanagloria de que el bombardeo fue escasamente efectivo por la excesiva altura a la que se realizó el ataque, cuatro mil metros, provocando solo daños en materiales y personas afectas al Gobierno de Madrid[28]. Es interesante resaltar cómo la prensa y autoridades sublevadas se burlan cuando los republicanos no aciertan en sus objetivos, pero se lamentan y condenan cuando los mismos ataques producen graves consecuencias en las ciudades de retaguardia. El 30 de noviembre se realizará el segundo ataque con tres escuadrillas, una de seis aparatos que atacará los dos aeródromos de los alrededores de Salamanca y otra de cuatro que atacará la estación y los depósitos próximos. Progresivamente, vemos cómo los republicanos van a lanzar más aviones en misiones estratégicas, algo que está muy relacionado con los nuevos suministros de materiales y personal soviéticos. El tercer bombardeo, el 18 de diciembre, se llevará a cabo por tres aparatos del Grupo N° 12, el mismo que había bombardeado en las anteriores ocasiones, teniendo de nuevo como objetivo la estación de ferrocarril.

 

Cidoncha señala que el 30 de octubre los primeros aviones Katiuska realizarán un bombardeo sobre el cuartel general de Franco, aunque no se ha podido contrastar con otra fuente[29]. Debemos resaltar que durante años posteriores estas instalaciones serán un objetivo a batir por los republicanos. Destacar que a finales de 1936 el cuartel, las Embajadas y los talleres ya estaban defendidos por una pieza antiaérea Flak de 88 mm, es decir, por uno de los mejores antiaéreos que se utilizó durante la contienda. Esto provocará que los aviones tengan que volar a una gran altura para evitar ser derribados por los antiaéreos, algo que vemos en el primer bombardeo de noviembre, lo que le restaba mucha precisión a la hora de alcanzar sus objetivos.

 

A los ataques a poblaciones civiles y nudos de comunicación se añadirán también los objetivos industriales. Indalecio Prieto, ministro de Marina y Aire, instará al jefe de las Fuerzas Aéreas a que lleve a cabo réplicas contra importantes puntos industriales en la retaguardia insurgente por los diversos ataques que estaban sufriendo en puntos similares de su territorio. Reconoce que la defensa de sus zonas industriales es muy difícil por la falta de materiales para este menester, por ello pide ataques que intenten frenar la industria sublevada de la misma forma que la suya estaba siendo paralizada[30].

 

La ciudad de Burgos, en cuya provincia se hallaba parte del frente en su zona septentrional, fue atacada en una ocasión durante 1936. El 31 de agosto un avión sobrevuela la ciudad de sur a norte arrojando cuatro bombas. Las dos primeras caerán en el Cuartel de Caballería y en sus alrededores, la tercera en el Hospital de San Juan y la cuarta en el Hospital Provincial. Todas causarán daños materiales, pero serán solo las dos últimas las que produzcan consecuencias personales. En un primer momento, se contabilizarán ocho heridos y tres muertos, aunque poco tiempo después la cifra de heridos sobrepasará la decena y la de víctimas mortales llegará a los seis individuos, entre ellos un soldado, dos enfermeros del Hospital Provincial y tres civiles. El bombardeo de los hospitales provocará aireadas protestas de las autoridades sublevadas, llevando el asunto hasta algún periódico británico[31]. El ataque pudo ser deliberado o se buscaban otros objetivos, lo que está claro es que los bombardeos de hospitales, que tienen poco de objetivo militar, no van a acabar en Burgos. Según Cidoncha, hubo otro bombardeo el 4 de septiembre perpetrado por la Escuadrilla España de Malraux, aunque no se han encontrado más fuentes al respecto[32].

 

En cuanto a los objetivos, muchos de ellos se establecían a partir de informes de evadidos. Estos conocían, aproximadamente, los lugares de importancia de las ciudades de la retaguardia sublevada, incluyendo los aeródromos, desde donde se hacían muchos de los raids que atacaban territorio republicano.

 

Destacar que el bando franquista hará frente a esta primera ofensiva aérea republicana mediante disposiciones que buscaban la protección de la población civil propia[33]. La construcción de refugios, la disposición de piezas antiaéreas y el dictado de normas en caso de bombardeo serán promovidas por las distintas instituciones rebeldes, intentando asegurar de este modo la seguridad de sus civiles[34].

 

Al igual que los republicanos, los insurgentes no solo se preocuparán de las vidas humanas sino también del patrimonio material amenazado por los ataques aéreos.


En este sentido, el jefe de las fuerzas aéreas franquistas, Kindelán, enviará un informe realizado por varios arquitectos leoneses al Generalísimo para la protección de las vidrieras de la catedral de León. El informe realizado expone el gran valor de estas piezas y propone que se desmonten y guarden en un lugar seguro, ya que dispuestas en su sitio no se puede asegurar su conservación[35].

 

Propaganda

 

Estos bombardeos se alternarán con proclamas de la prensa republicana estableciendo que sus aviones no bombardeaban poblaciones abiertas, mientras los insurgentes sí que lo hacían. No obstante, no será esta la única opinión que encontramos en la zona republicana, sino que hubo otros periódicos que pidieron al Gobierno que se ejercieran represalias mediante el bombardeo de los barrios burgueses y edificios oficiales de ciudades de retaguardia como Burgos, Valladolid o Salamanca. La justificación es simplemente que la guerra es la guerra, es decir, los bombardeos sobre población civil se ven explícitamente como parte de los actos bélicos[36]. Esto se completa con la justificación de la venganza para llevar a cabo este tipo de acciones, como se observa perfectamente en el titular del periódico Solidaridad Obrera: “Ojo por ojo, diente por diente. Como represalia al bombardeo fascista (se refiere al bombardeo del 5 de noviembre de Alicante), nuestra Aviación ha bombardeado, con gran eficacia, a Palma de Mallorca”[37].

 

Por otro lado, los bombardeos republicanos serán condenados por los insurgentes como ataques contra la población civil indefensa. Es interesante la campaña que realiza el General Queipo de Llano desde sus locuciones por la radio instalada en la Comandancia Militar de Sevilla. El 8 de agosto critica el bombardeo de ciudades como Aranda de Duero y Burgo de Osma, estableciendo que la aviación republicana “no hace(n) más que cometer disparates” y señalando “¡Qué valientes son los marxistas!”[38].

 

Ironiza en otra de sus locuciones sobre las protestas de los republicanos sobre los bombardeos de Madrid, mientras que se vanagloriaban poco después de ataques a poblaciones civiles sublevadas[39].

 

En relación con la disposición del concepto de “población” en algunos partes republicanos, hay que destacar que la cuestión del lenguaje va a ser una de las tareas más importantes que se van a exponer a la hora de informar sobre los bombardeos. La utilización del término “eficaz”, por ejemplo, va a ser muy frecuente para referirse a que el objetivo de las bombas se ha cumplido, llevando implícito el significado de que con este bombardeo no se quería atacar a la población civil sino solo a un objetivo militar dentro de ella.

 

Otro de los conceptos utilizados va a ser el de “humanidad” o “humano”, promoviendo los sublevados ser baluartes de lo humano y procurando que al enemigo se le establezca como lo contrario, es decir, lo inhumano. Esta acción pretendía obtener la superioridad moral que significaba que el enemigo realizase acciones inhumanas o bárbaras, como los bombardeos aéreos sobre poblaciones abiertas e indefensas, mientras que la aviación propia respetaba a los civiles y solo atacaba objetivos militares. Por ello, la prensa sublevada hablará de algunos bombardeos contra sus ciudades como “salvaje atentado (…) que vulnera los más elementales deberes de humanidad y del derecho de gentes”[40], realizados por “la barbarie marxista — para la que no existen ni derechos humanos (…)”[41] o por “sicarios sin nociones (…) de humanidad”[42].

 

Por otro lado, el concepto de población abierta va a ser extensamente utilizado por ambos bandos, creándose muchas veces confusión en su empleo. En origen una población abierta es aquella que el otro bando ha dejado de defender y, por lo tanto, se la entrega al enemigo con el acuerdo implícito de que este deje de atacar la ciudad.

 

Asimismo, posteriormente se le dará una acepción nueva que se refiere a que una población abierta sería aquella que no posee defensas para protegerse de los ataques del adversario, es decir, aquella que no participa (entiéndase esto como algo teórico y que no se puede aplicar para ninguna ciudad en el periodo de la guerra total) en el conflicto bélico. Con el anterior significado este concepto ya será utilizado dentro de la Conferencia de Bruselas del 27 de agosto de 1874, donde se especifica que las ciudades abiertas no pueden ser atacadas ni bombardeadas, al igual que las ciudades que no estén defendidas, afirmación que nos llevaría al segundo significado del concepto[43].

 

Posteriormente, otras declaraciones y reglamentos de la guerra condenarán y prohibirán estos ataques, poniendo cada vez más énfasis en los bombardeos aéreos a medida que nos acerquemos a la Primera Guerra Mundial.

 

Conclusiones

 

Durante 1936, los republicanos realizaron una ofensiva aérea sobre la retaguardia castellana y leonesa gracias a que gozó, primero, de una pequeña superioridad aérea en el frente centro y, después, de aparatos que podían operar de forma casi autónoma y con menor riesgo de ser derribados. A lo largo de los primeros meses de la guerra, parece que los republicanos no tuvieron un plan estratégico que contemplara el ataque de las posiciones rebeldes alejadas del frente, sino que la desorganización reinante provocaría que establecieran objetivos a corto plazo para aplastar el golpe cuanto antes.

 

La llegada de los aviones alemanes e italianos al frente centro frenó esta tendencia, que se unió al descenso de personal y material de las fuerzas aéreas republicanas y que no se resolvió hasta la llegada del material soviético en octubre de 1936.

 

Como ya hemos visto a lo largo de todo el texto, la existencia de objetivos militares en las posiciones de retaguardia provocaba que fuesen bombardeadas por los aviones republicanos que intentaban de este modo interrumpir la normal fluidez de la sociedad del territorio insurgente. Sin embargo, es evidente que los republicanos no buscaban solo objetivos militares, sino que intentaban mostrar a la población el riesgo de adherirse al golpe. De este modo, la presencia de aviones republicanos en las posiciones de retaguardia recordaba a los individuos que la superioridad militar del Gobierno de Madrid provocaría la derrota de los sublevados y la consiguiente vuelta a la normalidad institucional instaurada hacía seis años. En este sentido, los bombardeos proponían la desmoralización del enemigo a base del terror que significaba poder ser atacados en cualquier momento y sin que ello pudiera evitarse de una manera eficaz. Veamos lo que señala el periódico republicano El bien público sobre un bombardeo en Valladolid:

 

“El pánico se apoderó de la población civil, fue enorme. Nuestros aparatos causaron destrozos en los citados edificios (el cuartel general y despachos de mando sublevados) y al cabo de poco tiempo se captaron desesperadas llamadas de socorro dirigidas a Burgos. Las llamadas eran lanzadas debido al atolondramiento, en lenguaje corriente y no en clave, razón por la cual, fueron captadas por todo el mundo”[44].

 

Leyendo este texto nos damos cuenta de que el pánico creado tras un bombardeo en la población y las autoridades son un objetivo y, por tanto, es considerado como un éxito cuando se cumple. Este efecto no se producía solamente cuando el avión se encontraba en la ciudad, sino que el miedo se extendía durante mucho más tiempo, acrecentado en las numerosas ocasiones en las que sonaba la alarma de aviso, pero no se producía ningún bombardeo.

 

La guerra total iniciada durante la Primera Guerra Mundial implicará la total mimetización de las estructuras sociales y económicas con el conflicto bélico. Esto otorgará al Estado una gran capacidad militar y de producción que implicará la creación de un poder destructivo nunca visto hasta entonces. Esta implicación de la población civil no será en balde, y tendrá como principal consecuencia su transformación en objetivo militar permanente para el enemigo. Los civiles no serán respetados como tales, sino que se convertirán en piezas de un engranaje que permite al enemigo continuar con la guerra. Por tanto, los bandos contendientes procurarán crear una fuerza aérea que les permita atacar una y otra vez a la retaguardia enemiga, aunque normalmente se establezca que solo se tienen objetivos militares. Este hecho es el que vamos a observar en los dos contendientes durante la guerra civil española.

 

Fuente: https://www.academia.edu



[1] Severiano DELGADO, Mari Luz DE PRADO y Santiago M. LÓPEZ: “La Guerra Civil en Castilla y León: ensayo general para la dictadura franquista”, en Pasado y Memoria, 8 (2009), pp. 117-119.

[2] Presidencia de la Junta de Defensa Nacional, “Decreto número 138 – Nombrando jefe del Gobierno del Estado Español al Excelentísimo Sr. General de División don Francisco Franco Bahamonde, quien asumirá todos los poderes del nuevo Estado” (Burgos, 29 de septiembre de 1936), Boletín Oficial del Estado del 30 de septiembre de 1936.

[3] Severiano DELGADO, Mari Luz DE PRADO y Santiago M. LÓPEZ: “La Guerra Civil en Castilla…”, p. 122-123. Utilizaré a partir de este momento esta denominación de la época para referirme a la zona sublevada que incluye las provincias de Salamanca, León y Zamora —la región de León— y Ávila, Burgos, Logroño, Palencia, Santander, Segovia, Soria y Valladolid —la región de Castilla la Vieja—.

[4] Utilizaré a partir de este momento esta denominación de la época para referirme a la zona sublevada que incluye las provincias de Salamanca, León y Zamora —la región de León— y Ávila, Burgos, Logroño, Palencia, Santander, Segovia, Soria y Valladolid —la región de Castilla la Vieja—.  

[5] General Vicente ROJO LLUCH (10 de mayo de 1937), Archivo Fundación Indalecio Prieto (AFIP), Carpeta 15, Legajo 1504.

[6] Luís ROMERO BASART: La Guerra en España o Asesinato de los Españoles: 1936 a 1939, Valencia (Venezuela), s.n., 1958, pp. 22-23.

[7] Tami Davis BIDDLE: Rethoric and reality in air warfare. The evolution of british and american ideas about strategic bombing, 1914-1945, Princeton, Princeton University Press, 2004, pp. 35- 40.

[8] Escuela Popular del Estado Mayor, “Aviación 2ª Conferencia. Tema: Necesidad de la independencia orgánica de la Aviación” (27 de junio de 1937), Archivo General Militar de Ávila (AGMAV), C. 277, 4, 10 / 132.

[9] AGMAV, Carpeta 2216, 1, 2/ 1 (Barcelona, 13 de noviembre de 1937) y AFIP, C. 15, L. 1506.

[10] Eran utilizados a una altura de mil metros, cuando sus condiciones óptimas de vuelo y combate se encontraba a cuatro mil metros. En Carlos Saiz CIDONCHA: Aviación republicana. Historia de las fuerzas aéreas de la República Española (1931-1939), Tomo 1, Madrid, Almena Ediciones, 2006, p. 250. 

[11] “Hasta que llegaron al frente de Madrid los cazas italianos Fiat, tuvimos el dominio del aire. Este dominio era tan absoluto que el servicio de vigilancia en la sierra lo hacíamos con un solo caza, que era suficiente para impedir a los fascistas las incursiones (…)”. En Ignacio HIDALGO DE CISNEROS: Cambio de rumbo, Volumen 2, Barcelona, Editorial Laia, 1977, p. 197.

[12] Carlos SAIZ CIDONCHA: Aviación republicana…, p. 274.

[13] Esto no era culpa solo del cansancio de los pilotos, sino también de la poca preparación de estos e, incluso, del poco mantenimiento de los aeródromos. En Michael ALPERT: The Republican Army in the Spanish Civil War, 1936-1939, Cambridge, Cambridge University Press, 2013, p. 236.

[14] Carlos SAIZ CIDONCHA: Aviación republicana…, p. 305. 

[15] Justo MIRANDA y Paula de MERCADO: World Aviation in Spain (The Civil War) 1936-1939: American and soviet airplanes, Madrid, Sílex Ediciones, 1988, pp. 255-258.

[16]Escuela Popular del Estado Mayor, “Clase de Aviación. Táctica. 7ª y 8ª Conferencia» (27 de junio de 1937), AGMAV, C. 277, 4, 10 / 124 y Jefe de las Fuerzas Aéreas, “Misiones generales de la Aviación”, (27 de septiembre de 1937), AGMAV, C. 255, 5, 2 /2.

[17] Luís Romero BASART: La Guerra en España…, pp. 30-31.

[18] James S. CORUM: “The Spanish Civil War: Lessons Learned and Not Learned by the Great Powers”, en The Journal of Military History, 62 (1998), pp. 329-331.

[19]Coronel jefe del Estado Mayor del IV Cuerpo de Ejército, “Relación de las localidades de este cuerpo de ejército que han sufrido bombardeos aéreos con expresión de la fecha de los mismos” (26 de junio de 1937), AGMAV, C. 1463, 29 / 19 y 20 y Oficina de Información de la Jefatura de la Aviación Militar (2 y 3 de agosto de 1936), AGMAV, C. 2218, 3, 2 / 3 y 12.

[20]Josep Maria SOLÉ I SABATÉ y Joan VILLARROYA: España en llamas. La Guerra Civil desde el aire, Madrid, Ediciones Temas de Hoy, 2003, pp. 31-32.

[21] Tami Davis BIDDLE: Rethoric and reality…, p. 78.

[22] Josep Maria SOLÉ I SABATÉ y Joan VILLARROYA: España en llamas…, p. 25.

[23] Jefatura Aviación Militar, “Boletín de información Nº 40”, AGMAV, C. 2218, 3, 2 / 24 y Jefatura Aviación Militar, “Boletín de información Nº 88”, AGMAV, C. 2218, 3, 2 / 85.

[24] Hoja Oficial de la Provincia de Barcelona, 3 de agosto de 1936.

[25] En las fotografías aparece afectado por una bomba el Instituto de Segunda Enseñanza y por metralla el acueducto romano. “Destrozos en edificios de Segovia por bombardeos republicanos” (8 de agosto de 1936), Biblioteca Nacional, GC-CAJA/104/3/2 y 3.

[26] “Telegramas Miranda de Ebro – Burgos y Valladolid” (18, 20 y 21 de septiembre de 1936), AGMAV, 1463, C. 8 / 4, 6 y 7 Comandancia Militar de Miranda de Ebro, “Relación de las localidades de esta Comandancia Militar que han sido bombardeados por la aviación roja, con expresión de la fecha y víctimas y daños causados” (13 de junio de 1937), AGMAV, C. 1463, 29 / 6.  

[27] “Los partes oficiales”, La Falange: Órgano en Extremadura de Falange Española de las J.O.N.S., 16 de noviembre de 1936.

[28] “La charla radiada anoche por el General Queipo de Llano”, Diario de Córdoba, 16 de noviembre de 1936.

[29] Carlos Saiz CIDONCHA: Aviación republicana…, p. 304.

[30] Indalecio PRIETO, “Telegrama oficial del Ministro de Marina y Aire al Jefe Fuerzas Aéreas” (22 de diciembre de 1936), AFIP, C. 15, L. 1506. 

[31] “The rebel capital raided” (septiembre de 1936), AGMAV, 2150.

[32] Carlos Saiz CIDONCHA: Aviación republicana…, p. 240.

[33] General FRANCO, “General Franco a Queipo”, AGMAV, C. 2543, 329, 3.

[34] Un ejemplo de ello son las disposiciones que acuerda el Gobierno civil de Burgos para la capital de su demarcación, después del bombardeo de un avión republicano. En Gobierno civil de Burgos, “Instrucciones para prevenirse de posibles ataques aéreos” (4 de agosto de 1936), Archivo Municipal de Burgos, 15-1477.

[35] KINDELÁN (31 de mayo de 1937), AGMAV, C. 2320, 40, 1 / 1 y Junta Técnica (mayo de 1937), AGMAV, C. 2320, 40, 1 / 2, 3 y 4.

[36] Editorial de La Batalla cit. en Solidaridad Obrera, 12 de diciembre de 1936.

[37] “Ojo por ojo, diente por diente”, Solidaridad Obrera, 12 de noviembre de 1936.

[38] “Hay que acabar con la aviación marxista”, Guión, 8 de agosto de 1936.

[39] “Habla Queipo de Llano”, El Defensor de Córdoba, 2 de diciembre de 1936.

[40] “Valladolid, la ciudad mártir”, El Diario Palentino, 4 de agosto de 1936.

[41] Ibíd.

[42] “Telegrama de Logroño a Burgos” (1 de septiembre de 1936), Archivo Municipal de Burgos, 15-1477. 

[43] International Committee of the Red Cross, “Project of an International Declaration concerning the Laws and Customs of War, Sieges and bombardments - Art. 15” (27 de agosto de 1874). Disponible en: http://www.icrc.org/applic/ihl/ihl.nsf/ART/135-70015?OpenDocument

[44] “Bombardeo de Valladolid”, El bien público, 31 de octubre de 1936