Por Javier
Jiménez Olmos*
La
aparición de la aviación como arma de combate durante la Primera Guerra Mundial
supuso una transformación decisiva en las confrontaciones bélicas. En aquel
momento, la aviación se limitó prácticamente a combates aéreos aunque, en 1917,
aviones alemanes realizaron bombardeos sobre algunas ciudades en territorio
británico. Fue en el periodo entre guerras cuando se comenzó a desarrollar la
doctrina del bombardeo estratégico, cuya inmediata consecuencia fue el diseño y
construcción de aviones para operar a larga distancia. La Guerra Civil Española
fue campo de experimentación de bombardeos masivos sobre poblaciones civiles.
El bombardeo de Guernica es el más paradigmático.
El
italiano Giulio Douhet fue el principal impulsor del empleo masivo de aviones
para bombardeos de ciudades. Douhet pensaba que bombardear ciudades paralizaría
totalmente la industria y los centros de poder de las sociedades, y minaría de
un modo decisivo la moral de las poblaciones, que dejarían de apoyar a sus
dirigentes a los que obligarían a aceptar las condiciones del enemigo. Sin
embargo, durante la Segunda Guerra Mundial esta teoría no resultó ser válida. A
pesar de la intensidad y capacidad destructora de los bombardeos aliados sobre
Alemania y Japón, éstos no consiguieron doblegar ni a los gobiernos ni a la
población. Algo parecido sucedió años después durante las campañas de
bombardeos norteamericanos sobre Vietnam del Norte. Tampoco en esta ocasión los
bombardeos estratégicos consiguieron su objetivo.
Las
armas inteligentes
Durante
la Segunda Guerra Mundial se comenzaron a emplear armamentos guiados, aunque la
tecnología disponible no proporcionaba destruir objetivos con precisión. Fue en
la guerra de Vietnam cuando los llamados armamentos inteligentes dieron sus
primeros pasos con la utilización de bombas guiadas por láser, televisión,
infrarrojos y ondas electromagnéticas.
La
intención de esta clase de armas es la de proteger a las tripulaciones propias
ya que de este modo se pueden lanzar las bombas y misiles desde distancias y
alturas lo suficientemente grandes como para que no les alcancen las defensas
antiaéreas enemigas. Del mismo modo, se ofrece a la opinión pública la gran
ventaja que con este armamento de precisión se evitan víctimas civiles, dada la
gran exactitud para alcanzar sus objetivos. Al mismo tiempo se comenzaron a
desarrollar aviones de bombardeo capaces de evitar los radares enemigos. Eran
los llamados aviones invisibles que debutaron en acciones de bombardeo durante
la primera guerra del Golfo. La última generación, en esta escalada de
superación en la perfección de los bombardeos, la llevan a cabo los aviones no
tripulados o drones. Dirigidos a distancia pueden desarrollar todo tipo de
misiones, las de bombardeo incluido, sin ningún riesgo para la tripulación y
con el ahorro que supone diseñar aeronaves desprovistas de tripulación.
La
Revolución de los Asuntos Militares
La
Revolución de los Asuntos Militares (RAM)[1] se basa en la importancia decisiva de la tecnología en la planificación y
desarrollo de la guerra. La RAM concierne principalmente al empleo del poder
aéreo, cuyos más firmes impulsores defienden la teoría de que el arma aérea es
decisiva para obtener la victoria militar en cualquier caso.
La RAM
consiste en el empleo de los medios militares en operaciones de gran precisión
contra los centros de gravedad del poder enemigo: infraestructuras, centros de
mando y control, logística. Se trata de concentrar la potencia de fuego contra
objetivos que puedan dañar definitivamente las capacidades de supervivencia del
enemigo. Para estas operaciones el poder aéreo desempeña una labor principal.
La RAM sustituye la estrategia de destrucción masiva por la de precisión
quirúrgica. Pone especial atención en los ataques preventivos tanto si existe
una amenaza real como si se sospecha que pueda haberla.
Es
imprescindible disponer de una inteligencia capaz de definir con precisión los
objetivos para llevar a cabo los bombardeos de acuerdo con el respeto de los
derechos humanos.
En
teoría, la RAM reduce el riesgo de bajas propias y enemigas y trata de evitar
las víctimas colaterales entre la población civil. Durante la operación
“Tormenta del Desierto” en Irak (1991), perdieron la vida 147 soldados de la
coalición liderada por los Estados Unidos, y murieron unos 30.000 soldados
iraquíes y al menos 2.000 civiles. En las operaciones de la OTAN durante la
guerra de Bosnia (1995) y la guerra de Kosovo (1999) no hubo víctimas mortales
entre las tropas de la alianza atlántica, aunque sí las hubo entre los soldados
serbios, además de casi 500 víctimas civiles. Las guerras de Afganistán e Irak
continuaron en la misma línea de desproporción entre las bajas de las fuerzas
lideradas por los Estados Unidos y sus enemigos afganos e iraquíes.
Para
los teóricos de la guerra sigue vigente la discusión sobre la eficacia de los
bombardeos para vencer en la guerra. Los más puristas de la aviación defienden
que sí es posible vencer desde el aire. Sin embargo, sin negar la importancia
decisiva del poder aéreo, para obtener la victoria militar, la historia de la
guerra y los recientes acontecimientos nos indican que la destrucción que
causas los bombardeos en las infraestructuras y entre las filas militares y
civiles del enemigo no son suficientes para doblegar su voluntad. Más aún, en
tantas ocasiones produce el efecto contrario e incentivan más la lucha de los
bombardeados. Además, hoy en día las opiniones públicas consideran inaceptables
los bombardeos sobre población civil, incluso los bombardeos sobre objetivos
militares cuando producen víctimas inocentes (llamadas eufemísticamente “daños
colaterales”). Se exige la precisión absoluta que a través de la propaganda
hace ver que las armas inteligentes nunca fallan, y son limpias y terapéuticas.
Bombardeos
no selectivos
Sin
embargo, no todos los bandos enfrentados en una guerra disponen de esos
modernos medios militares de precisión y no por ello dejan de bombardear. No se
puede olvidar que en Siria el ejército que sostiene al régimen de Al Asad está
empleando rudimentarias bombas de barril para destruir objetivos enemigos.
Estas bombas son barriles llenos de combustible explosivo y metralla que causan
grandes estragos en edificios y numerosas víctimas civiles. Este tipo de
bombardeo no tiene en cuenta ni en su planificación ni en su ejecución las más
elementales reglas de la guerra y constituyen un absoluto desprecio de los
derechos humanos.
Estos
bombardeos indiscriminados tiene por objeto producir terror entre la población
para disuadirla de apoyar al bando insurgente. Es también un modo de
represalias, o de venganza, por los daños que el enemigo produce en el bando
propio. Estas actuaciones, son propias de régimen dictatoriales, en los que la
opinión pública y los derechos humanos han quedado anulados.
Hay que
prestar también mucha atención a bombardeos de ejércitos que sí disponen de los
suficientes medios tecnológicos para planear operaciones sin provocar daños
colaterales, aunque bajo la apariencia de selectivos no tienen en cuenta las
víctimas civiles. Es el caso de los bombardeos israelíes sobre la Franja de
Gaza que han producido víctimas inocentes y destrucciones masivas de edificaciones
civiles. De nuevo se trata de atemorizar a la población civil con actos de
represalia o venganza indiscriminada.
Conclusión
Las
operaciones de bombardeo durante la Segunda Guerra Mundial se planificaban con
enormes cantidades de aviones que lanzaban sus bombas con una precisión muy
limitada. La consecuencia era que grandes ciudades eran arrasadas con la
consecuencia de miles de personas civiles muertas o heridas. Hoy en día ninguna
opinión pública de países democráticos aceptaría este tipo de bombardeos. Por
eso, y por el respeto a los derechos humanos, a la hora de planificar
operaciones de este tipo, se debería de tener en cuenta el no provocar víctimas
civiles.
El
fracaso o la inexistencia de la diplomacia preventiva han dado paso a la
facilidad quirúrgica de los bombardeos aéreos, que no hacen sino enconar el
conflicto y provocar víctimas inocentes
Es
imprescindible e indispensable disponer de una inteligencia capaz de definir
con precisión los objetivos, contar con los medios aéreos adecuados y con las
armas inteligentes apropiadas para llevar a cabo los bombardeos de acuerdo con
las exigencias actuales, tanto por las opiniones públicas que rechazan los
bombardeos masivos como por el respeto a los derechos humanos y las leyes
internacionales.
Las
armas inteligentes de última generación dependen cada vez menos del control
humano. Para operarlas se requieren desde satélites hasta sofisticados
ordenadores. Su evolución es tan rápida como exigen las nuevas operaciones
bélicas. Han querido hacer ver a la opinión pública que las armas inteligentes
son limpias y sólo ejecutan a los malhechores, algo nada más lejos de la
realidad como demuestran los recientes bombardeos en Afganistán, Irak o Libia.
Alegar
razones humanitarias para efectuar bombardeos al amparo de una resolución de
las Naciones Unidas, que contempla una zona de exclusión aérea y el uso de
cualquier medio para proteger a la protección civil, es olvidar la eficacia y
moralidad de este tipo de acciones bélicas. Se necesitaron 78 días consecutivos
de bombardeos sobre Serbia, con el pretexto de protección humanitaria de la
población kosovar, en la operación “Fuerza Aliada”, durante la primavera de
1999, para doblegar la voluntad del dirigente serbio Milosevic. La OTAN provocó
más de cuatrocientas víctimas civiles en los bombardeos que realizó sobre
territorio serbio. Las armas inteligentes no lo fueron tanto. En la operación
“Libertad Duradera”, llevada a cabo para invadir Afganistán en octubre de 2001,
murieron más de mil civiles a causa de los bombardeos de las fuerzas aéreas de
la coalición invasora. Los bombardeos sobre Irak previos a la invasión
terrestre, en marzo de 2003, por parte de la aviación estadounidense y
británica provocaron miles de muertos civiles. También el pretexto era humanitario
y también la inteligencia de las armas quedo en entredicho[2].
El
fracaso o la inexistencia de la diplomacia preventiva han dado paso una vez más
a la facilidad quirúrgica de los bombardeos aéreos, que no hacen sino enconar
el conflicto y provocar víctimas inocentes. La excusa humanitaria no puede
contemplar acciones militares que conllevan el riesgo de matar inocentes. La
legalidad para actuaciones humanitarias es condición necesaria, pero no
suficiente. En todas las guerras, siempre hay víctimas colaterales y victimas
por fuego amigo. Quienes las comienzan deberían de tenerlo siempre en cuenta.
Las armas inteligentes no lo son tanto, como no lo son quienes autorizan,
planifican y ejecutan algunas “operaciones humanitarias”.
*Doctor
en Paz y Seguridad Internacional, miembro del Seminario de Investigación para
la Paz
Fuente: https://www.icip.cat