La
Batalla de Inglaterra fue el intento que hizo Alemania para someter a las islas
luego de su rápida avanzada al comienzo de la Segunda Guerra Mundial; la
capital bajo fuego y la mirada de los soldados nazis
Por Franco
Roth
La
primera vez que Gottfried Leske vio Londres fue antes de bombardearla. Era
julio de 1940 y el joven Sargento de la Luftwaffe, la fuerza aérea nazi,
contempló la imagen del centro urbano que traspasaba el cristal de su cabina
mientras su avión descendía hacia el ataque.
Quedó
impactado: “No puedo olvidarla. La vi por primera vez, y apuesto a que también
será la última. Fue durante el segundo viaje. El cielo estaba sin una nube,
aunque al anochecer se formó una pequeña neblina. Pero a pesar de ella pude ver
los tejados de Londres”. Este instante fue descripto por el aviador en su
diario, que apareció publicado como el libro “Yo fui un piloto nazi”.
Leske
fue parte de las primeras misiones de la Batalla de Inglaterra, campaña aérea
en que la Luftwaffe procuró preparar las Islas Británicas para la invasión nazi
a través de bombardeos sobre bases militares, objetivos navales y centros
urbanos.
Su
objetivo era la destrucción, y por eso observó con fines históricos la ciudad
que le habían encomendado destruir: “He tratado de fijar su imagen en mi mente,
porque estoy seguro de que seré uno de los últimos hombres que vean Londres”.
La
atracción espontánea por la ciudad milenaria se combina con su fanatismo nazi,
que lo lleva a proyectar conquistas que sintió al alcance de la mano: “Por un
momento, pensé que había hecho muy mal en no haber ido nunca a Londres, ya que
ahora no tendría ocasión de ir, porque hoy, cuando volaba sobre la ciudad mayor
del mundo, supe con absoluta certeza, como si pudiera predecir el futuro, que
todo aquello sería destruido”.
Aproximadamente 27.000 civiles fallecieron en los bombardeos alemanes sobre Londres
Guiado
por la fe fanática en la causa nazi, Leske buscó infligir el mayor daño posible
en aquella ciudad que, por otra parte, lo cautivaba: “No pasa una noche sin que
provoquemos un incendio en el corazón de Londres. ni una sola noche sin que su
cielo se tiña de rojo sangriento por el resplandor de las llamas (...) Ayer
parecía como si el Támesis estuviera ardiendo. Así llevamos ya un mes”, y
concluye: “Londres está agonizando”.
La
ciudad entera ardió como no lo había hecho desde el gran incendio de 1666. Más
de 27.000 civiles británicos murieron en los bombardeos, que generaron
desplazamientos masivos hacia la campiña inglesa. Pero la RAF resistió y la
Luftwaffe nunca consiguió su objetivo de dominar el aire.
Detrás
de la historia personal de Gottfried Leske, se desenvolvía una de las batallas
más importantes de la Segunda Guerra Mundial, uno de los momentos que revirtió
la primera tendencia de victorias alemanas y generó la esperanza de una
victoria aliada que se concretaría casi cinco años después.
“Nunca
tantos debieron tanto a tan pocos”
Julio
es uno de los mejores meses para volar sobre las islas de Gran Bretaña. El
verano despeja lo más posible el cielo nublado de la costa, y los acantilados
del Dover marcan los primeros signos de tierra visible desde la costa
continental del estrecho de Calais. En julio de 1940, los pilotos de la fuerza
aérea alemana, la Luftwaffe, aprovecharon estas condiciones para llevar a cabo
la primera etapa de la Operación “León Marino”: la invasión nazi sobre el suelo
inglés.
La
pesadilla solo era posible por una serie de factores previos como la caída
sucesiva de los Países Bajos, Bélgica y Francia ante las tropas mecanizadas de
la Alemania nazi en 1940. Los mismos británicos habían protagonizado una
evacuación accidentada de tropas a su isla desde las ciudades francesas de
Dunkerque y Calais, la más cercana al imperio, bajo dominio inglés hasta 1558.
El 10
de mayo, el ejército alemán había invadido los Países Bajos y, desde el 22 de
junio, París se convirtió en la capital de un estado de ocupación alemán sobre
Francia. Además, las pequeñas islas de Jersey, Guernsey, Alderney y Granville,
los territorios más orientales del Reino Unido sobre el canal de la Mancha,
estaban ocupadas por los nazis desde fines de junio.
Los
primeros bombardeos fueron el 10 de julio y tuvieron como objetivo las defensas
costeras en el lado inglés del canal de la Mancha. El comienzo de la guerra en
las islas coincidió con una propuesta de armisticio entre las máximas
autoridades del Tercer Reich y la oficina del Primer Ministro británico.
Pero
para Winston Churchill no había otra opción que la rendición de Alemania. Ya
había advertido tras la capitulación francesa: “La Batalla de Francia ha
terminado. Presiento que la Batalla de Inglaterra está a punto de comenzar”. No
había alternativa posible: el Reino Unido debía resistir.
El Bombardero Heinkel HE-177 fue utilizado en los ataques aéreos que quisieron preparar Gran Bretaña para una invasión nazi
El plan de Hitler para invadir Gran Bretaña implicaba el dominio del aire; la Luftwaffe, entonces la fuerza aérea más grande del mundo, debía anular a la Royal Air Force para exponer las playas del sur de Inglaterra a un ataque de tropas anfibio. Luego de los bombardeos, especulaban con lanzar el desembarco en septiembre: una forma de aprovechar las altas mareas y la luna llena.
Parecía
un plan posible: el historiador Abraham Rothberg recuerda en su Historia
Gráfica de la Segunda Guerra Mundial que “los alemanes contaban con 2.670
aviones contra los 1.475 de la RAF”.
Los
bombarderos Heinkel o Stuka alemanes (con la cruz teutónica pintada bajo sus
alas) eran acompañados por los cazas Messerschmitt, tecnología de punta para la
época, que buscaban infringir el mayor daño posible a las aeronaves aliadas que
salían a repelerlos.
El
Comandante Supremo de la Luftwaffe, Hermann Göring, decidió comenzar el ataque
aéreo por las defensas costeras de Inglaterra. Los pilotos británicos
respondieron a estos avances con sus cazas Hawker Hurricane y Spitfire, en una
resistencia contra todo pronóstico que hizo que, entre julio y octubre de 1940,
los alemanes perdieran 1.733 aviones y la RAF, 915. Esta primera victoria llevó
a Churchill a decirle al pueblo que lideraba: “Nunca tantos debieron tanto a
tan pocos”.
Al
encontrar mayor resistencia de la esperada, los planes nazis cambiaron su eje,
y fueron de las defensas costeras hacia las ciudades más importantes. En
septiembre, los bombardeos llegaron a Londres. Las sirenas antiaéreas sonaron
lo antes posible para alertar a la población del ataque inminente. Las bombas
incendiarias de la Luftwaffe barrieron la ciudad hasta mediados de noviembre.
Los cazas Spitfire repelieron a las fuerzas nazis del cielo británico
Mientras
los londinenses pasaban noches enteras en las estaciones del subte para
protegerse de las bombas, los pilotos alemanes realizaban vuelos casi diarios a
las islas. Los territorios ocupados en Europa ya comenzaban a padecer las
medidas de segregación nazis, pero el Reino Unido se mantenía como el único
obstáculo en el objetivo alemán de dominación continental. El 25 de agosto de
1940, los ingleses bombardearon Berlín.
Insatisfecho,
Hitler retrasó varias veces los planes de invasión sobre Gran Bretaña, y los
pospuso indefinidamente en junio de 1941, cuando comenzó su ofensiva hacia la
Unión Soviética.
A pesar
de grandes pérdidas, el Reino Unido había vencido la batalla por su existencia.
Desde entonces sirvió de base occidental para el ataque sobre el Tercer Reich.
Casi cuatro años después del comienzo de la Batalla de Inglaterra, el 6 de
junio de 1944, los puertos del Imperio británico serían el punto de partida
para la flota que desembarcó en las playas francesas de Normandía y dio una
estocada casi definitiva a la pesadilla del Tercer Reich en Europa.
Una vez
que creció el empuje aliado, los bombardeos también sucedieron sobre las
ciudades alemanas: entre el 13 y el 14 de febrero de 1945, la RAF y la Fuerza
Aérea estadounidense dejaron caer 4.000 toneladas de bombas sobre Dresde,
dejando tras de sus hélices la muerte de al menos 25.000 civiles, casi dos
meses antes de la capitulación alemana.
Fuente: https://www.lanacion.com.ar