El 1 de
marzo de 1914 el ingeniero, que también fue funcionario, profesor y deportista,
moría en un accidente de aviación. Apasionado del vuelo, obtuvo diversos
récords antes de encontrar la muerte cuando planeaba cruzar la Cordillera.
Precursor de la aviación argentina, en conmemoración de su fallecimiento, es el
día nacional del Transporte en el país
Por Adrián
Pignatelli
Ese
hombre de sonrisa franca y amplia, de impecable traje, sentado en un escalón en
el puerto de Buenos Aires, que bromeaba con un grupo de chicos mientras
esperaba su equipaje, no era uno cualquiera. A esa altura, 1914, era un
verdadero ídolo popular, que había construido su imagen lejos de la política y
de la mano de la práctica de todo tipo de deportes y de locuras, como era la de
volar.
Se
llamaba Jorge Newbery
A
mediados de enero de ese año había regresado de un viaje por Europa, de donde
había traído dos motores y hélices para su avión Morane Saulnier, comprado
gracias a la ayuda de sus amigos del Jockey Club. Esa máquina, de fuselaje
claro, alas verdes y con el capot del motor pintado de rojo, lo usaría para
cumplir la hazaña de cruzar la Cordillera de los Andes.
Se
había propuesto atravesar el imponente macizo por una de las zonas más altas, a
la altura de Mendoza. Se sentía confiado porque el 10 de febrero, con esa
máquina, que llevaba un motor francés Le Rhone rotativo de 80 hp, había
alcanzado los 6250 metros de altura en los cielos de El Palomar. Al no haber
superado por 150 metros el récord que ostentaba un piloto francés, no le fue
reconocido este logro. Sin embargo, quedó satisfecho por la altura alcanzada.
El Morane Saulnier, con el que el aviador planeaba cruzar la cordillera de los Andes. Fotografía Archivo General de la Nación.
Había
nacido en Buenos Aires el 27 de mayo de 1875. En los Estados Unidos había
estudiado ingeniería eléctrica y había sido alumno de Thomas Alva Edison. En
1897 ingresó a la Armada y al comprobar que muchos marineros no sabían nadar,
se transformó en profesor de natación.
Dejó la
Armada en 1900 para asumir como Director General de Instalaciones Eléctricas,
Mecánicas y Alumbrado de la Municipalidad de Buenos Aires, cargo que mantuvo
hasta su muerte.
Un round con Carlos Delcasse, que en su casa de Belgrano promovía el culto por el deporte y por una costumbre prohibida, los duelos. Fotografía Revista Caras y Caretas.
También
fue profesor de la Escuela técnica que se transformaría en el Otto Krause, y
era un entusiasta practicante de boxeo, esgrima, automovilismo, remo,
disciplinas en las que ganó muchos torneos y competencias.
En
noviembre de 1908 se casó, a los 33 años, con Sara Escalante, de 19. Tuvieron
un hijo, Jorge Wenceslao, quien falleció siendo niño.
Era lo
que se llamaba un sportsman, que no fue ajeno al nacimiento de la aviación. Junto
al estanciero Aarón de Anchorena cumplió la hazaña de cruzar el Río de la Plata
en globo, en diciembre de 1907. Su propio hermano Eduardo desaparecería en un
vuelo en octubre del año siguiente. Su papá Ralph, un dentista neoyorquino que
se había establecido en la Argentina por 1872, y tenía consultorio sobre la
calle Florida, había muerto de pulmonía en Tierra del Fuego, en 1906.
Batió
el récord sudamericano de altura en globo y en 1910 obtuvo su brevet de piloto.
Sin embargo, insistía a los que quisieran volar, que antes debían hacerlo en
esos gigantescos balones. En tres años realizó 40 ascensiones.
Cada
uno de sus logros, que motivaron que lo llamasen “señor coraje”, eran
celebrados por un pueblo que seguía ávido cada uno de sus pasos.
Junto a Aarón de Anchorena, a punto de iniciar el cruce en globo del Río de la Plata. Fue en diciembre de 1907. Fotografía Revista Caras y Caretas.
Hacía
tiempo que tenía en mente el cruce de los Andes. El 22 de febrero viajó a
Mendoza junto a su amigo, el piloto Benjamín Jiménez Lastra. En esa provincia
se les unió Teodoro Fels, quien había participado el 12 de febrero de los
festejos de inauguración del monumento al Ejército de los Andes.
Con
Jiménez Lastra y Fels recorrieron la zona, la estudiaron y evaluaron los
peligros, la meteorología, especialmente las corrientes de aire ascendentes y
descendentes. Esos aviones no disponían del instrumental que se incorporaría
años más tarde, lo que hacía mucho más arriesgada la travesía.
Newbery
decidió emprender el vuelo siguiendo el valle de Uspallata. Ofrecía algunos
lugares donde se podría realizar un aterrizaje forzoso, en caso de emergencia.
Le daba algo de tranquilidad la proximidad de la vía férrea, por la que se
podría acercar ayuda.
El
sábado 28 de febrero de 1914 por la noche asistió a una función en el Teatro
Nuevo, donde fue ovacionado. Al día siguiente, almorzó en la finca del
gobernador Rufino Ortega, perteneciente a una influyente familia mendocina.
Ese
domingo 1 de marzo por la tarde tomarían el tren a Buenos Aires. El plan era
volver con el avión y realizar el viaje. Alojado en el Grand Hotel, algunas
familias conocidas le insistieron en que hiciera una pequeña exhibición para
ellos.
Jiménez
Lastra dijo que era imposible porque Newbery no contaba con un avión. Este le
pidió a Fels que averiguase con su mecánico si ya había desarmado el suyo.
Como
aún el mecánico no lo había hecho, Newbery terminó aceptando y salieron hacia
Los Tamarindos, en las afueras de la ciudad. Ese era el punto de donde pensaba
partir para cruzar la cordillera.
Sería
la primera vez que no cumpliría con su cábala: siempre volaba con un retrato de
su madre Dolores Malargie, “Lola”. Como en Mendoza no pensaba volar, había
dejado la fotografía en el avión en Buenos Aires.
Hacía
poco que una publicidad de cigarrillos 43 lo había sacado de sus cabales. En un
afiche que tituló “Las cinco armas. La cuarta Aviación”, en el fuselaje de un
aeroplano aparecían los nombres de Manuel Félix Origone, Lorenzo Euzebione,
José María Pérez Arzeno, él, Fels y Macías. La cuestión era que los tres
primeros habían fallecido en accidentes aéreos, entre enero y abril de 1913.
Envió una carta solicitando se quitase esa publicidad, que no era más que un
fatal presagio. La empresa lo hizo.
Se
subió al Morane de su amigo Fels e invitó a Jiménez Lastra a acompañarlo. Fels
quiso probarlo antes porque le advirtió que tiraba el ala izquierda. Se negó.
El viaje que no pudo ser. Papel con las anotaciones realizadas por Newbery, luego de estudiar el terreno y la ruta a seguir. Publicado en Caras y Caretas.
Una de
las mujeres que le habían pedido volar le acercó una medalla de la Virgen de
Lourdes.
El
mecánico impulsó la hélice y en instantes la máquina despegó. Enseguida Newbery
notó que el avión se inclinaba hacia su izquierda y que lo hacía en forma
brusca. Comenzaron a ascender y alcanzaron los 500 metros de altura. La máquina
continuó inclinándose y era imposible cumplir con alguna acrobacia. Al
comprobar que no podía estabilizar el avión, Newbery gritó “¡Agarrate Tito!”, y
se precipitaron a tierra, ante la mirada atónita de los que presenciaban el
vuelo. Eran las 18:40.
Cuando
Fels llegó junto al ingeniero Babacci, Newbery yacía muerto, entre hierros
retorcidos, recostado sobre una de las alas. Por el impacto Jiménez Lastra
había sido despedido y se quejaba de dolor. Tenía el brazo izquierdo fracturado
y una luxación de muñeca, además de heridas superficiales. Ambos fueron
trasladados a la Asistencia Pública.
Los restos del avión en el que murió Newbery. Fue en Los Tamarindos, en las afueras de la ciudad de Mendoza. Fotografía Revista Caras y Caretas.
El 2 a
la tarde sus restos fueron llevados a Buenos Aires, donde llegaron al día
siguiente a las 8:45. Los funerales fueron dignos de un jefe de Estado. Fueron
velados en el Pabellón de las Rosas, cerca del predio de la Sociedad Sportiva
de Palermo, desde donde en 1907 había partido junto a Aarón de Anchorena en
globo y cruzó el Río de la Plata con el Pampero.
El
velorio fue multitudinario y del sepelio participó el personal del Departamento
Aeronáutico del Palomar y el cortejo fue encabezado por la máquina con la que
el muerto pensaba cruzar los Andes, seguido por los aviones de la Escuela
Militar de Aviación, que había ayudado a fundar. Cuando el féretro fue sacado
para llevarlos al cementerio, soltaron mil palomas.
Su avión encabezando el cortejo. Como el resto de las máquinas, lucía un crespón. Fotografía Revista Caras y Caretas.
El día
4 su cuerpo, que había sido embalsamado, fue inhumado en la bóveda de la
familia Fernández en el cementerio de la Recoleta. En 1937 se inauguró su
mausoleo en la Chacarita.
Le
faltaban un par de meses para cumplir los 39 años a este hombre que su
motivación era el próximo desafío a enfrentar.
Fuente:
https://www.infobae.com