3 de diciembre de 2018
LA CATÁSTROFE DEL HINDENBURG
En 1937, el Zeppelin conocido como Hindenburg de
245 metros de largo y 41 metros de diámetro, estallaba en llamas sobre Nueva
Jersey. El nombre completo del dirigible era el LZ 129 Hindenburg.
LZ 129 Hindenburg
LZ 129 Hindenburg
El LZ 129 Hindenburg y su gemelo el LZ 130 Graf
Zeppelin II, fueron los dos mayores dirigibles construidos, y las aeronaves más
grandes jamás construidas. El Hindenburg fue nombrado en honor del Presidente
de Alemania Paul Von Hindenburg. Era un nuevo diseño, completamente hecho de
duraluminio: 245 m de largo, 41 m de diámetro, 16 bolsas, 14 de hidrógeno y 2
balones de aire, con una capacidad de 200.000 m³ de gas, con un empuje útil de
112,1 t (1099 MN), gracias a cuatro motores diésel Daimler-Benz de 1200 CV (890
kW). Alcanzaba una velocidad máxima de 135 km/h. En sus comienzos tenía
capacidad para 50 personas, pero en 1937 fue aumentada a 72.
Fue construido con algodón, barnizado con óxido de
hierro y acetato-butirato de celulosa impregnado de polvo de aluminio.
Fabricado por Luftschiffbau Zeppelin en 1935 con un coste de 500.000 libras,
hizo su primer vuelo el 4 de marzo de 1936. En un primer momento, se pretendió
llenar el Hindenburg con helio, pero un embargo del Ejército de Estados Unidos sobre
este elemento obligó a los alemanes a cambiar el diseño para pasar a usar
hidrógeno altamente inflamable.
A pesar de que la densidad del hidrógeno es la
mitad de la del helio, la capacidad de levante apenas aumentó en un 10%.
Gracias a este pequeño incremento de potencia, en el invierno de 1936 se añadió
capacidad para 10 cabinas de pasajeros más. Nueve de ellas disponían de dos
camas, y la última de cuatro. Los alemanes tenían experiencia en el uso del
hidrógeno, sin sufrir nunca un accidente relacionado con la alta inflamabilidad
del gas. Aun así, y para mayor seguridad, se trató la envoltura del dirigible
para que no acumulara electricidad estática y saltaran chispas. Tenían tanta
confianza en su capacidad para manejar hidrógeno, que los ingenieros alemanes
incluyeron una sala para fumar en el Hindenburg.
Interior del Hindenburg
Primeros vuelos
La primera época del Hindenburg venía avalada por
los numerosos logros de su predecesor, Graf Zeppelin, que ya para entonces
había volado un millón de millas (1.609.344 Km). Durante 1936, en su primer año
de uso comercial, el Hindenburg voló 308.323 kilómetros, transportando 2798
pasajeros y 160 t de carga y correo. Cruzó 17 veces el Océano Atlántico, 10 de
las cuales, a EE.UU., y los siete restantes a Brasil. En julio del mismo año,
batió un record al cruzar dos veces el océano en 5 días, 19 h y 51 min. El
Régimen nazi se apropió de la imagen del Hindenburg como una muestra de la
grandeza del poderío alemán. El 1 de agosto, durante la inauguración de los
Juegos Olímpicos de Berlín, el dirigible sobrevoló el Estadio Olímpico momentos
antes de la aparición de Adolf Hitler.
Hindenburg sobrevuela el estadio de los Juegos
Olímpicos de Berlín de 1936
El accidente
El 6 de mayo de 1937, el Hindenburg se aproximaba a
Nueva Jersey después de un vuelo de 4 días sobre el Atlántico. A las 19.25,
mientras el Hindenburg ya había largado los amarres y se acercaba a la torre,
se observó a popa un destello de fuego de San Telmo, que son chispas extensas e
inermes de electricidad estática. Repentinamente, se prendió fuego en la parte
superior de la popa, extendiéndose casi instantáneamente por todo el dirigible
mientras la estructura caía lentamente sobre los pasajeros que saltaban desde
una altura de 15 m y marinos que ayudaban en las maniobras.
Quedó destruido por completo en menos de 40
segundos. De las 97 personas que viajaban murieron 35, quemadas o aplastadas
bajo la estructura del Hindenburg. Muchos de los tripulantes se salvaron,
gracias a que los tanques de agua se rompieron y el agua cayó sobre ellos,
salvándoles de las llamas. Algunas investigaciones sugieren que el fuego pudo
haberse visto favorecido por el revestimiento del Hindenburg a base de nitrato
de celulosa impermeabilizado y protegido con capas de óxido de hierro y polvo
de aluminio. Esto habría colaborado a acelerar el fuego, pudiendo alcanzar
puntualmente temperaturas de hasta 3000 ºC.
Tras el desastre y posterior investigación, Adolf
Hitler ordenó terminar con la flota de dirigibles comerciales. El veterano
LZ-127 Graf Zeppelin fue desguazado, pero el LZ-130 Graf Zeppelin II,
habiéndose acabado su construcción aún a pesar del fatal accidente de su
aeronave gemela, fue usado brevemente antes de su retirada del servicio, como
plataforma para la investigación secreta de los experimentales sistemas de
radar ingleses que resultó infructífera.
Fotografía del accidente del Hindeburg
Teorías sobre el accidente
La causa mecánica: La hipótesis aceptada es que un
imprevisto de algún tipo provocó la ignición del hidrógeno que se usaba para la
sustentación de la nave. La razón de la ignición sigue siendo un misterio,
aunque se baraja desde una chispa de electricidad estática hasta un rayo, debido
a que se había producido una tormenta al momento del accidente. Esto combinado
con otros factores como el hidrógeno expulsado por el Hindenburg en la maniobra
de aterrizaje o la pintura usada para recubrirlo, que posteriormente se descubrió
que era altamente peligrosa, pudo ser la causa del veloz incendio que devoró la
estructura en pocos segundos.
El sabotaje: La hipótesis supone que alguien desde
el interior del Hindenburg podría haber ocasionado el incendio. Ese alguien se
presume que pudo haber sido Eric Spehl, quien murió en el accidente. El motivo
sería destruir un gran símbolo de la Alemania nazi. A favor de esta teoría hay
datos como que la novia de Spehl era comunista y antinazi, que el fuego se
originó cerca de su zona de trabajo y que varios testigos dijeron haber visto
algo como el flash de una cámara de fotos, Spehl era fotógrafo, que podría
haberse usado como detonante, antes de que se produjese la deflagración. Otro
posible saboteador investigado por el FBI fue el acróbata Joseph Spa, que no
simpatizaba con los nazis y tuvo la oportunidad para colocar un explosivo con
la excusa de ir a alimentar a su perro.
El suicidio de un pasajero: Otra de las teorías es
que un pasajero pudo suicidarse antes del aterrizaje disparándose a sí mismo, o
al Zeppelin con una pistola Luger, que habría sido encontrada entre los restos
con una bala menos. No hay evidencias de esto, así que esta teoría es poco
probable.
Fotografía del accidente del Hindeburg
El relato de Herbert Morrison
Con palabras calmas y frías, el locutor de radio
Herbert Morrison estaba grabando su crónica acerca de la llegada del
Hindenburg, la gigantesca aeronave Zeppelin, mientras ésta avanzaba hacia la
torre de amarre, en la estación naval de Lakehurst, en Nueva Jersey. Morrison
sabía que existían pocas posibilidades de que su crónica fuera transmitida por
radio; después de todo, se trataba sólo de un vuelo de rutina y no habla nadie
famoso a bordo de la nave.
“Ya han sido lanzadas las cuerdas, que ahora están
en poder de los numerosos hombres que trabajan en el campo de aterrizaje”, dijo
Morrison, “Los motores traseros de la nave le retienen lo suficiente para
mantenerla...”
Entonces, de pronto, la suave voz del locutor se
quebró en un grito: “Se está incendiando”
Primero hubo una detonación; luego apareció un
pequeño parpadeo de fuego, en la parte posterior del gigantesco globo de gas,
que eso era el Hindenburg. Luego estalló una especie de cortina de fuego
incandescente que se extendió de golpe a toda la aeronave. Las palabras de
Morrison se convirtieron en un balbuceo incoherente, mientras se dejaba caer
sentado, impotente, a contemplar la catástrofe que se desarrollaba ante sus
ojos.
“Esto es terrible... Las llamas se elevan 150 metros
hacia el cielo... Está todo cubierto de humo y de fuego... Y ahora, esos
pasajeros...”
Desde la nave en llamas comenzaron a caer figuras
empequeñecidas por la distancia, mientras Morrison sollozaba: “Voy a colocarme
en un sitio desde donde pueda verlo todo. Yo..., yo... amigos, voy a tener que
suspender mi grabación durante un momento. Esto es lo más horrible que yo haya
presenciado nunca. Es una de las peores catástrofes del mundo.”
Cuando Morrison reanudó su grabación, apenas unos
segundos más tarde, el desastre estaba virtualmente consumado. La aeronave, que
constituía el orgullo de la Alemania de Hitler, era ya una masa de escombros
incandescentes.
Nadie sabe aún si el desastre fue causado por el
sabotaje o por una desgracia fortuita; pero una cosa sí es cierta: la
desaparición del Hindenburg significó también el final de la más magnífica y
suntuosa forma de aeronavegación que el mundo haya conocido.
Herbert Morrison
Fuente: https://www.lasegundaguerra.com