El
investigador naviego Rafael de Madariaga recupera la historia de los ases
españoles del aire que lucharon contra los nazis, entre los que brilló un
asturiano de Ballota: Celestino Martínez Fierros
Por
Gustavo García
Celestino
Martínez Fierros, fumando delante de un Shturmovik IL-2 CEDIDA POR RAFAEL DE
MADARIAGA
Marzo
de 1945. Inmediaciones del lago Balatón, Hungría. La Wehrmacht alemana lanza la
operación “Despertar de Primavera”, en un desesperado intento por frenar el
avance de las tropas soviéticas, que ya cercaban la ciudad de Berlín en los
estertores del régimen nazi. La cruda batalla, con clara superioridad en
efectivos para las tropas de Stalin, se libra por tierra y por aire. Allí se
encuentra, a los mandos de un Shturmovik IL-2 soviético el piloto asturiano, de
Ballota (Cudillero), Celestino Martínez Fierros, avezado combatiente con apenas
30 años, inmerso en el fragor de la batalla. En un lance con los antiaéreos
alemanes, la aeronave que pilota Martínez Fierros recibe importantes daños, tan
graves que se prende en llamas. “Estaba hecho polvo, y probablemente no era
capaz de lanzarse en paracaídas. Es entonces cuando decide enfilar una columna
de tanques alemanes, y estrellarse contra ellos. Se llevó por delante dos o
tres. Es un héroe soviético a todos los efectos”.
Quien
recuerda ahora aquel trágico final es Rafael de Madariaga, naviego de
nacimiento, Capitán de aviación retirado, piloto, licenciado en Periodismo y
apasionado amante de la historia de la aviación militar. “Tenía un buen
historial, pero desgraciadamente lo derribaron poco antes de terminar la
guerra”, incide. Martínez Fierros es, a entender del investigador, el piloto
asturiano más destacado dentro del grupo de aviadores españoles que surcaron
los cielos durante la Segunda Guerra Mundial librando batallas en el bando
soviético.
Conformaron
un grupo de unos cien pilotos en total, cuyo relato apenas ha sido contado, y
que encierra en sí mismo las contradicciones y reveses propios de la mayor
contienda militar de la historia. Fueron peones en el tablero de ajedrez en que
se convirtió Europa durante décadas, primero combatiendo al fascismo en la Guerra
Civil española, y, años después, haciendo lo propio con el nazismo alemán una
vez integrados en el Ejército Rojo. Madariaga recoge decenas de biografías de
estos ases del aire en su última obra, “Los aviadores españoles en la URSS”,
libro editado por Galland Books.
La
victoria de las tropas franquistas en la contienda nacional, en abril de 1939,
provocó el éxodo a través de los Pirineos de buena parte de los restos del
Ejército fiel a la República. Decenas de pilotos, veteranos de guerra tras
numerosas batallas frente a cazas alemanes e italianos, siguieron esa ruta,
tratando de escapar de los horrores de la represión. “En un principio, son
recluidos en los campos de trabajo para republicanos de Saynt-Cyprien y
Argelès, pero pronto fueron segregados y trasladados al de Gurs. Aunque por lo
general no eran gente políticamente muy activa, simpatizaban con las ideas
comunistas, y muchos buscaron una salida hacia la URSS”, relata Rafael de
Madariaga. El puerto de Le Havre fue su vía de escape hacia el país soviético.
El
valor de los pilotos españoles era excepcional para los rusos. “Los pilotos que
habían participado en la Guerra Civil del lado republicano tenían una
característica única: habían combatido durante más de dos años a los
nacionales, volando aviones soviéticos como los Moscas o los Chatos; eran los
que más sabían del tema con diferencia”, subraya el investigador. Además, muchos
de ellos se habían formado en la escuela de aviación soviética de Kirovabad
(ahora Ganyá, en Azerbaiyán), enviados por la República dada la escasez de
pilotos con que contaban tras el levantamiento del bando franquista.
Así
las cosas, los mandos del Ejército Rojo trataron “maravillosamente” a los
combatientes españoles, que llegaron “depauperados y hechos polvo” a Moscú.
“Vieron su potencial y su valía, y los enviaron a varios lugares de descanso,
con abundante comida y ropajes nuevos, a todo tren”, detalla Madariaga. Se
procuró desde un principio su integración en el país, destinando a cada aviador
a las labores que había ejercido durante su vida en España: a la Universidad si
era estudiante o a la fábrica si se desempeñaba como operario. A pesar de disponer
de conocimientos avanzados en varias materias, los españoles flaqueaban en el
dominio del idioma ruso, por lo que se instó encarecidamente a su estudio.
“Los aviadores
republicanos españoles se ganaron en la guerra fama de aguerridos, y eran muy
valiosos para el Ejército soviético”
Rafael de Madariaga
Periodista y piloto militar retirado
La
aparente paz entre Alemania y la Unión Soviética, sellada en agosto de 1939 por
los ministros de exteriores Joachim von Ribbentrop y Viacheslav Mólotov, saltó
por los aires el 22 de junio de 1941, con la denominada “Operación Barbarroja”,
con la que Hitler se lanzó a la conquista del Este. “El efecto sorpresa hace
que los alemanes destrocen ochocientos aviones en el suelo, y otros
cuatrocientos en el aire, y que avancen muchos kilómetros hacia Moscú. Muchos
españoles se presentaron voluntarios en esas primeras horas, y entre ellos
estaban los aviadores que a los que seguimos la pista”, apunta Rafael de
Madariaga, que en este punto recuerda una operación “increíble” que conciben
los soviéticos: “Se llevaron a un grupo de pilotos, entre ellos alguno
republicano, a un campo secreto en los Urales, para volar allí aviones
alemanes. La Unión Soviética disponía de dos docenas de estas aeronaves, sobre
todo del modelo Messerschmitt Bf 108″. Aunque en un principio todo marchaba
bien, un par de accidentes graves supusieron el final de la operación.
Un Shturmovik IL-2 soviético en pleno vuelo CEDIDA POR RAFAEL DE MADARIAGA
Entrar
en el Ejército Rojo no fue un camino de rosas para los aviadores españoles.
Muchos debían pasar un año en el frente, como guerrilleros, “para probar su fe
soviética”, y su rango no siempre era respetado. “Solían rebajarlos un
peldaño”, subraya el investigador. La entrada masiva de estos aviadores
republicanos en el Ejército soviético se produjo en 1943, y, aunque lo
intentaron, no se permitió su agrupamiento en un mismo regimiento. Pese a todo,
su rendimiento a los mandos de las naves soviéticas más avanzadas fue intachable.
“Los rusos habían trabajado a toda velocidad construyendo unos aviones que
fueron capaces de oponerse a los aparatos alemanes: el MiG-1, que se convierte
en el MiG-3, la serie de los Yakolev, y el Lávochkin-Gorbunov-Goudkov, entre
otros”, detalla Madariaga.
De
los noventa y cinco pilotos documentados en el libro, quince fueron derribados
en combate, o fallecieron a causa de accidentes mientras pilotaban las máquinas
soviéticas. Algunos, por sus escasas horas de vuelo, apenas tuvieron relevancia
en el curso de la guerra y su biografía se reduce a unas pocas líneas. Otros,
sin embargo, se convirtieron en verdaderos héroes, como es el caso del citado
Celestino Martínez Fierros, o de José María Pascual Santamaría, que perdió la
vida en la cruenta batalla de Stalingrado. “Defendiendo la ciudad de los
bombarderos alemanes, llegó a derribar en un día nueve aparatos. El 28 de
agosto lo tiraron a él, de forma definitiva, en lo que fue un combate
terrible”, relata Rafael de Madariaga. Nombres propios como José María Bravo,
que hasta su fallecimiento en 2009 era el piloto con más derribos de la
aeronáutica española que seguía vivo, o Juan Lario, “probablemente, el español
que más alemanes derribó en tierras rusas”. Francisco Meroño, Antonio García
Cano o Antonio Arias son otros ases de la aviación republicana que se
entregaron a fondo en las filas del Ejército comandado por Stalin.
El investigador naviego Rafael de Madariaga, en una imagen de archivo QUINTANA-JARDÓN
Llegar
a conocer y documentar cada una de estas vidas no ha sido una tarea sencilla.
Una década de trabajo ha dedicado Rafael de Madariaga, que es asesor del
Servicio Histórico y Cultural del Ejército del Aire, a esta labor. Una misión
que lo ha llevado al corazón del archivo soviético, ubicado en Podolsk. “Los
rusos tienen unos archivos fantásticos, con millones de datos, pero son muy
celosos de esa privacidad. Es complicado conseguir todos los permisos, y una
vez allí, la vigilancia es muy estricta”, asegura el autor de la obra.
Reconstruir la trayectoria de cada aviador se asemeja a ensamblar las piezas de
un gran puzle, tomando de aquí un dato, de allá una fotografía, y del otro lado
una fecha o la seña de una batalla. “Siento que la información sobre este grupo
de españoles es como un pozo sin fondo, y que con este trabajo solamente he
excavado dos metros de profundidad. Queda mucho por investigar, y podría ser un
gran campo de estudio en el futuro, para seguir ahondando en esta historia”,
asegura.
Celestino
Martínez Fierros es, a entender del investigador, el piloto asturiano más
destacado dentro del grupo de aviadores españoles que surcaron los cielos
durante la Segunda Guerra Mundial
Tras
diez años tras la pista de los aviadores españoles que lucharon en el frente
oriental de la Segunda Guerra Mundial en el bando soviético, Rafael de
Madariaga asegura que su papel fue “muy importante” en la lucha contra la
Alemania nazi. “Los rusos tienen un respeto enorme a la utilidad de los
españoles como guerrilleros, y como gente muy echada para adelante en el
combate”, afirma. “Los aviadores se ganaron en la guerra fama de aguerridos, y
siempre fueron muy valiosos para el Ejército de Stalin, aunque siempre los
lastró su espíritu caótico, no tan ordenado como los soviéticos, y sus
carencias en el manejo del idioma”.
La
última batalla de los aviadores españoles, al igual que la del resto de
combatientes de la República, se libró en los años ochenta en los tribunales.
Solicitaron que se reconociese su graduación a la hora de percibir las
pensiones en calidad de militares. “En el libro se incluye, al final, cómo los
republicanos debieron reclamar sus pensiones, porque inicialmente una ley les
concedió el rango de combatientes rasos, sin rango”, dice Madariaga.
Finalmente, en 1987, lograron ese reconocimiento. “Cuando se habla mal de ese
periodo, habría que abrir un paréntesis y destacar las 190.000 pensiones
reconocidas a los combatientes republicanos”, valora Madariaga.
Fuente:
https://afondo.lne.es