En pos de mitigar los efectos del COVID-19, las Fuerzas Armadas llevan más de 200 días de apoyo ininterrumpido a la comunidad. En ese contexto, la nave insignia de la Fuerza Aérea Argentina tuvo un rol protagónico. ¿Cuál es la mística detrás de este colosal avión?
Por
Patricia Fernández Mainardi
"El
Hércules es una nave versátil y flexible en cuanto a su operación, por eso es
que sigue siendo la punta de lanza de la aviación de transporte táctico en el
mundo", dice el Vicecomodoro Coria. Foto: Fernando Calzada.
Días atrás, desde la cartera de Defensa, informaron que se realizaron vuelos para transportar carga destinada al Centro de Operaciones de Emergencia de Córdoba. La aeronave a cargo: el Hércules C-130.
La mitología griega supo admirar a Hércules por su fuerza y valentía. Seguramente, los dos conceptos que reflejan el espíritu de la emblemática aeronave de transporte de la Fuerza Aérea. La utilidad de este avión no solo quedó evidenciada durante los vuelos en tiempos de pandemia, sino que además se puede apreciar en las distintas campañas antárticas del país. El C-130 posee capacidades relacionadas a navegaciones tácticas, a búsqueda y salvamento, al lanzamiento de tropas y de carga, al reabastecimiento en vuelo y a la vigilancia y control del aeroespacio. Sin lugar a dudas, un pilar fundamental para la aviación militar argentina.
Su mística
El personal del Escuadrón C-130, dependiente de la primera Brigada Aérea del Palomar, arroja más datos a la hora de explicar su importancia. “Nuestra tarea es adiestrar y alistar a las tripulaciones de dotación para poder cumplir con las misiones asignadas por la conducción superior”, dice, al recibir a DEF, el Vicecomodoro Sebastián Coria, actual jefe de este vital organismo que integra el Grupo Aéreo I. Durante la entrevista, no solo se escuchan los ruidos característicos de estas aeronaves, que impresionan por su tamaño, sino que además se puede observar el ir y venir del personal, con los mamelucos que los caracterizan, prontos a reunirse para conocer el briefing de vuelo.
El Vicecomodoro detalla que gran parte del desarrollo de esta aeronave se basó en las experiencias traídas de la Segunda Guerra Mundial y la guerra de Corea. Durante estos episodios, quedó demostrada la necesidad del transporte aéreo militar para el sostenimiento logístico de las tropas. A ello, se sumó también la de poder efectuar lanzamientos aéreos. “El proyecto C-130 en el país nace a mediados de la década del sesenta, cuando la Fuerza Aérea Argentina vio necesario modificar su flota de transporte. Por entonces, se busca adquirir un desarrollo de punta en lo que refiere a la tecnología del momento”, cuenta.
Los
pilotos reunidos para conocer el briefing de vuelo. Foto: Fernando Calzada.
Hoy,
a la hora de pensar en esta aeronave, hay que tener en cuenta que funciona como
“un sistema integral”. “No es solo el avión, sino también la instrucción de las
tripulaciones, el contar con los mecanismos de cargas y tener las máquinas para
moverlas, y, además, asegurar que, en los destinos hacia dónde vamos, tengamos
las mismas facilidades”, comenta el oficial. En ese sentido, cabe destacar que
la tripulación del Hércules se conforma por los pilotos, el mecánico, el
navegador y por los operadores de carga, todo sujeto a las directivas de la
misión.
“Los
vuelos en apoyo a la pandemia fueron una situación particular y especial.
Fuimos aprendiendo en función de experiencias propias y ajenas. Por ejemplo,
debimos tener en cuenta los riesgos operacionales de la misión para, en pos de
ese análisis, buscar reducir la cantidad de tripulantes y, así, minimizar la
exposición del personal”, revela Coria. También agrega que, además, se
revisaron los procedimientos y protocolos sanitarios, tanto para los efectivos
de la Fuerza como para los pasajeros. “Buscamos la mejor manera de asegurar
condiciones óptimas de trabajo para el personal y la forma más efectiva de
cumplir con la tarea”, concluye.
"Los
vuelos de apoyo en la pandemia fueron una situación especial y fuimos
aprendiendo de experiencias propias y ajenas. Por ejemplo, redujimos la
cantidad de tripulantes para minimizar la exposición del personal",
comenta Coria. Foto: Archivo DEF.
Cabe
señalar que, en el mes de mayo, la Fábrica Argentina de Aviones (FAdeA) entregó
un Hércules modernizado a la Fuerza con el objetivo de aumentar las capacidades
logísticas en los operativos. El plan de modernización, que involucra a cinco
de estas aeronaves, apunta a mejorar el desempeño de las máquinas y prolongar
su vida útil a partir de cambios en los sistemas de navegación y comunicaciones,
alerta y vigilancia, búsqueda y rescate, visión nocturna, y otras mejoras,
tales como la digitalización del sistema de indicación de combustible, el
control electrónico de hélices, entre otras.
“El
Hércules es una aeronave versátil y flexible en cuanto a su operación. Es por
eso que, a pesar de los años, sigue siendo la punta de lanza de la aviación de
transporte táctico en el mundo. Todos los países que tienen C-130 difícilmente
cambien por otro modelo de avión. Por ejemplo, en Europa y en Estados Unidos lo
siguen usando”, resume el Vicecomodoro.
Aterrizar
en el hielo
Desde
abril de 1970, los Hércules de la Fuerza Aérea Argentina realizan vuelos, de
manera ininterrumpida, a la Antártida. “Es un desafío importante. De hecho, es
una de las tareas más riesgosas de la organización en tiempos de paz. El
ambiente operacional en la base Marambio es muy particular: la meteorología es
cambiante, el medio es agresivo para la vida humana y hay momentos en los que
directamente no se puede operar”, reflexiona el piloto militar.
Para
volar hacia ese territorio hostil, los pilotos se capacitan. Luego, los que
llegan con la experiencia operacional necesaria se preparan en lo que refiere a
tránsito aéreo, comunicaciones, y meteorología antártica. En definitiva, son
varios aspectos los que terminan de formar a los comandantes antárticos que
estarán a cargo de las operaciones en el Continente Blanco.
La pista de aterrizaje es un tema aparte, si bien con sus 1200 metros no se caracteriza por su poca longitud, las condiciones del terreno la hacen realmente especial. A eso se suma que, a lo largo del año, sufre la variabilidad del clima. “Normalmente, decimos que Marambio tiene dos pistas, una en verano y otra en inverno. Cada una con sus riesgos y sus particularidades de operación. En verano, se ablanda mucho por la temperatura, por lo que las condiciones de frenado no son las mismas. En invierno, el problema es con el hielo, porque muchas veces se congela. A eso se le agrega el viento cruzado y la poca visibilidad, lo cual la hace más compleja”, cuenta el piloto. En la actualidad, la Fuerza Aérea cuenta con la capacidad de operar en la Antártida durante todo el año, algo que no todos los países hacen.
Pilotear
“al más grande”
La
pasión de los pilotos militares no puede ser descripta sin tener en cuenta un
factor clave en su formación profesional: la vocación. El Vicecomodoro Coria,
nacido y criado en Mendoza, cuenta que desde chico pudo tener contacto con las
aeronaves militares, ya que su padre era miembro de la Fuerza. “Hay cosas más
importantes que uno mismo, como el servicio y poder dejar para la posteridad
una actividad que redunde en el bien común, que es, básicamente, lo que las FFAA
hacemos”, manifiesta, orgulloso.
Pero
¿por qué se decidió por el Hércules y no por otra aeronave? Coria teme pecar de
soberbio, pero confiesa que para él es el mejor avión que tiene la Fuerza Aérea
Argentina. Sin embargo, también agrega que todos tienen una impronta particular
e importancia en el ámbito castrense. Ocurre que también hay cierto orgullo de
pertenecer a los diferentes escuadrones, un sentimiento que se transmite desde
el primer momento, cuando los instructores toman contacto con los jóvenes
pilotos.
A
esa pasión, se suma la experiencia en los destinos. Para Coria, la Patagonia
fue clave en su carrera: “Allí se realiza el curso de Estandarización de
Procedimientos para Aviadores de Transporte. Es el primer contacto de uno con
esa geografía que es una gran formadora de pilotos. Las condiciones
meteorológicas, el viento extremo, la nieve y el hielo, la falta de buenas
pistas y poca ayuda por radio son algunas de las variables que influyen. Desde
joven, uno adquiere esa experiencia que luego será volcada en otros
escuadrones. Además, Comodoro Rivadavia me dio a mi familia, así que la
gratificación es doble”.
El
plan de modernización, que involucra a 5 de estas aeronaves, apunta a mejorar
el desempeño de las máquinas y prolongar su vida útil. Foto: Fernando Calzada.
¿Recuerda
Coria el primer “vuelo solo” en el Hércules? Sí, y con todos los detalles. Fue
en la ciudad de Mar del Plata. “Uno no se olvida. Estaba parado en la
plataforma y, mientras lo miraba, pensaba ‘esto lo tengo que volar yo’”,
cuenta.
Los
“Vuelos Locos” de Malvinas
Durante
el conflicto, el Hércules fue una columna vertebral para el sostenimiento logístico
de las tropas. Estas aeronaves volaron desde el 2 de abril hasta el 13 de junio
a las 23:00, hora en la que despegó el último C-130. Sin embargo, tuvieron una
misión extra que, hasta los más expertos, califican de suicida: los “Vuelos Locos”.
Estas
operaciones comenzaron en la segunda quincena de mayo de 1982. Los aviones
navales Neptune eran los que realizaban la vigilancia aeronaval, pero llegó un
momento en el que ya no pudieron despegar más. La Fuerza Aérea Argentina dejó
de contar con un elemento de detección e identificación de las posiciones de la
flota y debía hacerlo para poder empeñar a sus escuadrones de combate.
Entonces, a través del comando, llegó el requerimiento para el Escuadrón C-130:
debían efectuar vuelos de exploración y reconocimiento lejano. Pilotos y
navegadores pusieron manos a la obra y buscaron el modo de utilizar los medios
del avión en pos de esa nueva misión.
Durante
la guerra de Malvinas, el Hércules fue una columna vertebral para el
sostenimiento logístico de las tropas. Foto: TELAM.
“Debían
volar pegados al agua, entre 10 y 15 metros sobre el nivel del mar, para que
los radares de flota británica no pudieran detectarlos. Entonces, en el modo
rasante en el que iban, tenían que lograr la máxima velocidad permisible.
Cuando llegaban adonde querían hacer la detección, cabreaban al avión. El
Hércules, por ser de transporte, pierde velocidad, así que mientras ascendían,
el mecánico iba ajustando la potencia para que siguiera subiendo hasta llegar a
los 10.000 pies”, detalla el Vicecomodoro, quien además se especializó en
historia militar.
Mientras
asciende, el avión tiene un sistema de detección que emite una señal en la que
los radares colaborativos de control de tránsito detectan la ubicación de la
aeronave y quién está respondiendo. “Así que, mientras subían, chequeaban el
sistema para ver en qué momento eran iluminados por los radares de las fragatas
inglesas. Es decir, para poder detectar, tenían que ser detectados. Era parte
del riesgo. Una vez que, en su barrido, el radar encontraba los puntos de los
buques, el navegador tomaba la posición en función de la propia ubicación del
avión. Apagaban todo, reducían la potencia y se volvían a tirar al mar. Volvían
a hacerlo en circuito serrucho: se acercaban a la flota, subían y bajaban; y
luego repetían las maniobras. En cada punta del serrucho, hacían un paneo de
forma tal de triangular posiciones coordenadas y en el mismo momento se las
pasaban al continente para que pudieran atacar”, resume Coria. En total, fueron
seis vuelos de este tipo. El último despegó el 1º de junio de 1982. El Hércules
matrícula TC-63 fue derribado al ser descubierto por una patrulla enemiga.
Fallecieron sus siete tripulantes. “Vivimos estas historias con mucho orgullo.
Malvinas fue un hito para la aviación militar argentina. Gracias a Dios,
contamos con el aporte constante de nuestros veteranos”, finaliza, con visible
emoción, el piloto de la Fuerza Aérea.
Historias
de un avión y tripulantes legendarios. Tal vez, en cada una de ellas se esconda
la mística de una de las aeronaves que escribieron algunas de las páginas
doradas de la aviación de combate en Argentina.
Fuente: https://www.infobae.com