Por
L. Gómez
Durante
el mes de julio los americanos Roger Williams y Lewy Yancey han realizado otra
travesía atlántica, a bordo de un monoplano Bellanca con motor Wright de 200
HP., titulado "Path-Finder" (algún periódico serio ha traducido
libremente "Pablo Finder").
Estos
aviadores estaban preparados al mismo tiempo que los franceses Assolant y compañeros,
con otro aparato titulado "Flash Green", y también el mismo día (29
de mayo) que ellos intentaron su vuelo por presentarse buen tiempo en el
Atlántico, trataron de despegar, inutilizando el aparato antes de lanzarse al
aire.
El
"Path-Finder" partió del mismo aeródromo de Old Orchard el lunes 8 de
julio, a las ocho y cuarenta locales (trece y cuarenta de Europa), llevando a
bordo 2.300 litros de esencia, y su propósito era llegar a Roma en un solo
vuelo, con lo cual hubieran realizado la travesía América-Europa de más largo recorrido.
Los cálculos para este proyecto se basaban en tener bastante con esa cantidad
para marchar cincuenta y dos horas a una velocidad de crucero de 144
kilómetros.
Pero
la realidad fue muy distinta, pues a las treinta y dos horas de vuelo se
encontraban a punto de terminarse la esencia y a la vista de la costa
cantábrica, por lo cual tomaron tierra en el pueblo de Oyambre, cerca de
Santander, excediendo en muy poco el recorrido de Assolant. Eran las veintiuna
y quince del día 9.
Al
día siguiente, y después de repostarse de gasolina, siguieron a las once y
veinte su vuelo, llegando a Roma en diez horas, a las veintiuna y treinta y
cinco.
En
este viaje, la marcha prevista del avión resultó en la parte atlántica muy
favorecida por los vientos, pues la velocidad media fue de 170 kilómetros por
hora.
El
“Pájaro Amarillo”
Entre
los que desde esta primavera estaban preparados en Norteamérica para realizar
la travesía atlántica a Europa, figuran los aviadores franceses Assolant,
Lefevre y Lotti, que tripulaban un avión Bernard, proyecto del malogrado
ingeniero francés Hubert, con motor Hispano de 600 HP, bautizado "L'Oiseau
Canari". Su proyecto era hacer el vuelo directo desde el aeródromo de Old
Orchard hasta Francia, y la verdadera meta era la capital.
Con
la larga espera que la meteorología del Atlántico impone a los que quieren
atravesarlo sin incurrir en temeridad, y después de un intento frustrado en
abril último, se lanzaron por fin al aire el jueves 13 de junio, llevando 3770
litros de gasolina, un peso total de 5780 kilos, lo que representa, dada la
superficie de sustentación (43 metros cuadrados) y la potencia, unas cargas, respectivamente,
de 134 kilos por metro y 10 por unidad de potencia.
La
partida tuvo lugar a las diez de la mañana (hora local), que representa las
quince del meridiano de Greenwich, y tuvo que rodar muy cerca de dos kilómetros
para conseguir despegar. A la hora y media de vuelo lo divisó un torrero de las
costas del Estado de Maine y en todo su viaje sólo fue visto por el buque
inglés "Wytheville", a 900 millas del cabo Race. Aunque el proyecto
de los aviadores era pasar por el Norte de las Azores, la gran tempestad de
lluvia que encontraron les obligó a desviarse hacia el Sur. También esta misma
causa hizo cambiar su plan de alcanzar progresivamente altura hasta llegar a
los 4000 metros; a las veintiuna horas de vuelo tuvieron que descender a unos
300.
El
día 14, a las veinte, tomaban tierra en Comillas, provincia de Santander.
Ha
sido ésta la primera travesía atlántica realizada por aviadores franceses, y
representa, en realidad, un vuelo de gran mérito, aunque no realizaran su
programa exactamente; recorrieron 5500 kilómetros en veintinueve horas, lo que
da un promedio de 190, velocidad comercial muy elevada.
La
causa del aterrizaje fue el agotamiento de la gasolina, y en el momento de
tomar tierra parece, por sus primeras declaraciones, que se encontraban
completamente desorientados; sólo no sabían el punto de la costa a que
arribaban, sino que no estaban muy seguros si era España o Francia.
El
incidente de haber aparecido a bordo como viajero inopinado el joven yanqui
Schreiber, ha dado lugar a extraños comentarios; se conoce que estas grandes
hazañas tienen algo que las hace ir acompañadas de sucesos accidentales que les
quitan seriedad. En primer término, en un avión con carlinga de reducido
espacio es casi inconcebible que pueda deslizarse un polizón, según designación
que ya parece consagrada, sin ser observado, y sin que, dado el estudio
minucioso de los pesos que ha de hacerse en la preparación delicada de estos
viajes, sea notado antes de la partida. Y después, las consecuencias que se han
querido sacar de este aumento de peso, achacándole, a pesar de su
insignificancia relativa, nada menos que el agotamiento prematuro de la
gasolina y, por ende, el no haber realizado el plan de llegar a Francia, no
admite la más ligera critica, pues el peso de poco más de 60 kilos representa
una media hora en el radio de acción total, con lo cual las características
generales del viaje hubieran variado muy poco.
A
pesar del apasionamiento francés por todo lo propio y de que el gran público
siempre resulta desorientado en cuestiones aeronáuticas, ha habido voces
sensatas en la propia Francia que han reaccionado contra las exageraciones y
que han clamado por dejar las cosas en su verdadero lugar; reconociendo, como
todo el mundo, la importancia de esta nueva hazaña, con la cual la Aeronáutica
francesa ha logrado el éxito que hace tanto tiempo y a costa de tan grandes
esfuerzos y sacrificios perseguía.
Como
dato o coincidencia curiosa puede hacerse notar que se llevó a cabo exactamente
en el décimo aniversario de la primera travesía del Atlántico, llevada a cabo
en 1919 por el Capitán Jack Alcock y el Teniente Arturo W. Brown, ambos
ingleses.
En
estos diez años se han hecho nueve travesías del Atlántico, sólo una en la
dirección Este-Oeste, y a pesar de los progresos alcanzados, el viaje sigue siendo
a feat una hazaña. Se está todavía
muy lejos de esas travesías regulares en avión que algunos, excesivamente
entusiastas, ven ya como inmediatas.
Después de realizado su magnífico vuelo trasatlántico, los aviadores Assolant, Lefevre y Lotti, acompañados del ingeniero de la casa constructora M. St. Pierre, emprendieron un recorrido por las principales capitales de Europa, empezando por Madrid. El jueves 8 tomaron tierra en Cuatro Vientos y fueron invitados por el Real Aero Club con una cena, a la que asistieron algunos representantes de la Aviación Militar, en número reducido, por ser época de vacaciones, pero entre los que se contaban personalidades como el General Soriano, los ases Jiménez, Iglesias, Franco, Lecea y Spencer, el vicepresidente de la F. A. I., Sr. Ruiz Ferry, y otras personalidades de la industria aeronáutica.
El
Sr. Ruiz Ferry pronunció breves palabras en francés, y el General Soriano
saludó después a nuestros huéspedes.
A
la mañana siguiente salieron para Lisboa, donde hicieron escala, y el domingo
11, en su paso para Marsella, hicieron una etapa de aprovisionamiento en
Getafe, donde les esperaba el Teniente Coronel La Llave, encargado del despacho
de la Jefatura Superior por ausencia del Coronel Kindelán, y los jefes y oficiales
del aeródromo. Mientras se llenaban de gasolina y benzol los depósitos, se les
sirvió un "lunch", que ofreció el Teniente Coronel La Llave en
francés, haciéndoles notar que la época obligaba a que la representación
oficial fuera poco numerosa, pero que no por ello era menos efusiva y sincera
la acogida de la Aeronáutica Militar, y deseándoles un feliz viaje en su rondonée europea.
Esta
ha continuado triunfalmente por Atenas, Roma y continúa al escribirse estas líneas.
Desde Atenas, M. St. Pierre ha tenido la gentileza de dirigir al Teniente Coronel
La Llave una expresiva carta.
AÉREA saluda afectuosamente a los primeros, franceses vencedores del Atlántico, que han terminado su brillante viaje en tierra española, y que este país va a celebrar el hecho con un monumento que lo conmemore perennemente.
Fuente:
AÉREA, Revista Ilustrada de Aeronáutica, Año VIII, Agosto 1929, N° 73 -
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