25 de marzo de 2019

MUJERES GENIALES - MYRIAM STEFFORD


 Stefford.jpg

Nombre de nacimiento:               Rosa Margarita Rossi Hoffman
Nacimiento:       1905 en Berna, Suiza,
Fallecimiento:   26 de agosto de 1931 en Marayes, San Juan, Argentina
Nacionalidad:    Suiza, Argentina
Cónyuge:            Raúl Barón Biza
Ocupación          actriz, aviadora

Rosa Margarita Rossi Hoffman fue una actriz suiza nacionalizada argentina. Utilizó el seudónimo Myriam Stefford.

Era hija de un helveto-italiano y una helveto-alemana, y había nacido en Berna. Su padre trabajaba en una fábrica de chocolates y su madre era ama de casa. A los quince años se había escapado a Viena y Budapest, y a principios de los años veinte empezó su carrera de actriz. Se dedicaba a la actuación en el teatro en Viena, Austria, siendo además actriz en varias películas para el cine alemán bajo el sello de UFA utilizando el seudónimo Myriam Stefford.

En 1928, a los 23 años, conoció en Venecia al escritor y millonario argentino Raúl Barón Biza con quien se casó en la basílica de San Marcos, el 28 de agosto de 1930. Así ella abandonó su carrera de actriz para radicarse en la Argentina. En su currículum había sólo tres películas que la contaban en el reparto: La duquesa de Chicago, Poker de ases y una primera versión de Moulin Rouge.

Por pedido de su esposo, la mujer encaró una nueva pasión que los unía a ambos aún más: la aviación.

Raúl Barón Biza tenía un espíritu aventurero, el cual su esposa compartía plenamente. Primero unieron Buenos Aires con Río de Janeiro y luego un raid por 14 capitales argentinas. Salieron de Buenos Aires en el avión Chingolo I y tras dos aterrizajes de emergencia en Santiago del Estero y Jujuy, ella siguió junto con otro copiloto, Luis Fuchs, a San Juan con otro biplaza, el Chingolo II. En la localidad de Marayes tuvieron un nuevo accidente, pero esta vez a Myriam le costaría la vida. ​

Para recordarla siempre, Raúl Barón Biza le encargó al ingeniero Fausto Newton la construcción de un gigantesco mausoleo. Cerca de cien obreros polacos trabajaron en el mismo y en el año 1935 lo inauguró colocando el féretro de su amada en la cripta de ese monumento. El mismo es de hormigón armado, granito y mármol, y aún hoy se alza al costado de la ruta provincial 5, en el Paraje Los Cerrillos, entre las localidades de Alta Gracia y Córdoba, con una altura de 82 m y 15 m de cimentación.

A seis metros de profundidad está la tumba donde quedaron los restos de la aviadora, y se dice que allí también están sepultadas todas las joyas de Myriam, hasta el famoso diamante Cruz del Sur de 45 quilates. En la lápida se lee el epitafio “Viajero, rinde homenaje con tu silencio a la mujer que, en su audacia, quiso llegar hasta las águilas”. En la cúspide de la torre hay cuatro ventanas a las que se accede por una escalera y una escotilla en la parte superior; hay que agregar que, en la parte central de la torre, cuenta con un balcón que servía a modo de descanso para quienes intentaban llegar hasta la parte más alta del monumento. Es el mausoleo más grande que existe en la Argentina.


MYRIAM STEFFORD. LA HISTORIA DE LA AVIADORA QUE CAYÓ EN CAUCETE

En Marayes, departamento Caucete, un monolito con forma piramidal pone a San Juan en los caminos de una historia de pasión y muerte. El monumento recuerda el lugar donde el 26 de agosto de 1931 se estrelló el avión que piloteaba Myriam Stefford, una actriz suiza casada con un millonario cordobés. En una época en la que casi no había aviadoras, intentó unir catorce provincias argentinas en un biplaza. Un desperfecto precipitó el avión en tierra sanjuanina.

 
La actriz y aviadora junto con su esposo argentino, Raúl Barón Biza.

Myriam Stefford fue una “starlet”, estrella de la pantalla y algunos escenarios europeos. Su verdadero nombre era Rosa Margarita Rossi Hoffman. Era hija de padres italianos y nació en Berna, Suiza, en el año 1905. Su padre trabajaba en una fábrica de chocolates y su madre era ama de casa.
Cuando tenía quince años Rosa Margarita escapó de la tranquilidad de su casa y comenzó a recorrer las calles de Viena y Budapest. Así, llegó al teatro y empezó a desenvolverse como actriz, “sin más talento que su belleza”. Desde entonces comenzó a usar el nombre artístico “Myriam Stefford”. Subió a los escenarios de Viena y actuó en las películas alemanas “Póquer de ases”, “Moulin Rouge” y “La duquesa de Chicago”.

En Viena conoció al millonario argentino Raúl Barón Biza. Según la mayoría de las fuentes, esto sucedió en el año 1928, cuando ella tenía 23 y él casi treinta años. El joven era un extranjero de posición acomodada que, en ese momento, se dedicaba a escribir, estudiar, viajar y conocer las regiones de la tradicional y antigua Europa.

Al toparse con Myriam, Barón quedó eclipsado. En uno de sus libros, “Derecho de matar”, describió a la joven: "boca pequeña de labios pintados, tibios, húmedos. Boca de carmín, tenía ese rictus embustero, delicioso y un poco canalla de todas las divinas bocas nacidas para mentir y besar".

Oriundos de mundos distantes y diferentes, Barón Biza y Myriam Stefford se casaron en la Catedral de San Marcos, en Venecia, en el año 1930. El casamiento fue uno de los acontecimientos sociales del año, seguido con atención y exageración por la prensa argentina. En Europa fue motivo de reunión para importantes figuras de la realeza: príncipes, baronesas, condes y condesas, que acompañaron la celebración de los jóvenes.

 
Myriam Steford, con su atuendo de piloto.

Una vez casados decidieron radicarse en la Argentina. Vivían en Buenos Aires, en una casona frente a la plaza Francia. Además, con frecuencia, visitaban la estancia que Raúl Barón tenía en Alta Gracia, Córdoba. La propiedad se llamaba “Los cerrillos”, pero el hombre eclipsado la rebautizó con el nombre de su esposa: “Myriam Stefford”. Incluso, a la gran casa que tenía el terreno, le colocó pisos que tenían selladas las iniciales de la joven suiza.

Vivían despreocupados, disfrutando de las riquezas que la familia Barón Biza poseía. La muchacha europea lucía pieles, tapados, y extravagantes joyas, entre las que se destacaban un brazalete de oro y un anillo que alojaba un diamante de 45 kilates, que era conocido como la “Cruz del sur”.

 
Recorte de uno de los diarios que publicó información sobre el accidente de aviación ocurrido en San Juan.

Una aviadora ambiciosa

Barón entregaba todo cuanto podía a su esposa. Así también, la animó a incursionar en la aviación, algo totalmente extravagante para las mujeres de esa época. Ella era “una mujer valiente, intrépida, capaz de todo”. El vuelo era solo un reto más para su joven espíritu. "Quiero iniciar un vuelo de largo aliento y llegar con mi avión donde nunca llegó otra mujer", decía Myriam. Su gran anhelo era convertirse en la primera aviadora que uniera la Argentina con los Estados Unidos.

En poco tiempo Myriam consiguió el título de piloto civil y eligió como su instructor de vuelo a Luis Fuchs, un alemán veterano de la I Guerra Mundial. Su esposo le regaló un pequeño monoplano biplaza de ala baja, un BFW con motor de 80 caballos construido en madera de pino. Stefford bautizó el regalo de su marido con el nombre “Chingolo I”.

El primer desafío que Myriam se propuso fue unir las capitales de catorce provincias argentinas. El 18 de agosto de 1931, junto a su instructor, comenzó el circuito partiendo del aeródromo de Morón. La primera etapa del recorrido terminó en Corrientes y, al día siguiente, volaron a Santiago del Estero. El tercer paso fue llegar a Jujuy, donde tuvieron los primeros inconvenientes. Al aterrizar chocaron contra un alambrado que destruyó el aeroplano casi por completo.

 
Vista del monolito que recuerda, en Marayes, San Juan, el lugar donde cayó el avión de Myriam Steford.

Myriam no se dio por vencida y aceptó un avión prestado por el piloto Mario Debussy. Entonces, acompañada siempre por Luis Fuchs, Stefford continuó su travesía y voló a Salta, luego a Tucumán y a La Rioja.

El 26 de agosto, cuando viajaban a San Juan, sobre la localidad de Marayes, el monoplano sufrió un desperfecto. La rotura de la avioneta terminaría con la vida de Myriam Stefford y la de su instructor.

La historia del accidente de Myriam está teñida de mitos e hipótesis. Una sostiene que Barón Biza sospechaba que existiera un romance entre su mujer y Luis Fuch. Por eso, poseído por sus celos, habría limado la chaveta del motor del avión para provocar la caída. Sin embargo, las pericias policiales nunca pudieron comprobar esto.

 
El monumento de Alta Gracia, Córdoba, en los años 70 del siglo pasado.

Los monumentos

La verdad es que, ante la muerte de su esposa, la pena de Raúl Barón Biza fue tan grande que construyó para ella el mausoleo más imponente de todo el país. Además, la construcción ha sido considerada por algunos como el segundo monumento al amor más grande en todo el mundo, después del Taj Mahal.

En realidad, Raúl construyó dos monumentos: un monolito en el lugar donde cayó el avión, en los campos de Marayes, y una gran tumba en la localidad de Alta Gracia, en Córdoba. Para la edificación de esta última Barón contrató más de 100 obreros, que trabajaron bajo la orden del ingeniero Fausto Newton. Durante un año, entre 1935 y 1936, levantaron un mausoleo de 82 metros de altura, más alto que el obelisco de Buenos Aires. La construcción tiene la forma de un ala de avión, está hecha de hormigón armado con hierro y simboliza la eternidad.

Los mitos también se erigen en torno a la tumba cordobesa. Algunos dicen que Barón Biza enterró a Myriam con sus joyas, valuadas en millones de dólares, varios metros por debajo del nivel del suelo. Otros agregan que el sepulcro tiene una maldición y que esta caerá sobre cualquiera que intente profanar el lugar y las pertenencias que alberga.

Lo cierto es que Barón Biza dejó algunas placas que rezan las siguientes frases: "Maldito sea el que profane esta tumba" y "Viajero, rinde homenaje con tu silencio a la mujer que en su audacia quiso llegar hasta las águilas".

Después de su construcción la tumba fue profanada varias veces. Se robaron algunas pertenencias como el reloj de vuelo de Stefford y el timón del avión estrellado, que estaban guardados en vitrinas. Junto a esas piezas Barón había dejado un mensaje “Había llegado a estas tierras de la milenaria y montañosa Suiza; era esencialmente femenina y presentaba la dualidad nerviosa de su época. Sus veintidós años le hicieron prometer que cumpliría un largo raid y lo cumplió hasta donde pudo, es decir, hasta la muerte”.

Durante varios años el mausoleo quedó abandonado y librado a la suerte de los que pasaban por el lugar. Sin embargo, en el siglo XXI, la municipalidad de Alta Gracia trabaja por recuperar el monumento y convertirlo en una atracción turística.

 
El monumento de Córdoba, en una foto tomada en 2008.  





Durante décadas se vendieron postales con la imagen del imponente monumento.

Raúl Barón Biza y una historia de terror

Raúl era hijo de los millonarios Wilfrid Barón y Catalina Biza, poseedores de grandes latifundios en la provincia de Córdoba. Nació en 1899, en Buenos Aires y fue el menor de cinco hermanos.

Siendo joven militó en el partido radical y apoyó a Hipólito Yrigoyen, algo fuera de lo común entre las personas de su estrato social. Formó parte del mundo de las letras y cuando tenía 19 años publicó su primer libro “De ensueño”. En la década infame, en Argentina, Raúl Barón publicó un diario opositor y fue obligado a exiliarse en Uruguay.

Luego de la muerte de su primera esposa, comenzó una relación romántica clandestina con Rosa Clotilde Sabattini, veinte años menor que él e hija de un íntimo amigo, el líder radical Amadeo Sabattini. En 1935, en secreto, contrajo matrimonio con la joven y los primeros años que estuvieron juntos vivieron en Europa, donde Clotilde había ganado una beca. En 1940 regresaron al país, pero la persecución del gobierno peronista los obligó a exiliarse en Montevideo. En Uruguay nacieron los tres hijos de la pareja: Carlos, Jorge y María Cristina. Recién en octubre de 1950, la familia pudo regresar Argentina.

 
Raúl Barón Biza y Jorge Barón Sabattini.

El final de Barón Biza

Al momento de volver del exilio en Montevideo, las diferencias en el matrimonio de Raúl y Clotilde eran extremas. Barón Biza llegó a batirse a duelo con el hermano de su mujer, Alberto Sabattini. Producto de ese enfrentamiento ambos resultaron heridos de bala.

En 1953, Barón y Sabattini se separaron definitivamente. Una década después, en el 16 de agosto de 1964 la ex pareja volvería a encontrarse por última vez. En esa fecha Clotilde, junto a sus abogados, visitaron el departamento de Barón Biza para terminar los trámites del divorcio. En la reunión, Raúl ofreció a los invitados a beber un vaso de whisky. Mientras conversaban, repentinamente, lanzó el contenido de uno de los vasos sobre el rostro de su esposa. El recipiente contenía ácido clorhídrico. El líquido quemó el rostro, el pecho y las manos de la mujer.

Inmediatamente después del agravio Raúl Barón escapó de su departamento, mientras los letrados socorrían a Clotilde Sabattini y la trasladaban al Hospital del Quemado. Además, los profesionales se encargaron de hacer la respectiva denuncia contra Barón.

Al día siguiente del escandaloso episodio, la policía allanó la casa de Raúl. Allí, en su dormitorio, encontraron el cuerpo del hombre, que se había disparado en la sien. Desde entonces, el que supo ser un excéntrico millonario de los latifundios cordobeses, descansa bajo uno de los olivos la estancia “Myriam Stefford”, en Alta Gracia, cerca del mausoleo de su primera mujer.

En 1978, Clotilde, cuyas heridas por el ataque con ácido derivaron en cicatrices permanentes, se arrojó desde la ventana del departamento donde, varios años antes, había sufrido el ataque de ex esposo.

Jorge Barón Sabattini, uno de los tres hijos de Clotilde y Raúl, fue periodista, escritor y docente. Escribió “El desierto y su semilla”, una novela que repasa la historia de amor y odio de su familia. Jorge se arrojó de un 12 piso, de un edificio de Córdoba.

Fuente: http://www.sanjuanalmundo.org