El
5 de noviembre se conmemora el Día de la Aviación Civil, en homenaje al
nacimiento de Aarón de Anchorena. El rico estanciero, junto a Jorge Newbery,
hizo historia al unir las costas argentina y uruguaya, lo que en 1907 era
considerado una locura
Por
Adrián Pignatelli
Aarón de Anchorena pertenecía a una tradicional familia porteña. Ganó la primera carrera de autos que se corrió en el país y le apasionaba volar
Los
gritos que venían de afuera sobresaltaron a María, concentrada en sus
quehaceres. En la tranquilidad del campo, donde nada pasaba, el muchacho al que
todos acudían cuando había que correr a un animal que se había escapado del
corral o enviarlo al pueblo por un mandado, le pedía que saliese a ver lo que
estaba ocurriendo. La mujer se encontró con lo impensado: un enorme globo
amenazaba irse sobre las casas. Colgaban de sus redes dos hombres, y movían
enérgicamente sus piernas. El globo, cuando tocó tierra, rebotó un par de veces
y continuó unos metros más hasta que por fin sucumbió al perder la poca energía
que le quedaba. María vio, sin entender nada, como los dos hombres se
incorporaban, sacudían el polvo y se abrazaban. Cuando la vieron, le
preguntaron con total naturalidad dónde podían conseguir un teléfono.
En
la mañana de ese miércoles 25 de diciembre de 1907 todo era expectativa y
entusiasmo en el campo de la Sociedad Sportiva Argentina, actualmente Campo
Argentino de Polo. La gran atracción era un globo de 1200 metros cúbicos, hecho
de algodón, que el millonario Aarón Félix Martín de Anchorena Castellanos había
comprado en Francia. Se proponía cumplir la hazaña de cruzar el Río de la
Plata.
Anchorena,
de entonces 30 años, se desempeñaba desde 1902 como Secretario Honorario en la Embajada
Argentina en Francia. Miembro de la elite porteña, el 16 de noviembre de 1901
participó de la primera carrera automovilística corrida en el país. Con un
Panhard Levassol de 8 HP a nafta salió primero en la pista del viejo hipódromo
del Bajo Belgrano. Por 1904 hizo un viaje a caballo de cuatro meses por la
Patagonia. Llegó hasta la isla Victoria y se encontró con el Perito Moreno. Tan
maravillado quedó que a su regreso le pidió al gobierno el usufructo de la isla
para convertirla en un parque nacional. Llevó diversas especies y animales,
construyó un muelle y dependencias, pero en 1911 desistió de ese usufructo.
Años después recorrió Formosa, y tomó contacto con comunidades indígenas.
El globo Pampero, cuando aún no tenía el gas. En la otra foto, Jorge Newbery, el acompañante inesperado (Fotografía Caras y Caretas)
Su
papá Nicolás Hugo Anchorena Arana había fallecido en 1884 y la fortuna familiar
era inteligentemente administrada por su madre María Mercedes Castellanos de la
Iglesia. Ella puso el grito en el cielo cuando se enteró de lo que su hijo se
proponía. Le dijo que, si dejaba de lado la loca idea de volar, le regalaría
una estancia.
Él,
que ya había volado en Francia con Alberto Santos Dumont, le tomó la palabra.
Pero ahora debía concentrarse en el viaje que emprendería. El francés que lo
acompañaría estaba fuera de sí. Trataba de explicarle que el gas con que se
estaba inflando el globo, el usado para el alumbrado público, no servía. Como
Aarón no entró en razones, su compañero se lo explicó con papel y lápiz: la
fuerza en kilos por metro cúbico era de solo 0,725, muy lejos de 1,203 del
hidrógeno. En esas condiciones, el francés adelantó que no se subiría.
Entonces
Aarón preguntó, a viva voz, si alguien deseaba acompañarlo en la aventura en el
globo al que había bautizado “Pampero”. Alguien aceptó: Jorge Newbery. De 32
años, se había recibido de ingeniero electricista en los Estados Unidos y como
tal se había empleado en la Armada. En 1900 renunció para convertirse en
Director General de Instalaciones Eléctricas, Mecánicas y Alumbrado de la
municipalidad porteña. Era un enloquecido por los deportes y por volar.
Anchorena había adquirido el globo en Francia, donde ya lo había volado (Fotografía Revista Caras y Caretas)
Eran
las 12:45 cuando los dos hombres, ubicados en la canasta del globo, dieron la
orden de soltar las sogas. El globo comenzó a elevarse y gracias al viento que
soplaba a 20 kilómetros del sudoeste encaró hacia Uruguay. Por precaución, una
lancha seguía el trayecto.
El
globo llegó a los tres mil metros. Aún estaban en el medio del río cuando se
percataron que perdían altura. Comenzaron tirando las bolsas de lastre y los
efectos personales. Como no alcanzó se arrojaron las anclas, las sogas y hasta
el instrumental. Pero no hubo caso. Se colgaron de la red del globo y
desprendieron la canasta en la que viajaban. Estaban casi al ras del río.
Así
llegaron a tierra uruguaya, en un campo de la estancia Bell, cercano a
Conchillas, al oeste del departamento de Colonia. Fue cuando le preguntaron a
María dónde podían encontrar un teléfono para dar la buena nueva a Buenos
Aires. La mujer les facilitó un carruaje para que puedan ir al pueblo, ya que
ellos pretendían ir caminando. Se ocupó de atar el globo, para que no siguiera
dando vueltas.
En los momentos previos a la partida, los dos hombres ya están ubicados en la barquilla; en la otra foto, el Pampero ya tomó altura (Fotografía Revista Caras y Caretas)
Para
Aarón de Anchorena, fiel a la promesa que le había hecho a su madre, fue el
final de su carrera en el aire, a pesar de que sería uno de los fundadores del
Aero Club, conformada entonces por 41 socios. A esa entidad cedió el “Pampero”.
En cambio, para Newbery fue el inicio de años de conquistar los cielos. En
1911, con el globo “Huracán”, –volando sobre Argentina, Uruguay y Brasil- logró
el récord sudamericano de duración y distancia, al recorrer 550 kilómetros en
13 horas.
El
último viaje del “Pampero” fue el sábado 17 de octubre de 1908. Eduardo, el
hermano de Jorge Newbery, se propuso unir Buenos Aires con Mendoza. Lo haría
con Tomás Owen, pero como no llegó, quiso ir solo. Hasta que el Sargento
Eduardo Romero, que había llevado la canasta con palomas mensajeras, se
ofreció.
Cerca
de las 18 horas partieron de la quinta de Ernesto Tornquist, en el barrio de
Belgrano. La última vez que los vieron fue por Moreno. Y ahí comenzó el
misterio, porque el globo y sus tripulantes desaparecieron. Lo único concreto
fue que una de las 12 palomas mensajeras que llevaban llegó exhausta a la
ciudad de La Plata, pero sin ningún mensaje.
La edición del 24 de octubre de 1908 de Caras y Caretas realizó una cobertura de las alternativas de búsqueda del globo, que nunca más aparecería.
Aarón,
gracias al acuerdo que había llegado con su madre, compró 11 mil hectáreas no
muy lejos de donde había caído con el globo, en tierras de las que se enamoró
apenas las vio, en la desembocadura del río San Juan. Estableció su estancia,
encargó un parque, que actualmente lleva su nombre, y el casco de estilo Tudor
lo donó al gobierno uruguayo, cuyos presidentes suelen usarlo como casa de
descanso. Había hecho construir una torre de piedra con un faro cerca del lugar
donde creía que Sebastián Gaboto había levantado un poblado, y fue su voluntad
expresada en su testamento ser sepultado ahí. Murió el 24 de febrero de 1965 el
que, a puro pataleo, había logrado, junto a Newbery, cumplir la locura de
volar.
Fuente:
https://www.infobae.com