2010 – 23 de Noviembre – 2021 - ONCE AÑOS VOLANDO MÁS ALTO
Los aviadores no mueren, solo vuelan más alto…
Charito
Germanó fue una mujer que deslumbró por su historia, por su amor por la
aviación. Fue dueña de una personalidad que fascinaba a quién la conocía,
fuerte y decidida, a tal punto que elevó a la mujer argentina por los
invisibles caminos del cielo.
Durante
su vida profesional, Charito acumulo más de 7.000 horas de vuelo y varios
records mundiales, entre ellos, el más importante quizás, aún vigente (a pesar
de haber sido obtenido en 1.951) es el de la mayor cantidad de rizos (looping),
en una hora y cincuenta minutos, con 963 rizos, superando a su marido (Santiago
Germanó), que había realizado 960.
Al
mando de un Focke Wulff FW 44, construido íntegramente en nuestro país y bajo
licencia alemana, participó además en el Campeonato Mundial de Acrobacia Aérea
realizado en la ciudad de Coventry, Inglaterra.
El 11 de Agosto de 2009, en el Recinto del Honorable Concejo Deliberante de la Municipalidad de General Pueyrredon, por iniciativa del entonces Concejal Maximiliano ABAD (Bloque UCR) Charito fue declarada “Ciudadana Destacada” de Mar del Plata.
Amaba volar de noche, quizás por ello, a las 21:00 horas del 23 Noviembre de 2010, realizó su último despegue. Hace ya once años que no contamos con su hermosa amistad, sus consejos profesionales, sus anécdotas, ni con su afable sonrisa. Pero ambos mantenemos la esperanza que, en ese espacio infinito, nos volveremos a encontrar para disfrutar de otro vuelo en formación y encontrar juntos, aquel punto llamado horizonte, donde el Mar se abraza al Cielo, mostrando la puerta hacia un absoluto infinito, donde “Volar es Vivir” y no existen autonomías ni limitaciones.
Por Oscar Filippi
Amanece
sobre Rouen, corre el año de 1940, dos pequeños cazas Dewoitine D-520 de l’
Armée de l’ Air, dan plena potencia para elevarse. El Capitán George Janfreu,
es el líder de la sección. Más de 30 cazas alemanes sobrevuelan el sector. La
“Blitz Krieg” (Guerra Relámpago) se abate sobre la solitaria Francia y en las
playas de Dunkerque se ahoga la ayuda británica. En el aeródromo de campaña de
la ciudad de Nancy, a muy pocos kilómetros, el Capitán Antoine de Saint-Exupéry a esa misma hora escribe:
“…
– Estamos a fines de Mayo, en plena retirada, en pleno desastre. Se sacrifican
los pilotos como si fueran vasos de agua echados en el incendio de un bosque.
¿Por qué pesar los riesgos cuando todo se desmorona? Somos aun para toda
Francia cincuenta equipos de Gran Reconocimiento. En tres semanas hemos perdido
diecisiete equipos de los veintitrés. Nos fundimos como si fuéramos de cera.
Sabemos muy bien que no pueden hacernos otra cosa que arrojarnos a lo hoguera,
aunque el gesto sea inútil. Somos cincuenta equipos para toda Francia. ¡Sobre
nuestros hombros reposa toda la estrategia del Ejército Francés!”
En
esa hoguera, en ese tibio amanecer de esa cruel primavera francesa, el Capitán
George Janfreu y su numeral se consumían para siempre en la defensa de los
cielos de Francia, en el mismo fuego que en 1944 atraparía también a Antoine de
Saint-Exupéry.
Mientras
tanto, en la ciudad de Lyon, una pequeña niña, Marie Rosoi Janfreu, esperaba
noticias de su padre y el regreso de su mamá que había viajado a la ciudad de
París. María del Rosario (de allí “Charito”) jamás volvería a ver a su papá y
nunca tendría más noticias de su madre. Ellos fueron dos de los 595.000 muertos
y desaparecidos que le cobró a Francia la Segunda Guerra Mundial.
Como
una de tantas huerfanitas de guerra, Charito tuvo la suerte, como ella misma lo
expresa, de ser recogida por una Orden de Monjas Francesas y ser exiliada a la
Argentina antes que concluyera la Segunda Guerra.
Otro
amigo aviador que vuela este mismo cielo que nosotros, pero que lo hace con
otra bandera pintada en la deriva, Gill Robb Wilson, escribió alguna vez:
“…
– Muy pocas veces se llama la atención sobre el hecho que para llegar a volar,
el hombre ha tenido que recurrir a lo más profundo de su corazón y de su mente.
En un grado mucho mayor que en cualquier otra experiencia anterior. No existe
nada en la naturaleza física del hombre que lo prepare a volar. Innumerables
generaciones han enraizado los instintos humanos a los hábitos limitados por la
tierra. Todo aquello que pertenece al vuelo ha tenido que ser inventado… la
nave, los instrumentos, los motores, los sistemas de mando, las comunicaciones,
los aeropuertos… todo. Y más aún, el hombre ha debido transformar millares de
descubrimientos científicos en compromisos prácticos que puedan ser trabajados,
dejándose llevar en el proceso de experimentos sin precedentes. Cuando
contemplo todo esto, quedo maravillado mucho más por la profundidad de los
recursos espirituales e intelectuales del hombre que por las altitudes o las
velocidades de sus vuelos. Volar es tanto una proyección del espíritu humano
como una apertura en el campo de las ciencias. La ciencia es el servidor. El
espíritu es el amo.”
Como
un llamado genético, la lucha por vencer la gravedad interior y exterior, por
librarse de lo doloroso, sórdido, de la pesada guerra que quedó allá en su
Francia natal. La elevación del espíritu y el cuerpo se simbolizan también en
la vida de Charito Germanó. Es la propia herencia de sangre, es aquella misma
huella que su padre le marcó a ella, en aquellos cielos de Francia y a la que
no quiso renunciar. Al hablar con Charito, emerge el retrato del aviador como
una raza, sin géneros, sin fronteras ni banderas, que trata de proyectarse al
exterior, pero todavía con mayor fuerza e importancia, interiormente.
Por
ello, su vida tuvo una sola meta, ¡volar! Apoyada en su vocación por aquellas
adorables monjas francesas, a las que convenció cuando les entregó un hermoso
poema que ella misma había escrito. Charito tuvo el mayor instructor que le
podían haber conseguido, Santiago Germanó, el mejor piloto de acrobacia aérea
de la aviación argentina y quién luego también sería su esposo.
Con él descubrió el rizo (looping), el balance lento, el balance en punta, el medio rizo invertido, el tonel rápido, la barrena, la hoja muerta, la barrena invertida, descubrió que el volar era libertad, que esa libertad era amor y el amor superaría toda angustia y dolor pasado. Que el cielo es esa extensión infinita que une a todo el mundo por igual, no tiene fronteras, no hay límites, no encuentra barreras, no acepta odios ni guerras, por eso es hermano del mar y se abrazan juntos allá en el horizonte.
“…
– Para que podamos seguir volando, solo tenemos que revisar nuestro espíritu y
nuestra voluntad, si ellos están listos, seguramente habrá un avión
esperándonos en alguna pista cercana.”
Esta
frase de Charito es la que la define en cuerpo y alma. El verdadero aviador,
ese que pertenece a la “raza de aviadores” es el que no depende sólo de la
máquina, es el hombre o la mujer, dispuestos a elevarse cada día, espiritual,
personal y profesionalmente.
Sus
más de siete mil horas de vuelo están llenas de récords y triunfos. Uno aún
vigente, 963 rizos (loopings) consecutivos, el Maestro Santiago Germanó,
demostrando su propia perfección, al ser superado por su discípula, había
logrado 960. Fue en 1951, cuando se inauguraron las instalaciones del Aeroclub
de Caruhé.
Entre
el 15 y el 20 de Junio de 1954, más de 100 aviones civiles argentinos vuelan en
la famosa “Reboada” para
sumarse a los festejos del cuarto centenario de la fundación de la ciudad de
San Pablo (Brasil), en ese mega festival aeronáutico sudamericano, Charito
Germanó se convertiría en la figura acrobática del evento. Cuando regresaba,
volando sobre el golfo de Santa Caterina, un problema de contaminación de agua
en la nafta, puso en serio riesgo la vida de Charito. Según relata, el sólo
hecho de pensar que podía ser devorada por tiburones, si amerizaba, fue lo que
hizo que lograra mantener el avión en vuelo. En realidad, fue su experiencia,
al aumentar potencia cada vez que el avión “tosía”, aumentando el caudal de
combustible por sobre las gotas de agua que lo contaminaban, perdió altura,
pero logró llegar.
Pocos
meses después, llevando por primera a vez a Europa, un avión construido
íntegramente en la Argentina, el Focke Wulff Fw-44 “Stieglitz”, bajo licencia alemana, compitió
en el Campeonato Mundial de Acrobacia Aérea, realizado en la ciudad de
Coventry, Inglaterra.
Allí
logró el primer Campeonato Mundial de Acrobacia Aérea para la Argentina,
venció, entre otros, a un experimentado piloto norteamericano, Franck Price,
veterano aviador de la II GM y Corea, que por esos días se dedicaba a doblar
escenas aéreas en las películas de Hollywood.
La
perfección de sus maniobras y el sólo hecho que una mujer hubiera logrado el
título, hasta ese momento, reservado sólo a los hombres, hizo que su fama se
disparara por el mundo. Fue recibida por la Reina Isabel II de Inglaterra y
reconocida como miembro de la Asociación Internacional de Mujeres Aviadoras con
sede en los Estados Unidos (un selecto grupo con sólo 99 integrantes). Fue así
que su gira se extendió por toda Europa. Voló y realizó exhibiciones en Italia,
España, Alemania, Holanda y finalmente en Francia. En el mismo cielo de
Francia, en el que su padre le dejó esa hermosa antorcha llamada “Libertad”,
esa hermosa vocación que se llama volar. En ese cielo de Francia, por fin
Charito tuvo noticias de su padre y de su madre, seguramente, hasta sintió que
estuvo con ellos.
Por
el campeonato logrado para nuestro país, la Fuerza Aérea Argentina le otorgó el
primer brevet de “Aviadora Militar”. Charito Germanó se convirtió así en la
primera aviadora militar de nuestra Fuerza Aérea.
Charito
Germanó vivió en Mar del Plata, fue nuestra vecina. Cuando paso por la
intersección de la costa y la Avenida Constitución, frente a ese hermoso
monumento que todas las mañanas abraza el sol, me acuerdo de Charito. Ella es
la “Dama Alada” de nuestra aviación. Como decimos los aviadores que tuvimos el
inmenso gusto de conocerla y disfrutar de su amistad, “Charito es un ángel que, envuelto en la bandera de Francia, Dios le
regaló a la Aeronáutica Argentina”.
Fuente:
https://prensaohf.com