Aquel vuelo 243 de Aloha Airlines fue uno de los hechos más increíbles de la aviación comercial.
Por Tomás
Peiró
El vuelo 243 de Aloha AIrlines marcó una de las hazañas más insólitas de la aviación comercial
Hay historias que superan hasta la más excéntrica imaginación del más ingenioso director de cine. Tal es el caso del vuelo 243 de Aloha Airlines, que tuvo lugar hace 34 años, un 28 de abril de 1988 y que registró una de las hazañas más importantes de la aviación comercial.
Aquél
jueves a las 13:20 horas, el Boeing 737-200 de Aloha Airlines, una compañía
norteamericana con base en Honolulu, Hawái, estaba en pista ultimando los
detalles de posicionamiento y preparación para el despegue.
Cinco
minutos después, la co-piloto Madeleine Tompinks -una de las pocas mujeres
piloto de EEUU por aquel entonces- y el capitán Robert Schornsteimer inician el
despegue, dejando atrás la ciudad hawaiana de Hilo y dirigiéndose a la capital
estatal, Honolulu, en un clásico vuelo turístico.
El
vuelo 243 había partido y comenzaba a ganar altura con 90 pasajeros y 5
miembros de tripulación. A los 21 minutos de vuelo, alcanzó la altitud crucero
de 24.000 pies y se disponía a seguir su vuelo normal hasta Honolulu. Pero pasó
todo lo contrario.
En rojo la ruta que debió realizar el vuelo 243, el círculo marca el punto de la explosión; mientras que en azul se grafica la ruta que debía completar hasta Honolulu
Al
alcanzar la altitud crucero, la nave sufrió una descompresión explosiva que
hizo volar parte de su techo y gran parte del fuselaje lateral de la parte
delantera, hasta las alas, dejando a un tercio de los pasajeros al descubierto,
expuestos a los feroces vientos y a temperaturas de veinte grados (Celsius)
bajo cero.
Automáticamente,
Clarabelle Lansing, la jefa de cabina, salió expulsada del avión. Su cuerpo
nunca fue encontrado y es probable que haya fallecido al impactar con el mar.
Fue una muerte trágica, en medio de una cadena de milagros. porque el resto de
los pasajeros y el personal de cabina todavía estaban con el cinturón abrochado
gracias a que la señal luminosa no se había apagado.
No fue
el único milagro. Todo estaba dado para que el metal de la aeronave siguiese
quebrándose ante tanta presión. La cabina de comandantes había quedado unida al
resto del avión tan sólo por los bastidores inferiores del compartimiento de carga
e inclinada levemente hacia abajo. En cualquier momento podría haberse
desprendido, y eso sí hubiese significado el fin de las 94 vidas que aún
seguían a bordo del Boeing 737-200.
Imagen de archivo que muestra el momento después del aterrizaje, mientras algunos pasajeros ya habían descendido, otros lo estaban haciendo y algunos todavía estaban en sus asientos
A pesar
del estrépito de la explosión, y sin saber exactamente qué estaba ocurriendo,
Schornsteimer logró solicitar un aterrizaje de emergencia en el aeropuerto de
Kahului, otra ciudad hawaiana, y comenzó el descenso de una aeronave que a cada
segundo podía quebrarse en pedazos.
Sin
embargo, los comandantes descendieron durante 13 minutos -durante los cuales
había decenas de pasajeros aterrorizados viendo cómo todo sucedía a su
alrededor, sin saber si sobrevivirían o no- hasta que divisaron el aeropuerto y
se prepararon para el aterrizaje.
Contra
todo pronóstico, el tren de aterrizaje respondió. El piloto y la copiloto
lograron aterrizar el dañado Boeing sin problemas
Debido
al daño que había sufrido el avión, los comandantes no pudieron desacelerar y
se prepararon para un aterrizaje a alta velocidad, que exponía aún más la
integridad del aparato y la gente a bordo al tocar tierra. Pero contra todo
pronóstico, el tren de aterrizaje respondió. Schornsteimer y la co-piloto
Tompinks lograron aterrizar el dañado Boeing sin problemas.
Ver
para creer
Las
imágenes que vieron los operarios del aeropuerto de Kahului y los pasajeros que
estaban en la terminal debe haber sido impactante: un avión acababa de
aterrizar en pista sin mayores inconvenientes con un tercio de su fuselaje
desprendido y pasajeros viajando y sin techo, como si se tratase de un bus de
turismo urbano.
El
accidente sólo contabilizó la muerte de Lansing, que tuvo la mala fortuna de
ser la única persona en haberse quitado el cinturón de seguridad, probablemente
para iniciar el servicio de a bordo, cuando sucedió la explosión que la eyectó
al aire y al mar.
Una
investigación posterior determinó que la falla en el avión se debió a la fatiga
del metal. La aeronave llevaba 20 años en servicio y ya había registrado
“vibraciones inusuales” al despegar. El avión ya había realizado 89.680 vuelos,
cuando el fabricante indicaba una vida útil de unos 75.000.
Seguramente
este exceso de uso generó fracturas en los paneles superiores de la sección
delantera del fuselaje. De hecho, una de las sobrevivientes declaró haber visto
lo que pensó que era una rotura en la superficie del avión cercana a la puerta
de embarque.
El
accidente, uno de los más recordados de la aviación comercial, fue recreado en
el primer episodio de la tercera temporada de Mayday: Catástrofes Aéreas, así
como por la serie 1.000 maneras de morir en el capítulo titulado “Azafata
aspirada”. Y fue narrado en el film Miracle Landing (Aterrizaje de milagro),
hecho por la cadena CBS. No era para menos.
Fuente:
https://www.infobae.com