Por Jaime
Noguera
Durante
el siglo XIX los rusos se mantuvieron ajenos a la fiebre experimentada en el
resto de Europa por los globos aerostáticos. La opinión en Occidente a este
respecto era que Rusia estaba atrasada. Sin embargo, el gobierno ruso prefería
esperar e invertir los fondos públicos cuando esta tecnología estuviese lo
suficientemente desarrollada.
Rusia
había sido de las primeras naciones en explorar las posibilidades militares de
los aerostatos. En 1812, Alexander I encargó al ingeniero alemán Franz Leppich,
reclutado por el servicio secreto ruso, la creación de una aeronave con la idea
de usarla para atacar a los ejércitos de Napoleón.
Leppich diseñó, en un taller secreto y con la ayuda de 50 mecánicos germanoparlantes, un ingenio con forma de pez y propulsado por aletas. Se llevó a cabo su construcción (finalizada justo después del incendio de Moscú) y el globo que debía sostenerlo llegó a inflarse, pero se rasgó o no pudo adquirir suficiente velocidad para volar en contra del viendo, haciendo imposible el despegue, por lo que se abandonó el proyecto.
En la
novela “La Guerra y la Paz”, de Tolstói, el conde Pyótr Kiríllovich Bezúkhov
viaja con la intención de ver este invento, aunque sin éxito. Tolstói incluía
en la novela una misiva del zar Alejandro I al gobernador de Moscú, conde
Rostopchin, interesándose por el dirigible.
En
1906, el Ingeniero Jefe de la Oficina de la Rusia Imperial se desplazó a
Francia, junto a una numerosa delegación de ingenieros y otros profesionales,
para interesarse por los avances en la construcción de aeronaves.
La
geopolítica del momento, con Alemania como oponente de Rusia, hizo que se
optase por Francia en detrimento del país germano, que había desarrollado con
gran secretismo el dirigible más avanzado del momento: el Zeppelín.
Los
rusos habían recibido noticias alarmantes. Esas misteriosas naves aéreas
gigantescas podían “destruir de un plumazo un regimiento de cosacos o dañar
seriamente el centro de San Petersburgo”.
Tan
solo dos años después de este viaje los cielos de Rusia veían el perfil del
nuevo señor de las nubes elevarse desde la tierra: el dirigible “Uchebniy”, con
una longitud de 40 metros, un volumen de 2.000 metros cúbicos de hidrógeno y
una velocidad máxima de 21 km/h. Este dirigible sería utilizado como plataforma
de pruebas y experimentos, al igual que para el entrenamiento de futuras
tripulaciones.
En
1909, Rusia adquirió un dirigible en Francia. Se le dio el nombre de “Lebed” y
sus prestaciones superaban a las del “Uchebniy”. Medía 61 metros de largo,
tenía 4.500 metros cúbicos de volumen y su velocidad punta era de 36 km/h. No
obstante, los rusos dedujeron que dada la velocidad vertiginosa de los avances
científicos de la época en cuestiones militares tales como defensa antiaérea, un
dirigible así se convertiría pronto en
una simple diana para los disparos enemigos en el caso de un conflicto bélico.
Los militares rusos solo veían posibilidades militares a este invento en el
campo del reconocimiento fotográfico.
Los
Imperios Centrales desplegaron algunos dirigibles en su frente oriental. Por
ejemplo el SL2, una aeronave alemana transferida a las fuerzas austrohúngaras
que realizaría seis misiones sobre territorio del Imperio ruso, entre ellas el
bombardeo de Varsovia en 1914.
SL2 bombardeo de Varsovia
El SL 10, basado en Bulgaria, desapareció en vuelo durante una fuerte tormenta tras bombardear Sebastopol y los dirigibles SL9 y SL14 fueron utilizados ampliamente en el Báltico hasta 1917.
Los
aeronautas militares rusos no sufrieron ningún accidente con pérdida de vidas a
bordo de los dirigibles con los que contaban las fuerzas armadas imperiales en
el momento del estallido de la I Guerra Mundial.
Durante
el reinado de Nicolás II, Rusia construyó o adquirió los siguientes dirigibles.
Uchebniy (1908). Volumen: 2.000 metros cúbicos. Longitud: 40 m. Velocidad:21 km/h.
Lebed (1909). Comprado a Francia. Volumen: 4.500 metros cúbicos. Longitud: 61 m. Velocidad: 36 km/h.
Chaika (1910). Comprado a Francia. Volumen: 2.140 metros cúbicos. Longitud: 47 m. Velocidad: 47 km/h
Krechet (1910).Volumen: 6.900 metros cúbicos. Longitud: 70 m. Velocidad: 43 km/h.
Berkut (1910). Comprado a Francia. Volumen: 3.500 metros cúbicos. Longitud: 56 m. Velocidad: 54km/h
Yastreb (1910). Volumen: 2.800 metros cúbicos. Longitud: 50 m. Velocidad: 47 km/h.
Kobchik (1912). Volumen: 2.150 metros cúbicos. Longitud: 45 m. Velocidad: 50 km/h.
Kondor (1913).Comprado a Francia. Volumen: 9.600 metros cúbicos. Longitud: 88 m Velocidad: 55 km/h.
¿En qué
zeppelín te gustaría volar?
Fuente:
https://es.rbth.com