Stanley
Baldwin tenía 65 años y era Lord Presidente del Consejo (un cargo no muy fácil
de explicar, pero muy arriba de la jerarquía política británica) y, gracias a
la mala salud de Ramsay McDonald, Primer Ministro de facto. En la primera mitad
de la década de 1930 los temas relacionados con el desarme, las armas modernas
y los bombardeos aniquiladores estaban muy presentes en la opinión pública,
zarandeada por toda clase de propuestas contradictorias, desde el pacifismo
absoluto al ejercicio del terror mediante armas avanzadas (entre las que
ocupaba el primer lugar el bombardero capaz de soltar gases tóxicos sobre una
ciudad). La sensación general era de miedo al bombardeo aniquilador, como años
después se extendió el pánico al bombardeo atómico. El mismo día en que Baldwin
soltó su speech ante la Cámara de los Comunes (10 de noviembre de 1932), la
Conferencia de Desarme de Ginebra había debatido sobre los ataques aéreos
químicos.
Baldwin
puso los pelos como escarpias a sus oyentes al describir un nuevo miedo que
atenaza a los combatientes modernos: que su mujer y sus hijos sean muertos en
un ataque aéreo, a miles de kilómetros del frente de batalla. Yendo a lo
práctico, el Lord Presidente describió el ataque aéreo en los términos más
ominosos: máquinas volando a toda velocidad y a gran altura sobre las ciudades
inglesas, cargadas con toda clase de material letal, indetectables entre las nubes
y la niebla.
Así
que, en la versión británica de atarse los machos, Baldwin soltó su agorera
sentencia:
“No
hay poder en la tierra que pueda proteger [al hombre de la calle] de ser
bombardeado… el bombardero siempre se abrirá camino (the bomber will always get
through). Para apoyar su afirmación, Baldwin se extendió en consideraciones de
defensa aérea (imposible en su opinión, en un espacio tridimensional de 20.000
pies de altura, cientos de millas cúbicas cubiertas con nubes y niebla) y
remató con una premonición de la doctrina MAD (destrucción mutua asegurada) que
regiría la guerra nuclear en décadas venideras: “la única defensa es la
ofensiva, lo que quiere decir que tienes que matar más mujeres y niños y más
rápido que el enemigo (to kill more women and children more quickly than the
enemy) si quieres salvarte”[1].
El
Lord Presidente del Consejo era un pacifista seriamente preocupado por lo que
se avecinaba. La prensa internacional informó en estos breves términos de su
discurso:
“El
señor Baldwin hizo resaltar el peligro de una amenaza de guerra aérea, a cuyo
fin se mostró partidario de una intervención en la aviación civil y [de la]
abolición de los aparatos de bombardeo”[2].
Fuente: https://aeropinakes.com