En
1945 Reino Unido logró salir victorioso de la II Guerra Mundial pero los años
de combate tuvieron un costo enorme, no solo humano sino también económico.
El
país estaba fuertemente endeudado y tardaría años en recuperarse. Sin embargo,
los británicos tuvieron una importante ventaja en comparación con el resto de
Europa: todo seguía funcionando, desde las carreteras hasta los ferrocarriles y
los puertos.
Las
fábricas británicas producían artículos de todo tipo y lo que mejor hacían era
construir aviones.
El
poder de la aviación había salvado a Gran Bretaña en 1940 y había sido crucial
para la victoria aliada en 1945.
Durante
la guerra, los fabricantes de aviones de esa nación -compañías como
Supermarine, Avro y Vickers- habían construido 131.500 aviones.
Para
1944, había más británicos construyendo aviones que sirviendo en el ejército y
muchos creían que en tiempos de paz esa industria sería la salvación del país.
Sin
hélices
El
genio del país para construir aviones no tenía rival.
Aviones
ultraligeros, ultramodernos y muy rápidos, con formas y diseños futuristas que
rompían todo tipo de records aeronáuticos: de velocidad, de altitud y de
distancia.
Todo
esto fue posible gracias a la invención del motor a reacción (o jet), que
cambió completamente a la industria aeronáutica. De pronto, aviones que podían
ir a un máximo de 650 kilómetros por hora superaban los 1.100 km/h.
El
hombre considerado el inventor del motor jet fue Frank Whittle. El joven cadete
de la Real Fuerza Aérea (RAF, por sus siglas en inglés) había estado trabajando
en la idea mucho antes de que estallara la II Guerra Mundial.
Pero
fue recién en 1941 que estuvo listo para volar el primer avión a reacción, un
pequeño caza británico que llevó el escueto nombre del proyecto: E28/39.
Los
británicos buscaron utilizar la nueva tecnología para obtener una ventaja en la
guerra y crearon un avión mucho más rápido y poderoso: el Gloster Meteor, que
hizo su aparición en 1944.
El
avión marcó el camino del futuro. Era la primera vez que una aeronave volaba
sin hélices.
En
el mundo de la posguerra, el jet se convirtió en un símbolo del poder
tecnológico y científico: podía traer riqueza, prestigio y seguridad.
En
1952, a medida que se intensificaban las tensiones de la Guerra Fría, la RAF
alcanzó su máximo tamaño de posguerra: 10 veces el tamaño que tiene hoy.
Volando
alto
Para
mejorar la seguridad de sus pilotos, que sufrían un número alto de accidentes
con los Meteor, la Fuerza Aérea desarrolló un nuevo avión con el motor
enterrado en el fuselaje: el jet Provost.
El
Provost, por primera vez, también tenía un segundo asiento y podía llevar a un
pasajero.
A
principios de los años '50 la Guerra Fría estaba llevando el gasto de defensa
de Reino Unido a un asombroso 10% del presupuesto nacional.
El
país estaba reconstruyendo sus fuerzas armadas en todo el mundo y, al mismo
tiempo, desarrollaba su propia arma de destrucción masiva.
Pero
la nación seguía endeudada desde la guerra y comenzó a quedarse sin dinero. La
industria aeronáutica británica vino al rescate.
Se
fabricaron más de 3.000 jets de combate llamados Vampire (Vampiro), que fueron
vendidos a más de 30 fuerzas aéreas diferentes en todo el mundo.
Con
la Guerra Fría escalando rápidamente, todos buscaban la tecnología de reacción
para defenderse.
El
Show Aéreo de Farnborough, donde los británicos lucían sus más recientes
modelos de aviones, se convirtió en un evento que atraía a compradores de todo
el globo.
"Gran
Bretaña estaba claramente a la cabeza en el desarrollo de motores a reacción.
Era el mayor exportador de aviones de combate a las fuerzas aéreas que se
estaban restableciendo en Europa: los suizos, los suecos, los franceses",
le dijo a la BBC el profesor David Edgerton, del Imperial College London.
"Es
realmente extraordinario cómo dominaban ese mercado y esencialmente limpiaban
el suelo con la competencia estadounidense".
Entre
la espada y la pared
El
jet se convirtió en un negocio enorme para la economía británica: más de
250.000 británicos se dedicaban a construir motores y aviones.
Y
quienes los lucían ante el mundo en Farnborough no eran pilotos cualesquiera,
eran héroes de la guerra que habían pasado de ser combatientes a ser vendedores
de aviones.
Toda
esta fascinación con estas máquinas de guerra hizo que escalaran las tensiones.
"Supongo
que la Guerra Fría y la industria de la aviación se impulsaron mutuamente. Uno
conducía al otro constantemente", observó Hal Taylor, expiloto de la RAF
entre 1948 y 1967.
Pero
el deseo de vender sus aviones y generar dinero llevaría al Reino Unido a
enfrentar un dilema. Con el mundo ahora dividido entre el Oriente comunista y
el Occidente capitalista, los británicos tuvieron que decidir entre sus
necesidades económicas y sus principios ideológicos... y no siempre ganaron los
principios.
Es
una historia poco conocida, pero ante la urgente necesidad de efectivo, el
gobierno laborista de la posguerra decidió vender parte de la tecnología
secreta del país, y uno de los mayores clientes de tecnología para aviones británicos
fue la Unión Soviética.
El
país, al igual que Reino Unido, había sido devastado por la guerra y Stalin
buscaba defenderse del feroz poder militar de los Estados Unidos.
Los
soviéticos encargaron algunos Meteor, algunos Vampire y una tecnología nueva:
el turborreactor Rolls-Royce Nene.
El
turborreactor Rolls-Royce Nene
La
solicitud sorprendió a los jefes militares del Reino Unido y dividió al
gobierno.
Finalmente,
convencidos de que sus ingenieros siempre estarían un paso adelante de la
competencia, las autoridades aceptaron el acuerdo con una condición: debían ser
utilizados solo para fines civiles.
Resultó
ser una decisión desastrosa.
Dominio
en los cielos
Las
tensiones entre el Este y el Oeste ya se estaban agudizando y, en poco tiempo,
las ventas de esos motores impactarían en un conflicto a miles de kilómetros de
distancia en el sudeste asiático.
En
mayo de 1950 la Guerra Fría se volvió caliente cuando las fuerzas de Corea del
Norte invadieron a sus vecinos del sur. Menos de un mes después, las Naciones
Unidas estaban en guerra con los comunistas.
Al
comienzo del conflicto, los aviones de combate y bombarderos de Occidente
dominaron los cielos de Corea del Norte, pero pronto apareció un nuevo avión
que superó a todo el resto: el Mikoyan-Gurevich, de fabricación rusa, mejor
conocido como el MiG-15.
El
MiG-15 iba por lo menos 160 k/h más rápido que cualquier avión del Reino Unido
o los EEUU, gracias a un par de detalles de diseño pero sobre todo a su poderoso
motor Nene, de Rolls-Royce. Claramente lo soviéticos no cumplieron con su
promesa de usar la tecnología adquirida para fines civiles.
El
MiG-15 se convirtió en uno de los aviones de combate más exitosos de todos los
tiempos. Se han construido más que cualquier otro avión militar o civil, así
que, irónicamente, la producción de copias soviéticas del motor Nene superó con
creces al original de Rolls-Royce.
La
superioridad aérea de los soviéticos en cielo coreano -gracias en gran parte a
los británicos- tensó las relaciones entre el Reino Unido y su principal aliado
los EEUU, que cuestionó la moralidad de los británicos.
Acercar
al mundo
Reino
Unido, atrapado entre las dos superpotencias, buscó aplacar la línea dura
estadounidense hacia Rusia, temiendo ser el primer blanco en caso de un ataque
soviético.
La
escalada bélica tuvo un enorme costo para los británicos, que debieron alistar
sus fuerzas para defenderse contra la amenaza soviética y a la vez armarse para
ser aliados de los EEUU.
Sin
embargo, la situación económica seguía siendo crítica en 1950. El té, el tocino
y el azúcar estaban racionados y la necesidad de acceder a moneda extranjera
era primordial.
Una
vez más el país recurrió a su industria aeronáutica y su nueva estrella: el
Comet.
El
Comet podía volar más alto y más rápido que cualquier otro avión y revolucionó
la industria de la aviación civil. Se redujeron a la mitad los tiempos de
viaje, lo que permitió acercar al mundo.
Fue
el primer avión de pasajeros que utilizó la familia real británica, con su
nueva soberana, Isabel II, coronada el 1953.
Si
Reino Unido pudiera vender el Comet a nivel mundial, garantizaría la demanda de
repuestos, mantenimiento, pedidos de nuevos motores y posiblemente flotas de
aviones.
Pero
había un problema: si los soviéticos, que ya habían probado con éxito una bomba
nuclear, lograban poner las manos sobre esta nueva tecnología, podrían llegar
hasta los EEUU. Y eso era algo que ese país no pensaba arriesgar.
Washington,
sumido en una batalla contra el comunismo incluso dentro de sus fronteras,
trató de frenar la venta de esta nueva tecnología jet a cualquier otro país,
basándose en lo que había ocurrido con los MiG-15.
Para
el gobierno británico, la línea dura de los EEUU enmascaraba su verdadera
intención: dominar el mercado de la tecnología a reacción.
En
noviembre de 1953 los británicos decidieron arriesgar el vínculo estratégico
con los EEUU.
Una
vez más la emergencia económica pudo más que cualquier otra consideración.
Permitieron
las ventas del Comet a todo país que no estuviera dentro del bloque soviético,
garantizando que ellos mantendrían un cuidadoso control sobre las partes, para
que no cayeran en las manos equivocadas.
Los
estadounidenses estaban furiosos. Pero un giro cruel del destino salvaría a
Reino Unido de las consecuencias de su decisión.
Comet
Una
serie de accidentes aéreos con Comet, que costaron la vida de decenas de
personas, revelaron que el fuselaje del avión no podía hacer frente a los
continuos cambios de presión de aire entre el despegue y el vuelo a gran
altitud.
Todos
los Comet del planeta fueron sacados de servicio.
Con
una gran inversión del gobierno británico, el avión fue rediseñado y fortalecido,
pero para entonces los fabricantes estadounidenses habían desarrollado su
propio avión.
Así
el Reino Unido perdió finalmente su histórico liderazgo aeronáutico, y a partir
de entonces quedó relegado por la superpotencia estadounidense.
Fuente: https://www.bbc.com