Hubo
cierto pasmo cuando llegó finalmente el mensaje de la 3.ª Jagddivision
(“División de cazas”), bien avanzada la tarde del 31 de diciembre, que
rememorando la antigua victoria germana sobre las legiones decía: “varus 1. 1.
45 teutonicus” (la segunda parte del código, “hermann 9h20”, seguiría poco
después de media noche). ¿Por qué se había esperado tanto, una vez que había
regresado el buen tiempo y después haber sufrido tantas bajas, para actuar
justo cuando la ofensiva terrestre parecía completamente atascada?
Por
Philippe Guillemot
Operación
Bodenplatte
Órdenes
seguían siendo órdenes y, para aumentar el impacto de la operación había que
prohibir cualquier vuelo que no tuviera relación con esta, informar a los
pilotos y hacer lo necesario para poner en estado operativo, durante la noche,
tantos aviones como fuera posible. Ni que decir tiene que las horas nocturnas
fueron trepidantes para los mecánicos, finalmente los 34 Gruppen (“grupos
aéreos”) iban a ser capaces de desplegar 900 aparatos, entre ellos 20 Me 262
del Kampfgeschwader (J) 51 [N. del T.: Kampfgeschwader era la denominación
alemana del ala de bombardeo, sin embargo, la (J) añadida al nombre indicaba
que, si bien lo fue originalmente, se había reconvertido en ala de caza]. Según
fuentes del OKW, dentro del marco de la Operación Bodenplatte se llevaron a
cabo, aquel 1 de enero de 1945, 1035 vuelos. A fin de subsanar las bajas
sufridas durante los combates de las jornadas anteriores, se ordenó también que
todo el personal de las Geschwader (“alas”) fuera empleado en combate,
incluyendo jefes y miembros de sus estados mayores que habitualmente
permanecían en tierra, lo que explica las ingentes bajas de cuadros
experimentados que sufriría la Luftwaffe, unas pérdidas irremplazables a estas
alturas de la guerra.
Todo
esto para cumplir una orden muy clara: atacar los 19 aeródromos aliados
seleccionados, todos ellos en los Países Bajos, Bélgica y cerca de Metz, en
Francia, tras volar a ras de las copas de los árboles para alcanzar los
objetivos entre las 9:00 y las 10:00 horas sin ser detectados. Para conseguirlo
se ordenó mantener un estricto silencio radiofónico y, para paliar las
carencias en capacidad de navegación instrumental de los pilotos alemanes, muy
graves a estas alturas de la guerra, cada grupo de ataque fue guiado por dos
Junkers 88 de caza nocturna, cuyos pilotos aún tenían los conocimientos
necesarios. Para volver, bastaría con que siguieran la misma ruta que a la ida,
o que volaran hacia el este hasta encontrar un aeródromo en Alemania.
La
fecha del 1 de enero, aunque uno pueda pensar que la capacidad de reacción de
los pilotos aliados sería algo menor tras una noche “festiva”, no había sido
elegida por eso, sino en función de las previsiones meteorológicas sobre los
objetivos. Los pilotos alemanes habrían podido hallarse en la misma
circunstancia que sus enemigos, pero cuando se levantaron en torno a las 4:00 y
las 5:00 horas lo hicieron con la moral alta, tras una noche sin fiesta ya que
conocían la misión que les esperaba. A pesar de la rapidez con que se
desencadenó la operación –solo unas pocas horas después del mensaje inicial–
los preparativos estuvieron a la altura de lo que ambicionaba el alto mando,
aunque no todo salió a la perfección. El General Flak al mando de la 16.ª
División recibió la noticia demasiado tarde como para transmitirla a tiempo a
la totalidad de sus 50 baterías, por lo que no todas estarían al corriente de
que iban a ser sobrevoladas por cazas propios y no sabrían interpretar
correctamente las bengalas de colores disparadas para guiar a los atacantes y
avisar a los antiaéreos de su paso.
El
ataque
La
operación comenzó con el primer bombardeo nocturno de la historia ejecutado por
reactores, cuatro Arado 234 del KG 76 contra Bruselas y Lieja. Más allá del
ataque propiamente dicho, cuyo impacto fue muy escaso, el objetivo era
comprobar sin alertar a los aliados, ya acostumbrados a los ataques de estos
aviones, que el tiempo estaba despejado sobre los objetivos. En lo que al
ataque propiamente dicho se refiere, vamos a centrarnos en las experiencias,
muy dispares, de las diferentes unidades.
Para
el Jagdeschwader 11 (“ala de caza”), sobre Asch, el ataque fue un fracaso
claro. Los dos grupos de caza (366.º y 352.º) basados en el aeródromo debían
efectuar una misión de escolta a las 11:00 horas, y llevaban listos desde las 8:00
cuando fue atacado el cercano aeródromo de Opphoven, base de una unidad
británica. En pleno proceso de despegue, los Republic P-47 Thunderbolt fueron
enviados inmediatamente al combate, donde la Jagdeschwader perdió 11 aparatos
–entre otros murió el Oberstleutnant Specht, al mando de la unidad– mientras
que el único avión aliado abatido cayó por error a manos de un P-51 Mustang
propio. El resultado final sobre ambos aeródromos fue de cuatro Mustang
destruidos más uno dañado, en Asch, para el 352.º Grupo de caza, y siete cazas
del 350.º Escuadrón belga más varios Douglas C-47 y un P-47 en Opphoven; contra
un total final de 28 de 65 aparatos perdidos para la Jagdeschwader 11, de los
que cuatro aviones fueron abatidos durante el camino de vuelta. Entre los 25
pilotos que murieron, un 40% de los que tenía la unidad por la mañana, también
hay que incluir al Hauptmann Von Fasong, jefe del III Gruppe.
Operación
Bodenplatte
El
objetivo de los 70 aviones de la Jagdeschwader 6 era Volkel, donde se
encontraban basados los Hawker Tempest del 3.er Escuadrón. También allí las
cosas salieron mal para los alemanes pues el Ju 88 que los guiaba cometió un
error de navegación que los llevó demasiado hacia el oeste y tan solo 9 cazas
consiguieron llegar al blanco, sobre el que ya volaban 8 Tempest. El resultado
final fue de 8 atacantes abatidos y un daño mínimo a las infraestructuras,
tanto que apenas una hora después el aeródromo ya estaba de nuevo en servicio.
En cuanto al resto de esta fuerza alemana, la 126.ª Ala abatió 24 aviones, un
tercio del JG 6, entre los que se contaban el de su jefe el Oberstleutnant
Johannes Kogler, que fue hecho prisionero junto con el Hauptmann Trost, jefe
del Gruppe I; mientras que el Hauptmann Kühle, del Gruppe III, resultó muerto.
Heinz
Bär, uno de los ases más destacados de la Luftwaffe, era quien estaba al mando
de la Jagdeschwader 3, cuyo objetivo era Eindhoven. Los 20 Messerschmitt 109 G
(Me 109 G) que tenía su unidad despegaron a las 8:30 horas para unirse a una
flota de 70 aparatos. Durante el trayecto, parte de los aviones se desviaron
para sumarse a la JG 27 en el ataque a Gilze-Rijen, ascendiendo a 16 los que
atacaron este aeródromo junto con los reactores de las Kampfgeschwader 51 y 76.
La
alarma que emitió la base de Gilze-Rijen fue de escasa utilidad en Eindhoven,
donde estaban estacionados los escuadrones 181.º, 182.º, 137.º y 247.º (con 20
aparatos cada uno), todos ellos bastante desgastados por los combates recientes
ya que, entre otras bajas, habían perdido al comandante del grupo y a tres de
los cuatro jefes de escuadrón. Aunque cuando los aviones de Bär llegaron sobre
el blanco había 8 Hawker Typhoon del 438.º Escuadrón en proceso de despegue,
esta vez el éxito sonrió a los alemanes y al final del día el balance fue el
que sigue: al 137.º Escuadrón le quedaban 11 aviones, 8 al 181.º, 5 al 247.º y
ninguno al 182.º. Los testigos de aquel combate relatarían que un infierno de
23 minutos se abatió sobre Eindhoven y las infraestructuras no recuperarían su
plena operatividad hasta mediados de enero. Según los canadienses, 144 aparatos
se perdieron completamente y 84 resultaron dañados, todos ellos en tierra, seis
pilotos fueron abatidos y murieron 40 hombres mientras que otros 145 resultaron
heridos. Durante esta acción Bär se adjudicó sus victorias aéreas número 203 y
204. En lo que a las bajas alemanas se refiere, 10 pilotos no regresaron
(muertos o desaparecidos) y 6 fueron capturados, lo que supone una tasa de
pérdidas del 22%.
La
misión efectuada por la Jagdgeschwader 1 “Oesau”, compuesta por 80 Me 109 y
Focke-Wulf 190 (Fw 190) guiados por dos Ju 88 del I/Nachtjagdgeschwader 2 (NJG
2), tenía como objetivo los aeródromos belgas de Maldegem y Ursel para los
Gruppen I y III, y Saint Denis-Wetrem para el II Gruppe. Los aviones
desplegaron entre las 8:10 y las 8:15 horas para dirigirse hacia su blanco. El
primer incidente tuvo lugar al sobrevolar La Haya, cuando la Flak amiga, que no
había sido avisada, abrió fuego y derribó tres aparatos, entre ellos el del
propio comandante en jefe de la unidad, que se vio obligado a efectuar un
aterrizaje forzoso. El ataque sobre Ursel fue decepcionante, pues los doce
escuadrones de Supermarine Spitfire allí basados habían sido llamados de vuelta
a Gran Bretaña y solo pudieron destruir un Boeing 17 (B-17) en reparación, dos
Avro Lancaster y un De Havilland Mosquito. Sobre Maldegen el problema fue la
bruma, más que el fuego antiaéreo, pues las piezas habían sido retiradas unos
días antes. Allí los alemanes destruyeron un total de 13 Spitfire del 485.º
Escuadrón neozelandés y uno del 349.º belga, a cambio de dos aviones propios.
Finalmente, en Saint Denis-Westrem los tres escuadrones polacos (302.º, 308.º y
317.º) de la 131.ª Ala de la RAF habían despegado ya para ir a cumplir sus
misiones, por lo que los combates tuvieron lugar cuando los aliados volvieron a
la base, duelos terribles que se saldaron con 32 Spitfire, un B-17 y un Short
Stirling que acabaron destruidos o dañados y con la muerte de dos pilotos
polacos; pero para ello los alemanes tuvieron que pagar un elevado precio, pues
24 pilotos, un tercio del total, no regresaron, incluido el comandante en jefe
del I Gruppe. 12 de ellos murieron.
La
Jagdgeschwader 2, que llevaba el ya muy famoso nombre de “Richtoffen”, basada
al norte de Fráncfort y comandada por el Oberstleutnant Kurt Bühlingen, que
sumaba más de 100 victorias contra los aliados occidentales, atacó los aviones
de los 404.º y 48.º grupos de caza en Saint Trond. Los 90 Fw 190 de la unidad
–algunos de los cuales eran del modelo D9, tan nuevos que ni siquiera tenían
las marcas identificativas–, se alzaron a los cielos a las 8:00 horas; poco
después se les unieron 8 Fw modelo F8 de la Sturmgeschwader 4 (SG, “ala de
asalto”) dirigidos por el Oberst Druschel, portador de la Cruz de Caballero y
con 800 misiones de apoyo a tierra a sus espaldas. Sin embargo, esto no lo
salvaría de desaparecer bajo el fuego de la defensa antiaérea norteamericana
desplegada en torno a Aquisgrán, muy eficaz gracias a la baja cota a la que
volaban los aviones y que se cobró otros tres aparatos de esta ala. Tampoco la
JG 2 se libró de la hecatombe, pues a su vez perdió doce aviones a manos de la
DCA, entre ellos el del Hauptmann Schröder, jefe del II Gruppe. Si la cosa
había empezado mal, iba a empeorar, pues la base que debían atacar había sido
avisada por las patrullas aéreas, y también allí se cobró su tributo el fuego
antiaéreo. El inapelable balance fue de 33 pilotos derribados, 25 de ellos
muertos, un total del 40% de los efectivos para la Jagdgeschwader 2; así como 8
de los 30 pilotos de la Sturmgeschwader 4. Todo ello a cambio de tan solo 12
P-47 destruidos.
Operación
Bodenplatte, 1 de enero de 1945 Ardenas Luftwaffe
Parecido
fue el destino de la Jagdgeschwader 4 del Major Michalski (Caballero de la Cruz
de Hierro, con 70 victorias). Los 50 Me 190 y Fw 190 que la componían
despegaron a las 8:10 horas y partieron en dirección a Le Culot guiados por un
Ju 88, que no tardó en ser abatido por el fuego antiaéreo mientras sobrevolaban
los Países Bajos, tras lo cual la unidad se perdió. El II Gruppe acabó atacando
Saint Trond y otros aviones atacaron a las tropas que defendían Bastogne,
mientras el IV Gruppe seguía camino para atacar Melsbroek sin lograr
prácticamente nada. La unidad perdió 31 aparatos.
La
región de Bruselas fue el blanco de cuatro grupos de caza, el III de la
Jagdgeschwader 54 y el I de la 26 debían atacar el aeródromo de Grinbergen,
mientras que el II y el III de la Jagdgeschwader 26 atacarían el de Evère; 170
aviones en total, una fuerza impresionante para la Luftwaffe de entonces. El
plan era que, una vez sobre el blanco, los cazas efectuaran tres ataques en
tandas de cuatro aparatos. Esta formación también tuvo que enfrentarse al fuego
antiaéreo propio, que derribó una docena de aviones antes siquiera de que
avistaran su objetivo, mientras que una vez sobre este los pilotos polacos de
los Spitfire del 308.º Escuadrón derribaron al menos seis más. El resultado de
los ataques a ambos aeródromos fue dispar. En el de Grinbergen, prácticamente
vacío, donde llegaron sobre las 9:20 horas, los alemanes destruyeron seis
aviones, cuatro de ellos B-17, a cambio de la pérdida de 12 aparatos a manos de
la defensa contra aviones; en Evère, sin embargo, las cosas resultaron de un
modo muy distinto. Allí estaban basados tres escuadrones de caza de la Royal
Canadian Air Force, el 403.º, el 416.º y el 421.º, de los cuales, cuando
llegaron los alemanes en torno a las 9:30, el 416.º se hallaba en plena
maniobra de despegue, aunque solo lo conseguiría el Teniente de vuelo Harding,
su jefe, que consiguió derribar un Me 109 antes de caer él también. Sí estaban
en vuelo los Spitfire del 403.º, que ya se alejaban a cumplir su misión y
tuvieron que volver a toda prisa para tratar de detener la carnicería que
estaba teniendo lugar. Poco pudieron hacer contra 60 aviones alemanes, que
arrasaron las instalaciones, destruyeron 11 Spitfire y dañaron otros 12 en
tierra, solo una pequeña parte de los no menos de 120 aviones (60 de ellos
cazas y 32 bombarderos pesados) que perdieron los aliados, frente a 20 pilotos
alemanes. El 421.º Escuadrón ni tan siquiera llegó a despegar.
La
Jagdgeschwader 77 había perdido a su comandante, abatido y gravemente herido
sobre las Ardenas poco tiempo atrás, pero aun así los 100 Me 109 G14 y K4
fueron enviados sobre Amberes comandados por el Mayor Leie (Cruz de Caballero,
con más de 100 victorias), nombrado el 29 de diciembre. Su plan era atacar por
parejas de cazas, cada una de las cuales haría cuatro pasadas, con los Typhoon
de los escuadrones 193.º, 197.º, 257.º y 263.º y los Spitfire franceses de las
escuadrillas 341.ª y 345.ª como blanco, todos ellos atrapados en tierra a causa
del hielo matutino y bien agrupados debido al barro que rodeaba la pista; un
blanco ideal. Sin embargo, a esta prestigiosa unidad tampoco le fueron
demasiado bien las cosas. En primer lugar, la Flak propia le derribó tres aparatos,
y más caerían después a manos de la defensa antiaérea aliada; después, la
dispersión de los aviones fue tal que parte de ellos atacaron el aeródromo de
Woendsrecht, que no solo estaba vacío, sino que no era su objetivo asignado; y
además el II Gruppe se perdió a la altura de Amberes y apenas sirvió para nada.
Finalmente, solo una parte del III Gruppe llegó al blanco asignado, pero el
ataque fue desorganizado y solo consiguieron dañar 14 aparatos a cambio de
cuatro pilotos muertos, otros tantos prisioneros y dos más desaparecidos.
Al
Mayor Franzisket, Caballero de la Cruz de Hierro con 40 victorias en su haber y
al mando de la Jagdgeschwader 27, solo le quedaban algo más de una treintena de
Me 109 G14 en los Gruppen I y II, por lo que en su estela partieron los otros
dos Gruppen del ala, así como el IV de la Jagdgeschwader 54, lo que sumó un
total de 85 aviones. Su blanco era el aeródromo de Melsbroek, cerca de
Bruselas, del que ya habían partido los Boeing 25 Mitchell del ala 139.ª para
efectuar un ataque sobre Dasburg. Este hecho, sumado a la escasa habilidad de
los pilotos germanos, dio resultados limitados: 17 pilotos alemanes muertos,
desaparecidos o prisioneros frente a 6 Spitfires, 6 Mosquitos y 24 bombarderos
medios destruidos.
El
último blanco, y no el menos importante, se encontraba en Francia. Se trató del
aeródromo de Metz-Frescaty, donde la 9.ª Fuerza Aérea estadounidense acababa de
desplegar, el 27 de diciembre, los Typhoon del 365.º Grupo de caza en previsión
del esperado ataque alemán desde Alsacia que se materializaría con el nombre de
Operación Nordwind, que los aliados conocían gracias a Ultra. La detección de
esta fuerza aérea había sido un logro de los servicios de escucha alemanes que,
si bien no poseían una máquina que pudiera desencriptar los mensajes enemigos,
sí eran capaces de quebrar las escasas medidas de seguridad de algunas
transmisiones americanas.
Los
50 Me 109 G14 y K4 de los Gruppen II, III y IV de la Jagdgeschwader 53
despegaron a las 8:00 horas en dirección a Metz bajo un tiempo claro, lo que
fue una suerte porque el Ju 88 que debía guiarlos se había quedado en tierra a
causa de una avería. Más allá de Kaiserslautern, una patrulla de P-47 se abatió
sobre el II Gruppe, que perdió 9 cazas en un instante –sin pérdidas humanas– y
tuvo que volver a la base porque habían arrojado sus depósitos auxiliares de
combustible para poder combatir. Los demás llegaron sobre el objetivo a las 9:30
horas, donde los esperaban, alineados, unos 40 P-47 y una defensa antiaérea
poderosa que se cobraría 8 Me 109 a cambio de los 30 cazas destruidos o
inutilizados en tierra, pero no había aviones aliados en el aire. Para cuando
los 24 cazas de los escuadrones 387.º y 388.º pudieron volver a su base, los
alemanes ya se habían marchado. En total, en esta misión lamentaron la pérdida
de 14 pilotos, y al final de la jornada ya solo 30 seguirían en condiciones de
volar.
La
evaluación
Tal
y como sucedió con el ataque a tierra desencadenado el 16 de diciembre
anterior, en lo que al factor sorpresa se refiere, Bodenplatte fue todo un
éxito; los alemanes habían conseguido ejecutar 1035 salidas (o participaron en
ella 900 aviones, según las fuentes), a pesar de las bajas sufridas durante los
días anteriores sobre las Ardenas. Sin embargo, este fue el único logro, o
casi, de la operación. Para empezar, 10 de los 33 grupos de caza enviados no
encontraron sus blancos, dos atacaron aeródromos que no estaban en servicio y
nueve lanzaron ataques con muy poco éxito. Además, la Flak, no siempre
informada, fue responsable de demasiados derribos por “fuego amigo”, tanto a la
ida como al regreso. El fracaso de esta operación también se debió a que, a
pesar de la previsible resaca, muchos aviadores aliados ya habían despegado
cuando llegaron los alemanes. Inicialmente se había previsto que estos llegaran
antes sobre sus blancos, pero diversas razones, sobre todo relacionadas con la
falta de visibilidad, los retrasaron hasta una hora, privándolos de encontrar
sus blancos en tierra y obligándolos a enfrentarse, en algunos puntos, a una
fuerte concentración de enemigos ya en vuelo.
Focke-Wulf Fw 190A-8
Operación Bodenplatte
Aunque
las perdidas aliadas tampoco deben ser desdeñadas, las bajas alemanas
convirtieron esta operación en un desastre para la Luftwaffe, reforzado por la
capacidad de los primeros para reemplazar con rapidez los aviones perdidos
–entre una y dos semanas, y tan solo 24 horas para la 9.ª Fuerza Aérea
estadounidense– y mantener su esfuerzo aéreo, en parte gracias a que perdieron
pocos pilotos al ser destruidos en tierra la mayor parte de los aviones, 300,
contra 70 derribados en vuelo (según Parker). Otras cifras hablan de 144
aviones de la RAF destruidos y 84 dañados, y 134 de la USAAF destruidos más 70
derribados en combate aéreo (Werner Girbing) o de 305 aviones destruidos en
tierra, 31 derribados y 190 dañados (Manrho y Putz).
Como
hemos dicho, para la Fuerza Aérea alemana el resultado fue muy distinto. Si
bien aún se discute la magnitud de las pérdidas sufridas por los alemanes, las
cifras giran en torno a los 300 aviones (85 de ellos a manos de la Flak propia)
y 214 pilotos muertos, prisioneros o desaparecidos, a los que hay que sumar 18
heridos, según Parker; 137 aviones destruidos (más 100 por la Flak) y 151
pilotos muertos y 63 prisioneros, según Werner Girbing; y 280 aviones perdidos
y 69 dañados, así como 213 pilotos muertos y 21 heridos según Manrho y Putz,
que no dan cifra de aparatos derribados por el fuego antiaéreo amigo.
Porcentualmente, el arco va del 10% sufrido por la Jagdgeschwader 77 al 45% de
la Jagdgeschwader 4; cualitativamente, se perdieron en aquella sangría
implacable 3 comandantes de ala, 6 de grupo y 11 de escuadrilla, una fuente de
experiencia irremplazable.
Estas
bajas, sumadas a los demás problemas a los que se enfrentaba la Luftwaffe,
convirtieron esta acción en el último contratiempo aliado provocado por la caza
alemana, ya muy disminuida desde meses atrás debido a los constantes raids de
bombardeo aliados. El mejor ejemplo de la ineficacia final de la Operación
Bodenplatte fue que esa misma tarde los P-47 basados en Metz, uno de los
aeródromos más dañados, ya estaban atacando de nuevo las instalaciones
ferroviarias alemanas.
Bibliografía
Girbig, W. (2004):
Six Months to Oblivion: The Defeat of the Luftwaffe Fighter Force over the
Western Front 1944/45. Lancaster: Schiffer Publishing.
Manrho, J.; Putz, R.
(2010): Bodenplatte: The Luftwaffe’s Last Hope. Mechanicsburg: Stackpole Books.
Parker, D. S. (1998):
To Win the Winter Sky: The Air War over the Ardennes 1944-1945. Boston: Da Capo
Press.
Philippe
Guillemot ha cursado estudios de comercio internacional en ICADE Madrid,
apasionado de la historia de la Segunda Guerra Mundial, se estrenó con una
monografía sobre la campaña de Hungría de 1944 para, a continuación, centrarse
en la campaña de las Ardenas, sobre la cual ha publicado dos libros: uno sobre
el proceso de planificación de la batalla y otro sobre el sector norte.
Actualmente está trabajando en el tercero, que se centrará en el sector centro
y sur del campo de batalla.
Este
artículo apareció publicado en el Desperta Ferro Contemporánea n.º 18 como
adelanto del siguiente número, el Desperta Ferro Contemporánea n.º 19: La
batalla de las Ardenas (II).
Fuente: https://www.despertaferro-ediciones.com