19 de abril de 2021

LOS PILOTOS NORTEAMERICANOS EN LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA

 

Por José Sánchez Méndez (*)



El famoso aviador Frank Tinker antes de comenzar una misión.

 

Antecedentes

 

Después de la Primera Guerra Mundial (I G.M.) los pilotos mercenarios de todo el mundo habían perdido sus trabajos. En América unos cuantos pilotos, algunos militares en la reserva y otros mercenarios sin trabajo, tuvieron que buscar un nuevo camino. Para aquellos que tuvieron que dejar de volar, las exhibiciones de Aviación fueron la manera de mantenerse en forma y poder encontrar un empleo. Las guerras pequeñas y las revoluciones sin importancia eran las únicas que podían ofrecer un trabajo temporal, pero sin garantía de continuidad. Algunos aviadores mercenarios participaban en competiciones aéreas de velocidad y otros intentaban establecer plusmarcas de distancia. Pero ahora podían encontrar un nuevo escenario: España. Aquí podían comprobar su experiencia y habilidad, buscar la emoción que anhelaban, engordar sus carteras, servir a una causa que creían justa, combatir junto a sus camaradas, contar historias, pilotar aviones rápidos y combatir contra otros. En la Guerra Civil española un aviador mercenario podía ganar reconocimiento internacional, fama e incluso la inmortalidad.

 

Para muchos de ellos, esta Guerra era especialmente bienvenida después de varios años de inactividad. Por otra parte, España se convertiría en una zona de ensayos para una guerra mayor, particularmente para el futuro de las guerras aéreas. Los observadores militares de Alemania, los Estados Unidos, Francia, Italia, Inglaterra y la Unión Soviética analizaban atentamente, evaluando los éxitos de los armamentos, cazas y bombarderos que se empleaban, armamentos y sistemas de bombardeo, formaciones tácticas y las ventajas de la velocidad sobre la maniobrabilidad en los nuevos aviones probados sobre España.

 

El Gobierno norteamericano trató de impedir la marcha a España, marcando todos los pasaportes como no válido para ir a España. De esta forma, podían saber que habían obtenido el pasaporte ilegalmente. Como retirar la ciudadanía era una medida extrema, el Gobierno se preocupó de impedir que agentes extranjeros se dedicasen a reclutar a voluntarios norteamericanos, mediante una ley que no solo prohibiese el servicio mercenario sino también el que se indujese a otros a abandonar el territorio de los Estados Unidos (EEUU) con la intención de alistarse al servicio de un gobierno extranjero. Sin embargo, ello no impediría la formación de grupos de pilotos norteamericanos que no solo se granjearían la aceptación del Alto Mando republicano, sino también la de los mandos soviéticos.

 

El hecho de que los EEUU se declarase neutral y decidiese no vender material militar a ninguno de los dos bandos, ofendió profundamente a algunos de los mercenarios americanos que luchaban a favor de la República. Dos de ellos, Derek Dickinson y Eugene Finick, escribieron una carta al Secretario de Estado, Cordell Hull, en la que entre otros comentarios decían: Nosotros, como pilotos y leales ciudadanos americanos (en el pasado) urgimos al Gobierno de los Estados Unidos a terminar con las medidas que han evitado la llegada de ayuda al gobierno legítimo de España, elegido por la mayoría de los ciudadanos españoles. En la carta enviada a Washington a través del Agregado Aéreo de la Embajada norteamericana desde Valencia, Capitán Towsend Griffis, alegaban que España necesitaba ayuda americana para resistir el gobierno mercenario de los fascistas bajo Franco. Haciéndose eco de los sentimientos de muchos ciudadanos europeos y americanos en aquellos momentos, los pilotos decían no luchamos por una guerra, sino para prevenir otra catástrofe igual al conflicto europeo de 1914.

 

Desde el comienzo de nuestra guerra civil, en julio de 1936, y hasta el mes de noviembre, la Fuerza Aérea de la República no comenzaría a perder su superioridad aérea en beneficio de la Aviación Nacionalista, debido al rápido aumento de los medios aéreos de esta última. Por esta razón, el Gobierno republicano inició una campaña a nivel mundial para obtener más aviones de combate, así como pilotos que pudiesen tripularlos.

 

Los pilotos norteamericanos y nuestra guerra civil

 

Ya en agosto de 1936 comenzarían a llegar a España algunos aviadores procedentes de Gran Bretaña y aquéllos que tenían cierta experiencia militar podrían recibir un sueldo mensual de 1.500 dólares más un plus de otros 1.000 por cada avión nacional derribado.


El aviador español Andrés García Lacalle, que volaría en los primeros meses de la guerra con numerosos pilotos extranjeros, comentaría que los pilotos mejor cualificados que combatieron en España en apoyo de la República fueron los británicos.

 

En un programa emitido el 27 de noviembre de 1998 por la emisora norteamericana Georgia Public Radio, se analizaba la presencia de estos aviadores en España y se decía que no era muy conocida la participación de los pilotos norteamericanos en nuestra G.C. y que probablemente fuese debido a la pequeña participación, comparada con los cerca de 3.000 voluntarios que combatieron dentro de la XV Brigada Internacional, en los Batallones Abraham Lincoln y George Washington, junto a británicos, canadienses e irlandeses.

 

También pudiera haber influido el hecho de que lamentablemente la mayoría no estaban bien cualificados como buenos pilotos, que no actuaran muy profesionalmente en algunos casos y a que realmente eran mercenarios que vinieron en busca de unos sueldos atractivos, aunque algunos lo hicieran por sus convicciones políticas, como por ejemplo Benjamín David “Ben” Leider, miembro del Partido Comunista norteamericano.

 

A pesar de todo, muchos de ellos serían considerados a su regreso a los EEUU como héroes e incluso como superiores a los pilotos del bando nacional. Parte de ellos, se enrolarían posteriormente en China en los conocidos Tigres Voladores del General norteamericano Claire Lee Chennault, o actuar en otros teatros de guerra en todo el mundo, pero desgraciadamente el alcoholismo y el suicidio acabaría también con algunos de ellos. 


En la fotografía del libro aparecen, sentados, de izquierda a derecha: Harold Dahl, el japonés “Chang” Selles y Frank Tinker. Arriba, de pie, detrás de Dahl está su mecánico Juanas y de Tinker, el suyo, Chamorro.


Bertrand Acosta. Era un buen piloto pero muy indisciplinado.


El escritor John Carver Edwards, Archivero de Proyectos Especiales de las Bibliotecas de la Universidad de Georgia, ha analizado los antecedentes aeronáuticos de estos aviadores en su libro: Los aviadores sin cartera: Los mercenarios de los EEUU en la Guerra Civil Española. En su opinión las razones que llevaron a esos aviadores a combatir a favor de la República fueron muy diversas, desde los que lo hicieron simplemente por dinero, hasta los que vinieron por motivaciones puramente profesionales como aviadores o ideológicas, como el ya citado caso del periodista y corresponsal del New York Post, Benjamín David “Ben” Leider, miembro del partido comunista norteamericano.

 

Las fechas de la llegada a España

 

El 24 de septiembre de 1936 llegaba a nuestro país el primer grupo de aviadores norteamericanos, formado por Joseph Rosmarin, (Jaime Field), Arthur Shapiro (Arturo Vasnit), Edwin Lyons (Ed Lebovitz), Eugene R. Finick y el mecánico Tom Goodwin. Edwin Lyons era instructor de vuelo del Floyd Bennet Field de Nueva York y Shapiro y Finick habían sido sus alumnos. El 2 de noviembre y también para volar con los republicanos llegó un norteamericano que residía en Inglaterra, se llamaba Hilaire du Berrier y días más tarde otro norteamericano, Vincent Minor Schmidt. A ellos se uniría, poco después, Benjamín David Leider (Lando). Un segundo grupo llegó el 17 de noviembre, que estaba integrado por Bertran Blanchard Acosta, el especialista en velocidad Edward August Schneider Jr., Gordon King Berry y el mayor Frederick Ives Lord, (estos últimos ya habían volado con los británicos en la I G.M.), Edwin Lester Semons y Hilaire du Berrier, un norteamericano afincado en Gran Bretaña.

 

Pero el mayor grupo de pilotos de los EEUU comenzaría a llegar en diciembre de 1936, y de acuerdo con las fechas que facilitaría el Gobierno de la República fueron: El mecánico Albert Edwards, el 1 del citado mes; los pilotos Charles D. Koch y James Williams Marion Allison (Tex) el día 9; Dereck D. Dickison, Coronel Manuel García Gómez (Oficial de la Fuerza Aérea de Guatemala que serviría de intérprete a los norteamericanos) y Orrin Dewight Bell el 21; Albert J. Baumler (Ajax, pero también apodado como The Keed), el día 24; Nord Caldwell y Sam Brenner el 25; Harold Evans Dahl (Whitey y también Hernando Díaz Evans) el 28 y Frank Glascow Tinker (Francisco Gómez Trejo) el 3 de enero de 1937.

 

Esta es la lista de pilotos norteamericanos cuya presencia en España ha podido ser contrastada por diversas fuentes. Es dudoso que otros pilotos estadounidenses llegaran a España después del 3 de enero de 1937, ya que en esa fecha el Gobierno de la URSS había enviado a numerosos pilotos a la Aviación Republicana, por lo que era innecesario contratar a más pilotos extranjeros. Sin embargo, otros dos aviadores norteamericanos, James Lincoln Holt Peck y Paul G. MacWilliams se incorporaron en agosto de 1937.

 

Cómo fueron contratados

 

Los aviadores norteamericanos que llegaron a España en septiembre de 1936 fueron reclutados por el Partido Comunista en Nueva York y otros también por el Partido Socialista de los Trabajadores de dicha ciudad, si bien la mayoría de ellos no tenían una convicción política a favor de uno u otro bando. Fueron contratados por Edwin Semons a través del abogado neoyorkino Sam Schacter, representante del Consulado español en la ciudad norteamericana, el cual les facilitó los billetes del viaje por barco y una cantidad de dinero para poder viajar posteriormente de Francia a España.

 

Hilaire du Berrier había viajado a Etiopía junto con otros pilotos norteamericanos, Vicent Minor Schmidt, Hubert F. Julian, otro afroamericano, llamado John Robinson y el aviador británico H. Olof De Wet, para apoyar al Emperador Haile Helassie en su guerra contra los italianos, pero abandonaron dicho país al comprobar que los etíopes carecían de aviones de combate. Al estallar la Guerra Civil en España, Du Berrier y De Wet intentaron unirse a la Fuerza Aérea Nacional, pero fueron rechazados cuando se descubrió que habían intentado luchar contra los italianos.

 

Hilaire du Berrier había sido reclutado en Gran Bretaña por su antiguo compañero Olof De Wet, quien a su vez había sido contratado por el británico Vicent Doherty, un excelente piloto que había combatido ya en España pero que estaba recuperándose de sus heridas al haber sido derribado. Doherty, que actuaba en Londres como agente del Gobierno republicano español, le pagó a De Wet un “bonus” de 80 dólares por la captación de Du Berrier. Pero éste fue arrestado al llegar a España cuando los republicanos comprobaron que antes había solicitado combatir con los nacionales, razón por la que fue encarcelado durante un mes. Du Berrier tuvo suerte porque el Gobierno lo deportó en lugar de ser ejecutado, algo nada extraño en esos primeros meses de la Guerra Civil. Poco después sería contratado por los republicanos.

 

Los aviadores estadounidenses que llegaron a España en diciembre, Orrin Bell, Sam Brenner, Nord Caldwell, Dereck Dickinson y Charlie Koch, fueron reclutadosen Nueva York por el Partido Socialista de los Trabajadores. Bell, Dickinson y Manuel Gómez fueron escoltados a España por Agustín Sanz Sainz, quien pronto llegaría a ser Subsecretario del Aire de la República, y que facilitó todos los trámites para el viaje y abonó de su bolsillo el viaje vía Francia. Como se ha señalado anteriormente, conviene recordar que el ser reclutado por el partido Comunista y el Socialista de los Trabajadores no significaba que tales aviadores fuesen militantes de ambos partidos.

 

Harold Dahl fue reclutado en México por el agregado aéreo en la Embajada de España en dicha ciudad, José Melendras. Dahl, que tenía problemas con la Justicia, se embarcaría para Francia en el buque Mexique desde Veracruz el 8 de diciembre de 1936. 


Eddie Schneider era uno de los pilotos norteamericanos más joven.


Ives Lord fue uno de los aviadores norteamericanos de más experiencia.

 

Frank Tinker, incapaz de conseguir una cita en la Embajada de España en Washington, fue informado desde esa representación diplomática en México que allí se podría solucionar su petición. El Embajador español, Ordás, quedó tan gratamente impresionado por el currículo aeronáutico de Tinker, que allí mismo se le firmó el contrato. Después Tinker regresó a Nueva York, donde Sam Schacter le facilitó los trámites para el viaje, que lo haría en el buque Normandie para arribar a la ciudad francesa de El Havre.

 

Por su parte, Albert Baumler viajaría a Francia en diciembre de 1936, pagando de su bolsillo los costes de la travesía en el transatlántico Queen Mary. En el barco conocería al aviador español Hidalgo de Cisneros, quien pronto sería designado jefe de la Aviación Republicana y que le solucionó la entrada a España desde Francia.


A su vez, Jim Peck y Paul Williams, también llegaron a Francia en el Queen Mary, junto a una docena de voluntarios del Batallón Abraham Lincoln. Una vez en Francia, entraron clandestinamente en España cruzando los Pirineos.

 

El Gobierno de la República tenía tres condiciones básicas para que un aviador extranjero pudiese ser contratado:

 

  • El piloto debía tener como mínimo 2.500 horas de vuelo.
  • No tener simpatías pro–fascistas.
  • El candidato debería acreditar su lealtad a quien hubiese servido con anterioridad.

 

Los vuelos de prueba

 

Al llegar a España, los pilotos norteamericanos fueron sometidos a pruebas en vuelo para conocer sus aptitudes y clasificarlos. Del primer grupo de pilotos que había llegado en septiembre, ninguno consiguió la aptitud como piloto de combate, aunque serían contratados por el Gobierno como pilotos de transporte. Sin embargo, Finick, Leider y posiblemente Lyons consiguieron ser eventualmente admitidos para el combate. De éstos que vinieron con él desde los EEUU, Eugene Finick quedó bastante desilusionado. En una entrevista hecha en el hospital, después de su derribo en junio de 1937, manifestó que algunos de sus compañeros se sintieron frustrados y uno de ellos pudo regresar con 7.000 pesetas, parte de su bolsillo y de unos amigos españoles. Relató el caso de otro compañero que cuando llegó el momento de ir al frente se puso enfermo y solicitó ir a Valencia para reunirse con su esposa. Nunca regresaría. Otro de los aviadores era ya muy mayor para combatir en el aire y permanecería en España como navegante aéreo.

 

Los del segundo grupo, encabezado por Bert Acosta, serían evaluados por Hilaire du Berrier, que los consideró aptos. Ellos se quedarían en España como pilotos de bombardeo y fueron enviados al frente vasco. Los que llegaron en diciembre fueron examinados en el aeródromo valenciano de Manises, donde recibirían entrenamiento con los Breguet XIX. Una gran parte de los pilotos norteamericanos que vinieron a España fueron incapaces de alcanzar las calificaciones básicas de vuelo. Sam Brenner y Nold Caldwell que habían permanecido en el escuadrón de Manises serían dados de baja y sus contratos cancelados. Algunos de los que no consiguieron ser contratados como pilotos se unieron al Batallón Abraham Lincoln de la XV Brigada Internacional, como Rolling Dart, Sandy Lane y Thomas Malone. Otro piloto frustrado, Pierre Quiengnec, se quedó como conductor de ambulancia de una Unidad médica norteamericana.

 

Los contratos

 

Hubo una gran variedad en las cantidades que se abonaron en los diferentes contratos. Así, a los del primer grupo de pilotos, como Finick, Leider, Lyons, Rosemarin y Shapiro, que serían contratados el 1 de octubre de 1936, se les fijó un sueldo de 100 dólares semanales más 300 pesetas al mes, (un dólar equivalía entonces a 15 pesetas de papel u 8 pesetas oro) con alojamiento y manutención costeados por el Gobierno republicano. El mecánico Tom Godwin fue contratado por 80 dólares semanales más 230 pesetas al mes. A Eugene Finick, cuando entró en la Fuerza Aérea gubernamental se le abonaban solamente 600 pesetas mensuales, pero cuando fue ascendido a Alférez el sueldo le fue incrementado a 1.331,66 pesetas. Los componentes del segundo grupo, el de Acosta, fueron contratados por 1.500 dólares mensuales, pero a los que llegaron en diciembre se les pagaban otros 1.000 dólares más por avión enemigo derribado. A Derek Dickinson y a Orrin Bell se les redujo la paga a la de un Alférez, cuando se comprobó que ambos no tenían la habilidad como piloto que justificase los 1.500 dólares mensuales. Sam Brenner y Nold Caldwell solamente percibirían el salario de un mes puesto que sus contratos fueron cancelados el 23 de enero de 1937 y a Manuel García Gómez su sueldo le fue reducido a 1.000 dólares mensuales después de su primer mes en España.

 

Derek D. Dickinson era el de mayor edad de todos. Su participación fue como observador. En la fotografía aparece con su esposa.


 
Bert Acosta y Gordon Berry. Este último no destacaría durante su presencia en España.

 

El entrenamiento

 

Eugene R. Finick y Arthur Shapiro, fueron los únicos del primer grupo de pilotos norteamericanos que tuvieron que recibir un entrenamiento adicional después de haber realizado las pruebas en vuelo. Como ya se señaló con anterioridad, todos los componentes del segundo grupo, cuyo primer miembro era Bert Acosta, después de haber sido evaluados como pilotos fueron enviados inmediatamente al Frente del Norte.

 

Aquellos aviadores que llegaron a España en diciembre, tras pasar las pruebas de vuelo en el aeródromo de San Javier, serían destacados a Manises, donde realizaron un cursillo de adaptación a los aviones de bombardeo Breguet XIX y allí formarían el Escuadrón Angloamericano con otros aviadores británicos. Esta Unidad de habla inglesa comenzó a efectuar misiones de patrulla aérea sobre la costa, familiarización con el terreno y de entrenamiento operativo, que además servirían para dar publicidad a este escuadrón. Por otra parte, era la manera de continuar la formación aeronáutica militar de estos pilotos, a la espera de recibir el nuevo material aéreo de la Unión Soviética.

 

Como la rivalidad que comenzaba a surgir entre los pilotos norteamericanos y británicos iba en aumento, el Ministerio del Aire de la República decidió ir destinando a los primeros a otras unidades. Así Eugene Finick pasaría a un escuadrón de bombardeo con material soviético; Albert “Al” Baumler iría a un escuadrón equipado con cazas I– 15 Polikarpov “Chatos”, y Allison, Dahl, Gómez, Koch y Tinker fueron asignados a la escuadrilla, también de Chatos, que mandaba el aviador español Andrés García Lacalle, por lo que serían destacados al aeródromo de San Javier para seguir un curso de entrenamiento en dicho avión de caza. Sam Brenner permaneció en Manises volando los Breguet, pero no como piloto sino como ametrallador– bombardero. Nold Caldwell regresaría a los Estados Unidos y los destinos tanto de Orrin Bell como de Derek Dickinson no fueron muy conocidos, como más adelante podrá señalarse. Seguidamente se detallan, por el orden alfabético de sus apellidos, las actividades de aquellos pilotos norteamericanos que permanecieron en España, según la rama de la Fuerza Aérea de la República a la que pertenecieron, Bombardeo, Observador, Caza o Transporte.

 

Pilotos de bombardeo

 

Bertrand Blanchard Acosta, más conocido como Bert Acosta, nació en San Diego, California, el 1 de enero de 1895 y estudió en el Throop Polytechnic Institute en Pasadena (California), desde 1912 hasta 1914. Aprendió a pilotar de manera autodidacta en agosto de 1910 y construyó varios aviones experimentales. En 1912 empezó a trabajar para Glenn Curtiss como aprendiz en el proyecto de un hidroavión. En 1915 trabajó en los EEUU como instructor de vuelo, yendo posteriormente a Canadá donde continuaría realizando la misma actividad en el Royal Flying Corps y el Royal Naval Air Service, en Toronto. En 1917 fue nombrado instructor jefe de la sección de aviación del U.S. Signal Corps en Hazelhurst Field, Long Island. Ganó la Pulitzer Trophy Race en 1921 y en el año 1925 fue nombrado Teniente de la Marina norteamericana. Dos años más tarde, en abril de 1927, él y Clarence D. Chamberlin consiguieron el récord mundial de permanencia en vuelo con 51 horas, 11 minutos y 25 segundos. Un mes después, el 13 de mayo de 1927, 14 días después de que Charles Lindbergh consiguiese atravesar el Atlántico en un tiempo récord, Acosta voló desde Long Island a Francia con el Almirante Richard Byrd a bordo del América. Pero sería conocido como el “Bad Boy” del aire porque era bastante indisciplinado y gran bebedor. En diciembre de 1951 se desmayó embriagado en un bar de NY. Fue sancionado con numerosas multas y suspensiones de su licencia de piloto por realizar acrobacias peligrosas, volar por debajo de los puentes o cerca de los edificios. Estuvo viviendo en Nueva York (NY) hasta que se marchó a España. Fue hospitalizado aquejado de tuberculosis. Murió en el sanatorio Jewish Consumptive's Relief Society de Colorado el 1 de septiembre de 1954.

 

Fredrick Ives Lord, nació el 18 de abril de 1997 en Manitovoc, Arkansas. Al no ser admitido en el Ejército en 1917, se marcharía a Canadá y en Toronto se unió al Royal Flying Corps, renunciando a la ciudadanía norteamericana el 25 de abril de 1917, convirtiéndose así en súbdito británico. Una vez en Gran Bretaña, se entrenaría en el recién creado 79° Escuadrón, donde entablaría una buena amistad con el aviador norteamericano Charles Koch. Terminado el entrenamiento marchó con el Escuadrón a Francia y durante la I GM derribó a ocho aviones alemanes, entre ellos Albatross y Fokker Dr.1, así como un globo. Posteriormente con la ya creada RAF participó con la Intervención Aliada en la Guerra Civil de Rusia en 1919 y por su valerosa conducta recibiría la Distinguished Flying Cross. Al dejar la RAF en noviembre de 1919, participaría en la Revolución mexicana apoyando a la Fuerza Aérea de México. Después de su actuación en nuestra Guerra Civil volaría en la II GM en la Air Transport Auxiliary, llevando aviones a Gran Bretaña. En 1967 moriría en Apple Valley, California al ser asesinado por un vagabundo.

 

Eddie August Henry Schneider, nació en 1911 en Manhattan, Nueva York, hijo de padre alemán y madre noruega. En el año 1920 su familia se trasladó a Jersey City, New Jersey, donde estudiaría el bachillerato, pero abandonó los estudios a los 15 años para trabajar como mecánico de avión en el aeródromo Roosevelt, en Long Island. En este campo comenzó el aprendizaje como piloto, obteniendo en 1929 el título de piloto comercial, convirtiéndose en la persona más joven en los Estados Unidos en recibir tal acreditación, y ese mismo año obtendría también la de mecánico de avión. Su padre le compró un Cessna AW monoplano, a la que Eddie la bautizó con el nombre “Escarabajo”. En agosto de 1930, establecería con su avión nuevas marcas de velocidad transcontinentales de los Estados Unidos, al volar desde la costa Este a la Oeste y regreso, rebajando la existente en 5 horas y 44 minutos. En 1936 sería reclutado en Nueva York para ir a España y combatir en la Fuerza Aérea republicana, trasladándose en el buque Normandie con otros aviadores norteamericanos, como Bertrand Acosta, Fredrerick Lord y Gordon Berry. Al regresar en enero de 1937 a los EEUU junto con sus compañeros, reclamarían al Gobierno español la parte del contrato que no le había sido pagada, pero también serían investigados por el fiscal adjunto norteamericano que les confiscaría los pasaportes. Estos documentos les serían devueltos cuando juraron que nunca habían hecho acusación alguna contra su país. Desgraciadamente, Eddie Schneider moriría a los 29 años en accidente aéreo el 23 de diciembre de 1940, dando doble comando a George W. Herzog en el aeródromo de Floyd Bennett, en Nueva York, cuando sobre las 13,30 y volando a una altura de 600 pies, el piloto en la reserva de la Marina, Kenneth A. Kuehner, les embistió por detrás con su Boeing–Stearman, destrozándoles la cola de su aparato, que entró en barrena y chocó contra el suelo, muriendo en el acto los dos tripulantes. Al entierro de Schneider en Fairview, New Jersey, asistió su compañero del Yankee Escuadrón de España, Bertrand Acosta.

 

Bertram Blanchard Acosta, Gordon King Berry, Fredrick Ives Lord y Eddie August Schneider, junto con otros dos pilotos británicos, fueron enviados el 28 de noviembre al aeródromo de Sondica, próximo a Bilbao, siendo asignados al escuadrón de bombardeo mandado por el español Manuel Cascón Briega. Los norteamericanos se sintieron decepcionados cuando llegaron a Sondica. El aeródromo estaba todavía en construcción y se vieron forzados a utilizar una estrecha y peligrosa pista de rodaje. El material aéreo era una mezcla extraña de anticuados aviones civiles franceses y británicos, todos desarmados. Cuando llegaron al aeródromo, los cuatro americanos descubrieron que iban a pilotar aviones obsoletos destinados al comercio que habían sido equipados con soportes para bombas, pero sin armas de defensa. Lord escribiría más tarde: “Ese hangar contenía dos Miles Ingleses, un par de Monospar con pequeños motores Pobjoy, un viejo Farman con un motor J– 6, un avión de reconocimiento biplaza Vickers con una hélice que parecía un poste de teléfono, un Fokker J– 6 trimotor y dos Breguet biplaza de bombardeo de 1925”. Sin embargo, los republicanos tenían viejos Nieuport, Loire, Potez y unos pocos Havilland de la I GM. Eugene Finik diría: “Habríamos sacado aviones del museo del Smithsonian si hubiésemos podido”. Además, tuvieron que volar de paisano hasta que recibieron equipos de vuelo de un escuadrón soviético próximo, que también les facilitaron armamento defensivo personal y escolta de caza en sus misiones de combate.

 

En una de las misiones de bombardeo, los pilotos estadounidenses fueron testigos de la muerte de Sidney Holland, uno de los dos pilotos británicos. El escuadrón que volaba en una formación de cinco aparatos, e iba escoltado por otro escuadrón de caza soviético, había acabado de bombardear un aeródromo nacional desde una altura de 8.000 pies, cuando fue atacado por varios cazas Heinkel 51 que concentraron el fuego contra el avión de Holland, que fue derribado, cayendo en llamas. Acosta, que pilotaba al parecer una Miles Hawk Major, fabricada en Gran Bretaña, y Lord fueron testigos de la pérdida de su compañero. Los HE– 51 convertirían en un infierno la vida de los aviadores estadounidenses de Sondica, pues éstos se convertirían en la Patrulla Suicida debido a tener que realizar sus misiones con un material aéreo anticuado, desgastado, mal mantenido y poco fiable.

 

Cada día Acosta y sus amigos volaban hasta 30 millas dentro de territorio enemigo, soltaban sus bombas y, cuando era posible, volvían protegidos por los Chato. Fredrick Lord, que tenía una gran experiencia como piloto, trató de demostrar al líder español lo peligroso que eran los aviones que tenía. Lord llevó a su jefe en un Breguet biplano hasta una altura de 2.000 pies, en la cual el ala superior se arrugó. El líder entonces le ordenó ascender para poder usar los paracaídas, pero Lord prefirió intentar aterrizar. Lord había visto a los mecánicos de tierra dormir sobre los paracaídas que estaban fabricados con seda y que estaban en el suelo húmedo del hangar y sabía que la seda húmeda no era fácil de desplegar, por lo que tomó la decisión de aterrizar a pesar del ala dañada. Al llegar a tierra, la intervención de algunos españoles ayudó a Lord a escapar del arresto y del pelotón de fusilamiento.

 

 

Algunos componentes del Escuadrón de García Lacalle. Sentados y de derecha a izquierda: Bastida Porres, Harold Dahl, “Chang” Selles y Augusto Lecha. Arriba, Frank Tinker, un mecánico, Riverola, Gerardo Gil, Ramón Castaneda, García Lacalle, y Velasco.

 

Esa situación llevó a los cuatro aviadores norteamericanos a elevar una fuerte protesta a sus superiores, descontentos además por los sueldos y el reparto de las primas. Pero sus jefes españoles también tenían razones para quejarse por su comportamiento, ya que los cuatro habían faltado a las normas de conducta, pues con frecuencia volvían al aeródromo de Sondica bebidos. Los americanos siguieron con su conducta provocativa, en el suelo y en el aire, con borracheras frecuentes. El Servicio de Inteligencia de la Embajada norteamericana en Madrid aseguraba en un informe que Acosta pilotaba con cigarrillos en una mano y brandy en la otra, pero sus compañeros afirmaban que era tan bueno que no necesitaba estar consciente mientras volaba. Las relaciones eran tan tensas que, en Navidad, Acosta y sus compañeros decidieron hacer las maletas y escapar a Francia a través del Golfo de Vizcaya, para lo cual alquilarían un bote, pero fueron interceptados por las fuerzas republicanas y posteriormente trasladados a Valencia, donde tuvieron una entrevista con las autoridades en el edificio gubernamental. Allí serían juzgados por un tribunal militar, fueron licenciados y liquidados sus contratos. Después de recibir la parte proporcional que les correspondía y que en parte les fue abonada en pesetas, los cuatro aviadores estadounidenses recibieron los documentos que les autorizaban a viajar a Francia, desde donde regresaron en el buque París a su país a finales de diciembre de 1936.

 

Al llegar a Nueva York contaron su historia a la prensa. Fueron interrogados por las autoridades federales, que después de retirarles los pasaportes, les llevaron a juicio para investigar la participación americana en la Guerra Civil española. El Departamento de Estado, intentando resaltar su neutralidad, desempolvó una ley de 1907, por la cual se retiraba la ciudadanía a cualquier norteamericano que hubiera prestado juramento a la Bandera de cualquier otro país. Como Acosta y sus compañeros habían tenido cuidado de no prestar tal juramento fueron puestos en libertad. Sin embargo, la reclamación posterior de Acosta de que había derribado cuatro Heinkel, según manifestó a un periódico de Nueva York después de finalizada la Guerra Civil, no parece que fuese cierta, pues no aportó prueba alguna que pudiera demostrarlo.

 

Sam Brennery y Nord Caldwell no superaron la prueba en vuelo en los Breguet XIX de Valencia, y se les cancelaría su contrato de piloto, pero el primero seguiría volando en Manises como ametrallador– bombardero. Volando sobre el Mediterráneo resultó herido, al caer al mar su Breguet XIX. Tras su estancia en el hospital, en febrero de 1937 escribiría a su hermana informándole que regresaba a los EEUU. Poco después, dio a conocer que además de participar en vuelos de patrulla costera, también lo hizo en misiones de bombardeo sobre la ciudad de Teruel. Por su parte, Caldwell volvería antes a los Estados Unidos.

 

Eugene R. Finick llegó a España a finales de 1936, cuando estaba sitiado el Alcázar de Toledo. Él presumiría de haber tomado parte en los bombardeos contra las fuerzas nacionales que avanzaban para liberar a los sitiados, y aseguraría que con Ben Leider voló en los Breguet XIX atacando columnas de socorro. Es dudoso que lo hiciera como piloto, ya que llegó a España el 24 de septiembre, y el Alcázar fue liberado el día 28. De sus propios documentos se supo que, a pesar de haber superado los cursos de vuelo previos, hasta el 2 de octubre no recibiría autorización para volar en los Breguet XIX.

 

Albert Baumler, a pesar de ser el más joven de todos, al abandonar España en julio de 1937 y con tan solo 23 años, sería el piloto que consiguió más derribos detrás de Frank Tinker.


 
Baumler junto a su avión.


El día 1 de noviembre, Finick fue enviado a Murcia, al aeródromo de Los Alcázares, para realizar prácticas en la Escuela de Bombardeo y Ametrallamiento a la espera de recibir los nuevos aviones que vendrían desde la URSS. Mientras tanto, haría numerosos vuelos de patrulla sobre las costas del Mediterráneo. Aunque a finales de noviembre de 1936, llegaron los esperados I– 15 Chatos soviéticos, él continuó sus vuelos de entrenamiento pilotando los anticuados Breguet y a veces un viejo Vickers Vildebeest, hasta el 10 de enero de 1937, cuando fue asignado a un escuadrón de ataque al suelo en un aeródromo próximo a Toledo y comenzó a recibir instrucción y adiestramiento en los Polikarpov R– 5 “Rasante” y en los R–7 “Natacha”.

 

A mediados de ese mes entró en combate en el frente central, tomando parte en la Batalla de Guadalajara en el ataque y destrucción de la División de blindados italiana. En la ofensiva gubernamental en el frente de Guadarrama, Finick fue derribado como se describe a continuación:

 

“El 2 de junio de 1937 el tiempo comenzó a ser adverso para las operaciones y su Unidad recibió la orden de atacar las concentraciones de artillería de La Revenga. Finick volaba en una escuadrilla de cuatro aparatos que iba protegida nada menos que por 25 cazas, de los que 15 eran manejados por pilotos prácticamente novatos y con la orden de no entrar en combate. De repente, unos 50 aviones enemigos iniciaron un duro ataque y como resultado del mismo el avión de Finick resultó alcanzado, comenzando a arder al recibir los impactos en los depósitos de combustible situados cerca de la cabina, pudiendo, a pesar de todo, saltar en paracaídas. Finick sufrió quemaduras en el rostro, muñecas y en los tobillos y después de forcejear para abrir el paracaídas, consiguió aterrizar en lo alto de un árbol enganchándose en las ramas, donde quedó colgado a unos 8 metros del suelo. Las ramas se rompieron, y él cayó al suelo fracturándose la pierna derecha. Las tropas republicanas que lo encontraron creyeron que era un piloto franquista y comenzaron a propinarle una paliza hasta que un oficial indio americano, llamado Morrison, logró detener la agresión y Finick fue evacuado a un hospital de campaña. Después de unos meses en un hospital madrileño, fue repatriado a los EEUU con su pierna un centímetro más corta”.

 

El 15 de agosto de 1937, cuatro aviones Vultee V– 1A despegaron de París con la intención de ir a Toulouse y después a España: Dos de los aparatos se estrellaron antes de llegar a Toulouse, y las autoridades francesas impidieron a los otros dos continuar el vuelo hacia España porque la frontera estaba cerrada, para impedir la llegada de nuevo material aéreo. Dos días más tarde, otros cuatro Vultee “desaparecían” del aeropuerto parisino de Le Bourget y uno de ellos, pilotado por el norteamericano Vicent Minor Schmidt, conseguía llegar a Barcelona. Este aviador ya había estado en España pilotando los Breguet– XIX a comienzos de 1937, y contó que también había volado un Marcel Bloch 200 realizando vuelos nocturnos de bombardeo sobre Alicante y Barcelona. Era recordado porque en una ocasión ocupó el lugar de un piloto español que rehusó hacer la misión, alegando sobrecarga de bombas y deficiente iluminación de la pista. Schmidt voló la misión y lograría aterrizar con las luces de los faros de un automóvil.

 

El que llegaría a ser el más famoso piloto estadounidense en España, Frank Tinker, conservaba un mal recuerdo de Vincent Minor Schmidt. Después que Tinker regresó de España, con cierto retraso por problemas de su pasaporte en París, se encontró con Schmidt en el Harry´s Bar de Nueva York, a finales de agosto de 1937, y cuando éste le pidió prestado dinero, Tinker se lo negó, recordándole que no era cierto que en España se hubiese perdido en una misión de bombardeo. Al parecer, Schmitt durante esa misión con Breguet XI, de la que era el jefe y en la que Tinker participaba, se dio la vuelta desertando cuando se encontraba frente al fuego enemigo. No se sabe exactamente la fecha en la que Minor Schmidt volvió a los Estados Unidos, quizá a principios del invierno de 1937. Lo que sí se sabe es que a primeros del año 1938 estaba en China.

 

 

Harol “Whitey” Dahl, apodado así por su pelo canoso, fue un excelente piloto de caza y del cual García Lacalle tendría un buen concepto.


Dahl delante de su avión.


Aunque Edwin Lester Semons, fue quien reclutó al grupo de Bert Acosta, en Nueva York, y viajó con ellos a España, éste no les acompañaría al Frente del Norte. Dado que Semons tenía cierta experiencia de vuelo, intentó formar parte de un escuadrón de bombardeo basado en Quintanar de la Zarza. Pero no superó la prueba en vuelo, razón por la cual pasó a formar parte del escuadrón de bombardeo del Grupo 15, como ametrallador–bombardero, donde estaba como piloto su compatriota Ed Lyons. Como decía este último, a Semons no se le podía negar su pasión por el vuelo y nunca rechazaba las críticas, por lo que tenía muchos amigos. No mucho tiempo después, Semons cayó enfermo y tuvo que ser hospitalizado en París, hasta donde Ed Lyons viajó para visitarle.

 

Posiblemente, Edwin Semons trabajaba en París como enlace entre los aviadores estadounidenses y el Ministerio del Aire Español. Cuando el piloto Whitey Dahl fue derribado en España y capturado por los nacionales, firmó una confesión en la que afirmaba que Townsend Griffiss, agregado militar adjunto a la Embajada de los EEUU en Madrid, trabajaba con Semons para ayudar a los pilotos norteamericanos que apoyaban al Gobierno de la República. Esta acusación creó una situación embarazosa al Gobierno americano, que ordenó a Griffiss que explicara y aclarase lo ocurrido. Griffiss en una declaración escrita dirigida a los Departamentos de Guerra y de Estado de su país, explicó que él había sido presentado a Semons por Edward Knoblaugh, representante de la Associate Press, el 20 de enero de 1937. Como Semons estaba enfermo en esa fecha la conversación tuvo lugar en una habitación del Hotel Inglés de Valencia. Towsend Grifiss expuso que estando en la habitación, varios pilotos británicos y estadounidenses (que formaban parte del Escuadrón angloamericano de Breguet XIX estacionado en Valencia) entraron para despedirse de Semons, pues habían sido destinados a otras unidades. Townsend Grifiss añadió que nunca superó las pruebas para poder volar como piloto en España, por lo que pronto saldría del país hacia París para actuar de enlace entre los pilotos norteamericanos y el Gobierno español. Regresó a los EEUU en el verano de 1937.

 

Hubo al menos dos estadounidenses que trabajaron como mecánicos para la Aviación Republicana. Albert Edwards, lo hizo en un aeródromo próximo a Barcelona, pero no se ha podido obtener más información hasta la fecha. El segundo fue Thomas H. Goodwin, que sería destinado al aeródromo de Albacete. Mientras estuvo en España se le conocía por su nombre de guerra, Thomas Rusell, o también Rusell Power.

 

Un observador aéreo

 

Quizás fuese la edad de Derek D. Dickinson, alrededor de los 40 años, el factor que le impediría pasar las pruebas de vuelo como piloto de caza, que realizó en el aeródromo de San Javier, pero fue aceptado como observador aéreo. Dickinson, renunciaría a su ciudadanía americana uniéndose a la Aviación de la República, y se estableció cerca de Barcelona. Permaneció en España unos 14 meses, desde diciembre de 1936 hasta febrero de 1938, más tiempo que ningún otro piloto norteamericano. Pero no siempre actuó como Observador, ya que desde julio de 1937 a febrero de 1938 estuvo sin volar trabajando en tierra como mecánico de aviación.

 

Se conoce poco sobre sus actividades en España y cuando regresó a los EEUU, a principios de los años 40, inventaría una historia tras otra. Estando en nuestro país, se casó con una española, de identidad desconocida. Dickinson y Eugene Finick habían enviado una carta al secretario de Estado norteamericano, en enero de 1937, para justificar su presencia en España y obtener alguna ayuda para el Gobierno español. El contenido de la carta era un tanto idealista, sin duda acorde con los sentimientos de Eugene Finick. Ambos, expusieron que solamente habían preguntado cuál era el sueldo de un oficial español. Esto era cierto en el caso de Finick, quien sirvió como piloto voluntario y fue ascendido al empleo de Alférez. Por su parte Dickinson aseguraba que había convencido a las autoridades aeronáuticas españolas que su experiencia como piloto merecía un contrato que garantizase un sueldo mensual de 1.500 dólares cuando llegara a España. Esto fue así el primer mes, pero cuando se comprobó que sus aptitudes aeronáuticas no justificaban sus pretensiones, el salario le fue reducido al de Teniente. Esta justificación era un argumento importante para enviar la carta, ya que el Gobierno norteamericano había anunciado que si un ciudadano de su país prestaba servicio militar en otra nación podría sufrir la pérdida de su nacionalidad, una multa de 1.000 dólares y posiblemente tres años de prisión.

 

Cuando era entrevistado por periodistas o interrogado por agentes de los Servicios de Inteligencia norteamericanos, Dickinson respondía con extravagantes historietas sobre sus actuaciones en España. Por ejemplo, afirmaba haber mandado un grupo de caza, también que fue piloto de pruebas, instructor de vuelo, comandante de un escuadrón de bombardeo nocturno, e incluso 2º jefe del frente de Zaragoza. También, presumía de haber constituido la “Barrera de Defensa Aérea de Madrid”, de haber bombardeado Palma de Mallorca, Sevilla y Burgos con los SB– 2 Katiuskas, así como de haber hundido el submarino Z–R– 27 y de haber derribado entre seis y 22 aviones nacionales durante su estancia en España. Un oficial de la Fuerza Aérea de la República informó al Agregado Militar de los EEUU en Madrid, que Dickinson no había volado un avión en España en los últimos ocho meses. En los primeros comentarios de los oficiales del G– 2 del Ejército de los EEUU que interrogaron a Dickinson afirmaron que nada de lo que había contado coincidía con la realidad.

 

Pero la mayor de las fantasías inventadas por Derek Dickinson, fue la que contó a un corresponsal del Herald Tribune, de Nueva York, después de su regreso de España. La historia, enormemente adornada, se vendió a la revista For Men y publicada por el Readers Digest. Era un resumen de su supuesto duelo aéreo con Bruno Mussolini. Según Dickinson el combate tuvo lugar el 28 de septiembre de 1937. Sería un duelo aéreo acordado previamente entre Dickinson, que pilotaría un I– 16 Polikarpov Mosca, y Mussolini que lo haría a los mandos de un monoplano Fiat Romeo con motor Hispano Suiza de 1.300 cv. Cada piloto tendría dos testigos, observadores del combate a bordo de sendos aviones. El testigo de Dickinson, al parecer, fue Agustín Sanz Sainz, Subsecretario del Aire español. El combate parecía que iba a quedar en tablas hasta que Dickinson consiguió ponerse a la cola de Mussolini, listo para hacer fuego, momento en que éste tiró su pañuelo hacia afuera en señal de rendición. Dickinson, rápidamente, hizo un fuerte viraje para regresar a su base. Los hechos demostrarían que la historia de Dickinson fue inventada. En primer lugar, porque Bruno Mussolini llegó a España a finales de 1937. En segundo lugar, fue piloto de bombardeo, no de caza. En España, Mussolini voló 27 misiones con el Savoia– Marchetti SM– 79 y volvería a Italia en marzo de 1938. El único Fiat italiano, monoplaza, que hubo en España en la Guerra Civil fue el G–50, que no llegaría hasta enero de 1939. En las fechas del supuesto duelo aéreo, solamente había dos ejemplares de dicho avión y ambos eran prototipos que estaban en Italia en vuelos de ensayos. Piero Vergnano, comenta en su libro sobre los cazas Fiat que la presencia de los G– 50 en España, en septiembre de 1937, era falsa. Además, Sanz Sáinz, que después de haber sido Subsecretario del Aire, fue nombrado comandante del aeródromo de Alcalá de Henares, había muerto en un bombardeo aéreo en marzo de 1937. El propio Andrés García Lacalle afirmaría que dicho combate aéreo fue una pura fantasía de Derek Dickinson.

 

Pilotos de caza

 

Antes de continuar con la presencia en España de los Pilotos de Caza, conviene comentar la disparidad de criterio para llevar el cómputo de las victorias aéreas en nuestra Guerra Civil. Las reclamaciones de los pilotos, de uno u otro lado, siempre fueron objeto de discusiones y controversias. A veces, cuando un avión era alcanzado y obligado a aterrizar fuera de su campo, se le consideraba derribado y otras veces solo se aceptaba si el piloto aseguraba haber visto al avión enemigo incendiado o estrellándose contra el suelo. A este respecto, debe tenerse en cuenta que intentar perseguir siempre al avión adversario alcanzado para confirmar el derribo podría ser, en ocasiones, suicida y además se estaría expuesto al ataque de otros aviones enemigos. Todo ello originaría muchas reclamaciones, sobre todo de combatientes mercenarios para cobrar las primas por derribo aéreo.

 

James William Marion “Tex” Allison, nació el 1 de octubre de 1905. Una vez en España, enero de 1937, hizo su período de instrucción en el aeródromo de San Javier, y superadas las pruebas en vuelo fue destinado, con otros pilotos norteamericanos, al de Manises, Valencia. La Unidad, mandada por un piloto voluntario austríaco, Walter Kantz, estaba formada por aviadores británicos y un irlandés. Esta composición originaría rivalidad y enemistad entre ingleses y americanos. El escuadrón voló algunas misiones durante sus dos semanas de destino, pero problemas entre los pilotos con las pagas y de otra naturaleza, aconsejaron trasladar al contingente americano para formar parte del primer escuadrón republicano de Caza dotado con I– 15 “Chatos”, y en el que no había pilotos soviéticos. Con él estaban Frank Tinker, Harold Dahl, Benjamín Leider y otros compatriotas norteamericanos. La Unidad la mandaba el As de la Aviación Republicana Andrés García Lacalle. En su libro, dedicaba un breve recuerdo a Allison, Jim fue la primera pérdida que tuvimos en el Escuadrón. En el primer o segundo ataque que efectuamos contra la factoría química de La Marañosa, resultó herido en una pierna y ya no pudo volar de nuevo.

 

Según Lacalle, esa misión se llevó a cabo el 6 o el 7 de febrero de 1937. Sin embargo, Frank Tinker en su libro Some Still Live, discrepa de Lacalle sobre dicha fecha y señala que el combate tuvo lugar el 18 de febrero y ampliaba los datos sobre el derribo de Allison.

 

Este es el relato del suceso: “Al parecer, el número de aviones HE– 51 nacionales que atacó al escuadrón de Lacalle superaba en número al de los Chatos, por lo que éste para proteger el escuadrón, ordenó formar un círculo defensivo. Una vez formado, Allison, Dahl y Leider detectaron algunos HE– 51 que les cruzaban por debajo, lanzándose los tres pilotos en picado contra ellos. Allison derribó de inmediato a uno de los cazas enemigos, pero a su vez fue alcanzado por otros Heinkel que volaban más alto. Herido en una pierna, pudo evadirse del ataque de otros cazas y aterrizar en el aeródromo de Alcalá de Henares. Frank Tinker le visitó en el hospital, donde Allison le comentó que en unos 20 días esperaba volver a volar, pero por desgracia la herida se agravó y ante la posible amputación de la pierna solicitó el trasladado al hospital americano de la ciudad francesa de Neully. Allí se recuperó, pero en marzo de 1937 tuvo que regresar a los Estados Unidos para continuar el tratamiento médico. Posteriormente formaría parte de los conocidos Tigres Voladores en China. Falleció a los 41 años, el 27 de marzo de 1946".

 

Albert John Baumler “Ajax”, y también apodado “The Kid” por su juventud, nació en Bayonne, New Jersey, el 17 de abril de 1914, y había pertenecido al Cuerpo Aéreo del Ejército norteamericano, del que fue dado de baja durante un vuelo de entrenamiento, porque después de despegar con un bimotor, con los depósitos de combustible semivacíos, se olvidó de conectar uno de ellos por lo que se vio forzado a efectuar un aterrizaje de emergencia, sufriendo daños leves el aparato. Por ello, tuvo que permanecer en el Kelly Field, en San Antonio, Texas, hasta que completó un entrenamiento avanzado. Pero realmente sería dado de baja en Kelly Field porque no demostró que llegaría a ser un buen piloto de caza. Posteriormente, intentó volar como copiloto en la United Air Lines pero antes de ser contratado decidió alistarse para participar como piloto en la guerra en España, en Bayonne su ciudad natal.

 

A su llegada a España iría al aeródromo de San Javier, pasaría los controles de vuelo establecidos, y una vez superados fue destinado al aeródromo alicantino de La Rabasa. En este campo volaría los Nieuport– 52 en misiones de patrulla costera durante una semana, antes de pasar a Los Alcázares para recibir instrucción en los aviones de combate Chato I– 15. Terminada la fase de adiestramiento, fue destinado al aeródromo de Los Llanos para intentar reforzar el Frente de Málaga. En Albacete, se incorporó al Escuadrón cuyo jefe era el ruso Alexander Osadchij, de nombre de guerra Kazakov (los aviadores españoles y de los EEUU le llamaban Kosakov). Esta Unidad contaba con siete I– 15 de dotación, más otros cinco Chatos pilotados por aviadores rusos expertos en vuelos de combate.

 

En la mañana del 10 de febrero de 1937, Kosakov trasladó la Unidad al campo de Tabernas, a 130 kilómetros al este Málaga, dando escolta esa misma tarde a dos bombarderos Potez– 54, de la Escuadrilla Malraux que atacaron posiciones de las fuerzas nacionales, regresando sin contratiempo a su base. El día siguiente sería una fecha memorable para Albert Baumler, que entonces tenía 22 años, pues ese día participó en el primer combate aéreo en su vida aeronáutica, al dar escolta a los mismos bombarderos Potez– 54, sobre el Frente de Málaga. El combate tuvo lugar entre la localidad almeriense de Tabernas y la de Calohapas. Baumler pilotaba el Chato N° 73 cuando fueron atacados por varios Fiat CR– 32 que rápidamente derribaron a los Potez, y aunque el piloto estadounidense se enfrentó a uno de los Fiat, el combate terminó sin derribos. Baumler regresó a su base, después de unos 45 minutos de vuelo, con el motor funcionando con dificultades.

 

Este gran piloto obtendría su primera victoria aérea el 16 de marzo de 1937, cuando volaba el I– 15 N° 23 en una misión en la provincia de Madrid, cerca de Soto del Real, cuando su escuadrón interceptó una formación de Fiat CR– 32 en el sector Brihuega– Valdesor–Pajares, comenzando de inmediato el combate. Baumler compartió el derribo de uno de los Fiat con el piloto ruso A. N. Zeitsoff. Cuatro días más tarde, pilotando otro I–15, el N° 22, y también en las cercanías de Soto del Real, atacó una formación de tres Savoia– Marchetti que iban escoltados por cinco Fiat. Logró derribar uno de los Chirri a unos diez kilómetros al sureste de Brihuega. Era su cuarto vuelo del día. En el mes de abril, se trasladó a Sarrión, en el Frente de Teruel, y el 17 de dicho mes, cuando efectuaba su segunda misión del día, se enfrentó a una formación de Heinkel– 51. Baumler hizo fuego sobre uno de los cazas enemigos que caería humeando, pero el piloto norteamericano no pudo ver si se estrellaba, por lo que daría el derribo como probable. Segundos después abatiría a un segundo Heinkel que se estrelló contra el suelo entre ambos frentes.

 

A finales de mayo, Albert Baumler fue trasladado a un escuadrón de I– 16 Moscas y el día 30 logró derribar un Fiat en el área de San Idelfonso, Segovia, con su caza N° 65. Al mes siguiente, concretamente el día 14 de junio, dejaría fuera de combate a otro Fiat en los alrededores de Huesca. El 8 de julio volaba sobre Quijorna escoltando a una formación de diez bombarderos ligeros cuando detectaron a otra de bombarderos enemigos, protegidos por cazas Fiat. Dada la orden de ataque, logró abatir a otro caza que entró en barrena estrellándose contra el suelo. Días más tarde, compartió el derribo de otro CR– 32, con el piloto ruso A. N. Zietsoff, y consiguió otros dos derribos como probables. Entre el 27 de diciembre de 1936 y el 15 de julio de 1937, Baumler totalizaba de 174 horas y 35 minutos de vuelo al servicio del Gobierno de la República, habiendo derribado 3 Fiat y medio (Derribo compartido con otro piloto), un Heinkel–51, y como probables otro Fiat y otro Heinkel– 51. Tenía entonces 23 años. El 16 de julio, tuvo que ser trasladado a Valencia por una infección de garganta, y una vez recuperado regresaría a los Estados Unidos vía Canadá en el mes de agosto. Sería uno de los dos aviadores de caza estadounidense que participó en nuestra Guerra, y el más longevo. Falleció el 2 de agosto de 1973.

 

Hubo un piloto estadounidense, Orrin Dwight Bell, que quiso adjudicarse nada menos que el derribo de seis aviones nacionales. Tanto Frank Tinker como Albert Baumler, rechazaron tal aseveración, ya que Bell fue incapaz de aprobar las pruebas de vuelo como piloto de caza. No está claro que tuviera licencia de piloto, y además de poco competente era alcohólico. Dicho aviador fue uno de los contratados por 1.500 dólares mensuales, y al segundo mes de estar en España se le redujo el salario al de Teniente, recibió unos meses de paga y fue devuelto a los EEUU. Tampoco existe constancia documental del tiempo que estuvo al servicio del Gobierno español, ni de su participación en acciones aéreas.

 

Uno de los aviadores norteamericanos del que Andrés García Lacalle tendría un excelente concepto fue Harold Evans Dahl, apodado Whitey por su cabello canoso, quien volaría en España con el nombre de guerra Hernando Díaz Evans. Nació en Sidney, Illinois, el 29 de junio de 1909. Se graduó en el Colegio de entrenamiento de Kelly Field, en San Antonio (Texas), y voló como correo aéreo del Ejército estadounidense. Antes de venir a España, se ocultó de unos apostadores a los que había pagado con cheques falsos, razón por la cual tuvo que pasar a la reserva del Cuerpo Aéreo del Ejército con la graduación de Teniente. Viajó a México para ser contratado como aviador por la Embajada de la República española en ese país.

 

Dahl consiguió un acuerdo con los españoles de 1.000 dólares por cada avión nacionalista que derribase, más otros 1.500 dólares al mes, lo que era una cantidad nada despreciable. Se le había programado para que volase a NY y se uniese a otros pilotos como Frank Tinker, para viajar a Francia en el vapor Normandie. Sin embargo, su suerte cambiaría cuando al volver a los Estados Unidos, desde México, mostró el pasaporte con el nombre de Hernando Díaz Evans. Las autoridades descubrieron su verdadera identidad y así como sus problemas de apuestas en Los Ángeles. Tras una semana en la cárcel, una vez libre en Texas, decidió que no sería muy inteligente viajar a Nueva York y correr el riesgo de ser arrestado. Optó por trasladarse a España desde México, y embarcar desde el puerto de Veracruz, junto a su mujer. Este retraso le impediría unirse a sus camaradas a bordo del Normandie, razón por la que viajaron en el vapor Mexique.

 

Al llegar a España fue enviado al aeródromo de Los Alcázares donde con otros cuatro compatriotas pasaría, sin dificultad, las pruebas en vuelo. A los tres días, fue destinado al aeródromo de Manises. Allí comenzó su entrenamiento en los Breguet XIX, y días después realizaría sus primeras misiones como piloto de bombardeo. Atendiendo a su solicitud de ser destinado a una unidad de Caza, pasó al aeródromo de El Carmolí donde inició sus vuelos para tripular los cazas soviéticos I–15 Chatos. El 18 de enero de 1937, se integró en el Escuadrón de Chatos de Lacalle, cuando estaba organizándose en Los Llanos (Albacete) y entraría en acción, la segunda semana de febrero, participando en los combates más importantes de dicha Unidad. Con ella, intervino en la Batalla del Jarama siendo derribado el 18 de febrero. Pudo saltar en paracaídas, sobre territorio amigo, y esa misma noche ya estaba en su Escuadrón. Dos días más tarde, reanudaría sus vuelos y participaría en la Batalla de Guadalajara. Era un extraordinario piloto de caza y García Lacalle lo consideraba más agresivo que Frank Tinker, pero le inspiraba menos confianza para asumir el mando de la Unidad.

 

El 23 de marzo de 1937, Dahl cayó enfermo con fuertes dolores de estómago y fue enviado a Madrid para recibir tratamiento. Sin embargo, solicitó autorización del Ministerio del Aire para trasladarse a París y operarse de apendicitis. El 12 de abril, viajó a la capital francesa, pero no volvió a España hasta el 24 de junio, por lo que, semanas más tarde las autoridades militares aeronáuticas, al no recibir explicación alguna de la tardanza en regresar, le amenazaron con cancelar su contrato. El motivo verdadero de su regreso a España era cobrar sus pagas atrasadas, pero el Ministerio del Aire español rechazó su petición, ya que había estado fuera de España, e incluso pensaron acusarle de deserción. Dahl alegó que había sido un mal entendido y con la ayuda del Comandante Andrés García Lacalle, fue aceptado de nuevo y reinició su actividad de vuelo. Durante su estancia en París, su pareja, Edith Rogers, vivió a costa de los ahorros de Dahl y él se vio obligado a regresar a España para volver a volar y poder costear los lujosos gustos de aquélla. A su vuelta, Dahl pensó que sería destinado al Escuadrón de Lakeev, con los cazas I–16 Moscas, y así continuar con Albert Baumler y Frank Tinker. Pero los mandos militares aeronáuticos españoles decidieron que Harold Dahl no estaba bien entrenado para volar los I– 16 y lo asignaron al escuadrón ruso de I– 15 Chatos, que mandaba el ruso Ivan Eryomenko, alias Ramón, participando en las ofensivas de La Granja de San Idelfonso, en la de Huesca, y en la de Brunete. En su segunda misión de combate, el 12 de julio, Dahl fue nuevamente derribado, saltó en paracaídas y fue capturado por las fuerzas nacionales, encarcelándole en la ciudad de Salamanca.

 

En su derribo, Dahl vivió algunos momentos terribles. Saltó en paracaídas a unos 5.000 pies, el viento lo llevó fuera del campo de batalla y su paracaídas no fue visto por sus compañeros. Por desgracia, cayó en medio de una compañía de soldados marroquíes de las tropas de Franco procedentes del Norte de África. Como éstos habían sido atacados desde el aire desde hacía varios días, empezaron a apalearle y podrían incluso haberle disparado si no es por la aparición de varios oficiales españoles. Él sabía del riesgo que corría al ser encarcelado en Salamanca. Un periodista de la Associated Press le visitó encontrándole muy nervioso, al pensar que se vería frente a un pelotón. No era un temor infundado, el 3 de octubre de 1937, fue sacado de su celda y llevado ante un tribunal militar.

 

 

Hilaire du Berrier, de quien se dijo que trabajó como espía para la República.


 El consejo de guerra

 

Según consta en la Causa N° 1.505 del año 1937, del Archivo Histórico del Ejército del Ejército del Aire en Salamanca, el 17 de julio se abrieron diligencias por el Juez Instructor, el Capitán de Artillería de Aviación Francisco Mata Manzanero, contra Harold Evans Dahl y seis aviadores republicanos más por el delito de rebelión. Estos últimos eran tres pilotos soviéticos y los españoles David Gómez Varela, Francisco Giménez Corbacho y Vicente Villar Cortés, hechos prisioneros en el Frente de Madrid. Puesto que en el caso de Dahl era necesario un intérprete, se designó al Oficial de Aviación José Manuel Sánchez Dujat– des Allimes, Duque de Almodóvar. Dos días más tarde, y en la prisión de Salamanca fue interrogado, por el Juez, en presencia del Intérprete y el Secretario de la Causa. El resumen de su declaración es:

 

“Que a finales de 1936 se encontraba sin dinero y sin empleo y que en Nueva York conoció a un piloto mexicano, apellidado Fierro, quien le puso en comunicación con un abogado de la Embajada española en los Estados Unidos, de nombre Sam Schacter. Éste le prometió grandes ganancias si llevaba aviones a México capital y a Veracruz, para ser embarcados para Valencia. En la Embajada republicana, le ordenaron que marchase a México para entrevistarse con Gordon Ordás, pero al no encontrarlo sí lo hizo con un tal José Melendras. Éste le indicó que iría a la España republicana en calidad de Profesor de pilotos, mediante un contrato por 1.500 dólares mensuales y que tras firmarlo recibió en aquel momento 500 dólares.

 

Que recordaba que en Nueva York se encontró con otro piloto norteamericano, de nombre Albert Baumler, que también iba a España y allí se enteró que uno llamado Frank Tinker había firmado el mismo contrato. Afirmaba que embarcó con su mujer en el vapor Méxique a finales de diciembre, desembarcando en la ciudad de St. Nazaire con un pasaporte falso recibido de la Embajada española en México a nombre de Hernando Díaz. Una vez en París, se alojó en el hotel Lutecia con su esposa, de nombre Edith Rogers, de profesión artista, consiguiendo un contrato para ella. En el hotel se entrevistó con un tal Eddie Simons, norteamericano, agente republicano para todos los asuntos de Aviación que tuviesen relación con Norteamérica. El 27 de diciembre, entró en España con su pasaporte falso y viajó a San Javier donde le probaron como piloto durante tres semanas en diferentes aviones. Con él sus compañeros Tinker, Allison, Koch y Baumler”.

 

Finalizó su declaración afirmando que: “Había sido engañado y que vino a España por el sueldo fabuloso que se le ofrecía y que, al ver los crímenes y salvajadas cometidas por el Ejército rojo, no pensó en cobrar lo que se le debía y escapar cuanto antes, pero que obligado por la amenaza rusa en España no pudo hacerlo”.

 

Desde la cárcel de Salamanca escribió a su esposa, dos cartas al menos, relatando su situación con la esperanza de que todo iría bien. A la vez, le daba instrucciones para cobrar los atrasos que le debían, unos 6.500 dólares, e igualmente para recoger su equipaje del hotel madrileño de la Florida y del hotel El Siglo de Valencia.

 

Los seis procesados serían juzgados en un Consejo de Guerra, el 3 de octubre, celebrado en el Salón de Actos de la Diputación Provincial de Salamanca, para ver y fallar la Causa instruida contra ellos, con el resultado de la condena a la pena de muerte el 5 de octubre de 1937. La sentencia sería ratificada por el General Jefe del VII Cuerpo de Ejército, como autoridad judicial, pero el 26 de octubre el Secretario General de Guerra, en un telegrama enviado al Auditor de Guerra de dicho Ejército, comunicaba que el Generalísimo Franco les había conmutado la pena de muerte por la de prisión perpetua, menos a uno de los españoles que fue ejecutado el 6 de noviembre. La intervención del Gobierno de los EEUU, y al parecer una carta de su esposa Edith Rogers, sería la razón de que la sentencia contra Harold Dahl fuese conmutada por la de prisión perpetua, siendo confinado en el hospital de la prisión de Salamanca.

 

La dura sentencia supuso un mazazo para Edith Rogers Dahl, quien permaneció en Francia para arriesgarse a visitar a su marido prisionero en España. Entonces, tuvo la idea luminosa de mostrar su devoción por Whitey, inventando una historia que se extendería por todo el mundo. Escribió una carta al General Franco pidiendo clemencia para la vida del aviador. Su marido, explicó, era políticamente neutral y se había alistado en la aviación republicana porque en los EEUU no encontró trabajo como piloto. Entonces, apeló a los posibles sentimientos románticos e intentar halagar la vanidad del generalísimo, en estos términos:

 

“Mi esposo no es comunista, ni siquiera de izquierdas. Estábamos casados solamente desde hace ocho meses. No encontraba trabajo con el que mantenerme dignamente y aceptó volar para la República solamente por el sueldo. No tengo otra persona en el mundo. Sé que usted es un hombre valeroso y de gran corazón. Le doy a usted mi palabra de que Harold no luchará de nuevo contra usted si tiene la compasión de liberarlo y enviármelo. Ahora que la victoria está casi a su alcance, la vida de un piloto norteamericano no puede significar mucho para usted. Yo fui actriz durante años, pero ahora he encontrado la felicidad a su lado. No la destruya. Por favor, responda a mi carta a fin que sepa qué hacer y si puedo albergar esperanzas”.

 

Con la carta, adjuntaba una fotografía suya mostrando lo mejor de su figura, en bañador blanco. Una semana más tarde, recibió contestación en una carta supuestamente firmada por el General Franco, que terminaba con la elegante y fina costumbre española q. b. s. p (que besa sus pies). La desesperada Edith hizo todo lo que pudo, pues la vida de su marido estaba en peligro. Mucho más tarde, supo que Franco nunca había tenido conocimiento de la carta ni vio la fotografía. Al parecer la carta fue interceptada por un alto oficial quien impresionado por su sinceridad o por su atractiva figura la respondió imitando la firma del General. Años después, algunas fuentes apuntaban al General Millán Astray como el verdadero autor de la carta.

 

 

Charles D. Koch, probablemente el aviador con mayor experiencia aeronáutica.


La captura del Dahl y su sentencia a muerte crearon una situación muy embarazosa al Gobierno de los EEUU, pues el piloto manifestó que realizaba en España un servicio clasificado en beneficio del Cuerpo Aéreo del Ejército estadounidense (entonces todavía no había sido creada la USAF). Además, en el Consejo de Guerra acusó al Capitán Townsend Griffiss, Agregado Militar Adjunto a la Embajada de los EEUU en Madrid, de realizar actividades no neutrales durante nuestra Guerra Civil. Por ello, el Departamento de Estado del Gobierno de Washington envió a Madrid al oficial Graves, quien fue informado por un juez de la ciudad de Salamanca, que Harold Dahl había firmado una confesión acusando al Capitán Griffiss de actuar en nombre de los Estados Unidos y, conjuntamente con el Ministerio de Marina y Aire español, de hacer colectas para ayudar a repatriar a pilotos de los EEUU.

 

También Dahl había manifestado que Ed Semons, el enlace entre los norteamericanos en París y el Gobierno español, contactó con el Capitán Griffiss una vez que llegó a la ciudad española de Valencia. Después, Dahl se retractaría de sus manifestaciones alegando que se habían malentendido sus palabras por el intérprete y que Towsend Griffiss era totalmente inocente de realizar actividades no neutrales, así como que cuando estuvo en París solamente había oído hablar de Ed Semons, pero que era la Embajada española en Francia la que ayudaba a los aviadores estadounidenses a dirigirse a Valencia. Los Departamentos de Estado y de Guerra norteamericanos ordenaron a Griffiss que explicase sus relaciones con Harold Dahl y Ed Semons y tras las correspondientes aclaraciones, aquél fue exonerado de todos los cargos y acusaciones.

 

Después que la sentencia de los tribunales españoles contra Harold Dahl fue conmutada por la de prisión perpetua, las Autoridades nacionalistas comenzaron a negociar con el Gobierno de la República su intercambio por el de uno de sus pilotos, pero los republicanos rechazaron la negociación alegando que no tenían interés alguno en la liberación de Dahl. Éste había sido trasladado a una habitación privada del hospital de la prisión de Salamanca y estaba autorizado a pasear por la ciudad acompañado por un oficial nacional. Esta autorización le sería revocada ya que repetidamente se escapaba de la prisión por la noche para visitar bares y clubes nocturnos.

 

Pero detrás de las bambalinas, el Departamento de Estado investigaba la situación del prisionero más famoso en España, con la certeza de que sería canjeado por un nacionalista preso de los republicanos. El poco sentido común de Whitey desbarató tal posibilidad y no sería canjeado, pues envió una carta a Franco ofreciendo volar al lado de los nacionales libre de cargos antes que continuar en su celda. Entonces, hizo un anuncio en el que decía: “Maldito lo que me importa la causa republicana. Yo estoy combatiendo por dinero”. Finalmente, los republicanos canjearían a su prisionero por otra persona diferente. Dahl estuvo en prisión en España hasta febrero de 1940, casi un año después del final de la Guerra Civil.

 

Edith no sería la única norteamericana que preocupada por el bienestar de Dahl, pues paralelamente a sus gestiones, la madre del aviador norteamericano, Ida Dahl, se dirigió al Secretario de Estado norteamericano Cordell Hull, solicitando que intercediese ante el Generalísimo Franco para que liberase a su hijo, en una carta en la que decía: “Como madre de Harold E. Dahl, aviador ahora prisionero por los rebeldes españoles, respetuosamente le pregunto si hay algo que Vd. pueda hacer. Los periódicos dicen que él podría ser ejecutado por lo que ello requiere una acción inmediata. Él se había alistado en México con el nombre de Fernando Díaz Evans”. Además de esta carta que la Agencia United Press publicaba el 3 de septiembre de 1937, añadía otra información según la cual el Gobierno de la ciudad de Champaign había aprobado el envío de un telegrama al Secretario de Estado Hull insistiendo que hiciera todo lo posible para que Harold Dahl fuese puesto en libertad y regresara cuanto antes. Lo firmaba el alcalde James D. Flynn.

 

Mientras los trámites para la libertad a Harold Dahl continuaban, Edith por su parte triunfaba en su carrera artística por la publicidad que se estaba dando a su famosa carta, y pronto comenzaría apareciendo en los clubes nocturnos franceses anunciada como la mujer que había ablandado el corazón de Franco. Posteriormente, regresaría a los Estados Unidos con su marido, pero a su llegada al puerto de NY, Dahl fue retenido por la policía por unos cheques sin fondos que había librado en 1936, según comentaría el embajador Weddell a un familiar el 5 de abril de 1940.

 

Harold Dahl se divorciaría de Edith Rogers poco después de su regreso a los EEUU, y aceptó trabajo como piloto de la Real Fuerza Aérea canadiense (RCAF), en la que sirvió en la II G.M. Fue instructor de los aviadores canadienses que iban a combatir en Europa, en un aeródromo próximo a la localidad de Bellenville. Allí conoció a la que sería su segunda esposa, Eleanor Bowne, la hija del hombre más rico de la ciudad y con la que tuvo tres hijos. Después de la II G.M., fue acusado de haber cobrado comisiones por la adquisición de material para la RCAF, por lo que tuvo que regresar a los EEUU.

 

Salvaconducto de Koch.


En el año 1952, se trasladó a Suiza donde trabajó para la compañía aérea Swissair, pero en 1953 fue acusado de contrabando de oro, y fue expulsado del país, lo que le llevaría a divorciarse de Eleanor Bowne. Según narra Miguel Sanchiz en su libro Alas rojas sobre España, ese vuelo fue realizado el 20 de octubre de 1953, entre París y Ginebra, pero señala que la carga eran trece millones de francos que desaparecieron, por lo que sería detenido y encarcelado de nuevo. De vuelta a Canadá, trabajaría como piloto de aviones de transporte de carga DC–3. Finalmente, moriría en un accidente aéreo a causa del mal tiempo en Quebec, el 14 de febrero de 1956.

 

Durante el tiempo que estuvo al servicio de la República, en la Guerra Civil, según sus cálculos, este buen aviador norteamericano que fue Harold Evans Dahl, debió derribar a un Heinkel– 51 y a tres Fiat CR– 32, pero Andrés García Lacalle confirma que obtuvo un total de cinco victorias en combate aéreo.

 

Hilarie du Berrier, viajó a Etiopía con otro piloto estadounidense, Vicent Schmidt y el británico H. Olof de Wet. Durante el tiempo que trabajó para el Gobierno republicano español, Hilaire du Berrier lo hizo como intérprete, piloto inspector de vuelos y piloto de caza. Evaluó la aptitud de vuelo a muchos de los aviadores que vinieron en noviembre de 1936 a España en busca de un contrato como piloto. Pero su hoja de servicios como piloto de caza con la República no fue registrada, aunque se sabe que fue el aviador responsable del ataque a un avión de Air France, realizado a las 10:29, el 29 de noviembre de 1936, cuando hacía la línea Toulouse–Tanger–Casablanca. En principio se creyó que el ataque contra el avión de línea francés, el trimotor Wiibault 283–t12, había sido obra de Wilson o Pickett, pilotos británicos que volaban para el Gobierno republicano. Otras fuentes acusaban a un aviador ruso que habría confundido al Wiibault con un Junker–52 nacional.

 

Parece ser que ese día la Aviación nacional realizaba una operación aérea con trimotores italianos desde las Baleares, al tiempo que Hilaire du Berrier efectuaba un vuelo de patrulla, con el Nieuport– 52 N° 3– 86, para interceptar posibles incursiones enemigas. A través de un claro entre las nubes, y a unos 20 kilómetros de Alicante, el piloto norteamericano divisó al trimotor y abrió fuego. El comandante del avión de Air France, llamado Perrichon, oyó el ruido de los impactos en su avión, y dándose cuenta de que era atacado, dio la vuelta y logró aterrizar en Alicante. El resultado fueron daños en los alerones y unos pasajeros presos del pánico.

 

Manuel Gómez García, con el nombre de guerra Coronel Miguel García Granados, era un oficial de la Fuerza Aérea de Guatemala que había trabajado como intérprete para los norteamericanos: Dejaría a su esposa y a sus cuatro hijos en Ciudad de México, vino a España como parte del grupo de aviadores estadounidenses que combatieron al lado de la República. Formó parte del Escuadrón de García Lacalle, desde el 15 de marzo de 1937 y en los primeros cuatro días de operaciones voló como acompañante de Frank Tinker, patrullando el Frente de Guadalajara. El 20 de marzo, salió como jefe de una patrulla, pero en el primer vuelo sería derribado sobre Cifuentes y capturado por las fuerzas nacionales. Gómez pasaría cuatro meses en la prisión de Salamanca y al igual que Harold Dahl fue condenado a muerte, si bien la pena le fue conmutada, y tuvo más suerte que el piloto estadounidense, ya que pronto fue canjeado por un aviador italiano. Poco antes de abandonar España, Frank Tinker fue a Valencia con Gómez García y éste le manifestó que no había recibido un buen tratamiento médico en la prisión salamantina, pues tenía la mano izquierda con graves quemaduras. Tenía la esperanza de volver a volar, algo que al final no consiguió.

 

Charles D. Koch, nacido en Hoboken, New Jersey, el 24 de noviembre de 1894, pronto demostraría su interés por el vuelo. En 1911, comenzó a diseñar y fabricar aeromodelos en la Universidad de Georgia. Poco después, Howard Rinehart, instructor de vuelo en Augusta, Georgia, dio a Koch su bautismo del aire y se asombró de ver cómo el joven Charles manejaba el aparato. Rinehart, había volado en 1914 para Pancho Villa durante la Revolución mexicana y sería uno de los primeros pilotos estadounidenses mercenarios, una profesión en la que Charles Koch llegaría a ser muy conocido. Graduado en 1916 como ingeniero mecánico, Koch fue a NY para trabajar en la estación central de ferrocarril, actividad que dejó en 1917 para alistarse en el Real Cuerpo Aéreo Británico, los EEUU aún no habían entrado en la I G.M. Tramitó su solicitud en el Consulado británico de NY. Tras efectuar un curso de entrenamiento en Canadá, se trasladó a Gran Bretaña donde en el aeródromo de Hooton Parke volaría el Avro 504 J. Después de este cursillo volaría en el Grupo 210 integrado por pilotos norteamericanos. Fue transferido a North Shotwick, donde se acababa de formar el 79° Escuadrón equipado con Sopwith Dolphins. Allí conoció e hizo buena amistad con otro aviador compatriota, Frederick Ives Lord, quien en la I G.M. obtendría nueve victorias aéreas.

 

Por desgracia, Koch enfermó a causa de la terrible epidemia mundial de gripe de 1918, de la que pudo recuperarse después de un mes de hospitalización. Cuando Charles Koch finalizó su servicio en el Royal Flying Corps y en la recién creada Royal Air Force (RAF), había acumulado un total de 1.743,05 horas de vuelo pilotando 7 tipos de aviones y confirmado en su ascenso a Alférez (29 Junio 1918). De vuelta a los EEUU en 1919, trabajaría, para Curtiss Airplane en la sección de ingeniería, Chance Vought Corporation Keystone Aircraft. En 1934, fue contratado por Rose Aviation Corporation y posteriormente trabajó para Seversky Aircraft. Pero en noviembre de 1936, su camarada Fred Lord le ofreció firmar un contrato de vuelo como piloto del Gobierno de la República española, logrando que la Embajada de España en México le extendiera el pasaporte N° 354165 de fecha 24 de noviembre. Charles D. Koch firmaría su contrato en Valencia el 9 de diciembre de 1936 y no tuvo problemas debido a su buen historial aeronáutico, y a su licencia estadounidense de piloto de transporte. Pasó al aeródromo de Los Alcázares y poco después al cercano de San Javier, el que, tras la caída de los de Cuatro Vientos y Getafe en manos de la Aviación nacional, se había convertido en la Escuela de Caza. Aquí se graduaría, como piloto de Caza, el 7 de enero de 1937, tras volar 12 horas y 30 minutos, en un curso de refresco a cuya finalización sería destinado a Valencia. Demostrada su elevada experiencia aeronáutica, fue elegido para volar con el Escuadrón de García Lacalle, quien se impresionó por la pericia y habilidad del piloto estadounidense, razón por la cual el 23 de enero de 1937 lo designó jefe de lo que se conocería como Patrulla Americana.

 

Esta patrulla, al principio, estuvo integrada por aviadores como Charles Koch, Frank Tinker, Tex Allison y Whitey Dahl. Si Koch y Allison habían sido pilotos militares estadounidenses antes de venir a España, sin embargo, parece dudoso que hubieran sido pilotos de caza. Tinker manifestaría que la Patrulla Americana llevó a cabo entrenamiento de ametrallamiento aéreo a partir del 25 de enero, algo que sería totalmente nuevo, tanto para Koch como para Allison, pero reconocería que ambos pilotos realizaron bien dicho entrenamiento. Esto pudiera llevar a deducir que estos dos aviadores se habrían alistado principalmente atraídos por la elevada suma de dinero de sus contratos, ya que no tenían experiencia previa como pilotos de combate. Sea como fuere, Charley Koch era el piloto de mayor edad, pero también el de mayor experiencia, ya que al llegar a España contaba con 2.285 horas de vuelo.

 

El 28 de enero, el Escuadrón recibió órdenes de traslado al aeródromo murciano de El Carmolí, para recibir los nuevos cazas I– 15 Chatos y trasladarse al frente de batalla. Pero el Viejo Charley Koch, de 42 años, cayó enfermo con fuertes dolores de estómago, al parecer debidos a la intolerancia a los condimentos de la cocina española, por lo que fue enviado al hospital del aeródromo, donde le diagnostican úlcera de estómago. Por esta causa, Tex Allison tomó el mando de la Patrulla Americana y el Escuadrón dejaría El Carmolí el día 29 de enero. Koch se recuperaría de sus dolencias estomacales, y junto con Al Baumler fue destinado al aeródromo de Los Alcázares para efectuar vuelos de entrenamiento en los cazas I–15. Después, Charles Koch pasó al Escuadrón ruso de Chatos que mandaba el piloto soviético Kosakov, desplegado en Tabernas, en el frente de Málaga, donde Koch alegaría el derribo de un caza nacional Fiat CR– 32.

 

Efectivamente, en la tarde del 11 de febrero de 1937 junto con otros cuatro pilotos del Escuadrón, daban escolta a los bombarderos Potez – 54 “B” y “P” de la Escuadrilla Malraux, que iban a efectuar su primera misión en el frente de Málaga. Los bombarderos volaban a una altura de 3.500 pies, mientras los cazas de escolta lo hacían a 18.000. De repente, aparecieron tres cazas Fiat CR– 32, que atacaron a los Potez. Koch en sus anotaciones de la misión escribió: “Vimos a los bombarderos en dificultad, por lo que nosotros picamos a gran velocidad justo detrás de los cazas enemigos. Durante la persecución pude disparar contra uno de ellos y lo alcancé. Vi como el piloto levantaba las manos para después caer en su asiento. El humo comenzó a salir detrás del motor del Fiat y enseguida entró en barrena. Sería su primera victoria aérea en España".

 

Koch recibiría, el 18 de febrero de 1937, la acreditación de un segundo CR–32 derribado, después que la escuadrilla fuera enviada al Frente Central en Madrid. A finales de marzo, el rápido ritmo de la batalla afecta a Koch, que, tras una difícil misión, aterriza y aparca en su sitio habitual en el aeródromo de Alcalá. Al salir de la cabina de su Chato se marea sufriendo una vertiginosa caída. Koch sufre una hemorragia y es internado en el hospital, donde es estabilizado. Enviado a Valencia, es nuevamente tratado de su úlcera, pero finalmente es dado de alta y se le permite su retorno a los EEUU. El documento de regreso es firmado por el subsecretario del Aire el 8 de abril de 1937.

 

Después de abandonar España, trabajaría como ingeniero en diferentes empresas norteamericanas, la última sería Gassner Aircraft de NY, que posteriormente se convertiría en Fairchild Kinetics, donde colaboraría en su organización hasta 1958. La actividad principal de la misma no estaría relacionada con la industria aeronáutica, sino con los trenes de alta velocidad. Esta sería una importante fábrica del tren español Talgo, cuando comenzó a circular por algunos trayectos en los EEUU. Koch se retiró en 1958. Fallecería a los 89 años el 5 de septiembre de 1983.

 

Benjamín David Leider, fue el más político de los pilotos norteamericanos que vinieron a España y estaba orgulloso de pertenecer al partido Comunista de su país. Había nacido en Rumanía el 18 de octubre de 1901 y después emigró con su familia a los Estados Unidos. Durante su infancia en NY, tuvo que vivir como el hijo de un trabajador pobre. Dotado de una inteligencia extraordinaria y con grandes deseos de mejorar su calidad de vida, lograría estudiar en la Escuela de Periodismo de la Universidad de Missouri, donde se graduaría como un alumno distinguido. Después comenzó a trabajar en el periódico New York Post. Enamorado del aire pronto volaría con su pequeña avioneta Cessna, por lo que sería apodado por sus colegas como el Periodista Volador. A lo largo de su carrera profesional, David Leider, ya miembro del Partido Comunista norteamericano, se distinguiría como un defensor de la clase obrera y enemigo de la plutocracia existente en los EEUU. En 1931, inició su carrera aeronáutica como piloto comercial, y tenía 36 años cuando renunció a su trabajo como periodista en el New York Post para venirse a España. Parece ser que Ben Leider, primero efectuó, al servicio del Gobierno republicano, numerosos vuelos como piloto de transporte, ferry, traslado de autoridades y de carga a muchos aeródromos de la zona gubernamental. Al mismo tiempo simultaneó su trabajo de piloto con sus funciones como corresponsal del Daily Worker, órgano del partido comunista de su país. Sin embargo, los datos de esta actividad aeronáutica de Leider en España, desde su llegada en septiembre de 1936 hasta su incorporación al Escuadrón de García Lacalle, no son conocidos. Éste, al principio no quería aceptarlo en su unidad por su falta de experiencia como piloto de combate, pero obligado por instancias superiores, tuvo que admitirlo.

 

Ben Leider formaría con Frank Tinker, Harold Dahl y James Allison un grupo bien cohesionado y llegaría a ser muy apreciado y admirado por los tres compañeros estadounidenses, por el hecho de presentarse voluntario para piloto de caza sin un entrenamiento militar previo como ellos. Era de carácter muy serio y a veces le gustaba charlar con sus compañeros sobre la política mundial.

 

Después de establecerse en Guadalajara los miembros de la Patrulla Americana, comenzaron a preparase con “V” pequeñas. Los pilotos soviéticos salieron con tres monoplanos Principio del formulario Mosca I– 16 para observar la llegada en vuelo de la formación. Leider entró en acción con la Unidad I– 15 Chatos de García Lacalle el 10 de febrero de 1937, y a los tres días lograría alcanzar su primera victoria aérea al derribar un Heinkel 51. Ben Leider describiría su victoria en una carta que envió a su casa: “... Ayer día 13 fue mi día de suerte. Yo mantuve mi primer combate aéreo y derribé mi primer Heinkel 51. García Lacalle estaba conmigo cuando conseguí derribar al avión enemigo. Vi cómo salía agua de su radiador y como parecía que dibujaba una banda de líneas. Ahora, si algo sucede, al menos no he sido responsable”.

 

Dibujo de Ben Leider publicado por la Universidad de Georgia.


Ben Leider saluda puño en alto antes de emprender el vuelo en una de sus misiones.

 

Aunque en principio la victoria de Leider, no se ajustaba a los requisitos establecidos por la Fuerza Aérea de la República para aceptar el derribo de un avión, pues al parecer Leider no vio las llamas del Heinkel ni el impacto contra el suelo, sin embargo, posteriormente se le daría por válida. Pocos días después, el 18 de febrero, los pilotos del escuadrón se irían al aire henchidos de entusiasmo, para enfrentarse a un grupo de dos docenas de Heinkel– 51. Al tener que enfrentarse con la desventaja de 3 a 1, ejecutaron las instrucciones que García Lacalle les había enseñado para situaciones comprometidas, y formaron un círculo defensivo. Era una maniobra ideada por el aviador estadounidense Raoul Lufbery, en la I G.M. Como respuesta, algunos de los Heinkel viraron picando fuertemente y otros comenzaron a volar alrededor lentamente. Esto fue demasiado para la paciencia de Ben Leider que se lanzó contra uno de los aviones que parecía presa fácil, momento en el que comenzó a ser perseguido por tres de los Heinkel que vigilaban el escenario. Tinker vio cómo el caza de Leider daba un brusco tirón seguido de un picado suave, estrellándose contra una colina.

 

Frank Tinker fue muy amable con Leider y Allison cuando los mencionó en su libro Some Still Live. Por ejemplo, cuando describe la muerte de Leider. Tinker manifiesta que Leider fue derribado en la gran batalla aérea del Frente del Jarama, antes mencionada, y que en este combate también fueron derribados Harold Dahl y Tex Allison: “Vi al avión de Leider dando una especie de tirón cuando los tres Heinkel pasaban como un rayo. Entonces él comenzó a regresar hacia nuestra zona con un picado muy suave. Cuando estaba aproximándose al suelo intentó aterrizar en el claro de un campo, quizá algo pequeño, por lo que lo rebasó. Dio un viraje y lo intentó de nuevo, pero otra vez se pasó de largo, por lo que en un intento desesperado quiso aterrizar como fuera. Vimos cómo el avión chocaba contra una pequeña elevación del terreno con un impacto terrible. Los pilotos estadounidenses de caza habían sacrificado su primera vida en España”.

 

Sin embargo, García Lacalle no estuvo de acuerdo con la versión de Tinker sobre la muerte de Ben Leider. El piloto español afirmó que Leider iba tras un Heinkel pero que a su vez era perseguido por un segundo caza. En ese momento Lacalle atacó a ese último Heinkel para intentar quitarlo de la cola del avión de Leider, disparándole una ráfaga con su ametralladora de largo alcance para proteger a Leider, mientras éste intentaba derribar al primero de los Heinkel, pero Leider nunca disparó. El piloto nacionalista se evadió, aparentando que regresaba a sus líneas, cuando Lacalle participó en la acción disparándole varias ráfagas. García Lacalle hubiera deseado que Leider hubiese abatido al Heinkel, pues esto habría elevado la moral del Escuadrón. El Heinkel hizo un tercer intento para volver a su zona, pero en ese momento Lacalle volvió a dispararle y el avión enemigo se estrelló fuera de control.

 

Lacalle se reunió con Leider y le hizo señales para regresar al aeródromo, y éste le seguía de cerca. Durante el vuelo de regreso, Lacalle miró hacia atrás para comprobar que Leider le seguía, pero éste había desaparecido. Después de aterrizar, Lacalle preguntó a los otros pilotos del Escuadrón si habían visto a Leider, pero dijeron que le vieron reunirse con él y después lo perdieron de vista. Más tarde se encontró el avión accidentado de Leider y su cadáver. Sería el único piloto de combate estadounidense caído en España. Sus restos fueron trasladados a los Estados Unidos donde serían inhumados. El poeta y educador Bezalel Friedman publicaría un largo poema en su honor y el Partido Comunista norteamericano organizaría un gran homenaje fúnebre en su honor en el Carnegie Hall de NY.

 

James Linconl Holt Peck, fue el primer piloto afroamericano que vino a España. Voló su primera misión de patrulla sobre la costa mediterránea desde el aeródromo de San Javier, en septiembre de 1937. Él aseguraría que estuvo volando en el frente de Aragón y que, durante los dos meses y medio de servicio en España como piloto de combate, derribó 5 aviones nacionales, dos Heinkel 51 y tres Fiat CR– 32. En el mes de noviembre, voló su última misión con la Aviación republicana y comentó que fue escoltando a una formación de bombarderos SB– 2 Katiuska, alcanzando a un buque y a las instalaciones aeronáuticas de las Baleares. Poca más información existe sobre Peck, excepto la que figura en dos libros y en varios artículos publicados por él. En uno de esos libros, titulado Armies with Wings (1940), dedica poco más de un capítulo a sus muchos combates aéreos sobre el territorio español, pero nunca menciona las zonas donde se realizaron, ni cita los apellidos de los pilotos españoles de su Escuadrón, ni hace mención alguna de los pilotos rusos. Tampoco menciona los diferentes despliegues y movimientos del Escuadrón. En uno de sus últimos artículos (1972), que realmente es una entrevista, James Peck da la impresión que todos sus vuelos fueron hechos desde La Ribera (sic), no solo los de entrenamiento, sino también las misiones de combate, pues jamás cita ningún otro aeródromo. Esto no es lógico, ya que los escuadrones de caza gubernamentales se trasladaban a campos diferentes, en apoyo de los distintos frentes de la Guerra Civil. Otro error que comete en dicho artículo es señalar que el aeródromo de La Ribera está en las afueras de Valencia, cuando realmente su localización está en el Mar Menor, Murcia. Peck se excusa alegando que fue culpa del entrevistador, cuya conversación se realizó en un hotel cuyo nombre tampoco cita.

 

 

Imagen de la Casa Escuela Ben Leider. Este aviador fue el primer piloto norteamericano muerto en combate durante la Guerra Civil Española, motivo por el cual se le hicieron varios homenajes en Estados Unidos. Su fama póstuma motivó que durante la Guerra Civil el Comité Norteamericano creara en España y apadrinara con sus aportaciones una colonia infantil en su memoria: “Ben Leider Home”. La casa elegida para ello fue en lugar próximo donde el aviador norteamericano se estrelló con su aparato. La colonia infantil se erigió en la “masía del Canonge”, sita junto al molino de Bonany o d’En Codinach, en el término municipal de Benimámet, pedanía de la provincia de Valencia. Establecida como colonia infantil el 14 de julio de 1937, la colonia de Benimámet llegó a albergar a 54 niños y niñas en edad escolar, desde 5 hasta 15 años.

 

En sus libros y artículos, Peck menciona a cuatro aviadores americanos que volaron con él en España: Paul E. Williams, estadounidense afroamericano natural de Youngstown (Ohio); el brasileño Carlos Brunswick y otros dos sudamericanos, Alberto Aybar y Justo Sully. Pero no dice mucho más sobre los iberoamericanos y poco en lo que se refiere a Williams. Sin embargo, describe con detalle las maniobras que realizaban en los vuelos en formación y en los de entrenamiento y de combate.

 

En el año 1969, Albert Baumler, escribió al Coronel Raymond F. Toliver, historiador de la Asociación de Ases de Caza norteamericana, que él no creía nada de lo que Peck contaba sobre sus vuelos en España. El Coronel Toliver, que había pasado una larga temporada después de la Guerra Civil en España y se había entrevistado con muchos Generales y Coroneles del Ejército del Aire, quiso conocer datos de la actuación de los dos únicos aviadores estadounidenses de raza negra, James Peck y Paul Williams. Solamente uno de los Coroneles le manifestó que nunca tuvo conocimiento de que estos aviadores pilotasen aviones de transporte y menos de caza. Hay que recordar que Albert Baumler abandonó España antes que James Peck llegase, por lo que no pudo saber si las afirmaciones de este último sobre su participación en la Guerra Civil eran inventadas o no. Los relatos de Peck están llenos de errores y sus afirmaciones no han podido ser corroborados por ninguna fuente conocida, ni estadounidense ni española.

 

El piloto de caza estadounidense más destacado en nuestra Guerra Civil, en apoyo del Gobierno republicano, fue indudablemente Frank Glasgow Tinker Jr. Voló en los cielos de España durante casi siete meses, desde el 7 de enero hasta el 29 de julio de 1937 y pudo acreditar nada menos que ocho victorias aéreas. Nacido en Kaplan, (Luisiana) el 14 de julio de 1909, pasaría su infancia en la localidad de De Witt, (Arkansas), donde su familia se había trasladado. Allí cursaría y se graduaría en sus primeros estudios. En 1926, se unió a la US Navy, con la ambición de ser aviador naval, y se graduaría en la Escuela Naval de Annápolis. Posteriormente, efectuaría entrenamiento como piloto en la Escuela del Ejército en Randolph Field (Texas) consiguiendo su calificación como piloto en la Escuela de vuelo de la Navy en Pensacola (Florida). Al año siguiente fue asignado a la Aviación Naval, convirtiéndose en piloto de reconocimiento de hidroavión del crucero San Francisco. Fue destinado como observador de la Navy, en la Flota de la Costa Oeste, donde solo estuvo seis meses, ya que tuvo que comparecer ante un Consejo de Guerra al verse involucrado en dos accidentes. En 1935, Tinker se unió a la tripulación de un petrolero de la Standard Oil que hacía la ruta de NY a Baton Rouge (Luisiana) como tercer oficial. Pero a mediados de julio de 1936, abandonó este trabajo en busca de un puesto como piloto. Después, trataría de unirse al Gobierno etíope, como piloto, contra la ocupación italiana, pero desistió de ello porque Etiopía carecía de una Fuerza Aérea.

 

En su casa de De Witt (Arkansas), Tinker Jr., con 27 años, tenía ansias de aventuras y quería participar en la Guerra Civil española, pero no sabía a qué bando unirse. Tras la heroica defensa del Alcázar de Toledo se inclinó por los rebeldes, pero después del bombardeo de Madrid por los Junker– 52 sus simpatías se decantaron a favor de los leales, pues Cuando comprobé que Hitler y Mussolini estaban tomando medidas dirigidas a invadir militarmente a España decidí ofrecer mis servicios como piloto de combate a los gubernamentales. En 1936, Tinker escribió al cónsul general en NY y al embajador español en México, adjuntando su currículum como aviador. Posiblemente, él no quería crear problemas entre el Gobierno de su país y las representaciones diplomáticas de España en Washington y Nueva York. Pero el embajador en México le animó a unirse a la contienda y le escribió para firmar un contrato realmente fabuloso, los ya comentados 1.500 dólares mensuales y otros tantos por cada avión derribado.

 

Con pasaporte falso, utilizando el nombre de Francisco Gómez Trejo (nótese que F.G.T. coincide con las iniciales de su nombre Frank Glascow Tinker), se embarcaría en NY a bordo del Normandie. En el muelle, unos oficiales federales mostraron interés por su pasaporte. Con su fuerte acento de Arkansas pronunció su apellido, “Tinker”, alegando que era hijo de inmigrantes españoles que entraron ilegalmente en los EEUU desde México y luego murieron, dejándole huérfano a un grupo de recolectores de algodón de Arkansas. Ahora solo quería volver a sus raíces. A los oficiales les pareció algo sospechoso, pero le dejaron marchar. Harold Tinker viajaría solo, pues otros aviadores estadounidenses habían optado ya por rutas alternativas.

 

El 3 de enero de 1937, Tinker confirmaba su contrato al llegar a Valencia y tres días más tarde se trasladaba al aeródromo de Los Alcázares, para incorporarse a su destino en San Javier. Allí se reuniría con sus compatriotas Dahl, Dickinson, Dwight Bell y Manuel Gómez, realizando sus primeros vuelos de prueba en De Havilland Moth y superando la prueba final en un biplano Koolhoven. Días más tarde, empezaría sus vuelos de entrenamiento de Breguet– XIX en la base valenciana de Manises, desde donde a los pocos días efectuaría su primera misión, junto a sus compatriotas, contra un objetivo cerca de Teruel. La misión fue un fiasco. Los pilotos debían atacar la zona que tenía que haber sido bombardeada por el escuadrón anterior, pero éstos habían sido destrozados por los cazas Fiat italianos, no pudiendo conseguir lanzar sus bombas.

 

Así era Frank Tinker cuando ingresó en la Armada norteamericana.


Ejemplar del libro “Some still live” que Tinker escribió después de regresar de España.

 

Sin saber dónde atacar y sin poder comunicarse con el escuadrón precedente, el grupo de Tinker dio media vuelta y regresó. Los cuatro americanos informaron que esos cometidos de bombardeo no eran de su agrado, puesto que lo que deseaban era combatir como pilotos de caza. Por esto solicitaron cambio de destino, y el 23 de enero iniciaron sus vuelos de familiarización en El Carmolí, con los I– 15 Chatos. Así se ganarían el traslado a un escuadrón de combate recién creado, cuyo jefe de Unidad era el Capitán Andrés García Lacalle.

 

Durante los primeros días, Tinker y sus compañeros practicaron vuelos en formación y ametrallamiento de blancos remolcados por un avión ruso, familiarizándose con los Chatos. Entonces descubriría que el fuselaje y las alas habían sido fabricados por los soviéticos, pero los motores eran Wright Cyclones y provenían de Nueva Jersey Comparado con otros aviones que había volado hasta entonces en España, era un placer pilotar un Chato. Tinker lo comparaba con el maniobrero Boeing F– 4B que había volado en la Marina americana. Él y Whitey Dahl, así como los otros, pudieron impresionar a los oficiales españoles con su buen manejo de estos cazas.

 

El 18 de febrero de 1937 tendría lugar la primera gran batalla aérea en la que participaría el Escuadrón, y para Tinker también su primer combate aéreo. Se enfrentó a dos Heinkel He– 51, resultando su aparato tocado. Gracias al apoyo de los rápidos I– 16 Mosca, soviéticos, consigue regresar al campo ileso, capotando al tomar tierra. Sin embargo, Tinker se sentiría triste a su vuelta a la base, pues había visto el derribo de Ben Leider y su avión chocar contra el suelo. Al llegar al edificio del Escuadrón, supo que era el único americano superviviente. Allison había sido visto cuando se dirigía a la base, pero aún no había aterrizado. Dahl y Leider habían sido derribados y Leider estaba con toda seguridad muerto.

 

García Lacalle daría una bronca a sus pilotos después de tomar con ellos una cerveza. Con estas palabras comenzaría: “Hoy nuestro escuadrón ha perdido tres compañeros y tres aviones y ello había sido innecesario si los pilotos hubieran seguido las instrucciones y advertencias que les había dado. Habían sido informados de la importancia de las formaciones defensivas y que los Heinkel eran superiores en los ataques en picado; se les había recordado que habría otros aviones enemigos, además del que ellos estaban disparando. Los pilotos que hemos perdido, dijo Lacalle con dureza, olvidaron estas tres advertencias: abandonaron la formación, sabían que los Heinkel estaban por encima y se fijaron solamente en los que ellos estaban disparando”. Entonces comentó las tácticas modernas del combate aéreo y también el honor que representaba morir por la causa y terminadas sus palabras volvieron a beber unas cervezas.

 

Por la noche se recibió una llamada telefónica en el escuadrón que levantaría la moral de todos. ¡Dahl estaba vivo! Saltó en paracaídas sobre territorio amigo, cayendo en lo alto de un olivo, donde unos agricultores lo bajaron y trasladaron sobre un burro hasta el puesto militar más próximo. Así, él pudo reunirse con sus compañeros al día siguiente. Después llegó otra llamada: Allison había aterrizado en otro aeródromo republicano, con un balazo en una pierna y estaba hospitalizado. Dahl regresaría justo a tiempo para participar en una nueva ofensiva que resultaría sangrienta, pues hasta entonces la guerra en el aire había sido en una serie de misiones de bombardeo y algunos combates contra otros cazas.

 

A primeros del mes de marzo se iniciaría la conocida como la Batalla de Guadalajara, cuando fuerzas blindadas italianas avanzaban por la carretera nacional Zaragoza– Madrid con la intención de llegar a la capital de España. Detenidas por las intensas lluvias, por la contraofensiva terrestre republicana y el apoyo de su aviación, terminaría en un desastre para las tropas de Mussolini. En esta batalla intervino con gran acierto el Escuadrón de García Lacalle, que a pesar del mal tiempo y a alturas de 200 metros por debajo de las nubes ametrallaría a los infantes y vehículos italianos.

 

En esas fechas, exactamente el 14 de marzo, Frank Tinker volaba el Polikarpov I– 15 N° CA.056, efectuando un vuelo de patrulla en las proximidades de Albacete y en una misión de dos horas de vuelo derribaría, sobre Trijueque, a un Fiat CR–32. Aterrizó en Valencia, con su primera victoria aérea.

 

El 20 de marzo, García Lacalle había reorganizado el Escuadrón en Patrullas de tres cazas cada una; él mandaba la primera y las otras tres, Harold Dahl, Tinker y Gómez García. Ese día escoltaban a una formación de bombarderos, cerca de Cifuentes, cuando tuvieron que enfrentarse a un grupo de Fiat. Una vez en combate, Tinker abatiría a uno de los CR– 32 que pilotaba el italiano Michelangelo Scala.

 

A finales del mes de marzo, el escuadrón realizó pocos vuelos. Frank Tinker, mientras tanto, conseguía que su nombre destacara tanto por sus derribos como por la excelente habilidad profesional demostrada en el frente de Guadalajara y en sus misiones sobre Madrid. Consiguió ser uno de los mejores pilotos extranjeros en España y junto a Albert Baumler, fue el piloto de combate que más tiempo estuvo en nuestro país. Cuando García Lacalle ascendió y se le asignó supervisar tres escuadrones, su relevo como jefe de la Unidad estaba claro. En efecto, después que Lacalle dejó la Unidad, todos los pilotos, de común acuerdo, solicitaron que Tinker fuese el comandante aéreo del Escuadrón y que el sustituto de García Lacalle, el español Alonso Jiménez Bruguet, ejercería solamente el mando en lo que a las actividades en tierra se refiere.

 

El mayor elogio recibido por Tinker fue el que le hizo su Jefe de Escuadrón, García Lacalle, cuando escribió: “Cuando tengo que dejar esta Unidad, debo señalar que considero a Tinker como el más calificado para tomar mi puesto y ha demostrado una excelente conducta en los frentes de combate y un gran sentido de la responsabilidad. Pero tengo que enviar el Escuadrón al Frente Norte, precisamente a la ciudad donde nací, Bilbao, pero y debido a su poco conocimiento del idioma español, no le considero apropiado designarle como jefe del Escuadrón. Si la Unidad hubiese continuado desplegada en el frente actual, es muy posible que hubiese sido nombrado jefe de la misma".

 

Pero entonces, desde el Ministerio del Aire republicano le llegaría otra distinción: “se le daba la gran oportunidad deseada tanto tiempo, poder volar los Mosca con los pilotos soviéticos. Junto a él, en ese codiciado destino de un escuadrón soviético, estaría Al Baumler, el otro único piloto de caza estadounidense que quedaba en ese momento, ya que Whitey Dahl estaba de permiso por enfermedad".

 

El más famoso de los aviadores norteamericanos con su perro Susie.

 

El 4 de abril, Tinker se traslada con su Unidad al aeródromo de Sarrión, en Frente de Teruel y en la segunda misión que realizaba el 17 de abril, pilotando el I– 15 CA– 058 cerca de Teruel, pudo interceptar y derribar un Heinkel– 51. Durante este combate mantuvo un largo enfrentamiento aéreo con Ángel Salas Larrazábal, terminando sin derribos.

 

La Escuadrilla volvería a Azuqueca de Henares el 23 de abril, donde pilotaría los Chatos CA– 056 y CA– 058. Días más tarde es trasladado a la escuadrilla Kosakov en el aeródromo de Camposoto. El 17 de mayo, él, Albert Baumler y Harold Dahl fueron destinados a Alcalá de Henares, al Escuadrón ruso de I– 16 Mosca de Lakeev, pasando la prueba en vuelo en ese caza sin problema alguno. Allí, harían sus primeros vuelos en los Moscas monoplanos el 30 de mayo de 1937. Tinker exclamaría que eran maravillosos, anotando cómo en uno de los aparatos de entrenamiento bastante usado, en el que efectuó su primer vuelo, alcanzó inmediatamente las 250 millas por hora. Lo que se podría alcanzar en un picado fuerte nunca lo pudo averiguar, porque el anemómetro no indicaba más allá de esa velocidad. Pero Tinker pudo comprobar que esos cazas había que pilotarlos con cuidado. Él estaba acostumbrado a los biplanos Chatos, intentó maniobrar como con éstos y el Mosca entró en barrena.

 

En una misión del 2 de junio, mientras escoltaba a un bombardero pilotando el I–16 CM– 070, Tinker se vio envuelto en un combate aéreo con varios Fiat, logrando derribar a uno de ellos cerca de Segovia. Sería su cuarta victoria en combate aéreo.

 

La escuadrilla fue trasladada a un aeródromo próximo a Barbastro y los días 14 y 16 Tinker lograría dos nuevas victorias, cuando participaba misiones de escolta, al abatir a otros dos Fiat CR–32 con el I– 16 Mosca, número CM–023. Cuando abatió a uno de los Fiat y su piloto se preparaba para saltar de la cabina en paracaídas, al parecer no intencionadamente, disparó de nuevo alcanzándole mortalmente. Este hecho le atormentaría durante toda su vida. Quizá esto fuera la causa por la que dañó el ala izquierda de su avión cuando aterrizó después del combate.

 

Baumler también lo haría con problemas a llegar con el suyo, pues había sido alcanzado en la parte posterior por las balas explosivas que impactaron en la cola, disparadas por un Heikel– 51. Afortunadamente, para él los fragmentos habían pasado primero a través de la pared blindada de su asiento, por lo que las heridas que recibió fueron superficiales y pronto estaría listo para entrar en acción. Por entonces, los pilotos norteamericanos pasaron a volar con la escuadrilla del ruso Valentín Ukov, pero continuaron en su base de Barbastro. Después del 19 de junio, la Unidad de Tinker retornaría al aeropuerto de Barajas.

 

En la última semana del mes de junio, obtuvo un permiso para descansar y recuperarse del cansancio acumulado durante sus vuelos de combate. Tres semanas más tarde, Tinker resultó herido en su dignidad. Disfrutando una noche en Alicante, ciudad donde iban los pilotos de permiso, había estado bebiendo botellas de ginebra en su habitación y después de unos tragos decidió que podía irse a pasar la noche a Valencia, a 165 Km de Alicante. Con increíble optimismo, compró una bicicleta en una tienda próxima. A medianoche, ayudado por la ginebra, había pedaleado unos 25 kilómetros cuando comenzó a coger velocidad en una cuesta abajo.

 

Su experiencia en bicicletas era con las fabricadas en los EEUU, que tenían los frenos detrás de los pedales, mientras que las europeas los tienen en el manillar. De pronto vio a dos guardias civiles en la carretera y comenzó rápidamente a pedalear hacia atrás, pero la bicicleta no se frenaba y atropelló a uno de los agentes, por lo que el otro rápidamente le disparó. Por suerte, el proyectil era de calibre pequeño y solamente fue herido en el lado derecho del abdomen. Los guardias, al reconocer que habían herido a unos de los pilotos más renombrados del escuadrón de caza soviético, pidieron disculpas y lo trasladaron al hospital militar de Alicante. A consecuencia de la herida estaría de baja hasta el 5 de julio, fecha en la que fue trasladado a Barajas en unión de Albert Baumler, mientras que Harold Dahl fue destinado de nuevo a los Chatos.

 

El 12 de julio, una semana después de comenzar la Batalla de Brunete, ya recuperado, vuelve al servicio activo y está listo para participar en tres disputados combates aéreos, en vuelos diferentes.

 

Frank Tinker se convertiría en el primer piloto de los EEUU en conseguir derribar un Messerschmitt Bf– 109, cerca de Madrid. La hazaña tuvo lugar el 13 de julio. El caza alemán Bf– 109B– 2 pertenecía a la Legión Cóndor e iba pilotado por el oficial Guido Honess.

 

Cuatro días después, el 17 de julio, de nuevo cerca de Madrid y en una misión junto con otros cazas I– 15 dando escolta a 19 bombarderos, lograría su última victoria aérea en España. Fue cuando cazas nacionales Fiat y Messerschmitt atacaron a los bombarderos. Tinker vio cómo uno de los I– 15 Chatos soviético era atacado por tres Messerschmitt– 109. Entonces llevó a los dos pilotos que volaban con él para proteger al Chato, pero era demasiado tarde, ya había sido derribado y cayó fuera de control. Tinker lograría abatir a uno de los Fiat, mientras su punto dos derribó a otro más. De vuelta a la base, Tinker se enteró que el piloto del Chato era Whitey Dahl, recién incorporado de su estancia en el hospital de la Riviera francesa.

 

Mientras Baumler estaba en tratamiento en el hospital militar de Valencia, manifestó su deseo de regresar a los EEUU tras recibir el alta médica. Tinker, se encontraría aislado entre los pilotos extranjeros. Uno a uno los aviadores soviéticos que había conocido estaban siendo reemplazados por otros más jóvenes y deseosos de adquirir experiencia de combate. Además, estaba el problema del idioma y él solamente podía encontrar alguno con quien conversar. Era ya finales de julio de 1937. Al mismo tiempo los aviadores españoles que habían estado recibiendo entrenamiento en Rusia estaban regresando para asumir sus servicios en defensa de la República, por lo que ya no era necesario emplear a pilotos extranjeros voluntarios. Tinker llevaba en España cerca de siete meses, obteniendo 8.000 dólares en bonos además de su sueldo.


Lápida de la sepultura de Tinker.

 

También había conseguido uno de sus sueños, volar los Moscas. Tenía bastante. Se sentó y escribió una carta al Ministro del Aire informando que daba por terminado su contrato. Esa misma noche escuchó una buena noticia, Whitey Dahl pudo saltar en paracaídas al ser derribado y caído ileso en territorio enemigo, donde tras ser capturado iba a ser trasladado a una cárcel en la ciudad de Salamanca.

 

El día 29 de julio, Frank Tinker efectuaría un vuelo de interceptación, para posteriormente aterrizar en Barajas. Fue su último vuelo en España, pues al comenzar el mes de Agosto manifestó que se encontraba completamente agotado. Eran 4 o 5 vuelos de combate al día, por lo que solicita la terminación del contrato, lo que le es concedido. Tenía confirmadas ocho victorias; 3 conseguidas con los Chato I– 15, y 5 con los Mosca I– 16. En sus casi siete meses combatiendo en nuestra Guerra Civil, Frank Tinker voló un total de 191 horas y 20 minutos.

 

Así, en agosto emprendería el regreso a los EEUU. Luego pasa a Francia, donde solicita se le facilite pasaporte en la representación diplomática norteamericana, pero encuentra muchas dificultades, que gracias a la intervención de su amigo Ernest Hemingway, se solucionan. Al llegar a Nueva York también tuvo nuevos problemas. Su pasaporte sería retenido por los oficiales del Departamento de Estado cuando puso pie en tierra al llegar a casa, encontrando toda clase de objeciones y amenazas de hasta 3 años de cárcel por desobedecer la ley de no intervención. Se sintió rechazado por haber combatido en España, inclusive el gobierno estadounidense había comenzado ya a criticar a aquellos que combatieron a favor de la República española. Regresó a Arkansas donde meditaba y pensaba sobre qué cosa podía hacer ahora. España era para él algo difícil de olvidar.

 

Al no poder seguir volando, continuaría su vida como comentarista radiofónico y como periodista en el periódico Little Rock, cubriendo la Guerra Civil Española y apoyando a los republicanos. Posteriormente, en agosto de 1939, escribiría y publicaría, su libro Some Still Live que es la crónica de la Patrulla Americana del Escuadrón de Chatos. En ella se recogen sus últimas misiones y las de Albert Baumler, volando en el Escuadrón de I–16 que al principio mandó el ruso Lakeev y posteriormente su compatriota Ukov.

 

El renombrado escritor Ernest Hemingway inmortalizaría su amistad con Frank G. Tinker y su compañero Whitey Dahl, en su libro La noche antes de la batalla y los medios de comunicación de los EEUU no mostraron reticencia alguna en publicar sus hazañas. El trato final dado por el gobierno estadounidense a Tinker y al resto de los aviadores norteamericanos presagiaba la fría recepción que años más tarde se daría a los veteranos de Vietnam, con la consecuente desilusión de una gran parte de estos pilotos.


Pensando en hacer algo más emocionante, informó al Departamento de Estado que tenía la intención de ir fuera del país volando, sin escalas, a través del Atlántico y llegar a España, lo que tenía prohibido, pero el Departamento de Estado alertó a la Autoridades Civiles Aeronáuticas para que impidiesen su intento. Entonces escribió una carta a los Departamentos de Guerra y de Estado solicitando que le nombrasen Agregado Aéreo en España. Su petición fue igualmente rechazada.

 

Durante ese periodo Al Baumler fue a visitarle a su casa en De Witt. Fue un breve encuentro nostálgico. Baumler había vuelto a volar con el Cuerpo Aéreo del Ejército y no había sufrido represalias por sus servicios en España. Informó a Tinker que estaba pensando unirse a un grupo nuevo de pilotos mercenarios que se estaba organizando para combatir en China. Esto le pareció a Tinker una buena idea, pero por el momento su corazón continuaba en España. Por entonces, el primero de abril, los republicanos se rindieron. Incapaz de aceptar el hecho de que la “Gran Democracia” del oeste nunca ayudó a la España Republicana le sumó en una profunda depresión.

 

Unas semanas más tarde, el 13 de junio de 1939, después de haber meditado detenidamente sobre sus mapas de España, sus cuadernos y notas de vuelo, se encerró en la habitación del hotel Ben McGee en Little Rock. Frank Tinker, conocido en España como Francisco Gómez Trejo y con tan solo 29 años, cogió una pistola del calibre 22 y se disparó un tiro en el pecho. No dejó ningún mensaje, pero junto a su cuerpo había una carta en la que se le comunicaba que había sido aceptado por la Fuerza Aérea de China.

 

 

Su íntimo amigo Ernest Hemingway lamentó profundamente su muerte. Veinte años después, Tinker sería reconocido en los Estados Unidos como un caballero que había luchado por lo que él sinceramente había entendido como libertad.

 

Pilotos de transporte

 

Durante su primera etapa en España, Eddie Lyons, conocido en nuestro país como Lebovitz, voló aviones de transporte en diferentes frentes de batalla de la zona republicana. A menudo volaba aparatos Lockheed Vega y Orion entre Quintanar de la Orden y Madrid, y según él había otro aparato Orion similar aparcado en el aeropuerto de Barcelona. Parece ser que después pasó a volar aviones de bombardeo, siendo destinado al Grupo 15 de biplanos R– Z Rasantes, en Quintanar, por lo que, según él, firmó contrato el 11 de noviembre de 1936 y el primero de enero del año siguiente sería ascendido a Teniente. También afirmaría que voló en misiones de bombardeo y de ataque con los Rasantes y los Aero 100 checos. Ni en fuentes americanas ni españolas hay evidencias que hiciese esas misiones, y la aparente realidad es que sólo efectuó misiones de transporte. Su esposa Pearl se reuniría con él en España, al igual que las esposas de otros dos compatriotas, Pauline, de Joseph Rosemarin y la de Thomas Goodwin.

 

Existen escasas posibilidades que Lyons volase misiones de combate, tal y como él afirmó, pues García Lacalle no era partidario de que los pilotos extranjeros sin experiencia previa como militares fuesen aceptados para servicios de combate. En general, los pilotos civiles contratados, lo fueron para efectuar vuelos de transporte y a veces de reconocimiento, y en muy contadas ocasiones volarían misiones de bombardeo, como la fatal excepción que se hizo con Ben Leider. Otra razón, que hace dudar que Lyons volase misiones de combate, es que su nombre estaba en la lista de los contratos de la Sección de Extranjeros del Ministerio de Marina y Aire español, donde constaba que fue contratado el 1 de octubre de 1936, con el mismo sueldo que tenían los demás pilotos de transporte. El único perteneciente al grupo de Lyons, que fue promovido al empleo de Teniente el 1 de enero de 1937, fue Eugene Finick, destinado a bombardeo. La lista de los contratos fue firmada por el ya citado Agustín Sáinz Sáinz, subsecretario del Aire y entregada el 23 de enero de 1937 al agregado militar de los Estados Unidos en Valencia.

 

Uno de los aviadores estadounidenses que más intensamente actuó en España, en concepto de horas de vuelo, fue el neoyorkino, nacido en Brooklyn, Joseph Rosemarin, de nombre de guerra en España Jaime Field, quien en tan solo quince días sumó 100 horas de vuelo, transportando a los Oficiales del Estado Mayor republicano a destinos de la zona gubernamental. Durante 14 meses volaría los aviones Vultee V– 1A, Lockheed Orion y DC– 2 desde su base principal en Albacete, incluso en varias de sus misiones con VIP abordo. En una de sus misiones, fue atacado y obligado a aterrizar sobre el vientre del Lockheed (ex Swissair, matrícula HB– LAH).

 

Su compatriota Frank Tinker, se sorprendió en la tarde del 13 de abril de 1937: “Un brillante avión de color rojo Lockheed Orion aterrizaba en Alcalá de Henares. Pocos minutos más tarde un vehículo llegaba con sus pilotos hasta las instalaciones de mi patrulla y para mi gran sorpresa uno de ellos resultó que era un norteamericano. El Teniente Rose– Marie (sic)”. Tinker quería decir Rosemarin. Un mes antes, el 11 de marzo, Tinker y Harold Dahl habían conocido a Pauline, la esposa de Rosemarin, en el Cuartel General del llamado General Douglas (realmente Jacob Smushkevich). Pauline hablaba inglés, francés, español, ruso y judío– alemán, por lo que pudo conseguir el trabajo de traductora para el Cuartel General y en la conversación que mantuvieron ella pudo traducir a los amigos rusos. Joseph Rosemarin y su esposa regresaron a los EEUU en noviembre de 1937.

 

Poco se sabe de los servicios que prestó en España el norteamericano Arthur Shapiro, apodado Art Vasnit. Él manifestaría a un periodista que había volado hasta en 18 tipos diferentes de aviones de transporte, y hay algunas evidencias de que fuese cierto en el tiempo que estuvo en nuestra Guerra Civil. Añadiría, que era una guerra algo “aburrida y pesada”. Shapiro estaba a punto de obtener en los EEUU la licencia de piloto comercial, cuando vino a España para volar aviones de transporte. Algunas fuentes aseguran que también voló aviones de bombardeo, como en una ocasión el SB– 2 sobre Toledo, hecho no demostrado.

 

Parece dudoso que el Gobierno español contratase aviadores extranjeros después de enero de 1937, no solo porque resultaban caros, con raras excepciones, sino por el bajo rendimiento, en contra de lo que exigía el esfuerzo de guerra. Ellos fueron una necesidad crítica en el otoño de 1936, cuando el Gobierno republicano no pudo obtener un número de pilotos suficiente para oponerse a la creciente superioridad de la Fuerza Aérea nacional. Pero una vez que comenzó a llegar la ayuda soviética, los republicanos comenzaron a no contratar a los costosos pilotos mercenarios y a no alistar a otros aviadores civiles poco entrenados. Otro factor que ayudaría a eliminar la dependencia de pilotos extranjeros, e incluso de los soviéticos, fue la llegada a España en mayo de 1937 de la Primera Promoción de 200 aviadores españoles que habían sido formados en Rusia, a los que se sumarían posteriormente otras dos promociones, la última en 1938.

 

Los aviadores que apoyaron a Franco

 

El estadounidense, Vincenzo Bocalare, con nombre de guerra de Vincent Joseph Patriarca, sería el único de dicha nacionalidad, al menos que se sepa, que combatiría en apoyo de la Fuerza Aérea del General Franco en nuestra Guerra Civil. Como indica su apellido era de origen italiano, pero nacido en NY en 1913. Su padre era barbero y tenía su negocio en el Bronx. No pudo ingresar en la Marina estadounidense debido a su corta estatura, pero pocos años más tarde obtuvo el título de piloto civil en una escuela de vuelo, que tenía dos aeródromos, en el barrio de Queens. Aprovechando su ascendencia italiana, obtuvo del Consulado de Italia el pasaporte para poder trasladarse a Roma pudiendo ingresar en la Regia Aeronautica Militare. Debido a su experiencia como aviador civil, pudo formarse en el centro de Gorizia como piloto de combate, y ya en 1935 llegaría a pilotar los nuevos cazas Fiat CR– 32. Ese mismo año, participó con la Aviación militar de su país en la campaña de Etiopía, en las operaciones contra las fuerzas terrestres africanas. 



Vicent Patriarca.

 

Al estallar nuestra Guerra Civil, solicitó venir a España como integrante de las unidades aéreas italianas enviadas en apoyo del General Franco. El 14 de agosto de1936, llegó al puerto de Melilla con una expedición de personal diverso de la Regia Aeronáutica. Unos días más tarde llegaría a Sevilla con sus compañeros. Días después, volaría en una misión de escolta de bombarderos Savoia para atacar depósitos de carburante del puerto de Málaga. El 5 de septiembre, Vincent Patriarca se desplazó con su Unidad a Cáceres y en uno de sus primeros vuelos de combate, el 11 de septiembre, consiguió derribar a un Nieuport y causar daños a un Breguet XIX, pero dos días más tarde sería derribado. Ese día participaba en otra misión de combate y compartiría el derribo de dos cazas gubernamentales junto con el As de la Aviación nacional, Joaquín García Morato y un piloto italiano, Baschirotto. Pero el Fiat CR– 32 de Patriarca había sido dañado por el fuego de los cazas enemigos y además el piloto republicano Félix Uturbi, al parecer al quedarse sin munición, decidió chocar contra el caza del piloto estadounidense, que en la embestida perdería casi media ala y sufriría daños muy graves en el fuselaje, por lo que Patriarca se vio obligado a saltar en paracaídas sobre la zona republicana y fue capturado cerca de Talavera de la Reina. En el choque moriría el aviador republicano.

 

Una vez registrado, fue interrogado por un Coronel español, que daría orden de trasladado a Madrid, quedando detenido en el Cuartel de Conde Duque. En el Ministerio de Marina fue interrogado personalmente por Indalecio Prieto, que dudaba de la verdadera nacionalidad de Vicent Patriarca, que afirmaba ser estadounidense y no italiano. Después, acusado del delito de rebelión, negaría ante el juez que fuera un piloto militar italiano, sino que trabajaba por dinero para la empresa fabricante de aviones Fiat. Cuando se supo que Patriarca, un ciudadano norteamericano, estaba detenido y encarcelado, el Tercer Secretario de la Embajada norteamericana en Madrid, Eric Wendelin, fue enviado para entrevistarse con el piloto. Esto causaría en los EEUU cierto revuelo algún tiempo cuando los Medios de Comunicación Social describieron su captura y la fatalidad de su destino, destacando especialmente su odisea el Chicago Daily Tribune, por su corresponsal en Madrid, el periodista Jay Allen. Tanto el propio Presidente Roosevelt como el Departamento de Estado fueron abrumados por centenares de cartas y de telegramas exigiendo se realizasen todos los esfuerzos necesarios para conseguir su liberación.

 

Hubo algunas negociaciones el 18 de octubre de 1936 para que el aviador norteamericano fuese intercambiado por un piloto yugoslavo, apellidado Krissay, que había estado volando para el Gobierno republicano y que al ser derribado al oeste de Madrid fue capturado por los nacionales. El intercambio nunca tuvo lugar. Finalmente, Álvarez del Vayo, Ministro de Estado de la República, informó que no podía garantizar la seguridad de Vincent Patriarca y junto a las presiones del Departamento de Estado norteamericano, el Gobierno español dio la orden escrita de liberar al aviador, firmada el 6 de noviembre de 1936, y tres semanas más tarde abandonaría España vía Valencia, desde donde viajaría a Marsella y posteriormente a París. De la capital francesa se trasladó al puerto de El Havre para embarcar rumbo a Nueva York, donde sería recibido como un héroe.

 

Ya en los EEUU Vincent Joseph Patriarca, el 20 de julio de 1937, tras su puesta en libertad a los 7 meses, obtendría nuevamente el pasaporte italiano y se embarcó rumbo a Italia para unirse otra vez a la Regia Aeronautica. Poco más tarde, Claude G. Bowers, Embajador norteamericano en Madrid y el Cónsul de este país en Barcelona, Watter C. Thurston, informaron que Vincent Patriarca había regresado a España y que había vuelto a volar en apoyo del General Franco, pero en unidades aéreas italianas. Este Aviador sobrevivió a la G.C. española. Después participó en la II G.M., combatiendo junto a los italianos en el Norte de África y en los frentes europeos. Arrestado por los alemanes por negarse a seguir luchando al ver la guerra perdida, sería internado en un campo polaco de concentración. Una vez liberado, al finalizar el conflicto se quedaría a vivir en Italia, donde todavía continuaría volando hasta el año 1959, en el que sería jubilado como piloto.

 

Epílogo

 

Desde un punto de vista histórico y documental la presencia en España de norteamericanos entre los casi 3000 voluntarios que sirvieron en los batallones de la XV Brigada Internacional, durante la Guerra Civil, parece ensombrecer la participación y los hechos de unos pocos, apenas una treintena de aviadores estadounidenses, que combatieron mayoritariamente con la República, a excepción de uno de origen italiano que lo hizo con los sublevados. Si la actuación de las Brigadas Internacionales está bien documentada, no ocurre lo mismo con los hechos de este reducido grupo de aviadores que desde finales de 1936 hasta 1938, de una forma u otra, no pasaron desapercibidos para la historia de la guerra en el aire durante la Guerra Civil española.

 

Desafiando las leyes de los EEUU y su neutralidad en el conflicto español, unos pilotos militares en la reserva y algunos civiles después de varios años de inactividad decidieron combatir con la fuerza aérea Republicana. Sus razones puede que fueran profesionales como aviadores, económicas, ideológicas, o una mezcla de ellas. Es cierto que cobraron excelentes sueldos por sus servicios, por esto se les consideró “pilotos mercenarios”.

 

Parece ser que algunos pilotos actuaron impropiamente, pero lo cierto es que la mayoría de estos hombres cumplieron su deber con distinción, enfrentándose a los mejores pilotos españoles, italianos y alemanes que volaron con los sublevados llegando incluso, a perder la vida. A su regreso a los EEUU, algunos fueron recibidos con frialdad y recelo por lo que habían hecho, pero a pesar de todo, un tiempo después, muchos de ellos serían considerados como héroes e incluso mejores pilotos que los del bando nacional. El destino haría que unos se enrolasen en los Tigres Voladores, para volar en China, o en otros conflictos armados por todo el mundo. Desgraciadamente para otros, la nostalgia y la pena por una república derrotada acabarían induciendo a algunos de ellos al alcoholismo o al suicidio.

 

Bibliografía

  • Causa número 1.505 del año 1937. Archivo Histórico del Ejército del Ejército del Aire
  • American Pilots in the Spanish Civil War. By Allen Herr. American Aviation Historical Society. JOURNAL. Volume 22. Number 2. Fall 1977
  • On the Edge of Greatness (The Aviation Career of Charles D. Koch). By Allen Herr. American Aviation Historical Society. Volume 30. Number 3. Fall 1985
  • Eagles over Malaga. American Pilots in the Spanish Civil War, 1937. By Allen Herr AIR Enthusiast. The Historic Aviation Journal. Issue 79.January/February 1999.
  • Flyers of Fortune. American Airmen in the Spanish Civil War. Georgia Public Radio November, 27, 1988
  • Soldiers of Fortune.(The Epic of the Flight). Tom D. Crouch/John F. Guilmartin. Time– Life Books Inc. 1981


(*) General de Aviación (R). Miembro de la Asociación Española de Militares Escritores 

Fuente: https://publicaciones.defensa.gob.es/ - Aeroplano - Revista de Historia Aeronáutica. Año 2015. N° 33