Por
Rafael de Madariaga
Nació:
El 8 de febrero de 1909 en Badajoz
Murió:
El x de julio de 1998
Ocupación:
Aviador.
Leocadio
Mendiola Núñez permaneció a la Aviación de la República durante la Guerra
Civil, nació en el seno de una familia conservadora, en la cual el padre, Juan
Mendiola Coronado, que era militar subalterno, había sacrificado posibles ascensos
para no someter a la prole a la típica trashumancia de los destinos periódicos.
Así, el oficial del Arma de Infantería permaneció durante años como Subayudante
del Regimiento N° 41 Gravelinas, de guarnición en la ciudad extremeña. Su
madre, Juliana Núñez Guerrero, pudo dedicarse a criar a su descendencia formada
por tres chicas y cuatro varones, de los cuales Leocadio era el quinto.
A
pesar de que él mismo confesaba que en su familia había grandes influencias de
tipo religioso — dos de sus hermanas eran monjas— se declaraba de creencias
laicistas y era partidario del matrimonio civil, aunque se casó tres veces por
la Iglesia. Fruto de esos matrimonios fueron sus seis hijos, cinco de la
primera unión y una hija de su segunda mujer.
Desde
muy joven tuvo gran afición por la aeronáutica, en Badajoz, quiso ser aviador,
estudiando en distintas academias preparatorias, pero, junto con su padre,
calculó que sería más rápido, para ser piloto, en vez de ingresar en una
academia militar, sentar plaza como soldado voluntario de Ingenieros para el
Servicio de Aviación y así convertirse en piloto.
A
los dieciséis años de edad, el 1 de julio de 1926, entró en el Ejército como
voluntario en Ingenieros para el Servicio de Aviación en Cuatro Vientos. A los
cuatro meses ya era Cabo y poco tiempo después, en 1923, Sargento, destinado en
la Escuadrilla de Experimentación que mandaba el laureado Capitán Senén
Ordiales González. También recordaba con cariño y nostalgia la pequeña figura
del Capitán Cipriano Rodríguez Cucufate, uno de los primeros aviadores
españoles que se lanzó en paracaídas.
En
diciembre de 1930 se produjeron los acontecimientos de Jaca, Cuatro Vientos y
la huelga de Madrid. Aquel 15 de diciembre le sorprendió a Leocadio Mendiola de
servicio como Sargento de semana en la 3ª Escuadrilla de Experimentación en la
base aérea.
Algunos
de los notables oficiales amotinados, como Queipo de Llano, Ramón Franco, La
Roquette y Del Valle, despertaron a gritos a todo el personal de tropa y
suboficiales y mandaron formar con armamento.
Como
resultado de la algarada, todos aquellos oficiales huyeron y, en cambio,
algunos subalternos, como Mendiola, se vieron internados en la basílica de San
Francisco, usada como prisión militar.
La
proclamación de la República el 14 de abril terminó con su período de
reclusión. Aquel año se convocó un curso de pilotos y fue nombrado para él,
incorporándose en Alcalá de Henares para realizar la fase elemental, y luego a
Guadalajara para el Curso de transformación. Voló como piloto en los aviones de
la época y fue destinado en 1932 al Grupo N° 21 de León.
Allí
tuvo como jefe al Capitán Chamorro, del cual aprendió a convertirse en un
verdadero aviador. Hizo el curso de mecánico y regresó a su destino. En 1932
era ya Brigada y realizó el curso de ametrallador-bombardero, y a mediados de
1934 fue destinado forzoso a Tablada (Sevilla), debido a uno de aquellos
traslados de parte del personal sospechoso para uno u otro bando, de los que ya
se preparaban para enfrentarse poco tiempo después.
En
Sevilla pasó destinado a la escuadrilla de Carlos Martínez Vara de Rey y
conoció a Carlos de Haya González, con quien practicó vuelo sin visibilidad.
En
junio de 1936 se había incorporado voluntario a Getafe y se encontraba el 18 de
julio acuartelado en la base al mando del Teniente Coronel Antonio Camacho
Benítez. A partir de esa fecha, Mendiola combatió en vuelo con diferentes tipos
de aviones durante toda la llamada batalla de Madrid, acudiendo a bombardear y
reconocer posiciones, tropas, cuarteles y formaciones enemigas.
En
octubre de 1936 pasó destinado a Guadalajara para formar parte de las
tripulaciones de los Tupolev SB-2 Katiuskas, recién desembarcados en Cartagena.
Comenzaron
a volar los rápidos bimotores de bombardeo soviéticos tripulantes rusos y
algunos selectos pilotos y observadores españoles; entre los primeros, Lurueña,
Arcega, Alejandro Ramos y Mendiola. Los españoles se iniciaron con una
tripulación incluida en cada patrulla rusa y fueron poco a poco entrenándose y
pasando a mandar las patrullas y escuadrillas en el Grupo N° 12 de Bombardeo.
Después de participar en la batalla de Guadalajara al mando de una patrulla en
abril de 1937, tanto Enrique Pereira como Leocadio Mendiola fueron nombrados
jefes efectivos de las 2ª y 3ª escuadrillas. Durante el resto del año actuó con
gran eficacia al frente de su escuadrilla, empleándose a fondo en los
bombardeos de Mallorca en mayo, de Huesca, Zaragoza y en la batalla de Belchite
en junio y en la de Brunete en julio de 1937. En diciembre de ese mismo año, y
debido a la gran influencia que el partido dominante en la zona gubernamental
tenía sobre las decisiones del Estado Mayor de la Aviación de la República, el
hasta ese momento jefe del Grupo N° 24, Mayor Pereira, fue sustituido por
Mendiola, que pertenecía a esa misma organización. Fue el jefe del Grupo N° 24
hasta la terminación de la guerra.
A
primeros de agosto de 1937 participó en el bombardeo del aeródromo de Garray
(Soria), donde se destruyeron y dañaron numerosos aviones nacionales,
constituyendo uno de los mejores triunfos de la aviación gubernamental. En
octubre del mismo año, completados los efectivos de los Katiuskas con nuevas
remesas, participó en las actuaciones sobre Calamocha, Daroca, aeródromos de
Mallorca y Zaragoza. En la batalla de Teruel participó sobre la ciudad,
Almudévar, Calatayud y algo más tarde en el Alfambra. Propuso varias veces
actuaciones arriesgadas y originales, como un ataque puntual sobre el General
Franco o el bombardeo del Vaticano despegando desde Barcelona y volviendo a
Menorca. Pero estos planes no fueron aceptados por Hidalgo de Cisneros.
Mientras
tanto, el prestigio de Mendiola iba en ascenso entre sus subordinados. En
muchas ocasiones volaba en las misiones ocupando un puesto en formación muy
distinto al típico del jefe, como punto en una patrulla lateral, observando y
corrigiendo a sus tripulantes con paciencia y mucha prudencia. A veces sus
actuaciones personales eran arriesgadas y excesivas, como en una ocasión en
que, después de un bombardeo sobre un aeródromo, bajó al campo y dio una pasada
con el tren de aterrizaje fuera y tocando con las ruedas sobre la hierba. Todo
esto contribuía a aumentar el enorme carisma que siempre tuvo entre sus
aviadores.
El
6 de marzo de 1938 encabezó el ataque al Crucero Baleares, en el cual,
aparentemente, siempre estuvo convencido de que había causado su hundimiento,
si bien años después se demostró que en aquel momento el crucero nacional ya se
había hundido. En la batalla del Ebro actuó de forma exhaustiva. Durante toda
la guerra padeció accidentes y su avión recibió impactos, con gran suerte, pues
nunca tuvo un accidente grave. En agosto de 1938 fue propuesto por la
Subsecretaría del Aire del Gobierno de la República para que se le concediera
la Placa laureada de Madrid, condecoración máxima similar a la Cruz Laureada de
San Fernando. Después de informada y concedida, nunca le fue impuesta, pero, no
obstante, el Ejército del Aire le ha reconocido su posesión y figura en el
Salón de Laureados del Museo del Aire con todos los honores.
En
febrero de 1939 fue enviado a Francia para recoger una nueva remesa de
bombarderos que posteriormente fue anulada por el propio Gobierno. Desde
Toulouse-Francazal se volvió a la zona central en un DC-2 de LAPE, en una
actuación muy meritoria, teniendo en cuenta la situación de la agonizante
República en esos momentos; solamente él, el observador Fernando Medina y el
piloto Jaime Mata volvieron a la Península después de la caída de Cataluña.
Cuando Mendiola se incorporó ya había sucedido el golpe de Casado y la
formación de su Junta, con lo cual estuvo amenazado y muy en precario.
Participó en una célebre reunión de mandos en Los Llanos, en la cual se decidió
la finalización de las actividades de las Fuerzas Aéreas gubernamentales. Pocas
horas después despegaba hacia Orán, cuando ya los aviones de la Aviación
Nacional estaban tomando tierra en el mismo campo.
Vivió
en Argelia y México en el exilio. Volvió a España en febrero de 1967. Se
estableció en Cataluña y, ayudado por otros antiguos aviadores, rehízo su vida.
Falleció en julio de 1998.
Fuente:
https://dbe.rah.es