Un biplano alemán derribado en combate durante el último año de la I Guerra Mundial
Muy pocos meses después de que empezase la I Guerra Mundial se registró el primer combate aéreo. Al año siguiente, los aviones empezaron a montar ametralladoras fijas. Habían nacido los pilotos de caza.
El
5 de octubre de 1914, a los dos meses de comenzar las hostilidades entre
Francia y Alemania, un avión galo encontró sobre la zona de Rheims a otro
germano y se produjo un hecho histórico: uno de ellos derribó a su enemigo con
una ametralladora. Aquel fue el primero de miles y miles de combates aéreos en
cielos europeos y, conforme avanzó el siglo XX, en otros muchos escenarios.
Orígenes
La
aviación de motor solo tenía 10 años de edad cuando las principales potencias
de Europa se lanzaron a la estúpida y terrible guerra conocida ahora como I Guerra
Mundial. Los aeroplanos habían evolucionado muy rápidamente desde el vuelo de
los Wright en diciembre de 1903 y ya alcanzaban los 150 kilómetros por hora. Y
podían permanecer en el aire más de 100 minutos, ascender hasta los 4000 metros
y realizar buen número de maniobras acrobáticas. Durante los cuatro años de
conflicto seis países (Alemania, Austria-Hungría, Francia, Gran Bretaña, Italia
y los EEUU) construyeron un total de algo más de 150.000 aparatos, entre
bombarderos y cazas, que en sucesivos modelos fueron mejorando todas sus
características.
El
avión alemán del combate mencionado al comienzo era un Aviatik, su piloto se
llamaba Wilhelm Schlichting y el observador Fritz von Zangen. El francés era un
biplano Voisin V89 de motor trasero con el observador en la proa desde donde
manejaba una ametralladora Hotchkiss. En aquel día de octubre de 1914 estaba
tripulado por el Cabo Louis Quénault, que hizo los disparos, y por el Sargento
Joseph Frantz, piloto. El encuentro entre los dos aeroplanos y los nombres de
los cuatro aviadores son recordados hoy día por una placa en el pueblo de
Jonchery-sur-Vesles (a 1 kilómetro del lugar donde cayó el avión germano). Fue
colocada por franceses y alemanes en 1986 y alude en los dos idiomas, a la paz
entre los pueblos europeos.
En
1915, los ingenieros de los países en guerra añadieron ametralladoras fijas a
los aviones destinados a combatir a otros. Y empezaron a llamarse cazas.
Quienes los pilotaban formaron un nuevo tipo de guerreros provenientes en buena
parte de la caballería, ahora inútil ante las trincheras enemigas. La prensa y
la naciente propaganda bélica consideraron a los jóvenes pilotos de guerra como
los nuevos caballeros del aire, héroes de nervios firmes y gran valentía
luchando a muerte sobre los campos de batalla (no llevaban paracaídas).
Entre
agosto de 1914 y noviembre de 1918, los aviones crecieron en número y,
paralelamente, también los pilotos y los combates. En Francia llamaron
"ases" a quienes obtenían cinco o más victorias aéreas y el público
de los países beligerantes se entusiasmó con las historias que contaba la
prensa sobre sus luchas.
La
Luftwaffe
La
pérdida de la guerra obligó a Alemania a entregar sus 1.700 aviones a los
vencedores aliados y después, el tratado de Versalles prohibió que hubiera una
fuerza aérea germana.
Durante
nueve años, de 1924 a 1933, el Alto Estado Mayor se apoyó en la comunista URSS
para, en un aeródromo militar ruso, entrenar secretamente a pilotos y
tripulaciones alemanas. A partir de 1933, Hitler rechazó la prohibición de
construir aviones de combate y creó la Luftwaffe, dirigida por Hermann Goering,
veterano as de la guerra anterior (22 victorias) y número dos en la jerarquía
nazi.
En
unos pocos años la fuerza aérea alemana se convirtió en la más poderosa de
Europa. A su rápido desarrollo contribuyó la guerra civil española desde su
comienzo al servir como campo ideal para probar sus nuevos modelos, construidos
en las fábricas de grandes ingenieros como Ernst Heinkel, Hugo Junker, Claudius
Dornier y Willy Messerschmitt. La Legión Cóndor enviada por Hitler para apoyar
al bando franquista tuvo una destacada intervención y en nuestros cielos
actuaron los bombarderos He 111, Do 17, Ju 87 (Stuka) y el gran caza Messerschmitt
109. Poco más tarde, cientos de esos y otros modelos intervendrían en las
campañas ofensivas de la Luftwaffe contra los países atacados por Hitler.
La
Legión Cóndor también sirvió para que sus pilotos aprendieran a combatir contra
enemigos reales y peligrosos, sobre todo los cazas Poliarkov I-16 enviados por
la URSS al bando republicano. Durante los seis años que duró la contienda
mundial, millares de aviadores europeos, rusos, americanos y japoneses lucharon
en aviones cada vez más potentes y veloces. Se calcula que, en conjunto,
Alemania, Italia, Japón, Gran Bretaña, la URSS y los Estados Unidos produjeron
757.000 aparatos, de todos los tipos.
Lo
que más llama la atención en el cuadro anterior es la diferencia entre las
victorias de los pilotos de la Luftwaffe y los de otros países. Mayor de lo que
parece si sabemos que, aparte de los dos primeros, 13 de sus pilotos lograron
más de 200 victorias. Y otros 89, más de 100. Tomando este último número como
alta barrera diferencial vemos que 104 pilotos germanos la sobrepasaron. En los
otros países combatientes solo un japonés logró superarla ¿Cómo se explica tan
gran contraste?
Explicaciones
Según
algunos estudiosos del tema, la principal razón está en el tiempo de combate.
Salvo casos excepcionales, la Luftwaffe utilizaba a sus pilotos sin límites
temporales o de número de misiones. Hartmann estuvo combatiendo desde octubre
de 1942 hasta el final de la guerra en mayo de 1945. Su compañero en el frente
ruso, Barkhom, empezó en el verano de 1940 -contra los Spitfire y Hurrican
británicos- y terminó en abril del 45. Fue derribado nueve veces, pero eso no
le impidió seguir activo en la Luftwaffe. En cambio, los anglosajones limitaban
los periodos de combate de sus aviadores y retiraban a sus ases de los frentes
aéreos.
Otra
explicación apunta a que durante los dos primeros años de guerra con la URSS
los aviones soviéticos eran inferiores a los Me 109 y Fw 190 alemanes. Sus ya
experimentados pilotos se apoyaron en esa ventaja y obtuvieron así buena parte
de sus victorias. Esto es cierto, pero debe recordarse que también hubo pilotos
alemanes con más de cien victorias en el frente occidental y en el Norte de África.
Concretamente, ocho que van desde Hans-Joachim Marseille (158) a Josef Priller
(101).
A
las explicaciones anteriores pueden añadirse la superior táctica de combate
aéreo desarrollada por la Luftwaffe y la calidad de sus dos principales cazas,
construidos en grandes cantidades durante la guerra (35.000 Messerschmitt 109 y
20.000 Focke-Wulf 190). De esta manera obtenemos un conjunto de causas que
lógicamente contribuyeron todas a la diferencia indicada
Pero
aparte de unas u otras explicaciones y causas, sería injusto no reconocer que,
sencillamente, los pilotos de caza de la Luftwaffe fueron los mejores de la II
Guerra Mundial. Aunque al anglófilo que fui en mi adolescencia le hubiera
costado admitirlo.
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