2 de enero de 2020
V2: EL COHETE NAZI QUE PUDO HABER HECHO QUE LOS BRITÁNICOS LLEGARAN PRIMERO AL ESPACIO
Por Richard
Hollingham
Terminada
la guerra, hubo una batalla entre los aliados por apoderarse de la tecnología
de los V2. En la foto, uno de los misiles exhibidos en Trafalgar square, en el
centro de Londres.
Corría
el verano de 1945 y, mientras la guerra terminaba en Europa, las fuerzas
aliadas se apresuraban a descifrar los secretos del cohete nazi V2.
Aunque
esas armas terroríficas, construidas por mano de obra esclava, no tuvieron
mayor impacto en el desenlace de la guerra, sí poseían el potencial para
cambiar el mundo.
"Hubo
una batalla indecorosa para apropiarse de la tecnología de los misiles
V2", dice el británico John Becklake, exjefe de ingeniería del Museo de
Ciencias de Londres. "En eso andaban los estadounidenses, los rusos, los
franceses y también nosotros".
Líder
del programa de armas creado por Hitler como venganza por los bombardeos a las
ciudades alemanas, Wernher von Braun se rindió a las fuerzas estadounidenses en
mayo de 1945 y fue llevado en secreto a los EEUU. En el mismo mes, los rusos se
apoderaron de las instalaciones de investigación y pruebas de von Braun en
Peenemunde en la costa del mar Báltico.
Los
franceses, mientras tanto, consiguieron reunir a 40 científicos e ingenieros
espaciales y los británicos se embarcaban en un proyecto de ensamblar cohetes
para una serie de vuelos de prueba.
Tecnología
de "otro mundo"
Conocido
como la Operación "Backfire", el programa británico incluía el
lanzamiento de cohetes V2 desde Holanda hasta la frontera espacial para que
luego cayeran en el Mar del Norte.
Los
V2 causaron miles de muertes entre los británicos en los meses finales de la
Segunda Guerra Mundial.
El
experimento resultó exitoso. Los misiles supuestamente descendieron a menos de
5 km de sus objetivos, una mayor precisión que lo conseguido por los alemanes
durante la guerra. Y
los ingenieros que supervisaron las pruebas se dieron cuenta de que von Braun
había solucionado algunos problemas fundamentales en cohetería. Había
diseñado un motor de un tamaño considerable, un surtidor avanzado para llenar
combustible lo suficientemente rápido y un sofisticado sistema de dirección.
"Literalmente,
el cohete era de otro mundo", dice Becklake quien posteriormente ayudó a
restaurar un V2 que fue exhibido en el museo. "Estaba repleto con
tecnología avanzada".
Observando
desde el espacio
Unos
ingenieros de la Sociedad Británica Interplanetaria en Londres decidieron que
esa tecnología podría ayudarlos a construir una nave espacial, un sueño que
apenas cinco años atrás consideraron descabellado.
En
1946 Ralph Smith, miembro de la sociedad, diseñador y artista, presentó una
detallada propuesta de adaptar un misil V2 a "un cohete tripulado".
Al
otro lado del Atlántico la historia fue distinta. En la foto, prueba con V2 en
Nuevo México, en 1945.
El
diseño del Megaroc de Smith contemplaba alargar y fortalecer el casco del V2,
aumentar la cantidad de combustible y reemplazar la ojiva de una tonelada con
una cápsula tripulada. El
cohete no tendría la suficiente potencia para colocar a una persona en órbita.
En su lugar, el astronauta (y solo se consideró enviar uno) sería lanzado sobre
una trayectoria parabólica a unos 300.000 metros sobre la Tierra.
Lanzado
a un ángulo de dos grados, al llegar al espacio el cohete se desprendería y la
trompa segmentada se despegaría para hacer visible la cápsula.
Smith
colocó dos ventanas en el diseño y sugirió que el pionero espacial, equipado
con un traje para volar a grandes alturas, podría usar sus pocos minutos en el
espacio para hacer observaciones de la Tierra, la atmósfera y el Sol.
Y
con Occidente puesto en guardia frente a la Unión Soviética, el Megaroc también
hubiese servido para espiar sobre el territorio enemigo.
La
tecnología del V2 hubiera sido más que capaz de poner al hombre en el espacio,
consideran los expertos.
Luego
de aproximadamente cinco minutos de ingravidez, la cápsula caería de nuevo a la
Tierra, protegiendo al astronauta con su escudo de calor. Entonces, un
paracaídas sería desplegado para que terminara flotando en el aire hasta
aterrizar suavemente. El
diseño hasta incluía otros paracaídas para el cohete con el objetivo de que
toda la nave pudiera ser reutilizable.
Smith
lo contempló todo, desde las exactas dimensiones del cohete hasta la fuerza
propulsora de los motores y las fuerzas G que el astronauta experimentaría.
"Era
un diseño completamente práctico", dice el historiador espacial y editor
de la revista "Spaceflight", David Baker, al referirse al Megaroc.
"Toda
la tecnología ya existía y pudo haberse completado en un lapso de tres a cinco
años".
Baker,
quien recibió entrenamiento sobre la tecnología de los V2 en los EEUU y pasó la
mayor parte de su carrera como ingeniero de la NASA trabajando en el programa
del Transbordador Espacial, sostiene que el Megaroc estaba diez años adelantado
a su época.
"Para
1951, Reino Unido podría haber estado enviando gente de manera regular al
espacio sobre una trayectoria balística".
Nuclear,
no espacial
En
1946 Smith entregó su diseño de una nave especial al ministerio de Suministros
y Abastecimientos del gobierno británico, pero unos meses después fue
rechazado.
Wernher
von Braun se rindió a los aliados en 1945 y se trasladó a los Estados Unidos.
A
pesar de tener ventaja con su Operación "Backfire", el Reino Unido
decidió abandonar la tecnología V2 y concentrar sus limitados recursos en
investigaciones sobre aviación y tecnología nuclear.
"Reino
Unido gastó todo su dinero en salvar al mundo libre", afirma Becklake.
"Estábamos en bancarrota".
"La
propuesta llegó en el peor de los momentos para el país", concuerda Baker.
"En 1946 y 1947 las condiciones no estaban dadas en el país".
Al
otro lado del Atlántico, mientras tanto, la historia era muy distinta.
Las
fuerzas armadas estadounidenses le dieron a von Braun todos los recursos
disponibles para desarrollar el V2 hasta llegar a un cohete de nueva
generación. Como
resultado surgió el Mercury-Redstone, que en 1961 lanzó al espacio al primer
astronauta estadounidense, Alan Shepard.
La
primera nave espacial estadounidense era notoriamente similar al diseño de
Smith. "Era un V2 extendido", dice Becklake. "No tenía realmente
nuevas tecnologías, pero consiguió enviar a Shepard al espacio".
En
una realidad alterna, si el Ministerio de Suministros hubiese aprobado el
proyecto, el primer astronauta habría sido británico.
"El Reino
Unido tenía 10 años de ventaja sobre los estadounidenses", asegura Baker.
"El Megaroc era básicamente el Mercury-Redstone."
"Es
tremendamente frustrante", agrega Baker, "pero es estupendo para
mostrar que si bien este país pudiera haber estado atravesando muy malas
condiciones sociales, financieras y de nivel de vida, se encontraba en lo más
alto en cuanto a tecnología".
¿Es
posible que un británico le hubiera ganado la carrera al cosmonauta Yuri
Gagarin?
Y
esa podría ser simplemente otra historia de lo que hubiera podido pasar,
confinada a los abultados archivos de la Sociedad Británica Interplanetaria, si
no fuese por los paralelos que hay con la era actual de cohetería privada,
satélites personales e innovadores aviones espaciales.
Construir
vehículos espaciales reutilizables con un presupuesto limitado es exactamente
lo que compañías como Virgin Galactic y Xcor están intentando hacer hoy en día.
Otras
pequeñas empresas, como la británica Reaction Engines, están desarrollando
innovadores sistemas de propulsión para impulsar a los vehículos espaciales
reutilizables del futuro.
"El
espíritu del Megaroc sigue vivo", dice Baker. "Necesitamos a
políticos inspiradores que entiendan el verdadero valor de invertir en estas
cosas. Hemos mostrado que podemos hacerlo y lo podemos hacer otra vez".
Fuente:
https://www.bbc.com