Por Nicolás
Cheetham
Carlos
Haraszthy, quien vino de Hungría, fue uno de los hombres que condujo algunas de
las aeronaves que llegaron a la Argentina. Hoy, el único avión que queda en el
país está siendo restaurado en el Área de Material Río Cuarto
A 90
años del primer vuelo del Junkers JU 52, Juan Haraszthy, el hijo de uno de los
pilotos, Carlos Haraszthy, que comandó algunas de las unidades que llegaron a
la Argentina, una de las cuales se está restaurando en el Área de Material Río
Cuarto, contó la historia de su padre, quien llegó desde Hungría después de la
Segunda Guerra Mundial y durante años se dedicó a fumigar campos en distintos
puntos del país.
“Me
enteré por Puntal que uno de los Junkers JU 52 estaba en Río Cuarto. Yo lo
había visto en Morón (Buenos Aires) y estaba en muy malas condiciones,
totalmente destruido, por lo que es una muy buena noticia que lo estén
restaurando aquí. No sé si es exactamente el mismo avión que manejó mi padre,
pero es muy probable porque él piloteó más de uno. Mis padres llegaron desde
Hungría después de la Segunda Guerra Mundial. Allá, mi padre fue piloto de caza
bajo bandera húngara. Si bien Hungría estaba tomada por Alemania, los húngaros
son muy nacionalistas y volaron los aviones bajo los colores de su patria.
Después de la guerra, cruzaron media Europa. Pasaron por Austria, Alemania y
terminaron en Francia, desde donde vinieron a la Argentina en 1947”, relató.
“Mis
padres pasaron por varios lugares hasta que se establecieron en Quilmes, Buenos
Aires. Mi papá ingresó a la base aeronáutica y es allí donde comienza la
historia de su relación con el Junkers en la Argentina. Es decir, cómo él los
había pilotado en Hungría, lo convocaron desde el Ministerio de Agricultura y
Ganadería para que pilotara el avión para fumigar. Eran cuatro los pilotos
europeos que fueron convocados para la tarea. El avión era enorme, por lo que
no era para cualquiera la tarea de usarlos para fumigar a siete metros de
altura”, relató Juan Haraszthy, quien reside en Río Cuarto.
El Junkers JU 52 se utilizó para distintas tareas en Argentina. Como usted dijo, una de ellas fue la fumigación, ¿cómo fue esa experiencia?
Mi
padre estuvo de campaña en el norte de la Argentina y también en parte de
Bolivia. Estuvo unos siete meses afuera de casa fumigando contra las langostas
que en ese tiempo, década de 1950, eran terroríficas, ya que en pocos minutos
se comían un campo entero. Después, estuvo en otros puntos del país, incluso en
la provincia de Córdoba. Lo que él vivió arriba de esa bestia (por el avión)
fue único. En algunas oportunidades pudimos acompañarlo junto a mi hermano
mayor. Fue maravilloso. Ver semejante máquina rugiendo, levantando vuelo con
los tanques de polvo (anteriormente se fumigaba con ese método), era impresionante.
Después, cuando el Junkers fue dado de baja, mi padre piloteó otros aviones. Al
poco tiempo de dejar de volar, murió (en 1988).
¿Qué
opina de los trabajos que se están desarrollando en Río Cuarto?
Todavía
no he tenido la oportunidad de ir a la base. Me gustaría mucho poder ver el
avión. Sé que la gente que trabaja en los talleres es muy buena. Es importante
que el avión se esté preservando.
Un
avión único
Aunque
fueron varios los Junkers JU 52 que llegaron a la Argentina, apenas tres fueron
preservados. Sin embargo, por diferentes motivos, actualmente hay una única
pieza que sigue en pie, camino a su reconstrucción.
Esa
nave es la que desde hace años está en los talleres del Área de Material Río
Cuarto para su completa restauración, que incluye la puesta en marcha de sus
motores (no volverá a volar). Una vez que eso ocurra, la unidad partirá a
Morón, donde será exhibida en un museo.
El
trabajo que se está desarrollando tiene el apoyo económico y técnico del Museo
Technikmuseum Dessau Hugo Junkers de Alemania, la Federación de Asociaciones
Argentino-Germanas y la Embajada de Alemania, entre otras entidades de
relevancia.
La
historiadora aeronáutica Carina Villafañe Batica remarcó que el avión que está
en Río Cuarto es una pieza única y recordó que llegó a la Argentina proveniente
de Brasil.
“El
avión que está en Río Cuarto fue construido en 1934. Fue adquirido por Noruega
y, originalmente, tenía flotadores. Tiempo después, pasó a manos de Brasil
hasta que, durante el peronismo, llegó a la Argentina, junto a otros dos
aviones. Primero operó para el traslado de pasajeros y, después, sirvió como
avión sanitario para asistir a los enfermos de lepra. Se hicieron 21 vuelos
desde Ushuaia y la Isla Cerrito. Fue toda una proeza por parte de los pilotos,
médicos y enfermeros, ya que ninguno de ellos se contagió y le salvaron la vida
a decenas de personas. Finalmente, el avión fue modificado para fumigar. Los
aviones tuvieron actividad hasta 1963 y pasaron al Museo Nacional de
Aeronáutica. De los tres, solamente queda uno”, concluyó la historiadora
Villafañe Batica.
Rechazan
un posible traslado del avión que se está restaurando en el Área de Material
Ante
las versiones que corrieron sobre un eventual traslado del avión Junkers JU 52
que está siendo reparado en el Área de Material Río Cuarto antes de que se
terminen los trabajos, las distintas entidades vinculadas a Alemania que apoyan
las tareas se manifestaron en contra.
El Junkers JU 52 que está siendo restaurado en el Área de Material.
Hace
algunas semanas, trascendió que las autoridades militares de Morón, Buenos
Aires, pretenderían adelantar los plazos y llevarse, tal como está, la unidad
que hoy permanece en los talleres de la base.
Sobre
ese punto, los especialistas explicaron que, si bien está previsto que el avión
tenga como destino final el museo que funciona en la ciudad bonaerense, no es
adecuado moverlo en las condiciones actuales, cuando se está en plena
restauración.
A la
vez, advirtieron por los altos costos que el viaje tendría, los cuales no
contarían con el apoyo económico de las instituciones alemanas.
Por
último, reiteraron el acompañamiento a los técnicos riocuartenses y ponderaron,
una vez más, la tarea que están realizando en la base.
Fuente:
https://www.puntal.com.ar