Por Ezequiel Mione
Conocidos
por haber sido los pilotos de la Armada Imperial Japonesa que llevaban adelante
ataques aéreos suicidas en el ocaso de la Segunda Guerra Mundial, las misiones
niponas centraban su finalidad en concretar el impacto del objetivo, causando
el mayor daño posible.
Estas
operaciones, popularmente conocidas como efectuadas por los pilotos kamikaze,
han llegado a hundir más de 30 buques de guerra aliados y causado una cifra
cercana a las 10 mil bajas.
Verdadero
nombre
Lo
cierto es que la palabra kamikaze era la utilizada por los Estados Unidos para
hacer alusión a este tipo de ataques. Kamikaze en japonés significa “viento
divino”.
Pero para
Japón esto no era así. El término empleado era “Shinpū tokubetsu kōgeki tai”,
que significa como tal la Unidad Especial de Ataque Shinpu (Tokkōtai).
Aparición
y reclutamiento
En los
últimos pasajes de la Segunda Guerra Mundial (1944 – 1945) irrumpieron los
pilotos de la Armada Imperial Japonesa que funcionaban enteramente como un
escuadrón suicida.
Sus
ejercicios se encontraban supeditados a los requerimientos del Imperio del
Japón. La persecución del proyecto sobre el dominio total del Pacífico llevó al
planeamiento de este tipo de ofensivas, luciendo como ataques rápidos,
sorpresivos y catastróficos.
El
canal de reclutamiento era voluntario y estaba dirigido, mayormente, a jóvenes
estudiantes universitarios del Japón. El argumento motivador era la inyección
en la estima de los novatos pilotos, hacerlos sentir importantes. Ellos eran
vitales para la causa mayor: defender a la patria.
Al “Grupo
Tokkōta” se lo suele relacionar con una línea fanática ya que materializaba el
concepto de infravalorar la vida. No obstante, la lógica utilizada era la
inversa. La causa estaba por encima de la vida. Los jóvenes pilotos demostraban
una lealtad superlativa sin filtro alguno con su país.
Es
menester aclarar que existen un montón de grises a la hora de estudiar el
reclutamiento de los pilotos. Además del compromiso y la lealtad, existía el
miedo. Presiones y posibles represalias en caso de desestimar la propuesta o
desertar cambian por completo la dinámica del reclutamiento, erosionando la
idea genuina de voluntariado.
Modus
operandi: Matar matando
En
palabras frías, la lógica de los ataques era rápida y efectiva. Los vuelos
suicidas por parte de la Armada Imperial Japonesa dejaban resultantes
favorables desde su asimetría. Por cada piloto que se estrellaba en el blanco
diagramado, los aliados padecían numerosas bajas. El daño era dispar.
Los
aviones nipones caían, literalmente, como aves. Estos estaban cargados de
bombas dentro para que, alcanzado el objetivo, el daño sea mayor. Era necesaria
la presencia del piloto a la hora del impacto para el cumplimiento de una
absoluta precisión.
Antes
de realizar el ataque, los pilotos tokkōtai realizaban una suerte de ritual:
tomaban una taza de sake y comían una porción de arroz.
Sin un
número exacto, la cantidad de vuelos suicidas que se han realizado oscila entre
los 3000 y 4000.
Despedida
de los pilotos: ¿Todo fue lealtad?
Apelando
a los registros de las cartas de despedida que dejaron los tokkōtai a sus
círculos familiares, es observable una diferencia en el espíritu de los
pilotos, derribando el mito de que todo era lealtad ciega para con el imperio.
Takuji
Mikuriya, miembro de la Unidad de Ataque Especial con 22 años, fue un ejemplo
de convencimiento para la causa tokkōtai:
“Nadie
piensa en su propia muerte en el momento de asestar un golpe al adversario.
Nosotros simplemente golpeamos y rezamos por la vida eterna de Japón (o quizá
recemos por causar muchas víctimas). Un piloto retoma el maternal amor de su
patria inmolándose en un enfrentamiento con el más poderoso enemigo que quepa
imaginar. Podéis decir que muere sin alcanzar sus metas en la vida, pero debéis
aceptar que muere feliz”*.
En las
antípodas, Akio Otsuka fue uno de los pilotos que no quería suicidarse,
pareciendo asimilar el desprecio por la vida que conllevaba cada una de estas
ofensivas niponas:
“Voy a
morir contra mi voluntad. Y lo haré con pesadumbre y ansiedad en mi corazón. Si
no sois capaces de recuperar la tranquilidad de espíritu cuando conozcáis mi
muerte, y alguno de vosotros realiza un acto fatal, ¿de qué habrá servido mi
sacrificio?”*.
* Fragmentos
de cartas recuperados de abc.es
Fuente:
https://www.eldisidente.es