19 de mayo de 2019
EL “OTRO” PEARL HARBOR
Eran las 03:30 de la mañana del día 8 de diciembre
de 1941 cuando sonó el teléfono en el lujoso ático que ocupaba el último piso
del hotel Manila y que servía de residencia al General Mac Arthur. Quien
llamaba era el General Richard K. Sutherland, su jefe de Estado Mayor, para
informarle de que Pearl Harbor había sido atacado por los japoneses. “Pearl
Harbor, Pearl Harbor. ¡Se supone que es nuestra posición más fuerte!”, parece
que contestó Mac Arthur con incredulidad.
La confirmación llegó a las 05:30 horas desde
Washington, por medio de un radiograma enviado por el General Marshall,
comandante en jefe de las Fuerzas Armadas estadounidenses, que decía: “HAN
COMENZADO… LAS HOSTILIDADES ENTRE JAPÓN Y LOS ESTADOS UNIDOS… LLEVEN A CABO LAS
MISIONES ASIGNADAS EN EL PLAN RAINBOW CINCO”. Era el plan previsto para caso de
que se entrara en guerra con Japón, y entre otras cosas ordenaba que, en caso
de iniciarse las hostilidades, las fuerzas aéreas debían llevar a cabo ataques
contra las fuerzas e instalaciones japonesas que estuvieran a su alcance.
Curtiss P-40B del 21° Escuadrón de Persecución en
su base de Clark Field.
La fuerza aérea estadounidense en las Filipinas,
sin ser apabullante era, no obstante, un adversario digno de ser tenido en
cuenta. En Nicholls Field se hallaban el 17° y 21° Escuadrones de persecución,
en Clark Field estaba el 20° de persecución y el 19° Grupo de Bombardeo, que
tenía 36 B-17 y en Ibo, donde estaba instalado el único radar del archipiélago,
el 3° Escuadrón de persecución, todos ellos en alerta desde alrededor de las 04:30;
además, en del Carmen se hallaba, sin haber sido alertado, el 34° Escuadrón de
persecución.
Mientras los pilotos se iban aprestando para el
combate, el General Brereton, comandante en jefe de la Far East Air Force, se
dirigió al Cuartel General de MacArthur para recibir la orden de bombardear los
aeropuertos japoneses en Formosa, pero cuando llegó a su destino, eran las 05:00,
se encontró con que el General Sutherland le negaba el acceso a su jefe. El
motivo que alegó fue que estaba “reunido”, aunque las fuentes de esta historia discrepan
sobre si dijo que lo estaba con otros altos mandos en general, o con el Almirante
Hart o el presidente filipino Manuel Quezón en particular.
Mac Arthur en una ceremonia el 15 de agosto de
1941. Para entonces las Filipinas eran un lugar seguro.
Brereton tuvo que marcharse con las manos vacías,
pero sabiendo que el tiempo jugaba en su contra, volvió a personarse en el
Cuartel General a las 07:15, de nuevo con la intención de solicitar a su
comandante en jefe la orden de atacar Formosa. La escena que siguió fue casi la
misma: Sutherland le impidió acceder al despacho de Mac Arthur y le indicó que
aún no se había tomado una decisión y, cuando Brereton insistió, entró para
salir unos minutos después e indicarle que su petición había sido denegada. “El
General dice que no, no ejecutaremos el primer acto de guerra”. “¡Maldita sea, contestó
Brereton, ¿Acaso lo de Pearl Harbor no ha sido un acto de guerra? ¿Acaso no se
da cuenta el General de que estamos en guerra?” De nada le sirvió enfadarse,
pues tuvo que volverse de vacío.
La historia del jefe de las Fuerzas Aéreas
estadounidenses en Filipinas no termina aquí. A las 08:00 volvió a llamar, pero
no dio con Sutherland, quien le devolvió la llamada a las 08:50 para ordenarle
que no bombardeara Formosa por el momento y que no volviera a llamar para
preguntar sobre esta cuestión.
Lo más llamativo, es que durante esa hora Mac
Arthur había recibido una llamada del General Leonard T. Gerow, del Cuartel
General de Marshall, para preguntarle si había recibido las órdenes de aplicar
Rainbow 5, avisarle de que lo más probable era que las Filipinas fueran a ser
atacadas en breve y advertirle de que las fuerzas aéreas no debían de ser
sorprendidas en tierra como había sucedido en las Hawái. “Dígale al General
Marshall que las colas de nuestros aviones están en el aire”, contestó Mac
Arthur. No era del todo mentira.
A las 10:00 Brereton también incumplió las órdenes
recibidas al volver a llamar a Sutherland para hablar del bombardeo de Formosa,
para entonces ya habían sonado las primeras alarmas aéreas en el norte de la
isla de Luzón. Eran las 10:14 cuando el propio Mac Arthur le llamó para
autorizar el bombardeo.
Por su alcance y su capacidad de carga, el B-17 era
un arma magnífica con la que atacar las bases japonesas, pero cuando despegó,
esa mañana, no fue para eso.
¿Qué sucedió durante aquellas horas?. Las teorías
sobre el silencio de Mac Arthur son diversas, entre ellas una posible petición
de Quezón de que se abstuviera de lanzar ataques desde las Filipinas para que
estas permanecieran neutrales o la ilusión del propio Mac Arthur de que así
sucedería si no hacía nada; pero lo más probable es que el General, que llevaba
meses afirmando que las Filipinas estarían perfectamente listas para defenderse
antes del verano del 42 y que era imposible que los japoneses lanzaran un
ataque con anterioridad a esa fecha, sufriera un derrumbe nervioso al descubrir
que se había estado autoengañando. Lo peor estaba aún por venir.
Aquel 8 de diciembre de 1941, en Manila, Mientras
Mac Arthur se desesperaba y cedía a la depresión, protegido por los buenos
oficios de su jefe de Estado Mayor el General Sutherland, y el también General
Brereton, jefe de las fuerzas aéreas del Ejército en filipinas trataba de
conseguir la autorización necesaria para lanzar sus bombarderos contra las
bases japonesas en Formosa, estos no habían permanecido ociosos.
Un grupo de G4M Betty volando en formación
A las 08:.00 horas, el radar de Iba había detectado
una escuadrilla de una treintena de aparatos nipones sobre la isla de Luzón,
provocando el despegue precipitado de todos los aviones de la base de Clark,
los bombarderos para evitar que fueran sorprendidos en tierra, y los cazas para
tratar de interceptar a los incursores. La operación fue un batiburrillo de
despegues caóticos y de aviones enviados en todas direcciones mientras los
japoneses bombardeaban la base del Ejército estadounidense en Camp John Hay y
el pequeño aeródromo de Tugueguarao, ambos en el norte de Luzón.
A las 11:30 todo había vuelto a la normalidad. Los
cazas de los escuadrones de persecución 17° y 20° habían aterrizado de nuevo en
Clark tras haber gastado su combustible, y sus pilotos habían ido a almorzar
mientras el personal de tierra los reabastecía, y los del 3°, en Iba, 21° en
Nichols y 34° en del Carmen seguían en sus bases a la espera de órdenes; todos
ellos ajenos a dos nuevos contactos: uno sobre el golfo de Lingayen dirigiéndose
al sureste y otro sobre el centro de Luzón, volando hacia el sur. Nada más
conocer la noticia, el Comandante Grover ordenó al 3° Escuadrón de persecución
que protegiera el aeródromo de Iba e interceptara a los japoneses que venían
del golfo, mientras que el 21° protegía Clark y se encargaba del otro grupo de
aviones japoneses. Eran órdenes bien pensadas, cuya vigencia fue de apenas unos
minutos.
El as Saburo Sakai
A las 11:45 horas, Grover decidió que el objetivo
de los nipones era Manila, y ordenó a ambas escuadrillas que se posicionaran
sobre la capital filipina para defenderla; añadiendo la 17° al conjunto. Poco
después los estadounidenses tenían una potente fuerza aérea perfectamente
desplegada, para proteger Manila, dejando sin defensa tanto Ibo, el lugar en el
que se hallaba el radar, como Clark Field, la base aérea aliada más importante
de oriente. Parece que el primero en darse cuenta de este error fue el Coronel
Harold George, jefe del V mando de interceptores, quien de inmediato envió la
palabra clave KICKAPOO, que significaba “id a por el enemigo” al Comandante
Grover. Poco después, el Warhawk del Teniente Andrew Krieger escuchó un
terrible aviso por radio: “Tally Ho, Clark Field! Tally Ho, Clark Field! All pursuit to
Clark, Messerschmitt over Clark!”.
Pero aún era pronto, y cuando los interceptores
llegaron a Clark, allí no había japoneses, por lo que siguieron volando hacia
Ibo dejando de nuevo la base desprotegida. El infierno se desató en torno a las
12:30, dos “V” perfectas, según relataría el Sargento Bill King, compuestas por
53 bombarderos bimotores. Disparó tres tiros al aire de inmediato, dando la
alarma, pues solo podían ser japoneses. “No tenemos tantos aviones”, razonó. En
tierra, los interceptores del 20° Escuadrón de persecución empezaron a recorrer
la pista para despegar… tarde.
Un G3M Nell, sobre la pista.
27 Mitsubishi G4M Betty del Grupo aéreo Takao y 26
G3M Nell del 1.er Grupo aéreo de la marina, se abalanzaron sobre Clark
protegidos por 34 Mitsubishi A6M Zero del 3° Grupo aéreo dirigidos por el Teniente
Sakai Saburo, quien se convertiría en uno de los ases de la caza japonesa de la
guerra. Tras el bombardeo, los ataques rasantes y los combates aéreos, los
estadounidenses habían perdido la mitad de su fuerza de bombardeo, y 35 cazas.
Un resultado devastador, pero las cosas aún iban a empeorar.
Entretanto, 26 Betty del Grupo aéreo Kanoya y 27
Nell del Grupo aéreo Takao, escoltados por 51 Zero, el segundo de los grupos
detectados, estaban atacando el aeródromo de Ibo. Para entonces los aviones del
3° Grupo de persecución estaban volviendo a su base casi sin combustible, y
tuvieron que apañárselas para enfrentarse a la amenaza como pudieran. No lo
hicieron mal pues consiguieron derribar varios aparatos nipones e impedir que
ametrallaran las pistas, pero al final cinco P-40 fueron derribados y tres se
estrellaron al tratar de aterrizar, solo dos se salvaron; y lo que es peor, los
nipones habían destruido el radar.
Clark Field, después del ataque.
El resultado final de aquel único golpe doble fue
la destrucción del potencial de ataque aéreo norteamericano en el pacífico, al
que solo le quedaban 18 B-17, y una merma importante de su poder defensivo, sin
radar y con tan solo 45 P-40 en condiciones de combatir. Compárese esta cifra
con los 400 aviones de que disponían los nipones, y la distancia que separaba a
unos y otros de sus bases, y no cabe duda de que las Filipinas estaban
perdidas.
Fuente: https://www.gehm.es