29 de mayo de 2019
LA BATALLA DE MIDWAY: UNA CASUALIDAD BIEN PREPARADA
La Batalla de Midway ocurrió durante la II Guerra
Mundial, del 4 a 6 de junio de 1942, y enfrentó a las fuerzas estadounidenses
con la fuerza aeronaval del Imperio del Japón. Fue uno de los episodios más
interesantes de aquella guerra y de la historia militar que hasta hoy día suscita
acalorados debates.
El plan victorioso
No es de extrañar: la primera derrota del poder
marítimo japonés resulta demasiado brutal, especialmente tras una serie de
rotundas victorias y la Batalla del Mar del Coral, que costó bajas importantes
a ambas partes. Además, para el momento del despliegue la parte nipona tenía
superioridad de fuerzas. El Almirante y comandante en jefe de la Flota
Combinada de la Armada Imperial japonesa, Isoroku Yamamoto, conducía al atolón
Midway 185 buques, entre ellos cuatro portaaviones pesados y dos ligeros, siete
buques de línea, 14 cruceros, muchos submarinos, destructores y buques de
abastecimiento.
Los portaaviones transportaban más de 250 aviones
de combate, 226 de los cuales estaban desplegados en los cuatro barcos de la
Primera Flota Aérea: Akagi, Kaga, Hiryu y Soryu.
Estos aviones, o más bien los pilotos de los
mismos, eran la principal apuesta de los japoneses. La 1ª Flota Aérea,
comandada por el Vicealmirante Chuichi Nagumo, había protagonizado las
sucesivas victorias japonesas durante seis meses en el inmenso territorio desde
Pearl Harbor hasta la isla de Ceylon. La supremacía naval de Japón le permitió
poner fin a la presencia militar británica en el archipiélago malayo,
conquistar la inexpugnable fortaleza de Singapur, de Filipinas e Indonesia, lo
cual le garantizaba la obtención de recursos naturales, el objetivo principal
que perseguía Tokio entrando en la guerra. El Imperio nipón debía conquistar
más territorios insulares y establecer un anillo perimetral en el Asia
Oriental, uno de estos territorios era el atolón Midway. A la vez la idea de
los japoneses consistía en obligar a los estadounidenses a utilizar sus
portaaviones para destruirlos.
El ataque a la base estadounidense de Pearl Harbor
el 7 de diciembre de 1941 no tenía otro objetivo que acabar con la flota
estadounidense estacionada en el Océano Pacífico, pero tuvo un efecto
contraproducente. La exitosa operación nipona de bombardeo acabó con el hundimiento
de la flota de acorazados y de esta manera los mismos japoneses terminaron con
la era de este tipo de barco, haciendo que desde entonces la guerra naval se
basase en la aviación naval.
A partir de ese momento los portaaviones de los EEUU
asestaron varios golpes dolorosos a la flota nipona, especialmente en el Mar de
Coral. Las pérdidas sufridas en esta batalla obligaron al alto mando japonés a
renunciar los ambiciosos planes de conquista de Nueva Guinea y Australia. Estas
pérdidas eran difíciles de recuperar, ya que el sistema de entrenamiento no
permitía formar con premura muchos pilotos.
De ahí que la Primera Flota Aérea se dirigiese a
Midway con su potencial reducido en una tercera parte, pero los dirigentes
militares confiaban en que sería más que suficiente. Lo mismo pensaban los
pilotos, especialmente tras el exitoso ataque contra los portaaviones
estadounidenses Lexington y Yorktown realizado por los efectivos de la 5ª
División, que tenían menos experiencia y peor preparación. Se hizo proverbial
la frase que era muy popular entre los aviadores en aquel momento: “Si
triunfaron los hijos bastardos, tanto más lo harán los hijos legítimos”.
La Flota Combinada de Japón iba camino de una
gloriosa victoria que mermara la fuerza naval estadounidense. Al mismo tiempo,
el imperio asiático planificó un ataque de distracción a las posesiones
estadounidenses en las islas Aleutianas, objetivos que se hallaban en el propio
territorio continental estadounidense, pero que por su lejanía al teatro
principal de combate tenían escaso valor militar para los japoneses.
Preparativos secretos
Ante el Almirante y comandante en jefe
estadounidense de las Fuerzas Aliadas durante la II Guerra Mundial, Chester
Nimitz, se planteaban dos tareas principales a finales de mayo de 1942: prever
las acciones de los japoneses y poner fin a la sucesión de fracasos de los EEUU.
La principal fuerza de Nimitz, más que buques de
guerra y portaaviones, era el grupo de especialistas militares y civiles en
materia de criptografía, matemática y lingüística bajo el mando del comandante
Joseph J. Rochefort. Este oficial tenía fama de ser el mejor criptógrafo de los
EEUU: la mereció por haber conseguido descifrar un código naval japonés en
otoño de 1940. Aunque este éxito no pudo prevenir el ataque a Pearl Harbor,
porque los japoneses cambiaron el código, para mayo de 1942 los estadounidenses
leían todos los mensajes de radio del enemigo.
Para el día 15 del mes no quedaba ninguna duda de
que el imperio asiático estaba preparando un ataque a Midway, y Nimitz decidió
adelantarse a los japoneses. El 25 de mayo el grupo de Rochefort interceptó un
mensaje que contenía todos los detalles del ataque planeado. Era más que
suficiente.
Para poder enfrentarse a una fuerza enemiga que se
sabía de forma anticipada estaba compuesta con unos cuatro o cinco portaviones,
Nimitz necesitaba todas las cubiertas de vuelo disponibles. Ordenó de forma
precipitada la urgente puesta en marcha del portaaviones Yorktown que había
sido seriamente dañado en la Batalla del Mar de Coral y estaba en reparación en
los muelles de Pearl Harbor. Yorktown tuvo que ser reparado en el asombroso
plazo de tres días, gracias a al duro esfuerzo de los obreros de los arsenales
de la Marina que trabajaron día y noche para dejar operativo al portaaviones.
Así que los norteamericanos disponían de los
portaviones Enterprise, Hornet y Yorktown, que transportaban 233 aviones de
combate e iban acompañados por 25 buques de guerra. Además, se destinaron a
Midway patrullas de submarinos, compuestas de 20 unidades en total.
En el propio atolón los estadounidenses desplegaron
unos 130 aviones, preparando así otra sorpresa para los atacantes: la fuerza
aérea estadounidense superaba numéricamente a la nipona.
Los reveses del destino
Un PBY Catalina, el avión estadounidense de
patrulla, comunicó el 3 de junio el avistamiento de 11 buques sospechosos a 700
millas náuticas al noreste del atolón. En ese mismo instante despegaban de
Midway unos 16 bombarderos estadounidenses B-17 con la misión de localizar y
bombardear en altura a los buques avistados. Los japoneses atacaron Midway a
las cuatro de la madrugada del día siguiente, a eso de las seis un PBY Catalina
informó por radio que había localizado a dos portaaviones del enemigo.
A partir de las siete de la mañana del 4 de junio
los portaaviones japoneses fueron objeto de continuos ataques de los aviones que
salían desde Midway, mientras los portaaviones estadounidenses se iban
acercando sin ser todavía descubiertos. A pesar de esto el Almirante Nagumo
dejó en reserva 108 aviones cargados con torpedos, para el caso de detectarse
la presencia de los portaaviones enemigos y sus respectivas escuadrillas de
aeronaves.
Sin embargo, sin tener noticia de haber avistado
portaaviones estadounidenses, el Almirante Nagumo creyó que los buques enemigos
estaban muy alejados y, por lo tanto, su flota estaba fuera del alcance de los
aviones. Ante ello, a las 07:15 horas Nagumo ordenó que los torpedos de los
aviones que se encontraran preparados para enfrentarse a los portaaviones
enemigos, fuesen desmontados y reemplazados con bombas, para realizar un
segundo bombardeo de la isla Midway. A las 07:40 los portaaviones
estadounidenses fueron detectados y Nagumo ordenó volver a subir todos los
aviones a la cubierta, quitarles las bombas y cargarlos otra vez con torpedos,
incurriendo en una nueva demora.
Cuando a las 10:20 horas esta tarea se dio por
terminada dos escuadrillas de 30 aviones Dauntless conducidas por Clarence
McClusky detectaron a los japoneses. McClusky tuvo mucha suerte, primero porque
había estado buscando al enemigo durante una hora y ya estaba a punto de volver,
pues su combustible estaba en el límite razonable. Y segundo, porque descubrió
los tres portaaviones nipones en el momento más vulnerable para un navío de
estas características, ya que el hecho de tener a los aviones cargados con
torpedos hacía muy peligroso que uno de ellos fuese destruido por el enemigo
estando aún en cubierta.
McClusky ordenó a los Dauntless atacar por parejas,
repartiéndose entre los tres portaaviones avistados. El primero fue el Akagi, y
más adelante el Kaga y el Soryu.
La respuesta de los japoneses ya no cambiaba nada.
Dos oleadas de aviones enviados desde Hiryu consiguieron detectar el azaroso
Yorktown y hundirlo, pero en el próximo ataque de los estadounidenses el Hiryu
también fue hundido. Los japoneses perdieron cuatro portaaviones pesados, un
crucero pesado, 250 aviones y unos 2500 soldados. Los estadounidenses: el
portaaviones Yorktown, un destructor, 150 aviones y 307 soldados. El servicio
de salvamento de los EEUU estaba mejor organizado que el de los japoneses, por
lo tanto, la mayor parte de los pilotos abatidos fueron salvados.
En cambio, las pérdidas humanas de Japón resultaron
irrecuperables: desde ese momento perdieron la superioridad garantizada por el
nivel de profesionalidad de los pilotos. Éstos no pudieron ser completamente
reemplazados hasta principios de 1945, cuando ya era demasiado tarde para que
pudieran desequilibrar la balanza en favor de Japón.
Las discusiones sobre el resultado de la batalla
continuarán, pero son evidentes las causas del mismo. La victoria se gana con
orden y por sorpresa, que son más importantes que la superioridad numérica.
Estas verdades se confirmaron una vez más en la batalla de Midway.
Fuente: https://mundo.sputniknews.com