Por Rafael de Madariaga Fernández
Nació:
El 11 de julio de 1894 en Vitoria (Álava)
Murió:
El 9 de febrero de 1966 en Bucarest (Rumanía)
Ocupación:
Aviador militar.
Perteneció
a dos ilustres familias de la zona riojana donde Navarra linda con Castilla y
estaba emparentado con militares notables de la época anterior a la contienda
armada, como los Manso de Zúñiga, los González de Castejón, los Unceta y los
López-Montenegro. Sintió desde joven el tirón de la vocación militar, matizada
con una gran afición a la naciente actividad de la aviación. Desde muchacho
quiso ser militar, como un paso previo para ser aviador y así, salvando
dificultades de tipo formativo y coyuntural, ingresó en la Academia de
Intendencia de Ávila en 1912.
Durante
esos años iniciales en la milicia estuvo destinado en Sevilla y en Marruecos,
desempeñando diversos destinos hasta que en 1920 consiguió hacerse piloto al
inscribirse en el 10º Curso de Pilotos, una promoción extraordinaria de cerca
de cien alumnos, y pasar a la Aviación Militar. Ya con el título de aviador
militar fue destinado a Melilla como piloto de la Escuadrilla de Cazas Bristol,
y en el curso de las operaciones de los años 1921 a 1925 voló en diferentes
tipos de aviones, participando en numerosas acciones de guerra, tanto de
reconocimiento como de bombardeo y ametrallamiento.
En el
curso de unos intensos bombardeos sobre la cabila de Beni-Ulixek, se produjo
una avería en su avión que le hizo tomar tierra en Dar-Drius. En 1924 pasó a la
Escuadrilla de Havilland.
Realizó
el Curso de Hidros y cuando tuvo lugar el desembarco de Alhucemas en 1925,
durante los bombardeos y reconocimientos, logró una actuación destacada
pilotando un hidroavión de la 1ª escuadrilla que mandaba el Comandante Franco.
Esto le permitió, a pesar de su juventud y escasa antigüedad en los
escalafones, conocer de cerca a todos los grandes personajes militares de la
época, a quienes trasladaba frecuentemente de una parte a otra del estrecho de
Gibraltar en diferentes oportunidades. Sus pasajeros habituales fueron los Generales
Franco, Sanjurjo, Primo de Rivera y otros militares notables.
El
mantener contactos y amistad con gran número de oficiales de muy distintas
extracciones y pensamientos le proporcionó un vasto conocimiento de la amplia
división de opiniones y creencias que profesaba la oficialidad del Ejército y
la Aviación de aquellos días. Como su origen familiar era aristocrático y muy
conservador, además de su naturaleza agradable y comprensiva, le fue
convirtiendo en un oficial liberal y progresista, con simpatías entre la gente
humilde y con tendencias hacia las ideas más avanzadas. Todo esto le hizo
mantener amistad con los personajes republicanos más notorios, y tomó parte en
la sublevación de 1930, secundada en Cuatro Vientos, por lo que tuvo que sufrir
su primer exilio, que duró hasta la proclamación de la Segunda República en
abril de 1931.
Al
llegar el nuevo régimen se convirtió, al igual que otros notorios aviadores de
la época, en un personaje público celebrado, popular y muy conocido. Contrajo
matrimonio con la primera divorciada según las nuevas leyes liberalizadoras,
Constancia de la Mora y Maura, también hija de una ilustre y aristocrática
familia y asimismo convertida en una avanzada progresista. Hidalgo fue halagado
y ensalzado por los dirigentes republicanos y nombrado agregado aéreo en Roma.
La
fracasada revolución de 1934 le sorprendió de nuevo como protagonista, teniendo
en este caso la oportunidad de sacar de España a Indalecio Prieto, el conocido
dirigente socialista, que era buscado por el gobierno y que logró pasar la
frontera oculto en el portamaletas de su coche.
Al
llegar el triunfo del Frente Popular en febrero de 1936 volvió a España, y las
nuevas autoridades lo destinaron como 2º jefe de la 1ª escuadra, a las órdenes
directas del director de Aeronáutica.
El
comienzo de la Guerra Civil le sorprendió en Madrid. Era uno de los pocos jefes
importantes de la Aviación Militar, con conocimientos y experiencia, que se
quedaron en la capital a las órdenes del Gobierno, poniéndose totalmente al
servicio de la causa republicana. Realizó algunos vuelos en esos días iniciales
de la incipiente contienda, especialmente en los Douglas de la compañía LAPE,
que no están documentados. También voló en numerosos servicios con Breguet XIX.
Él mismo confiesa en sus memorias que “en Madrid y aunque nadie me había dado
oficialmente el mando, yo estaba actuando desde el primer día de la sublevación
como si fuese el jefe de aquella región aérea”.
En
pocos días se convirtió en el jefe indiscutible de la Aviación gubernamental.
Ascendido al poco tiempo a General, fue nombrado jefe de las Fuerzas Aéreas,
puesto que ostentó hasta el fin de la contienda.
Desde
el comienzo de las hostilidades se comportó con eficacia y valor, aunque su
alto grado ya le impidió volar en misiones operativas; negoció con buena mano
las comprometidas situaciones que la participación de los oficiales soviéticos
en las operaciones aéreas, de forma casi monopolística, proporcionaban
continuamente.
Con el
paso del tiempo llegó a controlar totalmente la Aviación republicana,
integrando en sus manos el mando auténtico de las operaciones, que durante
muchos meses habían detentado los oficiales extranjeros y principalmente los
aviadores soviéticos de alta graduación venidos a España. Aunque la influencia
de los militares rusos en el seguimiento de la guerra continuó siendo muy
relevante casi hasta el final, no cabe duda de que Hidalgo de Cisneros encontró
elementos suficientes de contacto con las unidades y con los jefes y oficiales
de Estado Mayor de las escuadrillas, dando siempre la impresión de que el mando
efectivo estaba en manos de los dirigentes españoles.
Conservó
siempre su gran prestigio y dignidad personal, manifestando en todo momento la
sencillez y llaneza que le hacían tan carismático para los subalternos. Fueron
numerosísimos los testimonios durante toda la contienda que hablaban de su
aspecto pulcro y elegante, a la vez que era notoria su educación y
comportamiento distinguido, pero sin hacer jamás distinciones entre unos y
otros. Hacia la mitad de la guerra se afilió al Partido Comunista, cuando
estaba en el Estado Mayor de las Fuerzas Aéreas en Albacete, tal como él mismo
confesó en su libro de memorias. Su argumento de que lo hizo porque creía que
solamente aquel partido estaba preparado y mentalizado para ganar la contienda,
así como su relato de su primera presencia en una reunión de su célula,
aparentan cierta ingenuidad y alguna dosis de cinismo no disimulado.
Se
podría decir que, hacia el final de la guerra, pero antes de la caída de
Cataluña, había conseguido organizar unidades aéreas eficientes, tanto de caza
como de bombardeo, con personal totalmente español. Los problemas de
entrenamiento y la falta de renovación del material volante, junto con el
arrollador embate de fuerzas superiores y con la moral muy alta, consiguieron
la victoria de sus antiguos compañeros de armas. Hacia el final de la guerra,
en octubre de 1938, Negrín le envió para realizar una visita relámpago a Rusia
y entrevistarse fugazmente tanto con Stalin, como con Voroshílov y Molotov, y
en ese momento el flujo del envío de material de guerra, que casi se había
detenido, volvió a reanudarse, llegando siete barcos a Burdeos y acumulándose
en pocos días material nuevo en la frontera francesa, que ya no pudo ser
distribuido ni utilizado.
Hidalgo
de Cisneros acompañó al destierro al Gobierno republicano y pasó sucesivamente
a Francia, México y, posteriormente, a Rumanía, llevando una vida modesta y
haciendo gala siempre de su tradicional “saber estar” en todas las situaciones.
En los primeros días de la desbandada hacia Francia por la frontera catalana,
se estableció en Toulouse y, en contacto con el consulado español, atendió lo
mejor que pudo a incrementar los escasos medios con que contaban los aviadores
de la República que conseguían llegar a las oficinas. Les entregaba dinero en
metálico y salvoconductos, pese a que todos ellos sabían que eran de dudosa
validez, para que pudieran llegar a algún puerto del Mediterráneo o del
Atlántico y alcanzar algún barco salvador. Decenas de pilotos, observadores,
mecánicos, ametralladores, armeros y personal de Aviación de todas las
graduaciones consiguieron escabullirse, antes de que fueran internados, como
otros muchos, en Gurs, Olorón, en los Pirineos occidentales.
Vivió
en Francia todavía unos pocos meses durante 1939, hasta que al estallar la
Segunda Guerra Mundial en septiembre se trasladó a la Unión Soviética, donde
realizó trabajos de técnica aeronáutica y le ofrecieron el grado de General de
la Aviación soviética, que no aceptó. Terminada la guerra se fue a México,
donde residió brevemente con su esposa Connie de la Mora, de la que no tuvo
descendencia, y poco después se divorciaron. Ya acabada la Segunda Guerra
Mundial, pasó temporadas en diferentes países. Desde México volvió fugazmente a
Francia, pero, al darse cuenta de que el régimen de Franco se afirmaba, regresó
al país azteca. En la capital mexicana sus amigos asiduos eran Wenceslao Roces
e Ignacio Mantecón, y, sobre todo, Pablo Neruda. Tuvo relación, a través de las
amistades de Connie, con la viuda de Roosevelt, con Bette Davis y otras
estrellas de cine, y llegó a conectar con Ernest Hemingway.
Su
hermano Francisco, el más próximo y más emotivamente relacionado con él,
recibió sus cartas desde México, París, Varsovia, Francia, Suiza, Dinamarca,
Varsovia de nuevo, Berlín e, incluso, desde Siberia. Su esposa falleció
trágicamente en accidente de automóvil el 27 de enero de 1951 en las
inmediaciones de Panajachel, junto al lago Atitlán (Guatemala).
En 1951
funcionaba ya Radio España Independiente, estación pirenaica, en cuyas
emisiones participó Ignacio con gran asiduidad. Su hermano Francisco recibió en
1962 la primera parte de Cambio de rumbo, editada en Bucarest en 1961, aunque
el envío está fechado en Varsovia el 18 de noviembre de 1961. Entre el otoño de
1962 y el invierno de 1965 el General Hidalgo de Cisneros emitió por la emisora
unas “charlas militares” que se editaron posteriormente bajo el título de
Ejército y pueblo. Los temas venían dados por la actualidad y por la impresión
que distintos sucesos, nacionales o extranjeros, producían en el autor. Hubo
pausas originadas por sus viajes; a París para la presentación del libro y a
Moscú, para el lanzamiento de la versión rusa, en la que, por cierto, se había
suprimido la referencia a la desaparición provocada por Stalin de los
eficientes oficiales rusos que habían combatido en España.
El
libro de Hidalgo de Cisneros abarca un período apasionante de la historia de la
Aviación española, y relata aspectos notables de la participación aérea en la
Guerra de Marruecos, los preliminares del conflicto de 1936, que llevaron a los
aviadores a dividirse de manera irreconciliable, como sucedió en las demás
armas, y, finalmente, la Guerra Civil. Al iniciar el recuento de la contienda y
ya durante el resto del texto, comete errores importantes, sin duda por su
actitud partidista, pero también por falta de datos e investigaciones que años
más tarde estarían a disposición de los expertos y han podido reconstruir de
forma nítida muchos asuntos oscuros de aquellos años.
Era
Cisneros, según los que lo conocieron en profundidad, hondamente humano. La
naturalidad significaba, al parecer, mucho para él, algo similar a
autenticidad, y lo alejaba de mitologías y ritos. A veces se le oía la frase:
“No me hagas agitación y propaganda”, cuando alguien de su propio partido
quería “soltarle un rollo” formalista, en palabras que él mismo empleaba.
Su
hermano Francisco, que se retiró como Teniente General del Ejército vencedor,
y, pese a ello, siempre nostálgico de la presencia del hermano y buscando
impenitentemente la forma de hacerle regresar, no llegó a recibir la segunda parte
de sus memorias, que fueron enviadas a la familia después del fallecimiento del
hermano mayor en 1964. Poco después tuvo lugar una larga e intensa entrevista
de Ignacio con sus cuatro sobrinos, el 29 de agosto de 1965, en San Juan de
Luz, y siempre hubo una especial relación con uno de ellos, Ignacio Hidalgo de
Cisneros Alonso, que mantuvo una emocionante y privilegiada correspondencia con
su tío.
Rasgo
sobresaliente de Ignacio, a decir de amigos suyos en el destierro, era su
facilidad para la conexión con los jóvenes. Los coloquios de Hidalgo con un
núcleo de jóvenes, hijos de los españoles de la diáspora, han constituido un
recuerdo imborrable para ellos, ya que suponían una “puesta en onda”, según
frase utilizada por él mismo, con sus inquietudes y una entrega para una futura
sintonía, cifrada en la cercana incorporación a la lejana patria.
La idea
de su libro Cambio de rumbo le había surgido en Polonia, cuando al preparar
unas charlas para la radio, en marzo de 1963, le instaron a editar sus memorias
algunos de sus oyentes, incitados al escuchar anécdotas interesantes vividas y
relatos de acontecimientos importantes en primera persona. La primera parte se
publicó en Polonia con el extraño título de “Favorable viento alisio”, sin duda
una atrevida traducción de un hispanista polaco bien intencionado. A partir de
ese momento e invitado por sus amigos españoles en Rumanía, se trasladó con
carácter definitivo a Bucarest, a un pequeño y acogedor apartamento en el
boulevard Miciurin, a dos pasos del Arco del Triunfo, y allí apareció la
primera versión rumana de su libro, con el título “Cotitura” (Viraje), y allí
continuó la preparación del segundo tomo de sus memorias. El lema que preside
ambos libros es una frase enigmática que nadie ha osado descifrar y que permanece
como un secreto homenaje: “Brahmina bella, Brahmina noble”.
Cinco
meses después de aquella entrevista con sus sobrinos, falleció repentinamente,
el 9 de febrero de 1966, víctima de un ataque cardíaco a la edad de setenta y
dos años. Después de unos trámites acelerados y complicados, el sobrino que
mantuvo una relación más íntima con el General pudo acudir al emotivo entierro
de Hidalgo de Cisneros en el cementerio de Belu, que se celebró el 14 del mismo
mes y año. Se había retrasado el entierro a la espera de la presencia del
familiar, que tardó cuatro días en llegar, y a tal efecto se había embalsamado
el cadáver. Es digna de destacar la presencia de numerosas personalidades de la
Unión Soviética y de los países del Este. Se le rindieron los máximos honores
militares en la Casa de la Cultura y durante el traslado al día siguiente,
sobre armón de artillería. El sobrino del General presidió el cortejo como
único representante familiar, acompañado por personalidades del Comité Central
del PCE y gran cantidad de autoridades civiles y militares de los países del
Este. En la lápida se gravó este escueto epitafio: “Ignacio Hidalgo de
Cisneros, General de Aviación, Héroe del Pueblo Español”.
Después
de la espera legal para la inhumación —quince años legales en Rumanía—,
ocurrieron algunos acontecimientos no triviales, como la Perestroika en Moscú,
que retrasaron el traslado de los restos, que la contumaz iniciativa de Ignacio
Hidalgo de Cisneros Alonso perseguía sin decaimiento alguno. Finalmente, sus
cenizas fueron depositadas el 29 de octubre de 1994 en el panteón familiar del
cementerio de Santa Isabel, de la ciudad de Vitoria, junto a una lápida igual a
la que se había quedado en Bucarest.
En la
mayoría de libros sobre la Guerra Civil Española figuran hechos y comentarios
sobre Hidalgo de Cisneros.
Obras:
- Cambio de rumbo, Bucarest, 1961-1964 (París, 1970; Varsovia, s. f.; Barcelona, Laia, 1977; Vitoria, Ikusager, 2001);
- Memorias, París, Société d’Editions, 1964;
- Cielo rosso di Spagna, Roma, Editori Riuniti, 1966;
- Cotitura, Bucarest, Política, 1966.
Fuente:
https://dbe.rah.es