24 de enero de 2019
60 AÑOS DE GUERRA: EL BOMBARDERO RUSO TU-95 ENTRA DE NUEVO EN COMBATE
Nació en plena Guerra Fría, pero Rusia todavía lo
utiliza para bombardear posiciones enemigas a miles de kilómetros de distancia
Un Tu-95 en pleno vuelo.
Por Pepe CERVERA
El pasado 17 de noviembre bombarderos rusos Tu-95
MS despegaron de la base de Engels, 830 km al este de Moscú, y volaron hacia el
Ártico; luego pusieron rumbo al Oeste hasta llegar al Atlántico, descendieron
hasta llegar a la altura de Gibraltar y se internaron en el Mediterráneo desde
donde lanzaron misiles de crucero Kh-101 con destino a varios objetivos
militares en las afueras de las ciudades sirias de Idlib y Homs. Ha sido el
último despliegue de combate de un bombardero que hizo su primer vuelo en 1952,
lleva 60 años en las fuerzas aéreas rusas y al que aparentemente aún le queda
vida mediante su conversión en lanzamisiles de crucero. Un avión excepcional
que a pesar de su venerable edad aún da miedo.
El Tupolev Tu-95, apodado Bear (oso) por la OTAN,
es un bombardero cuatrimotor con alas en flecha de 35 grados con un alcance sin
repostar de 6400 km, aunque puede alcanzar 15000 km usando el reabastecimiento
en vuelo. Su velocidad de crucero está entre 650 y 700 km/h y la máxima
alrededor de 850 km/h, y su techo son los 13700 m de altura. Pesa en vacío 90
toneladas y el peso máximo al despegue es de 188 toneladas; las versiones modernas
pueden transportar hasta 15000 kg de misiles en la amplia bodega interna y en 4
puntos en las alas.
El aparato es enorme, con 50,1 m de envergadura,
46,2 de longitud y 12,1 de altura: el fuselaje tiene 2,9 m de diámetro y lleva
seis o siete tripulantes, piloto, copiloto, ingeniero de vuelo, operador de
comunicaciones, navegante, artillero de cola y a veces un segundo navegante.
Bajo la cola lleva una torreta con un cañón automático de 23 mm, doble en
algunas versiones. En total se calcula fueron construidos más de 500
ejemplares.
Un Tu-95 durante un desfile por la celebración del
70 aniversario del final de la II Guerra Mundial.
Quizá el rasgo más espectacular del aparato son sus
motores, cuatro turbohélices Kutnetsov NK12 de 14800 CV de potencia unitaria,
lo que les convierte en los más potentes de su tipo jamás fabricados. Cada uno
mueve dos hélices contra rotatorias de 4 palas con 6,2 m de diámetro en las
últimas versiones. El NK-12 tuvo su origen en un equipo de ingenieros alemanes
capturados y trasladados a la URSS tras el final de la guerra dirigido por
Ferdinand Brandner cuya primera versión ya era capaz de ofrecer 12000 cv de potencia.
Los motores del Tu-95 se usaron también en otros
aparatos como el An-22 Antei, un transporte que en su momento fue el mayor del
mundo, o en el A-90 Orlyonok, así como en hovercrafts. Sólo motores como el
Europrop TP400 del A400M se acercan, sin alcanzarla, a este nivel de potencia.
Gracias a sus motores el Bear es uno de los aviones de hélice más rápidos; es
también de los pocos con alas en flecha, que incluyen también unos “bulbos
antishock”.
Nacido en plena Guerra Fría
El Tu-95 nació a principios de los años 50 de la
imperiosa necesidad de la URSS por conseguir un bombardero de verdadero alcance
intercontinental capaz de alcanzar los Estados Unidos. Su antecesor el Tu-85 no
podía cumplir con ese papel ya que era poco más que una versión ampliada del
Tu-4 “Bull”, una copia sovietizada del B-29, y sus motores de pistón hacían
imposible semejante alcance. Los reactores de la época quemaban combustible sin
mesura y tampoco podían proporcionar lo que se buscaba: un radio de combate de
más de 8000 km transportando al menos 11 toneladas de armamento.
De ahí el uso de los turbohélices NK-12, que tienen
mucho mejor rendimiento. Con ellos, incluso en las versiones originales, el
Tu-95 cumplía con las necesidades soviéticas de la época. De hecho, se
convirtió en uno de los aviones míticos de la Guerra Fría en sus diferentes
versiones.
Un Tu-95 vuela junto a un caza F-16
noruego en una maniobra militar
Existen numerosas imágenes de aquella época en las
que aparecen cazas occidentales de diferente origen y generación escoltando al
gigantesco oso soviético en sus titánicas patrullas sobre el Atlántico durante
los años 60, 70 y 80. Tanto el Tu-95 como el derivado de patrulla marítima y
guerra antisubmarina Tu-142, del que se construyeron un centenar, convirtieron
el poner a prueba las defensas aéreas de la OTAN en una costumbre con
incursiones oceánicas antibuque, habitual era la versión Tu-92RT, con un gran
radar de búsqueda en la panza, y poniendo a prueba las rutas transpolares de
ataque a los EEUU, aunque parece ser que jamás con armas nucleares reales, como
hacían los B-52 estadounidenses.
La carga de armas reales se hacía desde búnkeres
especiales y mediante una rampa de carga específica en un proceso que podría
durar hasta dos horas. Las misiones de patrulla duraban hasta 11 horas y en las
versiones más antiguas las condiciones de habitabilidad eran pésimas y las
tripulaciones contaban con muy escasas comodidades para semejantes vuelos, que
llegaban a ser dos semanales para mantener entrenado al personal.
En 1961 un Tu-95 especialmente adaptado transportó
al Zar de las Bombas, la prueba nuclear más potente jamás disparada por la
Humanidad, que superó los 50 megatones de rendimiento. Pintado de blanco “antiflash”
en la parte ventral el avión en cuestión estaba a casi 40 km cuando se produjo
la explosión, pero a pesar de ello tuvo daños en la superficie como piezas
fundidas. En condiciones de combate el Bear habría utilizado una serie de
bombas de hidrógeno de hasta 2,5 megatones. Se llegaron incluso a construir 32
ejemplares de una versión de pasajeros denominada Tu-114 Rossiya que desde 1960
aún ostenta el récord de avión de hélice más rápido jamás en servicio.
El Tu-114 era capaz de llevar 270 pasajeros en tres
clases, y estuvo operativo hasta 1991 en Aeroflot transportando a millones de
pasajeros en líneas internas. Del Bear se desarrollaron también numerosas
versiones: cisterna, de guerra electrónica, de alerta temprana con radares
(AWACS), de enlace de comunicaciones estratégicas y de prueba de instrumentación
y motores. Incluso se usó uno de ellos como avión experimental de propulsión
nuclear. La India cuenta con ejemplares de una versión de exportación del
Tu-142 de patrulla marítima adquiridos en los años 80. Los países producto de
la descomposición de la URSS que heredaron aparatos como Ucrania o Kazajstán
acabaron por retirarlos del servicio.
Detectable a grandes distancias
Pero como avión diseñado en los años 50 el aparato
tiene ciertos inconvenientes imposibles de resolver. Su diseño y en especial
los discos de las hélices son verdaderos “espejos” para las ondas de radio, por
lo que tiene una huella radárica enorme que puede ser detectada a grandes
distancias. Además, sus motores Kutnetsov NK12 son ruidosos; tanto que se dice
que los submarinos occidentales pueden oírlos cuando vuelan por encima de ellos
estando en inmersión. Por tanto, su misión original de bombardeo por gravedad
es hoy imposible, ya que jamás sobreviviría para llegar a la zona del blanco.
El problema se ha resuelto dotando a estos aviones de misiles de crucero que
les permiten atacar desde grandes distancias, tanto a buques de guerra como a
blancos terrestres.
Es la disponibilidad de estas armas y la utilidad
del sistema conjunto lo que llevó al gobierno ruso a reiniciar las patrullas
con los Tu-95 en 2007, tras años de abandono debido a la descomposición de la
URSS. Aparatos del estándar Tu-95MS con motores NK12MPT convertidos en
transportes de misiles fueron devueltos al servicio, usando ejemplares
construidos durante los años 80 y 90. A partir de 2008 la imagen de estos
supervivientes de la Guerra Fría en las fronteras aéreas de la OTAN ha vuelto a
convertirse en habitual, sobre todo armados con misiles de crucero de la
familia Kh55/Kh-101, As-15 Kent, una de cuyas variedades, el Kh-102, transporta
cabezas nucleares.
Esta fue la configuración demostrada recientemente
por la Fuerza Aérea Rusa: una misión que llevó a mediados de noviembre a
ejemplares del Tu-95MS desde su base de Engels, en el centro de Rusia, sobre el
Atlántico para entrar en el Mediterráneo y disparar una salva de misiles Kh-101
a blancos en el interior de Siria, regreso, más de 11000 kilómetros. El vuelo
duró más de 14 horas y contó con dos reabastecimientos de combustible; los
misiles disparados eran convencionales, con una carga explosiva de 400 kg y
hasta 5000 km de alcance, y se dirigen usando el sistema de posicionamiento
ruso Glonass.
Observadores en el suelo han puesto en duda la
precisión de estos misiles, en teoría de 10 metros, pero en la práctica algo
menor. En misiones anteriores los Bear usaron la ruta del Caspio-Irán-Irak,
pero esta vez optaron por la del Atlántico, quizá para evitar tener que pedir
permiso de paso. Los Tu-95 no pueden operar desde la base rusa de Khmeimim en
Siria, cuya pista es demasiado corta.
Rusia ha utilizado el Tu-95 para bombardear
posiciones enemigas en Siria.
El ataque demostró que el viejo Bear de la Guerra
Fría sigue teniendo garras afiladas: a pesar de su falta de capacidades
furtivas y su velocidad relativamente baja la posibilidad de disparar una salva
de 16 misiles de crucero a 5000 kilómetros de un blanco no es ninguna tontería.
Las armas obsoletas también matan, y el Tu-95 todavía tiene capacidad letal a
pesar de su edad y de los accidentes, como el que hizo estallar uno de ellos en
el despegue en junio de 2015 causando la paralización de vuelos de toda la
flota. Aunque sean aviones antiguos y a pesar de que estén entrando en su
segundo siglo de uso la estampa de estos enormes cuatrimotores rusos sobre el
Atlántico escoltados por cazas occidentales seguirá apareciendo en nuestros
telediarios en el futuro inmediato.
Fuente: https://www.elconfidencial.com