5 de enero de 2019
COMO SE ENSAYA UN COMBATE AÉREO
La escuadra aérea de bombardeo se ha adelantado en
Alemania. Las dotaciones de las fortalezas volantes y de los Liberators llevan
puestas caretas de oxígeno. Vuelan los enormes aviones a gran altura, 7300
metros, bajo el tenue dosel formado por la estela de vapor que van dejando los
Thunderbolts y Lightnings de la escolta. Ya casi avistan el blanco: fábricas
que los alemanes habrán de defender a toda costa, pues, destruidas ellas, no contarían,
en cantidad adecuada, con el armamento que necesitaban oponer a la inminente
invasión de los ejércitos aliados.
Aparece ahora la Luftwaffe, pronta a disputar a la
escuadra atacante el dominio del aire. Lanza contra ella los cazas que
concentró, llamándolos de toda la Europa sometida al yugo alemán. Esta vez, la
fuerza aérea del Reich ensaya una nueva táctica, con la cual espera
desconcertar al adversario. La escuadrilla que vuela más alto ataca a los
aviones de la escolta. Otra, se echa, por arriba y de frente, sobre los de
bombardeo. Simultáneamente, un enjambre de aviones lanzacohetes, embiste en
formación cerrada, como la de una columna de infantería. Ya casi encima de los
aviones de bombardeo, se abre en dos alas, para concentrar sobre ellos el fuego
de sus cohetes.
La novedad del procedimiento corre parejas con lo
rápido de la ejecución y lo eficaz del efecto. Cuando la escuadra, cumplida su
misión de destruir las fábricas, emprende la retirada, faltan de ella 60
grandes aviones de bombardeo y los 600 hombres, perfectamente instruidos, de
sus dotaciones; pérdida debida en gran parte a lo inadecuado de su formación de
combate.
Era preciso dar con el modo de contrarrestar, en
futuros ataques, la nueva táctica. Pero los ensayos encaminados a lograrlo no
podían hacerse con las dotaciones en campaña, harto fatigadas para pedirles que
emplearan en simulacros de combate las horas francas. Así pues, al anochecer de
ese mismo día, volaban sobre el Atlántico, rumbo a la Florida, dos de los
pilotos de las fortalezas aéreas. Su destino era el Centro Táctico de Aviación
del Ejército norteamericano.
En el AAFTAC, como generalmente lo llamaban, se ha
dado cita un grupo de veteranos que, además de conocer a fondo la guerra aérea,
eran hombres de gran inventiva. La misión de este grupo era salirle de continuo
al paso al enemigo, ya anticipándose, para contrarrestarlos, a sus planes; ya
ideando aviones y armas y procedimientos de combate superiores a los que él
emplea. Cuenta el AAFTAC con una fuerza completa de aviación que, estando
dotada de los medios ofensivos y defensivos imaginables, le permitía poner a
prueba cuanto nuevo medio de atacar o de resistir al enemigo se le ocurriera.
Sea cual fuere el lugar donde surjiera algo
inesperado o imprevisto en materia de aviación militar, no pasaban muchas horas
sin que los técnicos del AAFTAC se hallaran ya estudiando la nueva situación
con testigos oculares traídos directamente en avión del campo de batalla. El
modo como se ha conseguido frustrar la nueva táctica nazi es un ejemplo notable
de los grandes servicios que el AAFTAC prestaba a las fuerzas aéreas de los
Estados Unidos en todos los frentes.
Veinticuatro horas después de haber empleado la
Luftwaffe aquella táctica sorpresiva, los dos pilotos de las fortalezas
volantes habían aterrizado en la Florida, donde daban cuenta detallada del
combate en que tomaron parte. Esa misma noche, el AAFTAC preparaba las
directivas del simulacro que efectuarán al día siguiente sus aviones de
bombardeo. Junto con las directivas del simulacro, los comandantes de los
aviones recibirán copia exacta de las que, cuarenta y ocho horas antes, se
habían dado a los de los aviones que llevaron a cabo el ataque a Alemania. En
la ruta que deben seguir, escuadrillas de cazas, a las cuales está
ejercitándose ya en ello, simularán, con todos sus pormenores, la nueva táctica
empleada por la Luftwaffe en aquel combate.
Ya han despegado los aviones de bombardeo. Conforme
a lo dispuesto, los cazas lanzan contra ellos. Unos y otros siguen, así en las
formaciones como en los procedimientos de combate, la pauta que les trazó la
acción empeñada entre norteamericanos y alemanes. Las cámaras cinematográficas
tomaban la película del simulacro. El director del AAFTAC seguía con mirada
atenta todas sus fases.
En cuanto terminaba el simulacro, empezaba la
crítica. Hora tras hora, se estudiaba y analizaba aquella acción de guerra
fingida tan a lo vivo. Unas veces se hacía teniéndola a la vista en la pantalla
de la sala de proyección; otras, y las más, viendo a los pesados aviones de
bombardeo que, volando a gran altura, repetían pacientemente esas evoluciones
que, según sean o no acertados, comportarán la victoria o la derrota en
venideros encuentros con el enemigo.
La maniobra es rápida y peligrosa. Cuando
Thunderbolts y Mustangs se lanzaban a toda máquina a interceptar a los aviones
de bombardeo, la velocidad combinada de los atacantes y contraatacantes pasaba
de 700 millas por hora. En determinados momentos, una escuadrilla de cazas,
precipitándose de frente contra la cerrada formación de aviones de bombardeo,
pasaba, volando con las alas casi en línea vertical, por entre los estrechos
intervalos que hay entre fortaleza y fortaleza.
Al fin se encontraba la solución del problema. Se
ideaban nuevas maniobras que neutralizan el ataque de los cazas
"enemigos" por medio de una cortina circular de balas de las
ametralladoras fotográficas. La solución se comunicaba por radio a Inglaterra.
Allí se ensayaba varias veces, antes de someterla a la prueba decisiva del
combate. Mañana será la Luftwaffe la que sufra las costosas consecuencias de
una gran sorpresa.
Lo que acaba de exponerse dará idea de los
procedimientos que seguía el AAFTAC para la resolución de los innumerables
problemas que surgían en todos los frentes de la guerra. En un extremo del
polígono de pruebas de Centro, sus ingenieros hacían una reproducción exacta y
completa de los fortines japoneses de Tarawa, que causaron a la infantería de
marina de los Estados Unidos el mayor número de bajas que ha sufrido en una
sola acción. Se reprodujeron punto por punto los movimientos ejecutados por las
fuerzas norteamericanas en esa heroica embestida, para ver de reducir el número
de bajas en acciones análogas. Un día y otro día, los aviones de bombardeo
mayores y los medianos descendían en picado arrojado bombas incendiaras y
demoledoras sobre los invulnerables blancos, variando constantemente el modo y
los elementos de ataque. Los pilotos y artilleros de estos aviones, y los jefes
y oficiales de tierra que observaban y dirigían las operaciones, eran veteranos
traídos del Pacífico expresamente a reproducir este infierno y contribuir a la
preparación de nuevos desembarcos.
El procedimiento ha tenido un éxito asombroso. En
el primer desembarco de las fuerzas norteamericanas en las Gilbert, las bajas
ascendieron a 4000. En todas las operaciones de las islas Marshall, hubo 286
muertos y 1148 heridos.
Fue en las playas del AAFTAC donde se ensayaron los
desembarcos del Ejército norteamericano en Sicilia. Fue también cerca de esas
playas donde Elgin Eield ensayó la técnica de bombardeo, causa principal del
gran desastre de los japoneses en la batalla del mar de Bismarck, en la cual
perdieron 15000 hombres, 22 buques y 55 aviones, en tanto que las pérdidas de
los aliados no pasaron de tres aeroplanos.
Cuando el alto mando norteamericano resolvió
destruir una gran fábrica alemana de aluminio, los aviones de bombardeo del
AAFTAC hallaron experimentalmente el sistema de ataque más conveniente. Tomando
por blanco varias fábricas norteamericanas de aluminio, algunas de ellas
situadas a 1600 kilómetros del Centro Táctico, enviaron fortalezas volantes y
Liberators a simular un bombardeo. Los aviones iban provistos de ingeniosos
instrumentos que registraban con exactitud los lugares en que habrían caído las
bombas.
Después de cada simulacro, los directores de las
fábricas hacían las indicaciones que les parezcan necesarias para conseguir la
máxima efectividad del bombardeo. Cuando se dio con el sistema que parecía más
eficaz, se enviaron a Inglaterra varios de los pilotos y artilleros que habían
tomado parte en los simulacros. Un mes después, estaba destruida la mayor
fábrica de aluminio de Europa.
El AAFTAC y sus dependencias ocupan una superficie
poco más o menos igual a la de Sicilia. Hay un gran aeródromo principal y 22
auxiliares. Además de los problemas tácticas, se ensayan muchos proyectos de
aviación. Para todos los experimentos, se emplean dotaciones de aeroplanos en
servicio, las cuales se turnan. El jefe de todo el grupo de combate del cuerpo
de aviación de los Estados Unidos envió sus subalternos principales a
perfeccionarse en el AAFTAC antes de partir para el frente. En el centro
presenciaron, ejecutadas vívidamente y con todos sus pormenores, las
evoluciones y operaciones de combate, con los últimos adelantos en artillería,
miras de bombardeo, etc., y además se ejercitaban en ellas. Miles de jóvenes
adquieren hoy, a cambio de trabajo fuerte, la experiencia que hasta hace poco
más de un año no podía adquirirse sino en reñidas acciones aéreas, con pérdida
de vidas.
El personal destacado en el AAFTAC hace en sus
aviones largos viajes a las Antillas, a México, a Sudamérica. A veces aterrizan
en una selva, se repostan de gasolina depositada allí previamente en barriles
de acero, duermen en sus aviones y despegan al amanecer. Todo como tendrán que
hacerlo algún da en las islas del Pacífico. En su base de la Florida viven en
trincheras y carpas dispersas por los bosques y camufladas en forma que las
hace invisibles desde un avión.
Los jefes del AAFTAC no pecan de rigurosos en las
minucias del reglamento. El joven aviador que traza en la arena un dibujo para
explicar alguna maniobra a los atentos tripulantes de un avión de bombardeo
quizá tenga la camisa desabotonada y no lleve corbata, y hasta haya olvidado
afeitarse esa mañana. Sin embargo, ese oficial de aspecto tan desalineado es el
mismo al cual veremos en el cuartel general o en el estado mayor, ostentando la
medalla de honor del Congreso, y algunas condecoraciones más, que ganó por
haber derribado Zeros y hundido barcos y ganado combates.
El aeródromo principal de aviones de bombardeo del
AAFTAC dista 32 kilómetros del pueblo más cercano. En él no se admiten
visitantes. Se da por sentado que todo curioso que se aproxime a hurtadillas es
japonés o alemán. Los centinelas tienen orden de hacer fuego sin dar el alto.
Los aeródromos del centro, así los de aviones de
bombardeo como los de aviones de combate, están sometidos constantemente a los
ataques simulados de escuadrillas de bombarderos de todo el sudeste de los
Estados Unidos. No son lugares apropiados para descansar. Un veterano del 8º
Cuerpo de Aviación que pasó en el centro varios días, declaró que prefería
volver al frente, donde la vida era más sosegada.
Por el carácter extremadamente práctico de sus
funciones y por los excelentes resultados que produce, de valor práctico
también, el AAFTAC disfruta ya de gran predicamento en las esferas superiores
del mando. No hay duda de que después de la guerra, muchos organismos militares
de valor transitorio desaparecerán. El AAFTAC quedará como la gran Escuela
Superior de Guerra de los Estados Unidos.
Fuente: https://www.lasegundaguerra.com