19 de noviembre de 2018
CÓMO LA GUERRA AÉREA SOBRE COREA SE CONVIRTIÓ EN UN BAÑO DE SANGRE PARA OCCIDENTE
Por Rakesh Krishnan SIMHA
En octubre de 1951 tuvo lugar una de las mayores
batallas aéreas de la historia entre aviones soviéticos y estadounidenses. En
aquella épica batalla los MiGs rusos fueron capaces de destruir gran cantidad
de bombarderos estadounidenses.
La niebla de la guerra provoca afirmaciones de todo
tipo. Con el tiempo los historiadores militares son capaces de estudiar en
material desclasificado de las partes implicadas en el conflicto y hacerse una
imagen más realista de lo que realmente ocurrió. La guerra de Corea de 1950-53
fue única porque la mayoría de los combates aéreos fueron entre pilotos
soviéticos y estadounidenses. El conflicto también es destacable por las
ridículas reclamaciones de EEUU durante y después del conflicto.
En las publicaciones occidentales de los años 60
los estadounidenses afirmaban que la ratio de cazas MiG derribados respecto a
los otros aviones era de 1:14, es decir, que por cada avión australiano,
británico o estadounidense eliminado la URSS perdía 14 aparatos. Durante las
dos décadas siguientes, una vez pasada la histeria bélica, la ratio descendió
hasta 1:10.
Aunque cuando los rusos desclasificaron sus
archivos al final de la Guerra Fría los expilotos soviéticos pudieron presentar
su parte de la historia. Serguéi Kramarenko, un antiguo piloto soviético
escribe que para los investigadores occidentales más realistas “la ratio de
cazas derribados en los enfrentamientos entre fuerzas soviéticas y
estadounidenses fue cercano al 1:1”.
Aunque incluso esta paridad aceptada por algunos
occidentales no está cerca de la verdad. La guerra aérea el Corea supuso un
baño de sangre para las fuerzas occidentales. Se trata de una historia bien
ocultada por varias razones: orgullo, prestigio y la tradicional resistencia
occidental para aceptar que los rusos habían ganado. Y por un amplio margen,
además.
Los rusos se apresuran a ir a Corea
Stalin no tenía la intención de entrar en la guerra
de Corea. La Segunda Guerra Mundial estaba todavía muy presente en la memoria y
Moscú no quería otro conflicto con Occidente que desembocara en una guerra
global. Al principio fue solamente China la que apoyó a los norcoreanos,
mientras los ejércitos occidentales, nominalmente bajo el mandato de la ONU,
amenazaban con invadir toda la península. Tras ver las capacidades de los
pilotos chinos Stalin tomó la decisión de implicar a las fuerzas aéreas
soviéticas en la guerra.
Aunque para mantener esa implicación en secreto
Stalin impuso ciertas limitaciones a los pilotos. Solo podrían volar bajo las
marcas identificadoras de las fuerzas aéreas del ejército de la República
Popular China o de las norcoreanas. En segundo lugar, en el aire solo podían
comunicarse en mandarín o coreano y el ruso estaba prohibido. Finalmente, los
pilotos rusos no iban a acercarse, bajo ninguna circunstancia, al paralelo 38, la
frontera entre las dos Coreas, o a la costa. Esta medida pretendía que no
fueran capturados por los estadounidenses.
Esta última restricción era la más frustrante. Los
pilotos rusos no podían perseguir a los aviones enemigos y como el momento en
el que más vulnerables son los aviones enemigos es cuando están huyendo, porque
se les ha acabado la munición, porque les falta combustible o porque tienen un
problema técnico, los soviéticos no pudieron hacer ataques más fáciles. Cientos
de pilotos occidentales pudieron escapar a Corea del Sur porque los rusos se
daban la vuelta cuando se aproximaban a la costa o a la frontera.
A pesar de estas limitaciones los rusos ganaron la
batalla. Según Karamarenko, durante los 32 meses que estuvieron en Corea,
derribaron 1250 aviones enemigos. “Las fuerzas de artillería antiaérea acabaron
con 153 aviones mientras que los pilotos lo hicieron con 1097”, escribe. En
comparación, los soviéticos perdieron 319 aparatos MiG y Lavochkin La-11.
Karamarenko añade: “Estábamos seguros de que los
pilotos habían derribado más de los 1097 acreditados porque muchos cayeron al
agua o se estrellaron al aterrizar en Corea del Sur”.
Preludio del Martes Negro
Durante la guerra de Corea tuvieron lugar algunos
de los combates aéreos más apasionantes de la historia. Gran parte de la acción
se desarrolló en el Callejón de los MiG, que es el nombre que los pilotos
occidentales dieron a la parte noroccidental de Corea del Norte, en la
desembocadura del río Yalu. Fue aquí donde se desarrolló la primera batalla a
gran escala entre jets, entre los rusos MiG-15 y EE UU F-86 Sabre.
El caza soviético MiG-15 atacado por el F-86 Sabre
estadounidense sobre Corea en 1952-53.
Octubre de 1951 fue un punto de inflexión en la
guerra. Las fuerzas de reconocimiento aéreo de EEUU divisaron la construcción
de 18 aeródromos en Corea del Norte. El mayor de ellos estaba en Naamsi, con
pistas de aterrizaje de cemento.
Los historiadores Yuri Sutiaguin e Ígor Seido
explican detalladamente en su libro Amenaza MiG sobre Corea las implicaciones
de este programa de expansión de las pistas de aterrizaje. “Situados en el
interior del territorio de Corea del Norte permitirían el traslado de unidades
de MiG-15, lo que habría expandido el área de operaciones de estos peligrosos
jets y habría puesto en peligro la operación de las fuerzas de la ONU. En caso
de que el llamado Callejón de los MiG se hubiera extendido hasta el paralelo 38
habría expuesto a las tropas terrestres de la ONU a continuos ataques aéreos”.
El 23 de octubre de 1951, conocido como el Martes
Negro, las fuerzas aéreas occidentales reunieron una gran armada de 200 cazas,
F-86 Sabres, F-84, F-80 y de cazas británicos Gloster Meteor IV, y cerca de dos
docenas de bombarderos B-29 Superfortress, el mismo tipo que lanzó las bombas
atómicas sobre Japón. La misión de este ataque concentrado era interrumpir el
suministro a las fuerzas coreanas y chinas y dejar fuera de combate las bases
de Naamsi y Taechon en Corea del Norte.
Los aviones F-86F volando sobre Corea en el año
1953.
Para contrarrestar esta amenaza los rusos
organizaron dos divisiones aéreas. La 303 con 58 MiG-15 que formaron el primer
escuadrón y estaba encargado de atacar el primer grupo de bombarderos y cazas
enemigos. La división 324 contaba con 26 MiG-15; tenía el cometido de reforzar
la batalla y cubrir a la 303 al salir de la lucha.
En busca de los grandes
La estrategia rusa consistía en ignorar los cazas de
escolta y tratar de atacar directamente a los Superfortress, que eran más
lentos. En su camino se cruzaron con un grupo de Meteors británicos, más lentos
que ellos. Estuvieron tentados a atacarlos, pero el Comandante Nikolái Vólkov
les dijo: “Vamos en busca de los grandes”.
Como si fueran orcas rodeando y devorando a su
presa los MiG fueron a por las formaciones de B-29. Los rusos afirmaron que
habían destruido diez de ellos, lo que supone el mayor porcentaje de
bombarderos que EEUU ha perdido jamás en una misión, mientras que perdieron un
MiG. Sin embargo, Kramarenko afirma que había pilotos que hablaban de 20
bombarderos B-29 derribados en la semana del 22 al 27 de octubre. Además, EE UU
perdió cuatro F-84.
Los estadounidenses reconocieron el derribo de tres
bombarderos en el aire, mientras que otros cinco y un F-84 fueron severamente
averiados.
El comandante Lev Shchukin recuerda el Martes
Negro: “Estaban tratando de intimidarnos. Quizá pensaron que nos iban a dar
miedo con su cantidad y que íbamos a huir, pero en vez de eso, nos encontramos
con ellos y nos enfrentamos”.
Queda claro que estos rusos habían interiorizado lo
que decía Serguéi Dolgushin, piloto que contó con 24 victorias en la Segunda
Guerra Mundial, para ser un piloto de éxito: “Un amor por la caza y un gran
deseo por ser el triunfador”.
Los rusos apodaron a los B-29 “Chabolas voladoras”
porque ardían fácilmente.
El antiguo piloto estadounidense Earl McGill escribe
en el libro Martes Negro sobre el Namsi: los B-29 contra los MiG:
“En porcentaje, el Martes Negro supone la mayor
pérdida en una misión de combate de EEUU, y el trozo de cielo llamado Callejón
de los MiG quizá siga siendo el escenario de la mayor batalla aérea de todos
los tiempos”.
Impacto en la moral de EEUU
Esta batalla cambió para siempre el comportamiento
de las fuerzas aéreas de EEUU en los bombardeos estratégicos. Los B-29 dejaron
de hacer salidas de día al Callejón de los MiG. Los pueblos de Corea del Norte
dejaron de ser bombardeados en alfombra por los estadounidenses. Miles de
civiles quedaron fuera de la línea de fuego.
MiG-15 virando para atacar un B-29 en el año 1951.
Lo que es más importante, la destreza y la valentía
de los pilotos rusos previnieron una nueva guerra mundial. Kramarenko explica:
“El B-29 era un bombardero estratégico, en otras palabras, porteador de bombas
atómicas. En un Tercera Guerra Mundial, y estábamos al borde, estos bombarderos
tenían la misión de bombardear la URSS con bombas atómicas. En este momento
esos grandes aviones se veían sin defensas contra los jets, y eran inferiores a
ellos en velocidad y armamento”.
Ninguno de los B-29 tenía la posibilidad de volar
más de 100 km dentro de la URSS sin que fuera detectado. “Se puede decir que
los soldados soviéticos que lucharon en Corea y causaron tantos perjuicios a la
flota de bombarderos del enemigo, ahuyentaron la amenaza de una Tercera Guerra
Mundial, una guerra nuclear, durante mucho tiempo”, explica Kramarenko.
Pocos días después del Martes Negro, McGill se
sentó en el asiento del copiloto del B-29 en la base de Okinawa, esperando la
orden para ir al Callejón de los MiG. La tripulación estaba en silencio, les
parecía que se enfrentaban a una destrucción segura, cuando les dijeron que la
misión se cancelaba.
McGill explica sus sentimientos dentro del avión:
“Esos minutos antes del alivio sentí lo que era el miedo como nunca antes lo
había experimento hasta ese momento”.
Fuente: https://es.rbth.com