Por Exequiel MARTÍNEZ
En el año 1968, la Base Aérea Militar Matienzo, en
el Sector Antártico argentino, es declarada en emergencia. Su situación era crítica ya
que el rompehielos no había podido llegar, por dos años consecutivos, con los
abastecimientos.
La única Base de la FAA en la Antártida estaba en
situación crítica con alimentos agotados y casi sin combustible para hacer
funcionar los equipos de radio y calefacción. Lejos de la barrera y con
profundas grietas era imposible el abastecimiento normal.
El alto mando buscaba afanosamente la forma de solucionar este grave problema. Hasta que a alguien se le ocurrió el empleo del helicóptero. Los conocidos hasta entonces Sikorsky S-55 no podían hacerlo, afortunadamente dos de los modernos helicópteros a reacción Bell UH-1H habían sido recientemente adquiridos por la FAA.
El buque demoró siete días más de lo previsto en
llegar y las fechas de regreso eran inamovibles. De los diez días otorgados para
una operación normal solo quedaban tres. Solo quedaba el tiempo para levantar
la Base trayendo a la gente.
El Comandante Olezza tenía solo dos pilotos
experimentados y dos novatos que todavía no habían hecho el vuelo solo y dos
helicópteros. Lo normal era que volaran un piloto de comandante con un alumno
de copiloto, por turno. Para ello se necesitaban cuatro comandantes y cuatro
copilotos para poder rotarse en dos turnos en cada uno de los dos helicópteros,
pero esa cifra no existía en la FAA cuando Matienzo entró en emergencia. ¡No había
4 tripulaciones!, solo había dos comandantes y dos alumnos que habían recibido
muy poca instrucción en vuelo y ni siquiera habían hecho el vuelo solo. Conformaban
dos tripulaciones, una sola tripulación por helicóptero y no permitía relevos. Las
opciones para cumplir las tareas eran: cuatro comandantes con cuatro copilotos,
o cuatro comandantes volando sin copilotos en dos turnos en los dos
helicópteros.
Dos comandantes había, pero el problema era que
Ciaschini y yo que aún no habíamos volado solos, debido a que en el apuro no
hubo tiempo de darnos la instrucción requerida y hacerlo durante esa operación
era peligroso.
Olezza tomó una medida original: “Que los veteranos
se turnen y los novatos salgan los dos juntos sin relevo hasta el final”. No
habría “vuelo solo normal”, habría “vuelo solo acompañado” e iba a durar mucho
tiempo. Como estábamos a la mitad de la experiencia cada uno, él consideró que entre
los dos hacíamos uno e iba a ser difícil que nos durmiéramos por cansancio los
dos juntos. Uno siempre iba a estar despierto
Uno de nosotros iba de piloto y el otro de
copiloto, al regreso cambiábamos de posición, el que había ido de piloto regresaba
de copiloto. Ese era el único cambio que nos permitíamos. Volamos todo el
tiempo, solo interrumpidos durante muy pocos minutos por las cargas de
combustible y suministros. No se detenía el motor. Se cargaba y despegábamos
juntos y en el traslado uno de nosotros dormitaba mientras el otro volaba.
Ciaschini dormía algunos minutos de ida, aterrizábamos juntos y yo dormía los
minutos de regreso.
El jefe del COCOANTAR, oficial de la Armada, máxima
autoridad del Componente Antártico, daba por hecho que íbamos a evacuar la base
y Olezza le había dicho que esos vuelos eran para dejar en el lugar un poco de
carga y no traerla de regreso al continente.
Cuando pasaron cuatro horas de vuelo el COCOANTAR
le preguntó a Olezza cuando descansaríamos. Hizo la misma pregunta a las seis
horas y luego a las ocho horas, su preocupación era lógica, podía producirse un
accidente, con gente normal, pero nosotros no éramos normales. El marino no
podía ordenarle a Olezza detener la operación. La orden tenía que ser requerida
al Comando en Jefe de la FAA y , a su vez, este cursársela a Olezza, pero no
eso no ocurrió, es que si parábamos de volr perdíamos la Base Matienzo. ¡Eso
nunca!
A las diez horas ya había grandes discusiones.
Olezza siempre respondía que era nuestra responsabilidad.
…..“Y nos dieron las diez” y las veinte y las veinticinco…
increíble… las alas rotatorias no paraban y nos dieron las treinta …. Ciaschini
asegura que en total fueron treinta y siete horas, yo perdí la cuenta.
Cuando terminamos la operación, no recuerdo como
llegué desde la barrera a mi camarote, caminé y subí dormido como un sonámbulo.
Mi vuelo “solo” en el UH-1H duró treinta o treinta
y siete horas y fue acompañado.
Gran sorpresa, ¡la Misión había sida cumplida!, habíamos
abastecido Matienzo, la Fuerza Aérea Argentina no levantaba su Base. Con
Ciaschini habíamos probado nuestra resistencia en una operación ininterrumpida
durante más de treinta horas de vuelo y muchas más de operación, sumando los
tiempos de carga de víveres, personal y combustible, sin descanso. Pudimos
hacerlo antes de la fecha de partida. Había que terminar antes del día 25. El
24 llevamos casi toda la carga, 170 de 200 toneladas y terminamos la operación
haciendo el último vuelo con el relevo de la dotación de la Base Matienzo.
Cuando bajé de la cabina se me escapó un ¡¡¡Viva la
Patria... carajo¡¡¡
Pero esta operación solo era posible con jefes como
el Vicecomodoro Olezza, porque nos permitió operar fuera de límites, confiando
en nuestra capacidad de superar los enormes obstáculos. Pudimos operar fuera de
límites porque él era un fuera de límites nuestro; gozaba de gran prestigio no
solo por su experiencia antártica con los DC-3 sino por su extraordinaria
personalidad como conductor. Era uno de esos jefes a quien sus subalternos siguen
hasta el fin del mundo y justamente hacia allí nos habíamos dirigido.
Cuando regresamos se realizó una formación en la
Primera Brigada Aérea del Palomar donde el Comandante de Operaciones nos
felicitó, dándonos un apretón de mano a cada uno, por el éxito de la misión y particularmente
a Ciaschini y a mí por el inédito esfuerzo hecho en un vuelo solo de
helicóptero único en la historia de la FAA de más de treinta horas.
Nómina de tripulantes
Primer Teniente Enrique
PESSANA
Primer Teniente Alberto
ZEOLI
Teniente Exequiel MARTÍNEZ
Teniente Ricardo CIASCHINI
Suboficial Mayor César
ACEBAL
Cabo Principal Carlos Mario CUADRADO
Cabo Primero Juan DERIU
Cabo Primero Adolfo Germán HIDEN
Cabo Juan BALLESTEROS
Con este retrato, Comandante, te rindo mi homenaje
y mi recuerdo tratando de reflejar tu inmenso carisma y tu nobleza sin par.