12 de noviembre de 2018
LAS HEROICAS HISTORIAS DE LOS ARGENTINOS QUE LUCHARON EN LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL
Por Claudio MEUNIER REUS
Foto tomada en 1916 muestra a los soldados
franceses moviéndose en ataque desde su trinchera durante la batalla de Verdun,
durante la primera guerra mundial
Los portones de hierro en el pequeño pueblo de
Alzonne, Francia, crujen empujados por las manos de sus moradores. La sinfonía
desacompasada de los chirriantes sonidos, se mezclan con las voces de los
vecinos. Nerviosos y desconcertados, propagan la noticia ganando las calles. La
quemada viva de Rouen, Juana de Arco, la Virgen María y el Arcángel Miguel se
han aparecido a tres niños en un barranco sobre el arroyo Fresquel para ser
escuchados.
Los pobladores, en silencio caminan entre los
senderos del arroyo bajo las arboledas de generosos Álamos que aprisionan el
cauce del arroyo ofreciendo alivio a cualquier bañista en el tórrido y pesado
verano que atraviesa el suelo francés. Los niños corren a través de las
callejuelas empedradas, otros sortean los alambres de campo, mojan sus pies
desnudos y luego corren entre los trigales sesgados para llegar al lugar de los
hechos.
Algunos ancianos, simples curiosos ante el rumor de
lo que acontece, abandonan sus sillas en el único café del pueblo y fumando sus
pipas se aventuran como los demás por los senderos atravesando barreras de
cañas para observar la autenticidad de los hechos. Desde el puente que cruza el
arroyo algunos observan la aparición.
¿Es Juana de Arco? Un espectro brillante
translucido monta a caballo con una lanza en alto y sostiene un estandarte al
viento observando en silencio a los niños. Promete volver a fines de ese mes,
julio de 1913 y dejarles un mensaje de advertencia al pueblo francés anunciando
la dura prueba que Francia va a sufrir.
Protestantes, católicos, supersticiosos, patriotas,
no creyentes y videntes, acuden al lugar refugiándose bajo los álamos que
bordean el Fresquel esperando una nueva aparición pero, nada ocurre.
Las autoridades eclesiásticas ante el desborde
humano intervienen, la opinión pública debate sobre el tema, los diarios envían
sus cronistas al pueblo de Alzonne para observar los milagros y tratar de
reportear a la santa guerrera. Nadie logra su cometido. Juana de Arco no
aparece y sorprende a todos como en su primera aparición. Las voces propalan
que es un fraude, niños engañados por fuerzas demoniacas.
Mientras se intensifican las discusiones, la
doncella de Francia, Juana de Arco, aparece ante los niños por última vez el 28
de julio de 1913. El tiempo queda detenido en el lugar, una sensación de vacío
y perfume a rosas invade la zona de la aparición. Juana dirige su mirada a los
niños, luego alza su vista y observa a todos aquellos que se hallan congregados
para dejar su mensaje; hijos de Francia, preparaos para el cruel destino que
les espera. Juana desaparece, dejando el lugar rodeado de santidad.
Los niños no entienden, pero los adultos sí y se
empeñan en negarlo. Un año después ese mismo 28 de julio, pero de 1914, el
pueblo de Alzonne se conmociona, la noticia confirma la aparición del año
anterior. Francia le declara la guerra al Imperio Alemania ingresando en la
mayor carnicería humana y animal del siglo XX con diez millones de muertos,
veinte millones de soldados heridos y siete millones de civiles muertos.
Paul Dougall, Teniente del Segundo Regimiento a
Caballos del Rey de Inglaterra se encontraba en el fondo de su trinchera, bajo
la noche estrellada, las bengalas lanzadas al cielo iluminaban la tierra de
nadie para descubrir a las tropas zapadoras cortando las alambradas de púa,
pues en el amanecer durante los avances la infantería necesitaría de esos
senderos abiertos. Un compañero suyo grito en español hacia las trincheras
alemanas:
¿Cuándo va a terminar esta maldita guerra?
Del otro lado el alemán en el mismo idioma
contesto:
¡Cuando lleguemos a Londres la puta que te pario!
Teniente Dougall, voluntario argentino durante la
Primera Guerra Mundial con el Segundo Regimiento británico a caballo del Rey
Eduardo
Dougall quedo sorprendido bajo la helada lluvia que
lo congelaba hasta la medula, sus botas yacían enterradas hasta los tobillos,
en esos días celebró su milagro más grande, estar vivo con 28 años de edad en
una trinchera a doscientos metros de la línea enemiga con balas silbando apenas
unos centímetros por encima de su cabeza y los proyectiles de artillería
propios volando en las alturas escupiendo su fuego y trayendo su silbido de
muerte. Esos proyectiles llamados bombas de alto impacto generaban soplidos
violentos, Dougall temió de ellos al creer que ese soplido podría arrancarle el
cuero cabelludo. Sobrevivió dirigiendo a su tropa, exponiéndose en los avances,
las balas picaron cientos de veces alrededor suyo sin tocarlo hasta que la
muerte disgustada se esforzó en llevárselo.
Durante un duelo de artillería, Dougall observo en
su puesto como los proyectiles de las baterías pesadas caían sobre el enemigo,
sus ojos jamás pudieron olvidar esa masacre. Las barricadas y trozos de
trinchera se elevaban en el aire mezclado con barro y cuerpos humanos que
salían despedidos a centenares de metros.
Hacia el final del bombardeo Dougall escuchó un
ruido en el cielo, parecía un tren a toda velocidad, supo que era un proyectil
de alto poder, quiso cubrirse pero el proyectil llego antes. Una explosión
indescriptible lo noqueo, el impacto fue terrorífico, Paul Dougall alcanzo a
pensar que el proyectil le había arrancado la cabeza, el rifle voló de sus manos,
pensó en que ese era el final y luego perdió el conocimiento. Escuchó voces en
la lejanía, descubrió que era su tropa desenterrándolo, poco después emergía y
su instinto le dijo que debía agradecer a Dios. Escapar de algo así era obra de
un milagro. Dougall siguió siendo cuidado por una fuerza desconocida, en su
regimiento, él era uno de los pocos sobrevivientes originales tras cuatro años
de carnicería.
En el último año de la guerra, un piloto de combate
oraba a bordo de su pequeño avión a la Virgen María cuando su muerte parecía
inevitable. "¡Virgencita ayúdame! que mi muerte sea rápida", exclamó
para sí mismo en la pequeña cabina de su avión Luis Eduardo Capparucci. Ese 30
de octubre el escuadrón 78 de caza fue llamado para realizar un vuelo ofensivo
sobre la llanura de San Fior en poder de los austriacos, Capparucci, nacido el
13 de marzo de 1895 en Rafaela, Santa fe, Argentina fue uno de los pilotos
elegidos para la misión.
Luis Eduardo Capparucci, voluntario argentino en la
Fuerza Aérea Italiana montado sobre un Hanriot de su escuadrón, número 78,
retratándose para probar ante la superioridad su regreso en el avión Oreste
Codeghini (en la cabina) luego de ser abatido por fuego austríaco
Cuando los pequeños biplanos Hanriot de color
metalizado con unas espadas azules pintadas en su fuselaje arribaron al área
fueron presa del fuego antiaéreo austriaco. Capparucci fue sorprendido por una
explosión que lo sacudió en forma violenta dentro de su cabina. De Inmediato,
el motor comenzó a ratear lanzando una columna de humo viscoso por el cielo
escribiendo su destino final. Capparucci supo que los austriacos le habían
dado, su avión sería presa de las llamas y su destino era uno solo, morir
carbonizado en la cabina, pues ellos no utilizaban paracaídas, solo un milagro
lo traería de vuelta a casa.
Oreste Codeghini, otro de los pilotos que volaba al
lado suyo observo la escena tras sus enormes antiparras sin llamarle la
atención, la muerte reclamaba todo el tiempo y parecía que el ticket de ese día
era de Capparucci, su turno había llegado. El santafesino comenzó a retrasarse,
el motor lanzo su último estertor de vida con una corta explosión y se detuvo
la hélice.
En tierra los austriacos festejaban el fin de ese
avión italiano y trataban de derribar al de Codeghini, las tropas abrieron
fuego sobre ellos para rematarlos con fusiles, ametralladoras y cañones
mientras volaban a 100 metros de altura. El humo comenzó a entrometerse dentro
de la cabina del piloto santafesino, el fuego aparecería en segundos.
Por suerte el suelo se acercaba, observó delante
suyo unas tierras aptas para aterrizar descubriendo que era el campo de San
Fior abandonado por la aviación austriaca. Le hizo señas a Codeghini que
trataría de aterrizar. Su compañero ganó altura, exponiéndose a las descargas
letales de plomo lanzadas contra él para atraer el fuego sobre sí mismo
mientras el santafesino se lanzaba sobre la pista y aterrizaba detrás de un
bosque en el perímetro del campo aéreo. Capparucci se deslizó sobre las flores
y tocó sobre esa pampa verde como una abeja lo hace en una flor. Luego se
desató el correaje de seguridad, saltó de la cabina y se alejó del avión a la
carrera. La Virgen parecía haberlo acompañado en este difícil trance que duró
segundos. Sin embargo, esto apenas comenzaba. Escuchó el motor del otro avión,
giró su cuello buscando a su amigo y observo a Codeghini aproximándose para
aterrizar.
Capparucci se detuvo observando la postal, unos
disparos rebotaron cerca suyo, era la infantería austriaca que no contenta con
haberlo derribado buscaba darle muerte. Correr y correr fue su única opción
mientras Codeghini aterrizaba con su motor en marcha. La pregunta era cómo
saldría de allí, en la cabina no existía lugar para dos, apenas entraba un solo
hombre de contextura menuda. El piloto argentino, salto sobre el fuselaje del
avión, detrás de la cabina de Codeghini y como si estuviera cabalgando sobre un
caballo presionó sus botas contra la tela del fuselaje y aferró sus manos a dos
parantes que sostenían las alas superiores, sin casco, sin paracaídas, sentado
fuera del avión, esperando no recibir un tiro enemigo y confiando en que la
Virgen no lo abandonara Capparucci vio alejarse el piso cuando su compañero
levanto vuelo. Minutos más tarde Codeghini llegaba a la base y enfrentaba un
problema, el aterrizaje tendría que ser suave, evitando que su camarada cayera.
Quienes se encontraban en tierra observaron el milagro, una persona abrazada al
avión fuera de este. La noticia de este hecho cundió por toda la base
extendiéndose a toda la Fuerza Aérea Italiana. Se les tomó una fotografía de
recuerdo a Codeghini y Capparucci en la forma que volvieron para recuerdo y registro
de este hecho sin precedentes en la guerra.
Paul Dougall tuvo un solo deseo al finalizar la
guerra, olvidar el día en que estaban preparados para ocupar posiciones
enemigas desde un sector desfavorable y sabían que sus horas de vida estaban
contadas. Sin embargo, la orden jamás llegó. Aunque dejó una marca dolorosa en
su vida.
En julio de 1948 escribió una carta desde El
Palacio de Tribunales en Buenos Aires y decía así:
"Estoy solo, las sucias paredes de la celda
parecen avanzar lentamente hacia mí, magnificando mi opresiva y humillante
soledad. La manta sobre el improvisado catre está infestada de piojos, lo que
me obliga a buscar descanso en el frio piso de cemento alisado. Tomo mi cabeza
con las manos, mis codos encuentran apoyo en las rodillas. ¿Qué hago acá?
Encarcelado por el gobierno argentino del presidente Perón, este país al que le
he dado todo, las imágenes vuelven a mí como fantasmas, otro calabozo en
Inglaterra durante la primera guerra, encerrado allí por increpar a un
suboficial inglés, esos eran gajes de oficio, pero lo de ahora es una
persecución política. Anti- argentino, es el mote que me han colocado, porque
así funciona este régimen, el aparato estatal apela a los mecanismos siniestros
de propaganda para intentar destruir mi virtud, ser opositor a este gobierno.
Soy argentino, nacido en el Tigre, clase 87 distrito militar 68, voluntario de
la Primera Guerra Mundial. Mi esposa es argentina nacida en San Fernando, mis
hijos son argentinos y mi padre es un escocés naturalizado que fue oficial de
la Armada Argentina, valiente integrante de la Campaña del Chaco en 1884. ¿Anti
argentino? Estoy acá porque soy el último broadcaster libre e independiente que
no entregó su alma ni su programación al régimen. Radio Excelsior es una obra
cultural y artística. La cabeza se me parte al medio, entre el hambre, el frio
y la rabia, no consigo dormir. Cierro mis ojos a ver si con la intimidad de la
oscuridad consigo un poco de paz".
Paul Dougall creó la era dorada de la radio en la
década de los años 30 y 40 junto a Jaime Yankelevich, Benjamin Gache y los
hermanos Del Ponte. Fue quien hizo famosa a Doña Petrona C de Gandulfo a través
de la radio. Su radio, su creación Radio Excelsior fue la última estación de
radio en ser expropiada por el régimen peronista en agosto de 1949. Paul
Dougall fue liberado, no volvió jamás a los medios, murió como una persona
anónima en su querida Buenos Aires.
Eduardo Capparucci sobrevivió a la contienda y se
convirtió en devoto de la Virgen de Loreto, Patrona de los aviadores. El 5 de
septiembre de 1922 se convirtió en el primer aviador en aterrizar en el nuevo
aeropuerto de Loreto.
El Capitán Vicente Almandos Almonacid, aviador
voluntario al servicio de Francia, pionero en el bombardeo nocturno y recordado
por su hidalguía y comportamiento en los combates aéreos con el enemigo
Volvió a su Argentina natal luego de la guerra,
pero su estadía duro poco. Un llamado desde el aeródromo de Loreto que
considero impostergable lo obligo a volver y pronto se convirtió en su piloto
instructor.
Capparucci fue galardonado con la medalla
conmemorativa de la guerra de 1915-1918 y cuatro campañas, medalla Aeronáutica
Militar, Cruz de Oro de servicio, Caballero de la Orden de la Corona de Italia
y Caballero de Vittorio Veneto así como la Medalla de Plata por consagrar con
valor sus dotes de soldado y piloto, audaz y valiente en la primera Guerra
Mundial.
Capparucci fue nombrado Instructor Profesional de
Pilotaje, realizo esta actividad hasta 1939 y luego comenzó a volar en la
fábrica italiana de aviación FIAT.
Capparucci ascendido a Teniente, fue asignado como
instructor de vuelo en Perugia en aviones Caproni 100. Quedó con el aeropuerto
de Perugia desarrollando diferentes tareas hasta el 8 de septiembre de 1943
cuando llegó el armisticio a la zona. Así concluyo la vida aventurera de
Capparucci con la aviación.
En 1955 fue ascendido a capitán en la reserva y en
1972 ascendido a Mayor título de honor. Pasó el resto de su vida en la familia
en Montecassiano y luego a Ancona donde dejo este mundo en 1980.
Juana de Arco no volvió a aparecer luego de la
guerra, pero otro ser apareció en un cerro de Pigue dejando un mensaje a una
persona, una fecha exacta, 1 de septiembre de 1939, el comienzo de la Segunda
Guerra Mundial, con veinte años de 19 años de anticipación, pero esa, es otra
historia.
Fuente: https://www.infobae.com