1 de noviembre de 2018
LA BRUTAL MASACRE DE INOCENTES EN LA IIGM: LA CARA SECRETA DE LOS BOMBARDEOS DE EEUU CONTRA LOS NAZIS
El bombardeo con la GBU-43/b sobre
Afganistán no es el primero perpetrado por los americanos. En la década de los
40, sus ataques indiscriminados sobre Alemania con la ayuda de la RAF ayudaron
a acabar con la guerra, pero también acabaron con la vida de multitud de
ciudadanos que nada tenían que ver con Hitler
Por Manuel P. VILLATORO
El mundo se quedó asombrado
cuando Estados Unidos informó de que había lanzado su
mayor bomba no atómica sobre Afganistán. El artefacto en sí,
llamado GBU-43/b Massive Ordnance
Air Blast Bomb (MOAB, en sus siglas en inglés) supuso una
demostración de fuerza contra Daesh por parte de Donald Trump.
Y es que, con sus diez toneladas
de peso, la “madre de
todas las bombas”, como es apodada, ha
demostrado que al gobierno norteamericano no le temblará el pulso a la hora de
hacer uso de toda su potencia explosiva. Sin embargo, no es la primera vez en
la historia que la Casa Blanca trata de solventar una contienda haciendo uso de
kilos y kilos de TNT.
Ejemplo de ello fue la Segunda
Guerra Mundial, el cénit en lo que a bombardeos se refiere. No en
vano, durante este conflicto Estados Unidos redujo a algunas ciudades como Hamburgo o Dresde a cenizas para acabar con
la resistencia de los hombres de Adolf
Hitler o, en su defecto, con la industria germana que, tornillo
a tornillo, construía carros de combate y aeroplanos para plantar cara a los
aliados en el frente.
A nivel práctico la cruel jugada
fue perfecta para los americanos, pues sus continuas misiones de bombardeo
obligaron a Albert
Speer, el ministro de armamento del Tercer Reich, a trasladar
decenas de fábricas hasta una red de túneles excavados bajo los Sudetes. Unos
corredores de 213.000 m3 y 58 kilómetros de carreteras para luchar contra los
explosivos que caían desde el cielo.
Los Aliados sobre Hamburgo
Uno de los bombardeos más
destacados de la Segunda Guerra
Mundial fue el que llevó a cabo el mando aliado sobre Hamburgo, al
norte de Alemania. La ciudad era de vital importancia por varias causas. Entre
ellas, la cantidad de fábricas que atesoraba y la existencia de un astillero de submarinos.
En el verano de 1943 se
estableció que el ataque se llevaría a cabo por sorpresa, y haciendo uso de un
curioso sistema de intercepción de radar llamado “Window”, señuelos de aluminio. A su vez, se determinó que sería un
bombardeo masivo. Un educado término que implicaba lanzar cuantas más bombas
mejor sobre el objetivo con la finalidad de reducirlo a cenizas.
Tal y como afirma el historiador
británico Paul Kennedy en
su obra “Ingenieros de la victoria. Los
hombres que cambiaron el destino de la Segunda Guerra Mundial”, los
bombardeos se enmarcaron dentro de la “Operación
Gomorra” y comenzaron entre el 23 y el 24 de julio de 1943.
La incursión inicial corrió a cargo
de la RAF británica, que atacó la ciudad con nada menos que 791 bombarderos. El
25 le tocó el turno a la fuerza aérea de los Estados Unidos. El resultado,
fueron varios meses de viajes de ida y vuelta acaecidos entre julio y noviembre
que se saldaron con la destrucción casi total de la ciudad. Fue uno de los
ataques desde el aire más letales de la Segunda Guerra Mundial. Algo similar, en
impacto psicológico, que lo sucedido recientemente en Afganistán.
Al final, los aliados
contaron 17000 salidas de
bombardeo y una ingente cantidad de bajas realizadas. “Unas 260 fábricas de Hamburgo fueron
borradas del mapa, y lo mismo ocurrió con 40000 casas y 275000 pisos, 2600 tiendas, 277 escuelas, 24 hospitales y
58 iglesias. Murieron alrededor de 46000 civiles”, añade el experto inglés en su obra. Este ataque
conmocionó sumamente a Alemania y, aunque se quiso minimizar en principio su
gravedad, el ministro de propaganda Joseph
Goebbels terminó calificando el suceso de un verdadero “desastre”.
Dresde
Tal y como desvela el famoso
periodista e historiador Jesús Hernández en
su obra “Las cien mejores anécdotas de la Segunda Guerra Mundial”, el bombardeo de la ciudad de Dresde, la capital de Sajonia, fue tan
cruel como desconcertante. Y es que, a día de hoy el por qué esta urbe fue
borrada del mapa por los aliados sigue siendo un tema que provoca discusiones
entre los historiadores. Con todo, la teoría más aceptada es que era “un importante nudo de comunicaciones y
contaba con una potente industria”. De hecho, el lugar ya había sido
objeto de otros ataques a lo largo de la contienda por ello.
Independientemente del objetivo,
el bombardeo de Dresde comenzó a las diez de la noche del 13 de febrero de 1945. Durante los
últimos estertores de la Segunda Guerra Mundial. “En esta primera oleada
participaron 245 cuatrimotores Avro Lancaster que arrojaron 800 toneladas de bombas”, explica
Hernández en su libro. Esa misma noche, una segunda oleada barrió la urbe. En
este caso, mediante una fuerza formada por 529 aparatos.
Una jornada después hicieron su
aparición las temibles fortalezas
volantes B17 norteamericanas. Unos aparatos equipados con una ingente
cantidad de ametralladoras y que eran apodados de esta guisa debido a que su
potencia de fuego y su forma de bombardear al enemigo, se apiñaban en grandes
formaciones de combate, les hacían ser un verdadero muro frente a los cazas
nazis.
Pila de cadáveres tras los
bombardeos de Dresde
En este caso, la USAAF aportó
casi cuatro centenares de estos
aparatos, cada uno de los cuales podía portar más de 4000 kilogramos en
explosivos. El 15, los aliados dieron la última pasada, terminando de destruir
Dresde. A día de hoy se desconoce el número exacto de bajas que se produjeron,
pero Hernández afirma que, entre civiles y soldados, pudieron fallecer más de 300000 personas, “casi el doble
de víctimas de las bombas de Hiroshima y
Nagasaky juntas”, en palabras
del experto.
Las cifras de explosivos lanzados
son analizadas por el historiador Andrew
Roberts en su libro “La
tormenta de la guerra”: “Las 2680 toneladas de bombas arrojadas arrasaron más de 33 kilómetros cuadrados de la ciudad,
y muchos de los muertos fueron mujeres, niños, ancianos y algunos de los cientos de miles de refugiados que
huían del Ejército Rojo, que se encontraba a menos de 100 kilómetros al este”.
Estos dejaron este mundo asfixiados, calcinados o cocidos, según determina el también
historiador Allan Mallinson en
uno de sus múltiples estudios sobre el tema. En palabras de Roberts, “cocidos”
no es un eufemismo: “Hubo que extraer pillas de cadáveres de un gigantesco
depósito de agua contra incendios al que había saltado para escapar de las
llamas gente que fue cocida viva”.
Tokio, el bombardeo no nuclear
A pesar de que los más conocidos
a día de hoy son los ataques aliados sobre Europa, Japón también tuvo que padecer
los bombardeos aliados, casi exclusivamente los estadounidenses, antes de que
los americanos arrojasen sobre Hiroshima y Nagasaki las temibles bombas
atómicas.
Entre los destacados es necesario
recordar las incursiones de los aeroplanos norteamericanos en 1945 sobre Tokio. Estos fueron
llevados a cabo en marzo y,
para desgracia de los civiles, se realizaron con explosivos incendiarios con el objetivo de quemar las
viviendas de la población, entonces construidas con madera.
Vista de Tokio en 1945 tras el
bombardeo
Tal y como afirma Néstor Rivero
en su libro “Imperio tricéfalo”, este bombardeo, llevado a cabo principalmente
por aviones B 29, acabó con entre 80000
y 120000 vidas. Además, más de un millón de personas se quedaron sin
vivienda por culpa de los norteamericanos.
Tal fue la atrocidad de este
ataque, que los Estados Unidos decidieron quitar la ciudad de la lista de
objetivos sobre los que arrojar la bomba atómica posteriormente. ¿La razón?
Que, en palabras de los informes norteamericanos, lo único que provocaría
golpear de nuevo a la población civil sería apilar escombros sobre más escombros. Así calificaron los
mandos norteamericanos los hechos posteriormente: “Es probable que en incendio
de Tokio haya perdido la vida más gente que en cualquier otro período de seis horas en cualquier
otro momento de la historia del hombre”.
Sin duda, una auténtica barbaridad.
Fuente: www.abc.es