Fragmento de las memorias de Francisco Meroño Pellicer, “Aviadores republicanos en el cielo soviético. De nuevo al combate”. Estamos en el periodo de transición, temprano en estas latitudes, donde el corto otoño se encuentra con el larguísimo invierno, cede fácil sus posiciones y los intenso.
El Capitán Antonio Arias
Fragmento
de las memorias de Francisco Meroño Pellicer, “Aviadores republicanos en el
cielo soviético. De nuevo al combate”.
Estamos
en el periodo de transición, temprano en estas latitudes, donde el corto otoño
se encuentra con el larguísimo invierno, cede fácil sus posiciones y los
intensos fríos comienzan de súbito. Pero hoy, las aguas del lago Ládoga se
rizan todavía por los vientos, sólo en los recodos se observan trozos de agua
convertidos en hielo. Por aquí pasa la única vía que abastece a Leningrado
sitiado, al frente y a la población.
Durante
todo el verano, el suministro se hizo en barcos fluviales y cuando el frío
arreció y congeló las aguas, por el llamado “camino de la vida”, abierto para
los camiones por encima de los hielos y de las nieves. Esas dos vías son
protegidas por una escuadrilla de caza, internacional por el personal que la
integra, del 964º Regimiento de la 130ª División de Aviación.
El jefe
de la 2ª escuadrilla es el Capitán Antonio Arias, los jefes de patrullas,
Manuel Gisbert, Julián Díaz y el checo Vratislav Huss. Las ideas inmortales del
internacionalismo proletario cimentaban la amistad de esta escuadrilla.
Arias,
siempre implacable con el enemigo, no quiere hacer nada que pueda resultar
ineficaz, va formando a todo el personal de la escuadrilla. […] Su experiencia
de aquellos días de la guerra, por los aires de España, le fue forjando su
ideal de un fiel combatiente.
[…]
Antonio Arias, con la misma perseverancia de su carácter, va consiguiendo su
propósito: el de unir a todos estos hombres en uno solo. La escuadrilla ya está
formada; los objetivos encomendados se defienden, son los sectores peligrosos
en el frente de Voljov, las caravanas por el lago, los ferrocarriles, las
estaciones, los puentes…
Se han
librado ya varios combates con los “Junkers”, cuya tarea fundamental es
destruir las líneas de comunicación en los ríos Voljov y Sias, que van de Tijvín, Yúrtsevo, Nueva Ládoga.
Pero no lo logran. La escuadrilla internacional, integrada, fundamentalmente,
por los aviadores españoles, tensa sus lazos sobre la ciudad de Lenin, cuna de
la Revolución, soñada por todos los pueblos.
Arias
vuela en el avión inglés “Hurricane”, de cuatro cañones de 20 mm. Las aguas del
lago aparecen por el horizonte, como una sábana negra, por ellas avanza una
embarcación que tiene que defender desde el aire. La patrulla de Arias entra
por la orilla opuesta, ve enseguida como empiezan a brillar cientos de
lucecitas, que al momento arañan el cielo con su metralla.
[…] Una
sombra resbala por debajo, después otra y otra. Sí, ahí están los “Junkers”.
Los pilotos de los cuatro aviones sienten físicamente el dolor de poder tardar;
ponen los ojos en la distancia, en las siluetas enemigas, en las cruces gamadas
y, olvidándose de sí mismos, con rostros crueles y pálidos por el apremio,
terriblemente indiferentes a las explosiones de los proyectiles antiaéreos,
tiran los aviones al abismo. Arriba, por la espalda, denotan la presencia de
dos “Focke-Wulf”.
[…] El
barco continúa navegando, acompañado de su largo y bullicioso rabo, blanco y
espumoso.
Los
“Hurricane” envían sus primeros disparos desde lejos; los fascistas se
encuentran cerca de su presa, que persiguen con tenacidad. Los ataques
continúan vivos y dos “Junkers” entran precipitados en las aguas del lago.
Arriba, Gisbert y Huss están enzarzados con los cazas enemigos. Puntos
diminutos testifican la caída de las bombas, lejos del barco, pero Díaz y
Duarte siguen persiguiendo al enemigo. Los peces muertos por los efectos de las
explosiones enseñan sus barrigas blancas. Arias da un tirón a la palanca y su
“Hurricane” sube delicado, tomando altura.
[…] La
ofensiva de nuestro ejército continúa con éxito hasta romper totalmente el
bloqueo de Leningrado. […] El regimiento continuó sus combates en Narva, en la
región del Báltico; participó en los combates por la ciudad de Minsk, en Prusia
Oriental y en muchos otros combates más, hasta alcanzar la Victoria sobre el
fascismo.
Antonio
Arias y sus coetáneos españoles lucharon hasta el último día; terminó la guerra
con el grado de Comandante, observador del 439º Regimiento de la 130ª División
de Caza.
Fuente:
https://actualidad.rt.com