15 de febrero de 2019

EL CIELO DE MOSCÚ FUE INEXPUGNABLE PARA LA LUFTWAFFE EN LA II GUERRA MUNDIAL



En la noche del 21 al 22 de julio de 1941, la aviación alemana, por primera vez, realizó un ataque aéreo masivo contra Moscú que fue repelido con éxito por las unidades de defensa antiaérea soviética. La capital de la URSS evitó el destino de muchas ciudades europeas.

Guerra relámpago

En verano de 1941, uno de los protagonistas más importante de la guerra relámpago fue la Fuerza Aérea de la Alemania nazi, Luftwaffe. La ofensiva de la Wehrmacht contra Polonia en 1939, y contra Francia en 1940, mostraron que ningún Ejército era capaz de hacer frente a los ataques lanzados por la aviación, unidades blindadas e infantería alemana en conjunto.

La interacción de estas armas permitió a los nazis lograr triunfo en pocas semanas mientras que sus predecesores llevaron cuatro años en combates durante la I Guerra Mundial.

El secreto del triunfo del Ejército alemán residió en su organización cuidadosamente preparada y en la táctica de la Blitzkrieg que, como objetivo, además de derrotar las fuerzas principales del enemigo, también destruyó sus sistemas de mando, infraestructura de transporte y la base logística.

Es decir, la nueva estrategia preveía, evitando largas y sangrientas batallas, privar al enemigo de la posibilidad de utilizar su potencial militar y repeler ataques con éxito.
Esto era imposible sin conseguir la superioridad en el espacio aéreo.

Según escribió Hans-Ulrich Rudel, piloto alemán, poseedor de la más alta condecoración alemana, la Cruz de Caballero con Hojas de Roble en Oro, Espadas y Brillantes del III Reich, “nuestra tarea era atacar al enemigo antes de que las poderosas cuñas de nuestros ejércitos desarrollaran la ofensiva. Debíamos romper la resistencia ante nuestras cuñas para aumentar la velocidad y la fuerza de nuestra ofensiva”.

La Luftwaffe fracasó sólo durante la batalla de Gran Bretaña, la mayor campaña aérea de la II Guerra Mundial librada en cielo británico durante cerca de cuatro meses, de julio a octubre de 1940, cuando la Fuerza Aérea alemana perdió casi 2 mil aviones y más de 2500 pilotos sin lograr ningún éxito. Al fin y al cabo, la invasión de las islas británicas fue aplazada y los dirigentes de la Alemania nazi dirigieron la mirada hacia el Este sin sacar lecciones de esa derrota.

Vuelo agradable

El 8 de julio de 1941, Hitler, entusiasmado con triunfos de la Wehrmacht en la URSS, ordenó iniciar ataques aéreos masivos a Moscú y Leningrado, actual San Petersburgo.

El jefe del Estado Mayor General del Ejército de Tierra alemán, General Franz Halder, escribió en su diario: “Hitler es firme en su decisión de borrar a Moscú y Leningrado de la faz de la tierra para evitar que allí quede gente que tendremos que alimentar durante el invierno. La misión de destruir a estas ciudades la debe cumplir la aviación”.

Los altos mandos de la Fuerza Aérea alemana compartían este punto de vista porque estaban seguros de que las unidades de defensa antiaérea soviética casi no opondrán ninguna resistencia.

El Comandante del VIII Cuerpo aéreo alemán, General Wolfram Freiherr von Richthofen, anunció que el ataque aéreo a Moscú inevitablemente precipitaría la derrota de los rusos.

El Comandante de la II Luftlotte, flotilla aérea nazi, General Albert Kesselring, dijo a los pilotos de aviones bombarderos antes del primer ataque a la capital de la URSS: “El objetivo es acercarse a Moscú volando a baja altura y abatir objetivos con exactitud, como en Inglaterra en condiciones favorables. Espero que el vuelo sea agradable. Dentro de cuatro semanas las tropas triunfantes de la Wehrmacht estarán en Moscú y la guerra acabará”.

¿Por qué se pensó que el vuelo sobre la capital soviética sería agradable para la aviación alemana? Los nazis, que tenían la experiencia de bombardear a tales grandes ciudades como Varsovia y Londres y consiguieron avances notables en combates terrestres, estaban seguros de que las unidades de defensa antiaérea de Moscú tienen en sus arsenales pocos sistemas antiaéreos y proyectores de luz así que no están dotadas con globos aerostáticos de barrera y cazas capaces de atacar objetivos aéreos de noche.

El reconocimiento de los objetivos también aumentó el optimismo, pues el jefe del Servicio de información en el Estado Mayor de la II Luftlotte, Teniente General Heinrich Aschenbrenner, antes de la guerra había ocupado el cargo de agregado aéreo en la Embajada de Alemania en Moscú.

Entre los objetivos primordiales fue el Kremlin, el edificio del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), la 1ª Central eléctrica estatal de Moscú, una estación ferroviaria de Moscú, y varias fábricas grandes.

Precio alto

200 aviones es una flotilla muy fuerte. Pero los pilotos nazis recibieron una sorpresa desagradable. Cuando se acercaron a Moscú descubrieron que los rusos tenían muchos proyectores de luz y los aviones no pudieron volar desapercibidos. Al tomar altura para sobrevolar el espacio iluminado, los bombarderos tropezaron con globos aerostáticos.

Los británicos nunca levantaron los globos a una altura superior de 2 mil metros, por eso los pilotos alemanes quedaron sorprendidos al encontrar los globos aerostáticos a la altura de 4,5 mil metros en el cielo de Moscú. Además, resultó que los rusos tenían en sus arsenales cazas capaces de atacar objetivos aéreos de noche.

Un célebre piloto ruso, Héroe de la Unión Soviética, Mark Gallai, que logró un triunfo aéreo en aquella noche, recordó que la Luftwaffe se comportaba de manera provocadora. “Los bombarderos nazis volaban a baja altura de dos, tres o cuatro kilómetros como máximo, como si ni siquiera pensaran sobre una resistencia activa por nuestra parte”, dijo Gallai.

Entretanto, los aviones alemanes fueron esperados. El 21 de julio por la tarde, unas 2,5 horas antes del ataque, concluyeron ejercicios de las unidades de defensa antiaérea de Moscú. De esta manera, no fue difícil preparar para el combate 796 cañones antiaéreos medianos y 248 ligeros, 336 ametralladoras y 602 cazas.

Además, las unidades de defensa antiaérea de Moscú contaron con 618 proyectores de luz, 303 globos aerostáticos y estaciones de radar RUS-1 y RUS-2 capaces de detectar objetivos aéreos en un radio de hasta 120 kilómetros.

Los alemanes subestimaron la dotación técnica y el nivel de preparación de su enemigo y pagaron un precio muy alto por ello.

Al menos la mitad de los aviones no pudo lanzar sus bombas sobre la ciudad y más de 20 bombarderos alemanes fueron abatidos. El ataque aéreo de la Luftwaffe causó 130 víctimas, 1166 incendios que se lograron extinguir hacia las 9 de la mañana del 22 de julio.

El líder soviético, Iósif Stalin, expresó un agradecimiento espacial a las tropas que ayudaron a repeler el ataque de la Fuerza Aérea alemana, incluidos los efectivos de equipos de bomberos y fuerzas del orden de Moscú. Poco después, 81 defensores de la capital fueron condecorados.

Pero el Ejército soviético le quedó mucho tiempo para conseguir la victoria definitiva en la batalla aérea de Moscú que acaba de comenzar. El 7 de agosto de 1941 por la noche, el Teniente ruso, Víctor Talalijin, se lanzó al combate contra los bombarderos fascistas en los accesos a Moscú, embistió y derribó a un aparato enemigo. Esa fue una de las primeras embestidas realizadas de noche. Talalijin murió en un combate en otoño del mismo año.

De julio de 1941 a abril de 1942, la Fuerza Aérea alemana realizó unas 8000 incursiones aéreas contra Moscú. La inmensa mayoría de los bombarderos no pudieron irrumpir en la ciudad, sólo lograron hacerlo 234 bombarderos que lanzaron 1610 bombas rompedoras y casi 100 mil bombas incendiarias.

Las Fuerzas Armadas soviéticas abatieron 952 bombarderos y averiaron 130 aparatos de los nazis. Los bombardeos masivos de la capital concluyeron hacia el verano de 1942 y la última bomba fue arrojada sobre Moscú en verano de 1943. Los vuelos de la Luftwaffe por el cielo de Moscú para los pilotos alemanes fueron muy poco agradables.

Fuente: https://mundo.sputniknews.com