15 de febrero de 2019

LAS HAZAÑAS DE LAS “AVISPAS”: VALIENTES MUJERES PILOTOS QUE COMBATIERON EN LA II GUERRA MUNDIAL


Las hazañas de las 'avispas': valientes mujeres pilotos que combatieron en la II Guerra Mundial 

Les llamaban las WASP y eran pilotos norteamericanas que cruzaban el Atlántico para suministrar aviones en la II Guerra Mundial. La hija “española” de una de estas valientes recuerda sus hazañas

Por Alberto FERRERAS

La mayor depresión del mundo estaba llegando a su fin, y en Europa, la II Guerra Mundial crecía en intensidad. En Inglaterra, la Royal Air Force volaba exhausta y sobrepasada por las enormes pérdidas sufridas. Había más aviones que pilotos, especialmente en las tareas de transporte. Con esta situación límite, en enero de 1940, la RAF hizo una llamada desesperada para reclutar mujeres pilotos que ayudaran en el traslado de aviones militares. Se inició entonces un programa, el Air Transport Auxiliary, que comenzó con ocho voluntarias a las que se sumaron decenas de aviadoras en las semanas posteriores. Su misión consistía en volar los aparatos desde las fábricas hasta los aeródromos, pero seguían siendo insuficientes en número, por lo que los británicos llamaron a las puertas de los Estados Unidos.

Al otro lado del charco, el papel de la mujer se reducía a cuidar de su marido e hijos y mantener al día las tareas del hogar. Además, y por una cuestión económica, muy pocas se podían permitir el lujo de embarcarse en cursos de pilotaje. Pero a la vista de los acontecimientos en Europa, el gobierno norteamericano decidió crear un programa especial de becas para aprender a volar en caso de guerra que, además, admitía a mujeres. Aunque el porcentaje era de diez hombres por cada alumna, este plan abrió la puerta para que ellas pudieran ponerse a los mandos de un avión de combate. Y así es como nació “Alas por Gran Bretaña”, una organización dedicada al transporte de aeronaves desde las fábricas desde los Estados Unidos hasta el Reino Unido.

Las primeras incorporaciones llegaron a comienzos de 1941, cuando el Teniente Coronel Robert Olds encargó a Jackie Cochran, una leyenda de la aviación estadounidense, localizar a mujeres pilotos con suficiente experiencia como para formar un grupo que la acompañara a Inglaterra.

El 7 de diciembre de 1941, el ataque japonés a Pearl Harbour provocó la entrada de los Estados Unidos en la contienda mundial, al tiempo que obligó a acelerar la formación de las voluntarias. Tras una laboriosa selección, Jackie escogió a las 25 mejores y pocos meses después, en marzo de 1942, partieron hacia Inglaterra. Simultáneamente, en la base aérea de New Castle, en el estado norteamericano de Delaware, otra pionera de la aviación, Nancy Love, organizaba un grupo de mujeres pilotos conocido como Women's Auxilary Ferrying Squardon, o WAFS. La mayoría contaba con unas 500 horas de vuelo y pasaron de pilotar aviones ligeros a maniobrar bombarderos. A la vuelta de Jackie a los Estados Unidos, las dos aviadoras, Cochran y Love, decidieron fusionar los dos programas, y en 1943 crearon el grupo de mujeres más famoso de la historia de la aviación: el Women Airforce Service Pilot, las WASP, avispas en español.

Pionera de la aviación

Con la licencia de vuelo obtenida en febrero de 1940, Margaret Mary Lynn, perdió el apellido Halpin en 1937 tras su matrimonio con el piloto de las Fuerzas Aéreas George H. Lynn, fue una de estas mujeres seleccionadas para hacer vuelos desde las fábricas de aviones desde los Estados Unidos a los puntos de entrega en Inglaterra. Margaret realizó innumerables “saltos” entre ambos continentes. Se puso a los mandos de aviones nuevos para cruzar el océano, pero una vez en Europa, como el resto de sus compañeras “avispas”, recogía los llamados “combat-weary”, algo así como “aeroplanos cansados del combate”, para conducirlos de vuelta a los Estados Unidos y someterlos a su reparación e incluso desguace, pues su estado, en ocasiones, era penoso, lo que los hacía extremadamente peligrosos de pilotar. Entre ellos se encontraban los míticos North American P-51 “Mustang”, apodado como el Cadillac del cielo, o los bombarderos tipo B-25 y B-17 una formidable fortaleza volante.

Margaret Mary Lynn entregaba frecuentemente sus aviones a mujeres pilotos soviéticas, a las que sus mandos sí les permitían combatir, al contrario que a las norteamericanas, “lo que despertaba un punto de envidia entre las estadounidenses”, recuerda Marjory-Anne Lynn, hija de Margaret, que hoy tiene 65 años y trabaja como profesora de inglés en Madrid. “Mi madre se pasó yendo y viniendo con los aviones hasta que terminó la guerra. Dejó de volar tras quedar embarazada de mi hermano mayor, y por petición de mi padre, al que había conocido en un aeródromo de Nueva Jersey durante su curso de vuelo”, resume Marjory con cierta melancolía.

Margaret recuerda que a su madre “pilotar aviones maltrechos le divertía por lo arriesgado que era, pero seguramente le hubiera divertido aún más sentirse “atacada” por fuego real, como las pilotos soviéticas”. Los nazis llamaban a las rusas “las brujas de la noche” por las incursiones nocturnas aéreas que hacían sobre las posiciones alemanas.

Tras la guerra, la familia de Marjory se trasladó a Alemania, donde su padre, el Teniente Coronel Lynn, formó parte del histórico puente aéreo humanitario sobre la capital germana, pilotando los legendarios Douglas C-47 y el C-54 Skymaster. Allí completó más de 300 misiones. Se calcula que despegaba y aterrizaba un avión cada cuatro minutos, en una operación aérea sin precedentes.

Más tarde un nuevo traslado les llevó primero a Francia y luego, en 1951, a los Estados Unidos, concretamente a la base de la Fuerza Aérea en Limestone, en el estado de Maine, lugar en el que un año después, nació Marjory. Tras varios destinos posteriores, solicitaron el regreso a Europa donde, a finales de 1968 aterrizaron en la base aérea de Torrejón, donde el expiloto se retiró como meteorólogo del complejo militar.

Viuda desde 1982, Margaret Mary Lynn vivió en Madrid con su hija Marjory hasta el fallecimiento de la aviadora en el año 2000, a la edad de 87 años. Desde el final de la guerra, esta pionera de los cielos nunca volvió a pilotar un avión. Su hija recuerda con pena que, al cumplir 75 años, Margaret quiso como regalo arrojarse en paracaídas en la base aérea de Torrejón. Pero Marjory se negó por lo peligroso de la situación, y nunca realizó aquel audaz salto. Confiesa que aún hoy se arrepiente de aquella decisión. “Mi madre lo habría disfrutado”.

Reconocimiento tardío

En 1944 se produjo el desmantelamiento del Women Airforce Service Pilot y un total de 915 mujeres finalizaron su compromiso. En sus casi tres años operativas, 38 “Wasp” perdieron la vida en ese cometido, si una de ellas moría durante un vuelo, dentro o fuera de los Estados Unidos, su familia tenía que sufragar los gastos del traslado del cadáver. Se calcula que volaron un total de 68.000.000 millas, unos 110 millones de kilómetros, en 78 aviones distintos.

En 1977, las WASP fueron reconocidas como veteranas de guerra. Pero no sería hasta el 1 de julio de 2009 cuando el entonces presidente Barack Obama y el Congreso de los Estados Unidos concedieron la Medalla de Oro del Congreso a trescientas “avispas” supervivientes. Esas valientes, algunas nonagenarias, recibieron con la alta distinción el reconocimiento público a la tarea realizada para ayudar a Europa a tumbar a Hitler.

Fuente: https://www.ideal.es