15 de abril de 2019
LAS PROFECÍAS DE BILL MITCHELL
Por Juan Marguch
En la historia de la aviación militar, el General
italiano Giulio Douhet (1869/1930) es reconocido como el padre fundador del
poder estratégico de la fuerza aérea. En 1921 publicó su libro El dominio del
aire y sentó el principio de que los aparatos de combate debían ser utilizados
no sólo para aniquilar las posiciones enemigas sino también para destruir su
retaguardia, atacando fábricas, redes ferroviarias, caminos, puentes y hasta
las ciudades abiertas, para diseminar el terror y quebrar la moral de la
población. Los expertos sostienen que la teoría de Douhet se basó sobre la
experiencia recogida durante la I Guerra Mundial, cuando el Coronel
estadounidense William "Bill" Mitchell convenció al alto mando de las
fuerzas aliadas para que le permitiesen montar una operación aérea en gran
escala. En setiembre de 1918, comandó una formación franco-estadounidense de 1500
aviones contra posiciones alemanas. Fue la mayor concentración de poder aéreo
de su tiempo.
Al concluir, a las 11 horas del día 11 del mes 11
de 1918, el primer ensayo general de Armageddon, Mitchell retornó a su país con
el grado de Brigadier General. En los años inmediatos de la primera posguerra,
inició su campaña personal en procura de convencer a sus superiores militares
de que los usos de la guerra habían cambiado con la aparición de la aviación, y
de que todos los clásicos principios tácticos y estratégicos debían ser
revisados en profundidad. Por cierto, estas ideas eran recibidas en el ejército
como una afrenta. Nunca nadie, hasta entonces, se había permitido esbozar
siquiera la mera suposición de que otra arma podría ser superior a las fuerzas
de tierra. La independencia de los Estados Unidos había sido construida por el
ejército y debía ser protegida por el ejército. Quien pensara distinto era un
bastardo.
Mitchell llenó de ira a sus superiores cuando
planteó la necesidad de crear una fuerza aérea autónoma; debía dejar de ser un
arma del Ejército. Era demasiado. En 1925 lo despacharon de Washington a una
semidesierta base en San Antonio (Texas), para que la soledad le indujese a
reflexionar sobre sus chifladuras. Curiosamente, la sanción contó también con
el beneplácito del Estado Mayor de la Marina de Guerra. Mitchell, nacido en
Niza, Francia, en 1879, no era un hombre que permaneciese callado si tenía algo
que decir. Y en setiembre de 1925 tuvo mucho que decir cuando la US Navy perdió
su enorme dirigible Shenandoah, destruido por una tormenta, que se hallaba al
mando del Comandante Zachary Landsdownw, su amigo personal. Mitchell acusó al
Departamento de Guerra y a la Marina de "incompetencia, negligencia
criminal y prácticamente administración traidora de la defensa nacional".
Fue demasiado. En diciembre lo sometieron a una
corte marcial, que lo condenó por insubordinación a cinco años de suspensión de
su grado y funciones. William Mitchell pidió su retiro el 1° de febrero del año
siguiente, con gran alivio para los estados mayores del US Army y la US Navy.
Durante las sesiones del juicio, hizo una defensa encendida de sus ideas, y
efectuó algunas profecías que se demostraron sorprendentemente acertadas. Dijo,
por ejemplo, que en el futuro los portaaviones reemplazarían a los acorazados,
cruceros y destructores como elementos fundamentales en la guerra del mar,
porque desde ellos podrían partir aparatos que bombardearían las naves enemigas
y servirían como aeropuertos móviles para lanzar operaciones de ataques contra
sus bases terrestres.
Retomó las previsiones de Douhet y juró que en las
guerras futuras las ciudades serían objetivos tanto o más importantes que los
militares, porque el terror que dominaría a la población civil quebraría la
retaguardia del enemigo más poderoso. De hecho, dijo, en las guerras del futuro
habría más bajas civiles que militares, lo que se ha cumplido hasta un grado
que tal vez el mismo Mitchell no previó.
Pero seguramente su más sorprendente profecía fue
ésta: dijo a la corte marcial que las bases estadounidenses en Hawái y las
Filipinas estaban indefensas ante un ataque japonés, Japón había estado en el
mismo bando de los Estados Unidos durante la I Guerra Mundial, lo que fue
considerado un verdadero desatino por los jueces militares. Pero Mitchell fue
más allá en su profecía: dijo que Japón lanzaría un ataque contra la base naval
de Hawái, sin declaración previa de guerra. La aviación japonesa sería
transportada en portaaviones, desde donde partirían las escuadrillas que
bombardearían las naves de la Unión y ametrallarían a sus infantes.
Y 16 años más tarde, en el amanecer del 7 de
diciembre de 1941, sin declaración previa de guerra, submarinos japoneses y
aviones que levantaron vuelo desde portaaviones, atacaron a la flota del
Pacífico atracada en Pearl Harbor, Hawái, hundiendo ocho buques de guerra,
dañando seriamente a otros 10, destruyendo en pistas a más de 200 aviones y
causando más de 3000 bajas entre muertos y heridos. Mitchell había muerto el 19
de febrero de 1936. A 10 años de su muerte, el Congreso autorizó por ley una
condecoración especial al hombre que previó las nuevas formas de exterminio que
la insana agresividad del ser humano desarrolla en su marcha incontenible hacia
su extinción.
Fuente: http://archivo.lavoz.com.ar