Por el Dr. Pablo J. Davoli. (*)
Bombardeando gente
En 1936, en Londres, se trazó un plan de terrorismo
aéreo contra Alemania. Una vez iniciada la II Guerra Mundial, en septiembre de
1939, Frederick A. Lindemann, Lord Cherwell, propuso al Primer Ministro
británico Winston Churchill, de quien era asesor, la adopción de la “decisión
esplendida”. Decisión, ésta, de atacar por aire objetivos alemanes no militares.
El 11 de mayo de 1940, Churchill ordenó por primera vez el bombardeo de la
población civil del “III Reich”, de acuerdo con los lineamientos de aquella
temprana planificación y los consejos de su influyente confidente.
Así surgió
la denominada “área de bombardeo”, cuyo objeto principal era el bombardeo de
las ciudades alemanes; muy especialmente, las zonas de residencia de los
trabajadores del “Reich”; con la deliberada intención de sembrar el pánico y el
terror. A partir de ese momento, los centros urbanos alemanes se encontrarían
bajo la amenaza de los ataques aéreos de modo casi constante. Tal como era
previsible, el Gobierno estadounidense apoyó decididamente el “experimento” de
los “bombardeos estratégicos”, estos eran los eufemismos utilizados por
Churchill y los altos mandos militares británicos. En Alemania, los bombardeos
indiscriminados sobre centros urbanos, no obstante, no haber servido para
prácticamente nada al esfuerzo de guerra “aliado”, causaron la muerte de
aproximadamente 1.000.000 de civiles inocentes.
Durante los primeros años de la terrible
conflagración planetaria, los alemanes lograron mantener cuasi “blindado” su
espacio aéreo, asegurando así la suerte de sus ciudades. La gran mayoría de los
ataques aéreos lanzados por los “aliados” contra el
territorio del “Reich” no lograban perforar las poderosas defensas dispuestas
por los alemanes. Y, aquellas pocas incursiones que lo hacían, debían pagar un
costo muy elevado por ello: concretamente, grandes bajas. Sin perjuicio de ello,
a lo largo de 1940, los aviones de la “Royal Air Force” descargaron 50000
toneladas de bombas sobre la población alemana.
En su mayor parte, el notable éxito alemán en la
defensa de sus cielos, obedeció a la excelente capacidad de combate de sus
pilotos de guerra, así como también a las sofisticadas innovaciones
tecnológicas que se habían incorporado a sus aeronaves. Para colmo, el “blanco
del experimento”, esto es: la población civil del “Reich”, demostró, a lo largo
de toda la guerra, tener una “voluntad de hierro”, que le permitía repeler el
pánico y reponerse velozmente frente a los brutales asaltos perpetrados desde
el aire.
En efecto, el “terrorismo aéreo” no surtía los
efectos esperados.
Rodolfo Nervo, diplomático mexicano, comentó
asombrado ante el bombardeo de Colonia del 4 de Julio de 1943: “Hombres y
mujeres revelan tal serenidad, una conformidad tan estoica frente a la
catástrofe que se abatía sobre la patria, que me hacían preguntarme qué resorte
interior, qué armadura moral sostenía a aquel pueblo...”.
Así las cosas, el 19 de mayo de 1943, Winston Churchill
comunicaba al Presidente Franklin D. Roosevelt la fuerte división que se había
producido entre los especialistas británicos en cuanto a la virtualidad de los “bombardeos estratégicos” para
provocar el colapso alemán. Sin embargo, el líder británico añadía que, en su
opinión, convenía continuar con el “experimento”.
Por la misma época y gracias al hábil desempeño de
los espías belgas, las fuerzas aéreas “aliados” lograron burlar un poco más fácilmente
los sofisticados sistemas defensivos alemanes. Los agentes de inteligencia de Bélgica llegaron a poner a
disposición de los mandos británicos un mapa en el que se indicaban los
principales centros del sistema de defensa antiaéreo del “Reich”. En posesión
de estos secretos y realizando “lluvias” de tiras de papel estañado, para
confundir a los radares alemanes, hacia mediados de 1943 los “aliados” lograron
incrementar estos “raids” nocturnos, disminuyendo las pérdidas sufridas por sus
flotas aéreas.
Es cierto que, pese a su reducción, las bajas
continuaban siendo significativas: cada bombardeo terrorista implicaba el
derribo de 80 a 120 aviones tetramotores y la muerte de entre 800 a 1200
tripulantes especializados. Sin embargo, los “aliados” estaban en condiciones
de sostener tan elevado costo; máxime considerando que sus esfuerzos bélicos se
encontraban mucho más concentrados que el de sus enemigos.
Todo ello permitió la intensificación del
terrorismo aéreo en contra de la población civil del “III Reich”; en
particular, a partir de Julio de 1943. Verbigracia: del 24 de dicho mes hasta
el 3 de agosto del mismo año, se produjeron siete bombardeos contra Hamburgo;
cuatro nocturnos y tres diurnos.
De manera inédita, se arrojaron 80000 bombas explosivas,
80000 incendiarias y 3000 latas de fósforo, para avivar los fuegos. El
resplandor de los incendios así provocados, podía ser observado a doscientos
kilómetros de distancia; 250000 viviendas quedaron destruidas y 1.000.000 de
personas, sin hogar. Murieron 40000 personas, de las cuales 5000 eran niños. La
totalidad de los explosivos lanzados en aquella ocasión sobre Hamburgo, poseía
un poder destructivo equivalente al que desplegaría la bomba atómica lanzada
por la Fuerza Aérea estadounidense sobre la ciudad japonesa de Hiroshima, el 6
de agosto de 1945.
Hamburgo, destruida, luego de los bombardeos de
1943.
A partir de Julio de 1943, los bombardeos de esta
clase fueron repitiéndose, en mayor o menor medida, sobre muchas otras localidades
alemanas. Así, por ejemplo, el 25 de noviembre de 1943, dos incursiones aéreas
nocturnas, realizadas en forma consecutiva, provocaron la muerte de 2700
personas en Berlín. En comparación con otros episodios análogos, el número de
decesos, en este caso, fue “bastante bajo”. Así lo calificó el Ministro de
Propaganda alemán, Joseph Goebbels, mientras manifestaba su gratitud hacia Dios
por ello. Al poco tiempo, el líder de los trabajadores del “Reich” germano, Robert
Ley, estimaba que 20.000.000 de alemanes ya habían perdido todos sus bienes o
bien, todos sus familiares.
La masacre de Dresde
Uno de los casos más paradigmáticos del
“experimento” de Churchill fue el feroz bombardeo perpetrado contra Dresde
entre el 13 y el 15 de febrero de 1945, es decir, aproximadamente doce semanas antes de la capitulación de la Alemania
Nacionalsocialista.
Consistió en cuatro ataques aéreos sucesivos,
llevados a cabo por la “Royal Air Force” y las “United States Army Air Forces”.
Durante los mismos, entraron en acción más de un millar de bombarderos pesados.
En la ocasión, sobre la “Florencia del Elba” se
tiraron 10000 bombas explosivas y 650000 dispositivos incendiarios. Casi 4000 toneladas
de explosivos de alto poder “llovieron” sobre la atribulada Dresde. Así se
desencadenó una terrible tormenta de fuego y gran parte de la ciudad,
incluyendo su centro histórico, quedó completamente arrasada. Según algunos
testigos, las hogueras provocadas alcanzaron tanta fuerza, que sus llamas
arrastraban a personas que se encontraban, incluso, a cien metros de distancia
de las mismas.
Dresde en ruinas, luego de los bombardeos de
mediados de febrero de 1945.
Tal como hemos anticipado más arriba, el ataque a
Dresde constó de cuatro incursiones aéreas consecutivas. Tres horas después de
la primera de ellas, la aviación enemiga produjo un segundo ataque. Éste duró
más de tres horas y se perpetró principalmente con bombas incendiarias de
termita. Producto de esta segunda oleada de bombarderos, los diversos cuerpos
de bomberos que estaban operando en la ciudad para aplacar los incendios
provocados tres horas antes, quedaron deshechos. A partir de ese momento, ya no
hubo ninguna dotación especializada que pudiera luchar contra las enormes masas
ígneas que consumían la ciudad. Así las cosas, antes del alba, los “aliados”
realizaron un tercer ataque, tirando casi 150000 bombas incendiarias y, según
algunas fuentes, bidones de fósforo, para activar la gigantesca pira. Para
completar el funesto ataque, de acuerdo con algunos testimonios recogidos en la
época, los cazas que escoltaban a la flota bombardera, descendieron al nivel de
los tejados y comenzaron a barrer “blancos de oportunidad”. Abrieron fuego de
metralla sobre las multitudes que, intentando huir de bombas y hogueras,
atestaban los parques y las rutas de las afueras de Dresde.
Incluso un grupo de prisioneros de guerra británicos, que había sido puesto en
libertad por los alemanes para evitar que resultaran incinerados en sus campos
de internación, fue víctima de esta despiadada maniobra.
Cabe aclarar aquí que Dresde, ubicada a más de 100
kilómetros del Frente del Este, daba cobijo a centenares de miles de
refugiados, que recientemente habían llegado a la bella capital sajona, huyendo
de las tropas soviéticas comandadas por el Mariscal Gueorgui Zhúkov.
Según algunas estimaciones, por aquellos días, la
cantidad de civiles refugiados ascendía a 800000; de los cuales, entre 300000 y
500000 eran mujeres y niños. Asimismo, menester es dejar en claro que la localidad
en cuestión había sido declarada como “ciudad abierta”, “ciudad blanca” y/o
“ciudad hospital”. Dresde no albergaba tropas; no poseía fábricas bélicas; ni
presentaba objetivos militares de ninguna especie. Ni siquiera contaba con
artillería antiaérea, pues había sido llevada al Frente del Oder. Pero, además,
la descarga de los bombarderos estuvo principalmente apuntada, no a las
conexiones ferroviarias ni tampoco al sector fabril, sino sobre las áreas residenciales.
La intención de dañar a la población civil, en tanto objetivo primordial,
resultaba evidente...
Las estimaciones acerca del total de personas que
perdieron la vida en la “Masacre de Dresde”, varían mucho en sus resultados.
Según los cálculos más benignos, estos cuatro “raids” produjeron entre 18000 y
35000 decesos. Sin embargo, son muchos los análisis que denuncian las muertes
de más de 100000 personas. Veamos algunos ejemplos:
- El periódico suizo “Flugwehr und Tecknik”, al
informar sobre lo ocurrido, señaló que, con motivo de los tres primeros
bombardeos, unas 100000 habían perdido la vida.
- El 17 de febrero de 1945, el periódico “Svenska
Morgenbladet” indicaba el saldo estimativo de más de 100000 muertes. Suma,
ésta, que, en su edición del 27 de febrero del mismo año, el diario sueco había elevado a “cerca de los 200000”.
- El 24 de febrero de 1945, en una reunión oficial
que tuvo lugar en la Cancillería de Berlín, Martin Mutschman, “Gauleiter” de
Sajonia, informó personalmente a Adolfo Hitler que se habían producido entre 135000
y 300000 víctimas fatales.
- El 25 de febrero de 1945, el Ministerio de
Propaganda del “Reich”, a cargo del Dr. Joseph Goebbels, emitió un parte de
prensa en el que se hablaba de la muerte de 200000 personas.
- En 1.948, el Comité Internacional de la Cruz
Roja, en un informe sobre el episodio que aquí nos ocupa, mencionaba 275000 cadáveres
“identificados” en la región de Dresde.
- En 1951, Axel Rodenberger, autor de “Der Tod von Dresden”,
afirmaba que la masacre aérea perpetrada por las fuerzas “aliadas” se había
cobrado la vida de entre 350000 y 400000 personas.
- En 1955, el escritor británico F. J. P. Veale
señaló en “Advance to Barbarism” que, durante aquellas ignominiosas jornadas, habían
muerto entre 300000 y 500000 seres humanos.
- En 1963, el historiador inglés David Irving
publicó su libro “La destrucción de Dresde”. Allí calculó que se habían
provocado entre 135000 y 250000 decesos.
- En 1973, Hans Dollinger, el reconocido
historiador de “Los últimos días de la Alemania Nazi y el Japón Imperial”,
ratificó esta última cifra, 250000.
- En 1974, el famoso literato alemán Rolf Hochhuth
estableció en 202000 el número de víctimas fatales.
- En 1975, el “Süddeutsche Zeitung” hablaba de
135000 y “Die Welt”, de “250000 o incluso 400000” fallecidos.
- Ya entrada la década de 1990, Eberhard Matthes,
antiguo oficial del alto mando de Dresde, aseveraba que el 30 de abril de 1945 tuvo
lugar en su presencia una conversación telefónica con Adolfo Hitler, en la cual
se informó al “Führer” de 3500 cadáveres identificados, 50000 identificables y
168000 inidentificables.
- A su turno, Thomas Brehl, el polémico cofundador
de la organización “Kampfbund Deutscher Sozialisten”, escribió un artículo “Die
Opferzahlen von Dresden” en el que hizo referencia a 250000 muertes.
- Por su parte, la revista bimestral “The Barnes
Review” ha sostenido hasta la actualidad que los decesos sumaron más de 200000.
Cuatro datos indispensables
A los efectos de ponderar adecuadamente la
estrategia de terrorismo aéreo implementada por los “aliados” durante la II Guerra
Mundial, es menester tomar en consideración cuatro datos fundamentales. A
saber:
- Que la aludida estrategia se encontraba
en abierta contradicción con los principios humanitarios al que los europeos sujetaban
el furor bélico desde el año 1700, aproximadamente.
- Que, contra lo que suele creerse, el
terrorismo aéreo fue implementado por los comandos del Reino Unido y los EEUU
sin que los alemanes hubieran adoptado ninguna medida análoga con anterioridad.
Es decir que, en el marco de la II Guerra Mundial, el “experimento” de
focalizar devastadores bombardeos no ya sobre objetivos militares, sino sobre
la población civil del enemigo, con la deliberada intención de provocar su
colapso, fue iniciado por los “aliados”.
- Que, pese a los enormes esfuerzos realizados
en tal sentido y a la terrible destrucción que efectivamente provocó, el terrorismo
aéreo no logró quebrantar la moral del pueblo alemán. Muy lejos estuvieron
aquellos funestos bombardeos de poner en crisis la unidad de los alemanes, su
lealtad al país y su voluntad de lucha. Por el contrario, las terribles
desgracias que se derivaban de tales ataques, parecían forjar más fuertemente
la unión y la solidaridad de aquellas desventuradas gentes, así como también su
proverbial tendencia a establecer, en este caso, reestablecer, el orden y
mantener la disciplina.
- Que, durante la mayor parte de la guerra,
la estrategia del terrorismo aéreo implicó a sus ejecutores, costos humanos, materiales
y financieros gigantescos. Cabiendo añadir que, hacia el final del conflicto,
cuando el desenlace adverso al “Eje” ya se había hecho evidente, los aludidos
costes todavía seguían implicando costos considerablemente elevados, sobre
todo, materiales y financieros. En suma, en ningún momento de la guerra las
operaciones desplegadas sobre la “área de bombardeo” resultaron justificables
desde el “frío” punto de vista del esfuerzo bélico, consideraciones éticas y
jurídicas, aparte.
Por tales razones y, muy especialmente, por las dos
primeras, el “experimento” de Churchill y Roosevelt fue objeto de fuertes críticas
en todo el mundo. Objeciones y reproches, éstos, que, incluso, se produjeron
dentro de sus respectivos países; al menos, cuando la propaganda de guerra no
lograba obstruir o tergiversar el conocimiento público de lo que se estaba
haciendo “fuera de casa”.
Al respecto, el Comodoro inglés L. Mc Lean, en la
obra “La ofensiva de la aviación de bombardeo”, se quejaba amargamente: “El ciudadano
medio desconoce la verdad de la ofensiva de la aviación de bombardeo. Los promotores del poder aéreo, con sus
medios de publicidad, radiolocuciones y películas, se ocuparán de que nunca la conozca...
La escasez que hoy sufrimos de vituallas, vestimenta y otras necesidades, se
debe en gran parte al costo de la doctrina de bombardeo.
La Fuerza Aérea, que no está atada a tradición
alguna, funciona a base de control despótico”.
Para el citado militar, la implementación del
“terrorismo del aire” había divorciado al Estado Mayor Aéreo del Reino Unido de
la tradición castrense británica, hasta el punto de abandonar “los últimos
restos de humanidad y caballerosidad”. Más adelante, Mc Lean manifestaba abiertamente
su sorpresa por el hecho “de que los promotores ingleses del terrorismo aéreo
ocupen posiciones dominantes en el Gobierno”. El comodoro británico concluía
sus apreciaciones del siguiente modo: “desde cualquier punto que extendamos la mirada en
las principales ciudades de Alemania sólo veremos ruinas. Pasarán muchas generaciones
antes de que reconstruyan esas zonas, aunque yo dudo que las reconstruyan”.
Al finalizar la gran contienda planetaria, los
alemanes dieron nuevas muestras de su capacidad para recomponerse de la
adversidad: las ciudades de Alemania, así como su infraestructura productiva, fueron rápida y vigorosamente reconstruidas, contra
todo pronóstico.
La “Frauenkirche” de Dresde, hoy. Había quedado
reducida a escombros por los bombardeos de mediados de Febrero de 1945 .
Otro enemigo declarado de los “terror bombings”, expresión
acuñada por Howard Cowan, corresponsal de guerra de “Associated Press”, fue el
parlamentario británico Richard Stokes. Este dirigente político del Partido
Laborista se había opuesto a la estrategia del terrorismo aéreo desde un
principio. Con motivo de la “masacre de Dresde”, hizo una presentación formal
en la Cámara de los Comunes, en la sesión celebrada el 6 de marzo de 1945,
condenando dicho ataque.
Con posterioridad al conflicto bélico, J. M. Spaight,
ex secretario del Ministerio del Aire del Reino Unido, admitió públicamente que
los cuatro “raids” consecutivos que destruyeron Dresde, habían carecido de justificación
alguna. Las bombas de fragmentación, en su totalidad, “se lanzaron sobre el
centro de la ciudad en el Altstadt, la zona donde se ubicaba el famoso Museo de
Zwinger, la Casa de la Ópera. Todo cayó envuelto en llamas; el corazón de
Dresde fue calcinado. Se destruyeron 27000 casas y 7000 edificios públicos; más
de 20000 personas murieron. Las razones para la destrucción de Dresde,
declaradas en rueda de prensa por el Comodoro británico Collin Mac Key Grierson
serían convincentes si la parte industrial y los ferrocarriles hubieran sido el
blanco de las bombas, pero no lo fueron... No hubo aterrorizadas evacuaciones
de ciudades como Douhet había predicho, aunque los ataques fueron en escala
mucho mayor de lo que él podía imaginarse. La población civil soportó la prueba
con sorprendente estoicismo”.
Sombrío preludio
El “terrorismo aéreo”, en general, y la “masacre de
Dresde”, en particular, constituyeron una suerte de preludio de las atrocidades
que algunos sectores de las fuerzas “aliadas” perpetrarían contra el pueblo alemán
y sus aliados sobre el final de la guerra e, incluso, durante los años
posteriores a la misma.
Por razones de espacio, vamos a ceñir nuestro
análisis a unos pocos casos -muy ilustrativos, por cierto- en los cuales la
población alemana fue la víctima principal. En tal sentido, cabe destacar: La nefasta Directiva N° 1067 que la “Junta de
Jefes de Estado Mayor”, dirigió al Comandante en Jefe de las Fuerzas de
Ocupación norteamericanas, el General Dwight Eisenhower, quien más tarde
ocuparía la presidencia de su país.
Por causa de dicha directiva, la población civil
alemana fue innecesariamente sometida a raciones de hambre. Asimismo, la capacidad
industrial alemana, que, a principios de 1945 y pese a los reveses de la
guerra, superaba a la de 1939) fue desbaratada en un 75 %, en el corto período
de tres años. Como consecuencia de los rigores impuestos por la Directiva
J.C.S. N° 1067, fallecieron entre 9.000.000 y 13.000.000 de alemanes. Así lo han sostenido diversos
autores, como James Bacque (“Other Losses: The shocking truth behind the Mass Deaths
of Disarmed German Soldiers and Civilians Under Eisenhower’s Command” y “Crimes
and Mercies: the fate of German civilians under allied ocupation 1944 - 1950”) y Alfred M. De
Zayas, “Los angloamericanos y la expulsión de los alemanes. 1944 - 1947”.
- Muchos prisioneros de guerra y civiles alemanes
que fueron encerrados en campos de concentración por británicos y estadounidenses,
murieron como consecuencia del brutal tratamiento que recibieron en los mismos
(alimentación deficiente; falta de abrigo y atención médica; extenuación
inducida por trabajos forzados; golpes y torturas; etc. Bacque y De Zayas han
calculado en 1.000.000, aproximadamente, la cantidad de alemanes muertos en
tales condiciones.
- 16.000.000 de civiles fueron echados de sus
propios hogares.
- La expulsión del grueso de los alemanes de
Silesia, hoy, Polonia y los Sudetes, hoy, República Checa, arrojó el triste
saldo de más de 2.000.000 de muertos. Ello así, porque dicha expulsión se hizo
en condiciones verdaderamente atroces, aprovechándose para su implementación
las “bondades” del crudo invierno de ambas regiones.
- Fue durante el invierno, septentrional, obviamente,
de 1945/1946.
- Por su parte, la soldadesca soviética, una vez
ocupada Berlín, se dedicó con repugnante entusiasmo a cumplir con las perversas
consignas de violación sexual y exterminio físico que habían formulado algunos de sus más encumbrados líderes militares y
políticos.
En tal sentido, cabe recordar la sádica arenga del
Jefe de Propaganda del ejército comunista, Ilya Ehrenburg: “¡Soldados del Ejército
Rojo, arrancad por la violencia el orgullo racial de las mujeres alemanas!
¡Violad, destruid, matad!”. Para el mejor cumplimiento de la aberrante
instrucción, los soldados soviéticos estacionados en Berlín, recibieron
raciones extra de vodka.
Frente a la mirada complaciente de varios de los
jerarcas militares y políticos de aquel imperio, las tropas “rojas” violaron
más de 2.000.000 de mujeres alemanas. Ni las niñas, ni las ancianas, ni las discapacitadas,
ni las enfermas, ni las monjas se salvaron de estos criminales ultrajes; muchos
de los cuales, claro está, culminaron con la muerte de las infelices víctimas,
en Hungría, los soldados del ejército bolchevique observaron idéntica conducta:
un millón de mujeres fueron violadas.
Según refiere Xosé Arias, con la ocupación de
Alemania, la oleada de violaciones se desató a lo largo y a lo ancho del
territorio de aquel país. Los protagonistas de estos ultrajes masivos no fueron
únicamente soviéticos. De estas violaciones, se estima, nacieron 200000 niños
en 1946.
La sospechosa muerte de un auténtico prócer estadounidense
En este contexto temático, menester resulta hacer
una consideración apartada a la extraña muerte de General estadounidense George
Patton. Hombre de extraordinario coraje, ferviente patriotismo y profundo sentido del honor, un mes después del
desembarco de Normandía este descendiente de una de las familias más antiguas
de los EEUU fue puesto a cargo el comando del Tercer Ejército de su país.
Una vez producida la rendición incondicional de
Alemania, Patton fue designado como Gobernador Militar de Baviera. El
nombramiento se hizo contra su voluntad, ya que el aguerrido general deseaba
seguir combatiendo en el teatro de operaciones del océano Pacífico.
El General George S. Patton, en 1945.
Mientras se encontraba gobernando Baviera, se cruzó
con una granjera alemana que vivía cerca de su cuartel general. La mujer, sin saber
quién era su interlocutor, le narró con desesperación las atrocidades que las
fuerzas de ocupación estadounidenses estaban perpetrando a diario detrás de la
“villa del comandante”, es decir, la residencia ocupada por Patton. Entre otras
cosas, la campesina relató los siguientes episodios aberrantes:
- Que la policía militar norteamericana derramaba
en las calles la leche que era destinada a la población civil del lugar, especialmente,
para los niños, por supuesto.
- Que algunos de los médicos estadounidenses
asignados a los hospitales de la región, instaban al asesinato de uno cada
cuatro bebés, mediante la aplicación de una inyección letal, por la supuesta
escasez de leche.
- Que los trabajadores de la zona habían sido
expulsados de sus hogares.
- Que muchos soldados comunes, ya desmovilizados,
habían sido internados en los campos de concentración “aliados” como si fueran criminales
de guerra, cuando muchos de ellos ni siquiera habían sido “nazis”.
- Que, en los aludidos centros de internación, no
sólo las condiciones eran inhumanas, sino que, además, se torturaba sádicamente
a los prisioneros.
Frente a tan graves denuncias, Patton decidió
corroborar por sí mismo si las mismas eran ciertas, o no. Para ello, se vistió
con uniforme de soldado raso y salió a recorrer la comarca, visitando las prisiones,
los campos de internación, etc. Profundamente disgustado, el “viejo ‘sangre y
agallas”, como le habían apodado, comprobó que la pobre mujer alemana no le
había mentido. Enseguida, instruyó a los oficiales de ejército que se
encontraban a su cargo, para que brindaran suficiente alimentación a los
prisioneros de guerra. Al mismo tiempo, prohibió a la policía militar el
desperdicio de la leche.
Pero el “caballero de las divisiones blindadas”, otro
de sus apodos, no se detuvo allí. Elaboró un minucioso informe con la finalidad
de presentarlo en Washington. El pueblo estadounidense jamás toleraría la comisión
de las referidas barbaridades y exigiría no sólo el cese inmediato de las
mismas en todos lados sino también un duro castigo para los culpables. Se
cuenta que, por aquellos días, Patton comentó: “¡Tengo un pequeño libro negro!
Y cuando vuelva a los Estados Unidos haré estallar la bomba”.
Nada de esto fue posible. Un automóvil
supuestamente norteamericano chocó contra el vehículo en el que se desplazaba
el valeroso General. Varios son quienes no dudan en afirmar que la extraña
colisión había sido planificada por los “Cuerpos de Contrainteligencia”. Herido
en el siniestro, Patton fue rápidamente trasladado a un hospital. Pero
nunca arribó a tal destino: en el camino, la ambulancia chocó contra un camión norteamericano.
Esta vez, el “viejo ‘sangre y agallas’” murió.
Según se comenta, apenas fallecido, se le extrajo
de su bolsillo un comprometedor documento...
A modo de colofón
Los escalofriantes hechos relatados en los
apartados precedentes, ponen seriamente en tela de juicio la superioridad moral
que invocaron los “aliados” frente a las potencias del “Eje”, sus “amigos” y
sus simpatizantes.
Tal vez sea por ello que se haya intentado tender
una suerte de “manto de olvido” sobre estos episodios de la II Guerra Mundial. Y,
desde luego, que ninguno de los responsables haya sido juzgado ni pedido
públicas disculpas.
Vaya el presente artículo a guisa de sentido
homenaje tributado por el autor a la bella Dresde y su gente. Así como también
a la memoria de todos aquellos inocentes que han padecido tragedias como las
“ut supra” descriptas, con independencia de su raza, religión, nacionalidad y/o
filiación política.
(*) Nació en la ciudad de Rosario, Provincia de Santa
Fe, República Argentina, en el año 1975. Se recibió de abogado en la Facultad
de Derecho y Ciencias Sociales del Rosario, Pontificia Universidad Católica
Argentina) en el año 2000. Cursó la Maestría en Inteligencia Estratégica
Nacional de la Universidad Nacional de La Plata y el Doctorado en Derecho de la
facultad arriba mencionada. Se ha desempeñado como docente de “Ciencia
Política”, “Formación del Pensamiento Jurídico-Político”, “Derecho Político”,
“Derecho Constitucional”, “Instituciones de Derecho Público” y “Relaciones Gremiales”
en dicha facultad y otras casas de estudios.
Es el autor de varios libros (“Cuestiones
Demológicas”, “Los Grandes Paradigmas Históricos y el Estudio de los Fenómenos
Sociales”, “Meditaciones Sociológicas. Confesiones de un Argentino Preocupado”,
etc.) y de numerosos artículos sobre diversos temas de Filosofía Política, Geopolítica,
Política Internacional, Derecho Político y Derecho Constitucional. Materias,
éstas, en relación a las cuales también ha dictado gran cantidad de
conferencias en el ámbito de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales del
Rosario (P.U.C.A.), la Facultad de Ciencias Económicas del Rosario (P.U.C.A.),
el Colegio de Abogados de Rosario, el Círculo de Legisladores de la Nación,
etc. En el mes de agosto del año 2011, participó del Encuentro de S.S.
Benedicto XVI con los Jóvenes Docentes Universitarios, en El Escorial, España.
Fuente: http://www.pablodavoli.com.ar
Datos de la foto:
descripción: Burned-out buildings in Hamburg - picture possibly taken sometime
in 1944 or 45. Burned-out buildings in Hamburg viewed from above; fecha: entre
1.944 y 1.945; fuente: picture scanned by en:User:Ian Dunster from The Battle
Of Hamburg by Martin Middlebrook - Cassell - 2000 – ISBN 0-304-35345-0;
fotógrafo: desconocido; extraída de:
http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Hamburg_after_the_1943_bombing.jpg
(09/02/13); This artistic work created by the United Kingdom Government is in
the public domain.
Datos de la foto: título: Allegorie der Güte;
descripción original: Blick vom Rathausturm; fecha: entre 17/09/45 y 31/12/45;
fuente: Deutsche Fotothek de la Biblioteca Estatal de Sajonis; fotógrafo:
Richard Peter; extraída de: http://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:Fotothek_df_ps_0000010_Blick_vom_Rathausturm.jpg
(09/02/13); bajo “Creative Commons Reconocimiento-Compartir bajo la misma
licencia 3.0 Alemania”. Con permiso para publicar.
Datos de la foto: descripción: Die Dresdner
Frauenkirche in der Blauen Stunde aufgenommen; fecha: 12 September 2009, 19:58;
fuente: The Church of Our Lady; autor: Christian Prade; extraída de:
http://commons.wikimedia.org/wiki/File:Frauenkirche_Blaue_Stunde.jpg
(09/02/13); bajo “Creative Commons Attribution 2.0 Generic”. Con permiso para
publicar.