Allan
Claudio Withington Gutiérrez (Tito) nació en Villa Huidobro, Provincia de
Córdoba. Fue piloto de la Royal Air Force en la Segunda Guerra Mundial y de la
Fuerza Aérea Argentina en la guerra de Malvinas
Por Claudio
Meunier
El Sargento
de vuelo Withington cree que va a morir. Está convencido de que sus efímeros 22
años y su humanidad se esparcirán por el aire. Es copiloto, integra una fuerza
de 359 cuatrimotores pesados Avro Lancaster que pertenecen a la temible Royal
Air Force británica. ¿Su misión? Bombardear el hogar de retiro de Adolf Hitler
en Berchtesgaden, en la zona montañosa de Baviera, sur de Alemania.
La
historia es increíble. El calendario de guerra no registra la acción,
secretísima, pero sí la fecha: 25 de abril de 1945. Withington está
acostumbrado a volar de noche, al amparo de la oscuridad, pero esta vez se
aproxima al blanco a plena luz del día y se siente indefenso. Volar sobre
Berghof -tal es el nombre de la residencia de vacaciones del líder nazi- se
presenta como una experiencia desagradable. El fuego antiaéreo oscurece el
cielo y sacude su nave. Ve explosiones en el aire que arrojan esquirlas
hirvientes y amenazan su bombardero, repleto de combustible y explosivos.
Aparece lo que luego describirá como una alfombra negra que crece y se
multiplica en segundos. “Quienes vuelen dentro de ella, no vivirán”, sentencia.
Es cierto, serán olvidados, pasarán a formar parte de la fría estadística de
máquinas perdidas en acción.
Un cuatrimotor pesado Avro Lancaster como el que voló Tito Withington cuando bombardeó la casa de vacaciones de Adolf Hitler
Un tripulante de su bombardero acaba de ingresar en el mundo del pánico. Reza y llama a su madre. Withington -como todos a bordo- lo escucha por sus auriculares y le ruge a través de la radio interna del avión:
-¡Silencio
en la frecuencia!
Observa su reloj. Las agujas marcan las nueve y media de la mañana. Está satisfecho: llegaron a destino a la hora planeada. Sin embargo, las construcciones elegidas para su destrucción desaparecieron bajo una cortina de niebla artificial que los alemanes lanzaron sobre el área para despistar a los invasores. Parte de la aviación aliada se adelanta para resolver el problema: a baja altura, 16 bombarderos Mosquito lanzan bengalas fumígenas sobre la fortaleza alpina, demarcando el blanco.
De
inmediato, la lluvia de bombas se manifiesta. Una de ellas lleva una
dedicatoria, en idioma español, escrita con tiza: ¨Adolfo, cariños desde
Argentina¨. Su autor, es el Sargento de vuelo Withington.
El
objetivo, Berghof, es alcanzado. Pero Hitler no se encuentra allí, permanece en
Berlín. Sin embargo, comunicaciones interceptadas y decodificadas dan cuenta de
una importante visita en el lugar: el recién llegado es nada menos que el ex
Jefe de la Luftwaffe, la fuerza aérea alemana, Hermann Göring, quien había sido
destituido dos días atrás y puesto bajo arresto por orden de “el Führer”. Fue
castigado por enviar un telegrama el 23 de abril de 1945 a la Cancillería del
Reich solicitando permiso para asumir el liderazgo de Alemania.
Imagen de Berghof, nombre de la residencia de vacaciones del líder nazi, después del bombardeo
Queda
por delante, el peor momento: escapar del área. El fuego antiaéreo, cierra el
paso a la fuerza de ataque. Withington ve como, muy cerca suyo, los motores de
un bombardero norteamericano explotan con los ocho tripulantes dentro. Observa
tres paracaídas que se abren y flotan. Lo que queda del avión, desaparece en
una bola de fuego arrastrando a sus desventurados miembros. Él piensa: “Hoy no voy
a morir”. Y su Lancaster, por alguna especie de milagro, sobrepasa la mortífera
trampa y deja atrás Bavaria.
Göring
escapa con vida del bombardeo. Poco después es capturado y sentenciado en
Núremberg. Se suicidará en su celda, el 15 de octubre de 1946: una píldora de
cianuro lo ayuda a evadir la horca. Withington, sin embargo, vivirá seis
décadas y hablará muy poco de aquella terrible experiencia.
El
cordobés indomable
Allan
Claudio Withington Gutiérrez (Tito) nació en Villa Huidobro, Provincia de
Córdoba. El 11 de septiembre de 1923. Hijo de Allan Withington, administrador
rural y Doña Julia Gutiérrez, ama de casa, fue criado junto a sus dos hermanas
en el campo, donde aprendió a cabalgar, enlazar, ayudar a carnear, marcar,
señalar y cuerear. Solía conducir un pequeño sulky y también aprendió a guiar
la carreta que transportaba fardos. Lo bautizaron Firpo, en homenaje al
pugilista argentino, pues de pequeño le gustaba el box. Desafiaba y combatía en
desventaja de edad. Sus contendientes eran otros niños, en su mayoría mayores,
hijos de los peones. No la pasaba nada bien.
Sus
padres, cansados de su conducta, le aplicaban disciplina. Ante esa adversidad,
desarrolló un fuerte instinto de supervivencia y auto conservación: emergió un
ágil atleta que evadía con éxito, "casi siempre", el cinto de su padre,
corriendo dentro de la casa, a través de las habitaciones.
Vencidos,
sus progenitores no dudaron en pedir ayuda para encauzar tanta energía.
Entonces, la civilización intervino. Tito fue enviado a Buenos Aires bajo la
tutela de sus abuelos y se convirtió en alumno del colegio Oates en Hurlingham.
La institución dirigida por el severo director “Mr. Cuff” logró calmar los bríos
del pequeño Withington. Allí le enseñaron primero modales y luego el idioma
inglés.
“Mi
deber, como argentino, era unirme a la causa aliada”
Al
concluir su ciclo secundario, Withington revela a su progenitor cuál será su
futuro: le dice que quiere ser aviador. Su padre se opone, le sugiere una
carrera universitaria. Por primera vez abandona su país y se embarca rumbo a
Europa para participar en la Segunda Guerra Mundial. Llega al puerto de
Liverpool a bordo de un buque de carga. Quiere participar de la contienda por
dos razones, como lo relató infinidad de veces: “Mi amigo Ian MacQueen me
enviaba cartas sobre su vida que me entusiasmaron. Volaba bombarderos Avro
Lancaster. Cuando me enrolé en Londres, el 9 de julio de 1942, me acompañó a la
oficina de reclutamiento. Un mes tardé en comprender lo que era la guerra. Me
golpeó de lleno: Ian desapareció junto a su tripulación, se esfumó durante una
misión y no los volvió a ver nadie. El otro motivo por el que decidí alistarme
era combatir al monstruo bruto de Hitler. Mi deber, al que consideré una
obligación, como argentino, fue unirme a la causa aliada. Impedir que la lucha
llegara mi país... como en 1982, cuando me uní a la Fuerza Aérea Argentina al
enterarme que Gran Bretaña quería nuestras Islas Malvinas”, solía decir.
Junto a su bombardero Avro Lancaster en la base de RAF Kelstern durante su año de servicio (1945) en la fuerza de bombarderos británica. (Archivo Claudio Meunier).
Withington,
que posee carácter y habilidad, es seleccionado para el curso de piloto que se
dicta al otro lado del océano, en Oklahoma, Estados Unidos. Recibirá sus alas
de piloto militar en la RAF en enero de 1944. Pero su aspiración de ser oficial
es desechada. ¿El motivo? Problemas de disciplina. Durante su formación,
Withington disputa un combate pugilístico contra un oficial de graduación que
también es piloto. El demoledor castigo que le propina el argentino, deja a su
contendiente fuera de lucha. Withington disfruta la victoria, pero sabe que
todo tiene su costo. Poco después, el oficial toma represalias sobre su foja de
servicio y Withington recibe el grado de “flight sergeant” (Sargento de vuelo),
el más bajo para un piloto.
Una vez
terminado el curso, el jefe de la estación aérea le entrega sus alas (que lo
convierten “oficialmente” en piloto), le estrecha la mano y le dedica unas
pocas palabras:
-Sargento
de vuelo Withington, felicitaciones. La guerra lo reclama. Hay órdenes para
usted. Regresa a Europa.
Tras su adiestramiento en Estados Unidos, el cordobés Tito Withington recibe sus alas que lo convierten, oficialmente, en piloto
En Gran
Bretaña, el cordobés se convierte en instructor de vuelo. El primer día, se
presenta en la escuela con un sobrenombre que lo marcará el resto de su vida:
“Tito”. A secas. Y ordena a todos lo que llamen así. Esto obedece a una razón
precisa: se trata de una ocurrencia suya para alegrar a sus compañeros
argentinos. Todos se divierten cuando sus alumnos, luego de cada práctica, se
disculpan por sus maniobras realizadas con la torpeza de principiantes: “Sorry,
Tito”, repiten. La frase, traducida al idioma español, por fonética, tiene un
significado muy diferente al de un pedido de perdón...
El
curso de la guerra lo lleva hacia a la acción. Realiza el curso de Ingeniero de
vuelo y copiloto en bombarderos pesados. Se une al Escuadrón Nº 625 que opera
cuatrimotores Avro Lancaster. Realiza diversas misiones, transporta ex
prisioneros de países liberados que son repatriados a Gran Bretaña. Realiza
misiones nocturnas lanzando tiras de papel metalizado a granel que, lanzadas
por varios aviones y al mismo tiempo, saturan las pantallas de los operadores
de radar alemán. Su Lancaster evade fuego antiaéreo, reflectores de búsqueda,
cazas nocturnos y también la mala suerte, aquello que azota a tantos y que es
esencial para seguir con vida.
Al
finalizar la contienda en Europa, Withington se ofrece para combatir a los
japoneses en el Pacifico. Pero no alcanza a cumplir su deseo: la guerra termina
antes, tras el lanzamiento de dos bombas atómicas sobre las ciudades de
Hiroshima y Nagasaki. Entonces solicita su baja y repatriación. El 11 de
septiembre de 1946 se embarca con destino a su patria, Argentina. Contra todo
pronóstico, se vuelve un conductor de camiones. Detrás del volante recorre la
Provincia de Buenos Aires y Santa Fe.
En
junio de 1948, Aeroposta Argentina -la mítica empresa aérea patagónica- lo
recibe. El jefe de la línea y organizador en la empresa, el mítico piloto Dirk
Wessel Van Leyden entrevista a Withington. Realizan un vuelo de prueba, Van
Leyden descubre que este joven de 25 años es un piloto autómata con mentalidad
fría y calculadora. Piloto de carga a la Patagonia, será conocido por arrojar
encomiendas desde el aire sobre estancias alejadas de la civilización, en las
estepas de Santa Cruz.
Comandante Whitington, piloto civil comercial en Aeroposta Argentina S.A a su regreso de la Segunda Guerra Mundial. Withington fue elegido por Aerolíneas Argentinas, para realizar el curso de comandante en la primera promoción de la empresa estatal. (Archivo Claudio Meunier).
Pero no
todo es aviación en la vida de Tito. En 1948 contrae matrimonio con Sheila
María Hyland Archer, argentina, nacida en un campo de Ameghino, provincia de
Buenos Aires. Ella es descendiente de irlandeses con dos hermanos voluntarios
en la RAF: Harold, que sobrevivió a los vuelos en Avro Lancaster, y su hermano
menor, Pedro, muerto sobre Orleans, Francia el 28 de julio de 1944 luego del
desembarco en Normandía al ser derribado en su bombardero Lancaster por el as
alemán Heinz Rokker. Tito y Sheila conforman una familia con siete hijos:
cuatro varones y tres mujeres.
Claudio Alan Withington y Sheila Hyland, su esposa, junto a sus hijos. (Cortesía Cecilia Withington).
En
1950, cuando nace Aerolíneas Argentinas, Withington inscribe su nombre en la
primera promoción de comandantes de línea. Continúa sus vuelos al sur y
adquiere experiencia en bimotores DC-3 y cuatrimotores DC-4 y DC-6.
Una
oferta prometedora lo aleja para siempre de Aerolíneas Argentinas. Se une a la
planta fundacional de pilotos, en una nueva empresa. ¿Su nombre? Austral Líneas
Aéreas. Volará el resto de su carrera en ella. Tito Withington registrará
30.000 horas de vuelo entre su trabajo como piloto comercial y sus tiempos en
la RAF. Su carrera concluye el 25 de septiembre de 1978. La aviación comercial
argentina pierde a uno de sus “millonarios del aire” (así se denomina a los
pilotos que recorrieron, durante su carrera, un millón de kilómetros sin
incidentes).
Como piloto de Austral, Tito Withington llevó a Nicolino Locche a Mendoza tras su consagración en Tokio. En la imagen, asoma por la ventanilla de la cabina de piloto.
Tito
toma unas merecidas vacaciones, pero sólo mantiene los pies sobre la tierra
unos pocos días. Se embarca como un simple pasajero a los Estados Unidos. ¿El
motivo? El Banco Italia adquirió un jet ejecutivo Learjet modelo 24D y lo
contrató como su nuevo piloto.
Voluntario
en Malvinas
El 2 de
abril de 1982, sorprendido por la reconquista de las Islas Malvinas, se une a
la causa. No entiende de política: Tito es solo un hombre de acción. Visita el
edificio Cóndor de la Fuerza Aérea Argentina en Buenos Aires. Les dice que
quiere volar con ellos. Le informan que será convocado y es consultado:
-Comandante
Withington, ¿qué edad tiene y cuantas horas de vuelo registra?
Withington
es categórico en su respuesta:
-59
años, 30.000 horas de vuelo y voluntad para el combate.
Tito,
dos veces voluntario, marcha hacia una nueva guerra, pero esta vez en un avión
sin armas. Realiza traslados de pilotos entre las bases repartidas en la
Patagonia. Y, como integrante del escuadrón Fénix, realiza vuelos sobre el mar
con otros Learjet simulando ser cazas de combate para confundir a los radares
enemigos. Habla y grita en ingles en la frecuencia radial del enemigo.
El Lear Jet, propiedad del Banco de Italia, con el que Tito Withington operó en la guerra de Malvinas. ¿Su misión? Traslados y, sobre todo, tareas de distracción en radares enemigos.
Al finalizar la guerra, Withington -que luego de la Segunda Guerra Mundial había sido incorporado como Suboficial Auxiliar en la Fuerza Aérea Argentina- recibe la jerarquía de Alférez. Ya no vuelve a volar. Su mujer, Sheila, sus siete hijos y sus nietos lo ayudan a plegar sus alas. Le duele horrores saber que su vida como piloto terminó.
Aviones
de lujo en Malvinas. Cuando los pilotos de Amalita Fortabat y de otros empresarios
formaron un Escuadrón de guerra
Arrastrado
por su idealismo, se acerca a la política. Pero dura un suspiro: observa cómo
se manejan en este nuevo escenario y se aleja. Se da cuenta que grita, más de
lo que grita siempre. Que ya es demasiado.
Su vida
social es activa y, cada tanto, lo invitan a volar. Un silencioso Alzheimer lo
aleja de lo cotidiano. Muere el 19 de noviembre de 2009 en San Isidro. Es su
último vuelo, sin retorno.
Veterano de guerra de Malvinas, durante un desfile junto a sus compañeros del escuadrón Fénix, a su lado Restituto Olguin, con quien lo unió una amplia amistad. (Archivo Claudio Meunier).
Conocido
por ser un hombre serio, también una persona de risa inconfundible, atrajo a
los pilotos más jóvenes, ellos no dudaban en seguirlo aunque fuese hasta las
últimas consecuencias. Aquellos aviadores que lo conocieron, aquellos que
escucharon hablar de él. Aquellos que lo siguen recordando, aquellos que lo
conocen desde ahora, siempre fue llamado y como el, siempre lo quiso, Tito
Withington.
Tito
Withington junto a Jimmy Harvey oriundo de Junín. Ambos pilotos en la RAF
durante la Segunda Guerra Mundial y luego pilotos comerciales en el país. Se
convierten en los últimos mohicanos de una conflagración antigua y otra moderna.
Fotografiado por su hija Cecilia en la localidad de Florida, Tito Withington junto a otras de sus aficiones, las motos. (Cortesía Cecilia Withington).
Fuente: https://www.lanacion.com.ar