19 de julio de 2022

LA FABULOSA HISTORIA DEL PILOTO ESPAÑOL QUE CASI TOCÓ LA LUNA

 

Fotomontaje de un Polikarkov I-16 'Mosca' delante de la Luna.


Emilio Herrera Linares, ingeniero y aviador al servicio de la II República Española, diseñó el primer traje espacial

 

Por Isidoro Merino

 

La primera vez que supe de Emilio Herrera Linares (Granada 1879-Ginebra 1967), científico y aviador al servicio de la II República Española, diseñador del primer traje espacial, tendría yo siete u ocho años. Fue a través de un libro publicado en 1940 que me compró mi padre en una librería de lance, una de esas enciclopedias escolares que te explicaban desde por qué vuelan los aviones hasta cómo hacer un injerto en un manzano: se titula La naturaleza y el hombre, de Manuel Montilla Benítez. Todavía lo conservo (aunque me ha costado encontrarlo en el batiburrillo de mi estantería de libros).



 


A Emilio Herrera se le mencionaba en el capítulo dedicado a los inventores españoles, junto a Juan de la Cierva, el inventor del autogiro, un precursor del helicóptero, e Isaac Peral, padre del submarino. A estos dos últimos los estudiamos en el colegio, pero a Emilio Herrera parecía que se lo había tragado la tierra, pese a que tuvo un importante papel en la llegada del primer hombre a la Luna.

 


 

Emilio Herrera diseñó en 1935 el primer traje de astronauta de la historia, con el que tenía previsto ascender en un globo aerostático hasta los 30.000 metros de altitud, donde se pueden ver el espacio y la curvatura de la Tierra.

 

"Tras ser nombrado miembro de la Academia de Ciencias y bajo los auspicios de esta institución y de la Sociedad Geográfica, presenté un proyecto de ascensión estratosférica en un globo de 37.000 metros cúbicos, con barquilla abierta, en el que debía ascender a 26 kilómetros de altitud protegido por una escafandra del espacio", le escribía en 1958 a un colega. Uno de los más entusiastas defensores de la aventura fue el médico Gregorio Marañón, entonces presidente de la Sociedad Geográfica. Herrera también mantuvo correspondencia con Albert Einstein, a quien conoció durante la visita del científico alemán a España en 1923.



 

Como los modernos trajes espaciales, estaba constituido por varias capas superpuestas: un primer traje de lana que cubría completamente el cuerpo desde el cuello hasta los pies; una segunda capa de caucho impermeable, y finalmente, un traje de tela gruesa, reforzada con alambres de acero en las articulaciones, de forma que garantizaba la completa movilidad de brazos y piernas. La cabeza iba cubierta por un casco de aluminio, similar al de los buzos, con una visera compuesta por tres cristales que filtraban los rayos ultravioletas. Incluía micrófono, respiradores, un sistema para filtrar el dióxido de carbono, y termómetros y barómetros interiores y exteriores.

 

A comienzos del verano de 1936, el proyecto estaba en su fase final: ya se habían construido el globo y la barquilla; la escafandra había pasado con éxito las pruebas que simulaban las condiciones extremas de la estratosfera en los laboratorios de aerodinámica de Cuatro Vientos (Madrid), el despegue era cuestión de días. Pero el estallido de la Guerra Civil, el 18 de julio, dio al traste con los planes. A pesar de ser monárquico, tras el golpe de estado de Franco, Herrera permaneció leal a la República; en 1939, al acabar la Guerra Civil, se exilió en Chile y más tarde en Francia. Entre 1960 y 1962 fue Presidente del Gobierno de la República Española en el exilio, un cargo meramente simbólico.

 

La NASA se inspiró en los diseños de Herrera para crear los trajes espaciales que utilizaron los astronautas de la misión Apollo. Parece que, como cuenta Rafael Fraguas en este artículo publicado en EL PAÍS, incluso intentó reclutarlo.

 

 


 

Emilio Herrera murió en 1967, poco antes de que la primera misión tripulada a la Luna, la del Apollo XI, alunizase en el satélite el 16 de julio de 1969. Como reconocimiento a su labor de precursor, el propio Neil Armstrong regaló a un discípulo de Herrera, Manuel Casajust Rodríguez, empleado en la NASA, una roca lunar que fue depositada en el Museo del Aire de Cuatro Vientos, en Madrid. En 2004, la piedra extraterrestre desapareció.

 

Fuente: https://elpais.com