Fotomontaje de un Polikarkov I-16 'Mosca' delante de la Luna.
Emilio
Herrera Linares, ingeniero y aviador al servicio de la II República Española,
diseñó el primer traje espacial
Por Isidoro
Merino
La primera vez que supe de Emilio Herrera Linares (Granada 1879-Ginebra 1967), científico y aviador al servicio de la II República Española, diseñador del primer traje espacial, tendría yo siete u ocho años. Fue a través de un libro publicado en 1940 que me compró mi padre en una librería de lance, una de esas enciclopedias escolares que te explicaban desde por qué vuelan los aviones hasta cómo hacer un injerto en un manzano: se titula La naturaleza y el hombre, de Manuel Montilla Benítez. Todavía lo conservo (aunque me ha costado encontrarlo en el batiburrillo de mi estantería de libros).
A
Emilio Herrera se le mencionaba en el capítulo dedicado a los inventores
españoles, junto a Juan de la Cierva, el inventor del autogiro, un precursor
del helicóptero, e Isaac Peral, padre del submarino. A estos dos últimos los
estudiamos en el colegio, pero a Emilio Herrera parecía que se lo había tragado
la tierra, pese a que tuvo un importante papel en la llegada del primer hombre
a la Luna.
Emilio
Herrera diseñó en 1935 el primer traje de astronauta de la historia, con el que
tenía previsto ascender en un globo aerostático hasta los 30.000 metros de
altitud, donde se pueden ver el espacio y la curvatura de la Tierra.
"Tras
ser nombrado miembro de la Academia de Ciencias y bajo los auspicios de esta
institución y de la Sociedad Geográfica, presenté un proyecto de ascensión
estratosférica en un globo de 37.000 metros cúbicos, con barquilla abierta, en
el que debía ascender a 26 kilómetros de altitud protegido por una escafandra
del espacio", le escribía en 1958 a un colega. Uno de los más entusiastas
defensores de la aventura fue el médico Gregorio Marañón, entonces presidente
de la Sociedad Geográfica. Herrera también mantuvo correspondencia con Albert
Einstein, a quien conoció durante la visita del científico alemán a España en
1923.
Como
los modernos trajes espaciales, estaba constituido por varias capas superpuestas:
un primer traje de lana que cubría completamente el cuerpo desde el cuello
hasta los pies; una segunda capa de caucho impermeable, y finalmente, un traje
de tela gruesa, reforzada con alambres de acero en las articulaciones, de forma
que garantizaba la completa movilidad de brazos y piernas. La cabeza iba
cubierta por un casco de aluminio, similar al de los buzos, con una visera
compuesta por tres cristales que filtraban los rayos ultravioletas. Incluía
micrófono, respiradores, un sistema para filtrar el dióxido de carbono, y
termómetros y barómetros interiores y exteriores.
A
comienzos del verano de 1936, el proyecto estaba en su fase final: ya se habían
construido el globo y la barquilla; la escafandra había pasado con éxito las
pruebas que simulaban las condiciones extremas de la estratosfera en los
laboratorios de aerodinámica de Cuatro Vientos (Madrid), el despegue era
cuestión de días. Pero el estallido de la Guerra Civil, el 18 de julio, dio al
traste con los planes. A pesar de ser monárquico, tras el golpe de estado de
Franco, Herrera permaneció leal a la República; en 1939, al acabar la Guerra
Civil, se exilió en Chile y más tarde en Francia. Entre 1960 y 1962 fue
Presidente del Gobierno de la República Española en el exilio, un cargo meramente
simbólico.
La NASA
se inspiró en los diseños de Herrera para crear los trajes espaciales que
utilizaron los astronautas de la misión Apollo. Parece que, como cuenta Rafael
Fraguas en este artículo publicado en EL PAÍS, incluso intentó reclutarlo.
Emilio
Herrera murió en 1967, poco antes de que la primera misión tripulada a la Luna,
la del Apollo XI, alunizase en el satélite el 16 de julio de 1969. Como
reconocimiento a su labor de precursor, el propio Neil Armstrong regaló a un
discípulo de Herrera, Manuel Casajust Rodríguez, empleado en la NASA, una roca
lunar que fue depositada en el Museo del Aire de Cuatro Vientos, en Madrid. En
2004, la piedra extraterrestre desapareció.
Fuente:
https://elpais.com