Por Boris
Egorov
Estados
Unidos se negó a suministrar a la URSS uno de sus mejores bombarderos: el B-17 “Flying
Fortress”. Sin embargo, las tropas soviéticas consiguieron hacerse con varias
docenas de ellos.
A lo
largo de la Segunda Guerra Mundial, la Unión Soviética recibió unos 3.700
bombarderos de sus aliados occidentales como ayuda militar. Casi todos eran de
fabricación estadounidense; sin embargo, también hubo algo más de una veintena
de aviones específicamente británicos.
Bombarderos soviéticos A-20.
Durante
los años de guerra llegaron a la URSS unos 2.800 bombarderos estadounidenses
Douglas A-20 “Havoc” / DB-7 “Boston” con diversas modificaciones. Esto
significó que las Fuerzas Aéreas del Ejército Rojo acabaron teniendo incluso
más que las Fuerzas Armadas estadounidenses de la época.
Rápido
(hasta 510 km/h), móvil, fácil de pilotar y con buena maniobrabilidad, el
bombardero era del agrado de los pilotos soviéticos. Uno de ellos, Grigori
Evdokimov, recordaba: “Es fiable, muy fiable. Incluso era capaz de transportar
bombas con un solo motor. Horizontalmente”.
El A-20
se distinguía por su alto nivel de confort: una cabina espaciosa, cómodos
asientos blindados y gran visibilidad para el piloto y el navegante. El avión
también estaba totalmente equipado con modernos equipos de navegación y radio.
En
cuanto a los inconvenientes, el avión de combate tenía un armamento defensivo
débil. En la URSS, el bombardero fue reequipado: las ametralladoras americanas
de 7,62 mm fueron cambiadas por ametralladoras UBT de gran calibre de 12,7 mm
o, a veces, incluso por cañones ShVAK de 20 mm. Esto, sin embargo, le costaba
al avión sacrificar algo de velocidad.
El
Ejército Rojo utilizó el A-20 como avión de reconocimiento, para campañas de
bombardeo e incursiones nocturnas. Su rendimiento fue especialmente bueno en la
aviación naval, donde una parte de ellos fue convertida en bombarderos
torpederos.
Los
A-20 formaron parte de las flotas del Báltico, del Norte, del Mar Negro y del
Pacífico. Hundieron con éxito los cruceros antiaéreos “Niobe”, los cruceros de
batalla “Schlesien”, los cruceros auxiliares “Orion”, así como multitud de
destructores y buques de transporte del enemigo.
Bombardero soviético B-25B Mitchel.
Los primeros bombarderos estadounidenses B-25 “Mitchell” llegaron a la Unión Soviética en 1942. En total, la Fuerza Aérea del Ejército Rojo recibió unos 860 en diferentes modificaciones.
“La
primera impresión que tuvieron los pilotos de la máquina no fue muy buena.
Inmediatamente la apodaron sepia”, recuerda el piloto Alexander Dudakov. “Pero,
tras pilotarlo, cambiamos de actitud. El avión era realmente fácil de
maniobrar, con una gran visibilidad frontal. El pilotaje durante el despegue,
en el aire y al aterrizar era tan suave que nos permitía preparar rápidamente a
los jóvenes pilotos para el combate. De todos los tipos de aviones que piloté,
el B-25 era el más accesible en cuanto a técnica de pilotaje”.
Bombarderos B-25 'Mitchell', A-20 'Boston' y cazas P-39 'Aerocobra', preparados para su entrega a la Unión Soviética.
El B-25
comenzó su servicio en la URSS en la aviación de primera línea. Sin embargo,
debido a su poco peso, el avión era un blanco fácil para las fuerzas antiaéreas
enemigas, lo que provocó muchas bajas.
Al
final, el bombardero fue destinado a la aviación de largo alcance, donde,
durante sus incursiones nocturnas, podía aprovechar al máximo su gran equipo de
navegación, así como su largo alcance (2.170 km) y su formidable capacidad de
carga de bombas (2.800 kg). Los “Mitchell” se utilizaron activamente para
destruir infraestructuras militares en la retaguardia alemana y para asaltar
grandes centros industriales del Tercer Reich.
"Hampden"
Aviones Hp.52 Hampden y Hereford de la RAF.
A
diferencia de sus colegas estadounidenses, los bombarderos británicos HP.52
“Hampden” no consiguieron demostrar su valía en la Unión Soviética. Incluso su
ruta de viaje hacia la URSS resultó estar llena de problemas y obstáculos.
Más de
treinta “Hampden” (la versión portadora de torpedos) partieron de Escocia hacia
Múrmansk a principios de septiembre de 1942 para proteger el convoy PQ-18 de
los Aliados en el Ártico. Dos aviones se estrellaron en la neutral Suecia,
mientras que cuatro se perdieron en cielos finlandeses. Además, un avión se
estrelló en territorio de la URSS debido a las condiciones meteorológicas y
otro fue derribado por uno de los “Hurricane” soviéticos, que lo confundió con
un enemigo.
Como
resultado, sólo 23 torpederos llegaron a su destino. Una vez finalizada la
operación del convoy, los pilotos británicos regresaron a su patria, mientras
que los aviones fueron entregados a los soviéticos. La “maleta voladora”, como
apodaban a los HP.52 en la Royal Air Force, ya estaba bastante anticuada para
entonces.
Un bombardero torpedero "Hampden" de la Flota del Norte soviética.
El "Hampden" tenía una cabina espaciosa y confortable, pero ahí acababan sus ventajas. Los especialistas soviéticos tuvieron que trabajar mucho para mejorar el aparato: reforzar su armamento, aumentar su capacidad de supervivencia, disminuir el riesgo de incendio al ser alcanzado por las balas, etc. Sin embargo, incluso después de esto, el torpedero no logró convertirse en una formidable máquina de combate de la aviación naval soviética.
“No son
aviones, sino ataúdes”, dijo de ellos el piloto Alexéi Gusev. “Daba miedo
pilotar uno de esos. Daba miedo incluso acercarse a ellos. Incluso su aspecto
era... cutre... Eran aviones realmente malos. Los pilotos los maldecían, no
querían pilotarlos, pero qué se le iba a hacer, la guerra...”.
Un bombardero B-17 de la USAF.
En el
verano de 1941, el presidente estadounidense Franklin Roosevelt prometió a
Stalin comenzar pronto a suministrar bombarderos pesados B-17 “Flying Fortress”
a la URSS. Más tarde, sin embargo, los estadounidenses, con diversos pretextos,
empezaron a negarse a suministrar uno de sus mejores aviones a la Fuerza Aérea
del Ejército Rojo, pero también porque llevaba equipo secreto a bordo.
La
Unión Soviética tenía una necesidad acuciante de bombarderos pesados, ya que
carecía catastróficamente de efectivos en su propio Pe-8. Además, el avión
estadounidense era superior al soviético en cuanto a velocidad, techo de
servicio, armamento y niveles de confort.
Un Boeing B-17F en la base aérea soviética de Poltava, 1944.
Al perder la esperanza de recibir los B-17 de los EEUU, las los militares soviéticos empezaron a conseguirlos por sí mismos. Muchas “Fortalezas Volantes” tuvieron que realizar aterrizajes de emergencia en el territorio de Europa del Este. A pesar de que resultaron dañados en el proceso y de que su equipo secreto, según las órdenes, fue volado por la tripulación, los especialistas soviéticos consiguieron restaurarlos sistemáticamente.
Los
estadounidenses conocían esta práctica, pero no reaccionaron ante ella de ninguna
manera. Como resultado, al final de la guerra, la Fuerza Aérea del Ejército
Rojo tenía varias docenas de B-17 a su disposición. Sin embargo, estos
bombarderos no tuvieron la oportunidad de participar en ninguna acción de
combate.
Fuente:
https://es.rbth.com